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  • Por qué las ilustraciones de Jesús ayudaron a la gente
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
w76 1/11 págs. 645-647

Por qué las ilustraciones de Jesús ayudaron a la gente

CUANDO Jesús estuvo en la Tierra su objetivo fue ayudar a la gente. Se compadecía de la gente, especialmente de los enfermos y los oprimidos, porque veía que aquellas personas “estaban desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor.” (Mat. 9:36) Ejecutó muchas curaciones en estas personas. Cuando un leproso le rogó de rodillas, diciendo: “Si tan solo quieres, puedes limpiarme,” Jesús, compadecido, extendió la mano y le dijo: “Quiero. Sé limpio.”—Mar. 1:40, 41.

Pero Jesús ayudó a la gente de una manera mucho más provechosa y duradera que solo por curaciones físicas. De hecho, las curaciones de Jesús de ninguna manera fueron el rasgo principal de su obra. Fueron comparativamente pocas las personas que fueron sanadas, mientras que toda la gente de aquel país oyó su enseñanza.

CÓMO AYUDAN LAS ILUSTRACIONES

Las ilustraciones o parábolas ocuparon una parte prominente de la enseñanza de Jesús a la gente que lo escuchaba en muchedumbres. El registro bíblico dice: “Verdaderamente, sin ilustración no les hablaba, pero privadamente a sus discípulos les explicaba todas las cosas.” (Mar. 4:34) ¿Cómo les eran especialmente útiles sus ilustraciones a los que realmente buscaban la explicación? Primero, las ilustraciones permitían que las criaturas humanas entendieran las cosas espirituales, los caminos y el modo de pensar de Dios. Jesús usó los asuntos y tratos cotidianos de la vida para ilustrar asuntos abstractos y más profundos. No se necesita ‘educación superior’ para entender los principios que transmiten las parábolas. Las ilustraciones de Jesús son tan aplicables y tan aptas hoy día como cuando él las dio.

Por ejemplo, ¿quién no puede entender, en la parábola del esclavo ingrato, el principio de que tenemos que mostrarnos misericordia y perdón unos a otros? En esta ilustración Jesús habló de un rey a quien uno de sus esclavos le debía sesenta millones de denarios. El rey, conmovido por las súplicas del hombre, canceló la deuda. Pero este esclavo salió y encontró a uno de sus coesclavos que le debía solo cien denarios (una sexcentésima milésima parte), y, agarrándolo, empezó a ahogarlo, diciendo: “Paga todo lo que debes.” El rey, al enterarse de este acto falto de misericordia, se encolerizó mucho, y echó al esclavo ingrato en la cárcel. Jesús concluyó la ilustración diciendo: “Del mismo modo también tratará mi Padre celestial con ustedes si no perdonan de corazón cada uno a su hermano.”—Mat. 18:23-35.

LAS ILUSTRACIONES LLEGAN A LA CONCIENCIA

Pero las parábolas de Jesús no solo son útiles debido a su simplicidad. A menudo las ilustraciones llegan al corazón y la conciencia de los que las oyen más eficazmente que una simple declaración de hecho, o una censura franca. Esto lo podemos ver claramente demostrado mientras Jesús entrenaba a sus apóstoles y discípulos.

Jesús vio en sus discípulos los muchos errores, faltas e inclinaciones incorrectas que éstos tenían como pecadores imperfectos. Pero no lo hallamos acusándolos de ser orgullosos, ambiciosos, codiciosos, faltos de misericordia o perezosos. Esto los habría lastimado y les habría hecho sentirse condenados. Habrían pensado que él los consideraba como aquella clase de personas. Aunque a veces manifestaban algunos de estos rasgos malos, no eran fundamental o característicamente codiciosos, orgullosos, etcétera. Jesús quería ayudarlos, no condenarlos. Por lo tanto, en vez de humillarlos abiertamente, les daba ilustraciones que los ponían a pensar... a ver los principios envueltos, y aplicarlos en su propio corazón y conciencia. Podían ver el error que habían cometido o la actitud incorrecta que habían manifestado y entonces corregirse. Este método era mucho más convincente que una reprensión franca, y mucho más eficaz.

Por ejemplo, cuando los discípulos estuvieron arguyendo entre sí mismos sobre cuál parecía ser el mayor, Jesús no se airó con ellos ni los reprendió con severidad. No los llamó altivos, egoístas, codiciosos o ambiciosos. Señaló a los líderes mundanos como una ilustración de esta actitud mala y su resultado, diciendo: “Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y a los que tienen autoridad sobre ellas se les llama Benefactores. Ustedes, sin embargo, no han de ser así.” Los discípulos sabían bien los resultados malos de aquella actitud de “superioridad.” Luego, en contraste, Jesús se refirió a su propio ejemplo como siervo entre ellos, aunque era su caudillo.—Luc. 22:24-27.

En otra ocasión Jesús puso a un niñito en medio de ellos, diciendo que cada uno de ellos, para entrar en el reino de Dios, tendría que ser humilde como lo es un niño. Además, debían mostrar gran consideración a las personas que, como un niño, eran de naturaleza sencilla, fiel. ¿De qué otra manera pudiera haber aclarado mejor la idea que quería comunicar?—Mat. 18:1-6.

Ciertamente los discípulos de Cristo tomaron a pechos estas cosas y corrigieron su propio modo de pensar incorrecto. Esto se manifiesta en la manera en que trataron con sus hermanos cristianos cuando, después de la muerte y resurrección de Cristo, llevaron la carga de responsabilidad para las congregaciones cristianas. Las cartas de Pedro, Santiago y Juan reflejan la actitud excelente y humilde que Cristo había inculcado en ellos.

Además, las ilustraciones son eficaces para administrar corrección porque le suministran al oyente la oportunidad de pensar por sí mismo sin que ese pensar sea oscurecido o cegado por el prejuicio. El individuo, al considerar una ilustración, en la cual por lo general están envueltas otras personas y no el individuo a quien se habla, y en la cual no se le menciona directamente a él, ve que la ilustración encaja con sus propias circunstancias o acciones. Entonces puede llegar a su propia conclusión o juicio. Y no tiene base justificable para airarse, puesto que el que dio la ilustración no lo acusó directamente de nada.

Eso fue lo que sucedió en el caso del hombre versado en la ley de Moisés que le preguntó a Jesús qué se requería para heredar la vida eterna. Jesús indicó que una persona tiene que amar a Dios con corazón, alma, mente y fuerzas, y amar a su prójimo como se ama a sí misma. Queriendo demostrar que era justo, el hombre preguntó: “¿Quién verdaderamente es mi prójimo?” Jesús estaba familiarizado con la actitud de los judíos de no ser buenos vecinos para con los samaritanos, a quienes despreciaban. Entonces dio la parábola del “buen samaritano.” Si Jesús le hubiese dicho directamente a aquel hombre que los samaritanos estaban entre aquellos a quienes uno debería amar como a sí mismo, este individuo predispuesto quizás nunca lo habría admitido.—Luc. 10:25-37.

LAS ILUSTRACIONES REVELAN LA ACTITUD INTERIOR

Algunas ilustraciones de Jesús también sirvieron para hacer que la gente se identificara como interesada o desinteresada o hasta opuesta a él como profeta de Dios. En una ocasión Jesús dijo que él hablaba a aquellas personas para que, ‘oyendo, de ninguna manera captaran el sentido de ello.’ (Mat. 13:10-15) De este modo las ilustraciones ‘entresacaban’ a los que no se interesaban en entender su mensaje, pues éstos no venían a Jesús y le pedían la explicación como lo hacían los que verdaderamente estaban interesados.—Mat. 13:36.

De más importancia aún es que las ilustraciones ayudaban a los discípulos verdaderos por mantener fuera de ellos a personas que serían hipócritas y que causarían facciones y divisiones. Cuando oían las ilustraciones, las personas tendían a mostrar lo que en verdad había en ellas. Cuando Jesús dijo: “El que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna,” entonces “muchos de sus discípulos se fueron a las cosas de atrás y ya no andaban con él.” Sus discípulos verdaderos, por otra parte, se apegaron a él y llegaron a entender el significado vivificante de esas palabras.—Juan 6:54, 60-66.

Las ilustraciones o parábolas de Jesús son de ayuda inapreciable para los cristianos hoy día, pues, además de manifestar principios orientadores, también tienen valor profético, pues muchas de ellas tienen un cumplimiento en mayor escala en nuestro tiempo. Nos ayudan a darnos cuenta de que el reino de los cielos pronto tomará la gobernación completa de esta Tierra. Nos guían a emprender el proceder correcto en estos tiempos críticos, de modo que estemos en el lado correcto, para obtener vida eterna.

Además, las ilustraciones de Jesús nos permiten tratar con otros bondadosamente, particularmente con nuestros hermanos cristianos. Tal como Jesús les mostró a sus discípulos lo malo de algunos actos y actitudes de ellos, sin señalar a los discípulos como personas “malas,” así nosotros podemos ayudar a nuestros hermanos por medio de señalar la falta de sabiduría, lo malo y el error de actos suyos, mientras que no los juzgamos o los condenamos como “altivos,” “orgullosos” o “malos.” Estamos contra la maldad, pero no contra nuestros hermanos cristianos que a veces pueden ceder a una falta y hacer cosas malas.—Jud. 22, 23; Gál. 6:1.

La razón por la cual las ilustraciones de Jesús son tan útiles es que son sabiduría del Creador, que conoce cabalmente nuestra composición emocional. (Juan 5:19) No son forzadas o imprácticas. En realidad enseñan. Encajan con la naturaleza humana y las necesidades humanas a todo tiempo y bajo toda circunstancia. La persona que estudia las ilustraciones de Jesús puede colocar para sí misma un buen fundamento que le sirva para enseñar a otras personas.

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