-
“Dios no es parcial”La Atalaya 1976 | 1 de noviembre
-
-
debe incitarnos a ayudar a tantas personas como sea posible a obtener un conocimiento exacto de la verdad. Debe impelernos a apartarnos del favoritismo y evitar el preocuparnos indebidamente acerca de lo que los hombres piensen de nosotros. Al hacer todo como para Jehová, imitando su imparcialidad, podemos estar seguros de que recibiremos abundante recompensa.
-
-
Por qué las ilustraciones de Jesús ayudaron a la genteLa Atalaya 1976 | 1 de noviembre
-
-
Por qué las ilustraciones de Jesús ayudaron a la gente
CUANDO Jesús estuvo en la Tierra su objetivo fue ayudar a la gente. Se compadecía de la gente, especialmente de los enfermos y los oprimidos, porque veía que aquellas personas “estaban desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor.” (Mat. 9:36) Ejecutó muchas curaciones en estas personas. Cuando un leproso le rogó de rodillas, diciendo: “Si tan solo quieres, puedes limpiarme,” Jesús, compadecido, extendió la mano y le dijo: “Quiero. Sé limpio.”—Mar. 1:40, 41.
Pero Jesús ayudó a la gente de una manera mucho más provechosa y duradera que solo por curaciones físicas. De hecho, las curaciones de Jesús de ninguna manera fueron el rasgo principal de su obra. Fueron comparativamente pocas las personas que fueron sanadas, mientras que toda la gente de aquel país oyó su enseñanza.
CÓMO AYUDAN LAS ILUSTRACIONES
Las ilustraciones o parábolas ocuparon una parte prominente de la enseñanza de Jesús a la gente que lo escuchaba en muchedumbres. El registro bíblico dice: “Verdaderamente, sin ilustración no les hablaba, pero privadamente a sus discípulos les explicaba todas las cosas.” (Mar. 4:34) ¿Cómo les eran especialmente útiles sus ilustraciones a los que realmente buscaban la explicación? Primero, las ilustraciones permitían que las criaturas humanas entendieran las cosas espirituales, los caminos y el modo de pensar de Dios. Jesús usó los asuntos y tratos cotidianos de la vida para ilustrar asuntos abstractos y más profundos. No se necesita ‘educación superior’ para entender los principios que transmiten las parábolas. Las ilustraciones de Jesús son tan aplicables y tan aptas hoy día como cuando él las dio.
Por ejemplo, ¿quién no puede entender, en la parábola del esclavo ingrato, el principio de que tenemos que mostrarnos misericordia y perdón unos a otros? En esta ilustración Jesús habló de un rey a quien uno de sus esclavos le debía sesenta millones de denarios. El rey, conmovido por las súplicas del hombre, canceló la deuda. Pero este esclavo salió y encontró a uno de sus coesclavos que le debía solo cien denarios (una sexcentésima milésima parte), y, agarrándolo, empezó a ahogarlo, diciendo: “Paga todo lo que debes.” El rey, al enterarse de este acto falto de misericordia, se encolerizó mucho, y echó al esclavo ingrato en la cárcel. Jesús concluyó la ilustración diciendo: “Del mismo modo también tratará mi Padre celestial con ustedes si no perdonan de corazón cada uno a su hermano.”—Mat. 18:23-35.
LAS ILUSTRACIONES LLEGAN A LA CONCIENCIA
Pero las parábolas de Jesús no solo son útiles debido a su simplicidad. A menudo las ilustraciones llegan al corazón y la conciencia de los que las oyen más eficazmente que una simple declaración de hecho, o una censura franca. Esto lo podemos ver claramente demostrado mientras Jesús entrenaba a sus apóstoles y discípulos.
Jesús vio en sus discípulos los muchos errores, faltas e inclinaciones incorrectas que éstos tenían como pecadores imperfectos. Pero no lo hallamos acusándolos de ser orgullosos, ambiciosos, codiciosos, faltos de misericordia o perezosos. Esto los habría lastimado y les habría hecho sentirse condenados. Habrían pensado que él los consideraba como aquella clase de personas. Aunque a veces manifestaban algunos de estos rasgos malos, no eran fundamental o característicamente codiciosos, orgullosos, etcétera. Jesús quería ayudarlos, no condenarlos. Por lo tanto, en vez de humillarlos abiertamente, les daba ilustraciones que los ponían a pensar... a ver los principios envueltos, y aplicarlos en su propio corazón y conciencia. Podían ver el error que habían cometido o la actitud incorrecta que habían manifestado y entonces corregirse. Este método era mucho más convincente que una reprensión franca, y mucho más eficaz.
Por ejemplo, cuando los discípulos estuvieron arguyendo entre sí mismos sobre cuál parecía ser el mayor, Jesús no se airó con ellos ni los reprendió con severidad. No los llamó altivos, egoístas, codiciosos o ambiciosos. Señaló a los líderes mundanos como una ilustración de esta actitud mala y su resultado, diciendo: “Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y a los que tienen autoridad sobre ellas se les llama Benefactores. Ustedes, sin embargo, no han de ser así.” Los discípulos sabían bien los resultados malos de aquella actitud de “superioridad.” Luego, en contraste, Jesús se refirió a su propio ejemplo como siervo entre ellos, aunque era su caudillo.—Luc. 22:24-27.
En otra ocasión Jesús puso a un niñito en medio de ellos, diciendo que cada uno de ellos, para entrar en el reino de Dios, tendría que ser humilde como lo es un niño. Además, debían mostrar gran consideración a las personas que, como un niño, eran de naturaleza sencilla, fiel. ¿De qué otra manera pudiera haber aclarado mejor la idea que quería comunicar?—Mat. 18:1-6.
Ciertamente los discípulos de Cristo tomaron a pechos estas cosas y corrigieron su propio modo de pensar incorrecto. Esto se manifiesta en la manera en que trataron con sus hermanos cristianos cuando, después de la muerte y resurrección de Cristo, llevaron la carga de responsabilidad para las congregaciones cristianas. Las cartas de Pedro, Santiago y Juan reflejan la actitud excelente y humilde que Cristo había inculcado en ellos.
Además, las ilustraciones son eficaces para administrar corrección porque le suministran al oyente la oportunidad de pensar por sí mismo sin que ese pensar sea oscurecido o cegado por el prejuicio. El individuo, al considerar una ilustración, en la cual por lo general están envueltas otras personas y no el individuo a quien se habla, y en la cual no se le menciona directamente a él, ve que la ilustración encaja con sus propias circunstancias o acciones. Entonces puede llegar a su propia conclusión o juicio. Y no tiene base justificable para airarse, puesto que el que dio la ilustración no lo acusó directamente de nada.
Eso fue lo que sucedió en el caso del hombre versado en la ley de Moisés que le preguntó a Jesús qué se requería para heredar la vida eterna. Jesús indicó que una persona tiene que amar a Dios con corazón, alma, mente y fuerzas, y amar a su prójimo como se ama a sí misma. Queriendo demostrar que era justo, el hombre preguntó: “¿Quién verdaderamente es mi prójimo?” Jesús estaba familiarizado con la actitud de los judíos de no ser buenos vecinos para con los samaritanos, a quienes despreciaban. Entonces dio la parábola del “buen samaritano.” Si Jesús le hubiese dicho directamente a aquel hombre que los samaritanos estaban entre aquellos a quienes uno debería amar como a sí mismo, este individuo predispuesto quizás nunca lo habría admitido.—Luc. 10:25-37.
LAS ILUSTRACIONES REVELAN LA ACTITUD INTERIOR
Algunas ilustraciones de Jesús también sirvieron para hacer que la gente se identificara como interesada o desinteresada o hasta opuesta a él como profeta de Dios. En una ocasión Jesús dijo que él hablaba a aquellas personas para que, ‘oyendo, de ninguna manera captaran el sentido de ello.’ (Mat. 13:10-15) De este modo las
-