¿Es usted tan considerado con su familia como lo es con otros?
“¡CUÁNTO me alegro de que haya venido!” dijo el anfitrión a uno de sus invitados. Contestó el invitado: “Ah, cuando yo digo que vengo, ¡VENGO!” Sí, se enorgullecía de ser un hombre que cumplía con su palabra. Pero ¿era él un hombre de esa clase, uno que cumpliera con su palabra, para con su familia? Bueno... no siempre.
Hay un proverbio alemán que dice: Haus Bengel und Strassen Engel, que significa: ‘En casa un patán de malos modales, pero en la calle un ángel.’ Ese proverbio señala a una falla humana común. Por ejemplo, al fin de una tertulia de amigos cierta noche es posible que un esposo se muestre muy deseoso de ayudar a alguna joven soltera a ponerse su abrigo, mientras deja que su esposa misma se ponga el de ella. Aparentemente la hermosa soltera ha estimulado el interés romántico del esposo y éste se ha convertido en un caballero cortés. Pero, ¡mayor bien lograría siendo románticamente cortés para con su propia esposa! Eso sería amar a su esposa tal como se ama a sí mismo, lo cual es lo que un esposo debería hacer.—Efe. 5:33.
Al grano va el dicho de que “la caridad empieza en casa,” es decir, debería comenzar en casa. No necesariamente en el asunto de dar dinero, sino de ayudarse unos a otros. ¿No estamos prestos a ayudar cuando un extraño pide señas o alguna otra información? Por eso, ¿no deberíamos estar igualmente prestos a ayudar en nuestros hogares, de hecho, estar aun más dispuestos a hacerlo? Sin embargo, ¡cuántas veces sucede que un solo miembro de la familia lucha con las cargas mientras otros de la familia parecen estar ciegos en cuanto a las oportunidades que ellos tienen de suministrar ayuda. ¿Hay varios niños a los cuales tener preparados antes de cierta hora? ¿Hay muchos platos que lavar? Especialmente los esposos de esposas que tienen un empleo deben reconocer que es necesario revisar las antiguas nociones de lo que es la esfera de trabajo del hombre y lo que es la esfera de la mujer si no se quiere que las esposas estén llevando una carga indebidamente grande.
La caridad también empieza en casa cuando se trata de soportar las debilidades y faltas de otros. Quizás uno tienda a hacer concesiones para amigos y conocidos de afuera, como aquellos con los cuales suceda que uno esté trabajando. ¿No deberíamos estar todavía más prestos y dispuestos a soportar o sobrellevar las faltas y debilidades de nuestra propia familia? En algunos casos puede ser un sentido equivocado del deber y el amor lo que haga que algunas esposas o esposos critiquen indebidamente a su cónyuge.
Mucho más importante es edificarnos unos a otros suministrándonos apoyo moral, pasando por alto leves inexactitudes o debilidades, que buscar que todo sea exactamente perfecto o exigir que alcance la norma que pensamos que debe alcanzar. Además, el que tiene la inclinación de corregir a otro bien pudiera ser quien estuviera equivocado. Por supuesto, la persona que está en estrecha relación con otra puede ayudarla a evitar errores, pero el papel de ser el “crítico más severo” de su cónyuge pudiera llevarse a un extremo indeseable.
Sí, lo que muestra consideración es hacer concesiones debido a las debilidades de otros. Recuerde que muchas veces se deben a la herencia o el ambiente, que ejercen una poderosa influencia en la formación de la personalidad. Y también ése es el proceder que muestra sabiduría, porque al grado que seamos misericordiosos con otros, otros muy probablemente sean misericordiosos con nosotros, tal como Jesucristo señaló en cierta ocasión: “Con la medida con que ustedes miden [a otros], se les medirá a ustedes en cambio.” (Luc. 6:38) Como dijo una estadounidense en quien se concentraba el interés del público al argüir contra la posición que han tomado algunas en el movimiento de liberación de la mujer: “Yo trato a mi esposo como a un rey y él me trata como a una reina.”
El dicho del mundo de que la “intimidad engendra desprecio” no debe aplicar a nuestras relaciones con miembros de nuestra propia familia. Debería suceder precisamente lo opuesto. La intimidad debe “engendrar” lealtad y respeto porque hemos aprendido a conocernos, entendernos y apreciarnos mejor unos a otros. Es natural que la gente que ha recibido entrenamiento apropiado en el hogar durante la juventud trate a los de afuera o a los extraños con cierto grado de respeto. Y así es como debe ser, pues ¿no dice la Biblia: “Honren a hombres de toda clase”? “Toda clase” incluiría a miembros de nuestras propias familias, ¿verdad? (1 Ped. 2:17) Al mostrarse respeto unos a otros, los miembros individuales de una familia fortalecen sus personalidades entre sí, lo cual pone a cada uno en mejor posición para ser útil a los demás. Se puede mostrar respeto dirigiéndose a otros con debida consideración por lo que son y conforme a sus sentimientos, tanto por lo que se dice como por la manera en que se dice.
A veces, con toda libertad un miembro de una familia es descortés, se muestra severo o se hace criticón para con otros de la familia, aunque no pensaría en tratar de esa manera a los de afuera. Pero, al obrar así, ¿no está revelando falta de empatía? Hay gran diferencia, por ejemplo, entre la manera en que nos sentimos cuando nosotros mismos descubrimos que hemos cometido un error, y podemos corregirlo, y la manera en que nos sentimos cuando otro llama a nuestra atención un error y nos pide que lo corrijamos. La empatía, el saber ponernos en el lugar de la otra persona, nos ayudará a apreciar esa diferencia.
Sin embargo, a menudo el que no tratemos a nuestras propias familias como tratamos a los de afuera se debe a que simplemente no nos detenemos a pensar en lo que hacemos. Especialmente cuando se trata de decir cosas que hubiera sido mejor no decir. Con los de afuera tendemos a ser más cuidadosos. Pero también es bueno que con nuestras propias familias siempre pensemos antes de hablar. Una regla útil es preguntar: “¿Es bondadoso? ¿Es cierto? ¿Es necesario?” Piense, también, en la manera en que usted diga las cosas. Lo contrario de decir las cosas sin pensarlas es mostrar consideración. Hágalo aun en cosas pequeñas. Mostramos consideración al empezar una petición con “Por favor,” y decir “¡Gracias!” porque de veras sentimos agradecimiento siempre que recibimos un favor, por pequeño que sea.
Verdaderamente hay muchas razones para que seamos útiles, caritativos, respetuosos y considerados al tratar con los que no son de nuestra familia. Hay una satisfacción moral en manifestar estas características, contribuye a mejores relaciones, nos ayuda a ser estimados y hasta puede beneficiarnos de manera material. Pero ¿no tenemos probabilidades de beneficiarnos de estas diversas maneras también si manifestamos esas características a los de nuestras propias familias? Ciertamente, y aun más. Además, al proceder así se pudiera decir que estamos ‘acumulando tesoros’ de los que pudiéramos sacar cuando tuviéramos necesidad. ¡Y qué consolador puede resultar eso!