El ‘estar dispuesto a creer’ es sabiduría... ¿cuándo?
SE HA aseverado: “La cualidad más importante y más inadvertida en el mundo es la voluntad de creer. Desempeña su papel cada vez que depositamos una carta en un buzón o abordamos un avión o hacemos las mil y una cosas rutinarias que componen nuestra vida moderna. Desde el dinero que depositamos en el banco hasta el dinero que pedimos prestado . . . vivimos en un mundo edificado sobre fe,” sobre la disposición a creer.—The Will to Believe, por el profesor y autor popular Marcus Bach.
Esto puede ser cierto en sumo grado en el mundo material, pero ¿hasta qué grado es cierto cuando se trata de asuntos espirituales? Los agnósticos y ateos en particular demuestran que no están dispuestos a creer. Como explicó en una ocasión el filósofo William James, esos escépticos adoptan la posición de que es más importante rechazar el error que aceptar la verdad. ¿Con qué resultado? Se niegan la oportunidad de aprender los hechos que demuestran que hay un Dios y por ello poder realizar todas las bendiciones que acompañan ese conocimiento.
El derrotero imprudente de estos escépticos es similar a la actitud de muchos del siglo diecisiete para con el descubrimiento de Harvey de que la sangre circula en el cuerpo humano. Harvey no podía explicar cómo la sangre llegaba de las arterias a las venas, porque todavía no se había inventado el microscopio; por consiguiente no podía ver los vasos capilares. Esta invisibilidad de los vasos capilares suministró una de las objeciones en contra de su teoría. De modo que su descubrimiento “no obtuvo ningún adherente entre los anatomistas establecidos de Europa.” En cambio, “próceres solemnes escribieron objeciones importantes,” se nos dice en el libro The Human Body.
Tres siglos más tarde la profesión médica de Inglaterra volvió a mostrarse indebidamente crítica; esta vez respecto al descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming. Pero con el tiempo dos investigadores estuvieron dispuestos a examinar con imparcialidad las posibilidades de la droga y tuvieron éxito en perfeccionar la penicilina de modo que quedara libre de elementos extraños perjudiciales. Como resultado los tres investigadores recibieron premios Nobel por su trabajo sobre lo que se ha llamado “el más grande salvavidas individual de la medicina moderna.”
El que es razonable, que está dispuesto a examinar la evidencia tocante a Dios, no será ni agnóstico ni ateo. Santiago Ramón y Cajal, una de las preponderantes autoridades sobre el ojo, confesó en una ocasión que la sabiduría que halló desplegada allí, particularmente en la retina y el cristalino, “por primera vez debilitó mi fe en la hipótesis de Darwin de la selección natural.” Esto se debió a que no cerró su mente a los hechos. Estuvo dispuesto a considerar la evidencia de que debe haber algún poder superior.
También, Robert Millikan, considerado el decano de los científicos norteamericanos en su día, declaró en una ocasión: “Hay una Divinidad que da forma a nuestros fines . . . de otro modo no tendríamos un sentido de nuestra propia responsabilidad. UNA FILOSOFÍA NETAMENTE MATERIALISTA ES PARA MÍ EL COLMO DE LA ESTUPIDEZ. Hombres sabios de todas las épocas siempre han visto lo suficiente como para por lo menos sentir reverencia.” Sí, como lo expresó el apóstol Pablo diecinueve siglos antes: “Sus cualidades invisibles [de Dios] se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por medio de las cosas hechas, . . . de modo que son inexcusables” por rehusar creer en la existencia de Dios.—Rom. 1:20.
Se pudiera decir que la voluntad de creer en un poder invisible superior es un instinto humano básico. Por lo tanto The World Book Encyclopedia nos dice que “jamás ha habido un pueblo que no haya tenido alguna forma de religión.” Y como hizo notar el profesor Nigg: “El anhelo por Dios está arraigado inextinguiblemente en el hombre, dondequiera que esté y a cualquier era que pertenezca.” Esto es especialmente evidente cuando los hombres se enfrentan a gran peligro o muerte, razón por la cual se ha dicho: “No hay ateos en las trincheras individuales,” es decir, en el campo de batalla.
Debido a que la disposición a creer es al mismo tiempo un instinto básico y una necesidad, la poderosa Rusia comunista ha tenido que llegar a un acuerdo con la religión organizada que se practica en la cristiandad (por más vergonzosa que sea). Los jóvenes de Rusia están descubriendo que una filosofía de la vida netamente materialista no satisface. Los de inclinación más seria entre ellos deploran la falta de significado de su vida y claman por algo en lo que puedan creer. Los jóvenes norteamericanos revelan la misma necesidad de creer.
Sin embargo, el estar dispuesto a creer en algo es sabiduría solo cuando se basa en hechos y razón, como se notó en la declaración ya citada del científico Millikan. El simplemente creer en la existencia de una personalidad de Poder Superior no basta. Para que el estar dispuesto a creer sea sabiduría hay que seguir adelante y estar dispuesto a examinar aquello que afirma contestar preguntas como: ¿Qué requiere de nosotros el Ser Supremo? ¿De dónde vinimos? ¿Cuál es nuestro destino? ¿Por qué sufrimos y morimos?
Tocante a esto la Biblia tiene más que recomienda que la examinemos que cualquier otro libro. Tiene la mayor antigüedad y se ha traducido más extensamente —toda ella o porciones de ella en 1.471 idiomas— y eso es lo que esperaríamos de una revelación divina.
Además, ha inspirado una lealtad como ningún otro libro jamás lo ha hecho. hombres han dedicado su vida y hasta han sacrificado su vida por traducirla. Ha traído esperanza y gozo a personas desalentadas y dolientes y ha ayudado a un sinnúmero de personas a llevar una vida mejor.
Un presidente norteamericano de hace más de un siglo dijo a un amigo escéptico, según se le citó: “Lee este Libro [la Biblia] por lo que puedas aceptar basado en razón y acepta el resto basado en fe, y vivirás y morirás siendo un mejor hombre.” El ayudarle a usted a obtener un mejor entendimiento y más provecho de ese Libro es el propósito de las publicaciones que distribuyen los testigos cristianos de Jehová. Al leer esta mismísima publicación usted muestra que está dispuesto a creer... apoyándose en suficientes razones y suficiente evidencia.