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  • ¿Está en su Biblia el nombre de Dios? ¿Debería estar allí?
    La Atalaya 1978 | 15 de septiembre
    • ¿Está en su Biblia el nombre de Dios? ¿Debería estar allí?

      EL DOMINGO 8 de mayo de 1977 por la mañana, Jack Siebert, un ministro, se ocupaba en hablar acerca de la Biblia con las familias de un edificio de apartamientos de la ciudad de Nueva York.

      Una joven que no podía tener mucho más de veinte años disfrutó del mensaje bíblico y dijo que le gustaría conseguir una Biblia. El Sr. Siebert le ofreció un ejemplar. “¿Es ésta una verdadera Biblia?” preguntó ella. Cuando se le aseguró que era una Biblia completa en lenguaje moderno, la aceptó con gusto e hizo una contribución por ella.

      Después el ministro y un amigo volvieron a visitar a esta joven. Ella los invitó a entrar en su hogar, pero dijo: “Usted me engañó la semana pasada. ¡Esta no es una Biblia verdadera!” ¿Qué quería decir?

      Ella continuó: “En esta Biblia aparece el nombre Jehová vez tras vez. ¡Eso me enojó tanto que, mientras la leía, taché el nombre dondequiera que lo encontraba!”

      ¿Piensa usted que esta joven sincera tenía razón para manifestar aquella agitación? ¿Será verdad que “Jehová” no es el nombre de Dios y no debería estar en la Biblia? ¿Está en la Biblia que usted usa? ¿Debería estar allí? ¿Da usted un nombre personal a Dios cuando habla de él?

      En este caso, el ministro presentó alguna información acerca del nombre de Dios que sorprendió a la joven. De hecho, ella se perturbó y dijo: “¿Por qué no he oído eso en mi iglesia? ¿Por qué no me han enseñado eso?”

      Sí, toda persona que lee la Biblia debe saber algunas de las cosas que el Sr. Siebert señaló. Y lo mismo se puede decir de toda persona que utiliza el Padrenuestro y dice: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.”—Mat. 6:9, Versión Valera.

      ¿Cuál es, realmente, ese nombre? ¿Es su respuesta “el Señor,” “Dios,” “Jehová,” “Yahvé” o “Yavé,” u otra cosa? En algunas versiones, “Jehová” aparece solo contadas veces,a mientras que otras versiones usan “Yavé” (también “Yahvéh,” “Yahveh” o “Yahvé”) o “Jehová” muchos miles de veces. ¿Qué es lo correcto? Y unas cuantas traducciones tienen el nombre divino en lo que se llama el “Nuevo Testamento.” ¿Lo tiene su Biblia? ¿Debería tenerlo?

      ¡Recientemente ha salido a luz información nueva y emocionante acerca del nombre de Dios! Usted la hallará en los artículos siguientes. Examínelos, porque usted personalmente está envuelto en ello. ¿Por qué decimos esto?

      La Biblia dice que Dios nota especialmente a los que lo reverencian y hablan acerca de él. Entonces añade: “Se escribió ante él un libro memorial en favor de los que temen a Yahvéh y piensan en su Nombre.” (Mal. 3:16, Biblia de Jerusalén) ¿Hace usted eso? ¿Ha hecho Dios un registro acerca de usted, porque usted le teme y piensa en Su nombre y lo usa? El material que sigue se relacionará tanto con el nombre de él como con el suyo.

  • ¿Qué le sucedió al nombre de Dios?
    La Atalaya 1978 | 15 de septiembre
    • ¿Qué le sucedió al nombre de Dios?

      LA JOVEN mencionada en la página anterior estaba acostumbrada a Biblias que decían “SEÑOR” Y “Dios” en muchos de los lugares donde ahora encontraba “Jehová.”

      Cuando, bondadosamente, el ministro razonó con ella y le mostró que SEÑOR es un título, no un nombre personal, ella concordó. Entonces él se refirió a Isaías 42:8, que en muchas Biblias dice: “Yo soy el Señor, éste es mi nombre, no cedo mi gloria a nadie.” (Nueva Biblia Española) Ella comentó que SEÑOR obviamente significaba el Creador, pero reconoció que ese término no es un nombre. Puesto que este versículo habla sobre el “nombre” de Dios, ¿cuál es ese nombre?

      Para comprender la respuesta, es necesario que examinemos brevemente algunos hechos acerca de la Biblia, que originalmente fue escrita en hebreo y griego. Aun si usted por lo general no se interesa en estos detalles, considere brevemente lo que sigue, porque tiene que ver con nuestra consideración posterior del nombre de Dios y el suyo.

      En el hebreo original, en Isaías 42:8 usted hallará, en vez de una palabra para el título “Señor,” estas cuatro letras hebreas que son el nombre de Dios יהוה (hebreo de estilo moderno). Con frecuencia se llama a estas letras el Tetragrámaton (que quiere decir: “cuatro letras”) y éstas están representadas en español por YHVH o JHVH. Las pronunciaciones más comunes en español para el Tetragrámaton son “Jehová” y “Ya[h]vé[h].” (Diremos más acerca de esto después.)

      El antiguo pueblo hebreo de Dios estimaba mucho Su nombre y lo usaba. Recibió prominencia en la Biblia, donde apareció más de 6.900 veces. ¿Puede usted ver lo que eso significa? El nombre de Dios estaba constantemente ante los adoradores verdaderos mientras ellos leían la “palabra” de Dios u oían su lectura. (Jos. 1:8; 8:34, 35) Por ejemplo, Moisés mandó al pueblo que se reuniera con regularidad para escuchar la lectura de la ley en Deuteronomio, y eso quería decir oír el nombre de Dios más de 500 veces. (Deu. 31:10-12) Además, parece que cada familia cantaba los Salmos 113 a 118 en cada Pascua. En tan solo los 29 versículos del Salmo 118, el nombre personal de Dios se cantaba 22 veces.—Compare con Mateo 26:30.

      ¿POR QUÉ DEJARON DE USAR SU NOMBRE?

      Los adoradores hebreos tenían muchísimas razones para dar uso al nombre de Dios. La Biblia los exhortaba a ‘invocar su nombre,’ y ‘amar su nombre.’ (Isa. 12:4; Sal. 69:36) A pesar de eso, en algún tiempo bastante posterior, supersticiosamente los judíos empezaron a evitar la pronunciación de ese nombre sagrado. Cuando leían la Biblia, al llegar a él, decían Adonay (Señor) o Elohim (Dios). Pero ¿por qué?

      Algunos dicen que esto se debió a que temían usar mal el nombre sagrado de Dios. Es verdad que los Diez Mandamientos decían que su nombre no había de tomarse de manera indigna o vana. (Éxo. 20:7) Esto claramente excluía todo uso irrespetuoso o fraudulento del nombre. Y Levítico 24:16 mandaba que se diera muerte a todo el que abusara del nombre de Dios, fuera hebreo nativo o residente forastero. Pero eso significaba evitar el abuso de él, no evitar el uso de él. Así, pues, la evidencia indica que durante gran parte del período bíblico los hebreos ordinarios sí usaron el nombre de Dios, tanto en las actividades religiosas como, respetuosamente, en los aspectos cotidianos de la vida.

      Por ejemplo, en 1961 se descubrió una antigua cueva para entierros a 32 kilómetros al sudoeste de Jerusalén. Parece que la cueva es del tiempo del rey Ezequías (745-716 a. de la E.C.) En sus paredes había inscripciones hebreas en las cuales se usaba el Tetragrámaton, como “Jehová es el Dios de toda la tierra.” Y, en 1966, se publicó un informe acerca de tiestos o fragmentos de vasijas de barro con escritura que se encontraron en Arad, en la parte sur de Israel. Uno de ellos, que usted puede ver aquí, era una carta privada, en hebreo, de un subordinado a Eliasib. La carta empieza así: “A mi señor Eliasib, pregunte Yavé por tu paz. Y ahora . . .”—Israel Exploration Journal (Publicación sobre exploraciones en Israel), vol. 13, núm. 2, págs. 74-92; vol. 16, núm. 1, págs. 1-7.

      En vista del hecho de que muchos hebreos antiguos hasta usaban el nombre divino en medio de actividades que no eran exclusivamente religiosas, uno se pudiera preguntar cuándo empezó a evitarse supersticiosamente el nombre divino. En realidad, nadie puede estar seguro de eso. Hay quienes han dicho, fundándose en escritos rabínicos judíos, que el nombre no se usaba en el primer siglo, cuando Jesús estuvo en la Tierra. Pero si en aquel tiempo se esparcía la costumbre supersticiosa de evitar el nombre, eso no quiere decir que el nombre personal de Dios nunca se usaba. A este respecto, el Dr. M. Reisel escribió: “El sumo sacerdote debe haber pronunciado el Tetragrámaton hasta la destrucción del Segundo Templo en 70 E.C.”

      Pero usted quizás se pregunte en cuanto a Jesús y sus apóstoles. ¿Hubieran usado ellos el nombre de Dios al escribir, hablar o al leer las Escrituras? Por ejemplo, ¿qué hay de la ocasión en la cual Jesús se puso de pie en la sinagoga de Nazaret y leyó Isaías 61:1? El Tetragrámaton aparece en el texto hebreo, que empieza así: “El espíritu del Señor Yahvéh está sobre mí, . . .” (Biblia de Jerusalén) ¿Cree usted que, hasta si algunos judíos supersticiosos optaban por no pronunciar el nombre divino, Jesús lo evitaría intencionalmente? Recuerde que él dijo: “He puesto tu nombre de manifiesto a los hombres que me diste del mundo.”—Juan 17:6.

      El relato de lo que Jesús dijo cuando leyó Isaías 61:1 se encuentra en Lucas 4:18, 19. Si usted busca estos versículos en cualquier versión española de extensa distribución, aparte de la Traducción del Nuevo Mundo, no verá en ellos el nombre personal de Dios. En vez de eso, hallará que se presenta a Jesús dando esta lectura: “El Espíritu del Señor está sobre mí . . .”—Versión Moderna.

      ¿Se imagina usted que eso fue lo que Jesús dijo? ¿A qué se debe que la mayoría de las Biblias digan “el Señor” aquí en vez de usar el nombre personal de Dios? La respuesta se relaciona con una investigación reciente que encierra todo el interés y la emoción de una novela policial. Lo invitamos a seguir la pista y notar algunas de las sorprendentes claves que se han descubierto.

      [Ilustración de la página 5]

      El Tetragrámaton en una carta antigua en un tiesto

  • ¡Evidencia nueva y sorprendente sale a la luz!
    La Atalaya 1978 | 15 de septiembre
    • ¡Evidencia nueva y sorprendente sale a la luz!

      LITERALMENTE estaban arriesgándose la vida mientras descendían por los empinados acantilados hacia lo que ahora conocemos como la Caverna de los Horrores. Poco pudieran haber sospechado que hallarían entre unos esqueletos una clave importante que se relaciona con su Biblia.

      Para que capte el cuadro, imagínese en el desierto árido que se muestra en la página 9, las montañas al oeste del mar Muerto.

      Al sur está Masada, la aislada ciudadela donde, en 73 E.C., los romanos conquistaron el último baluarte que les quedaba a los judíos en rebelión. Al norte están las ruinas de Qumrán. Este era el centro de una comunidad judía del primer siglo que escondió el famoso Rollo del Mar Muerto de Isaías y otros escritos en cavernas cercanas.

      A principios de 1961, un equipo de peritos salió a explorar cavernas en el prohibitivo Nahal Hever. Llevaban detectores de minas, máscaras contra el polvo, sogas y aparejos de paracaidista. Era una bajada peligrosa de 80 metros la que llevaba a la boca de la caverna número 8, a la cual se le dio el nuevo nombre de Caverna de los Horrores. Un paso en falso pudiera significar una caída de centenares de metros hasta las rocas abajo.

      El horripilante nombre de Caverna de los Horrores vino de lo que los investigadores hallaron dentro... los esqueletos de unos 40 hombres, mujeres y niños. Habían sido seguidores del combatiente judío Bar Kokba, quien condujo una guerra contra Roma en 132 E.C. Se sugiere que posiblemente fueron atrapados allí por los romanos acampados en la parte superior del acantilado y que murieron de sed o hambre.

      Pero usted quizás se pregunte qué tiene que ver todo esto con el asunto de si Jesús y los apóstoles usaron el nombre personal de Dios y, por extensión, si ese nombre debería estar en su Biblia o en sus labios. El eslabón que conecta estas cosas se halla en nueve pequeños fragmentos de pergamino, con escritura griega, que fueron desenterrados en la Caverna de los Horrores.

      Cuando unos doctos estudiaron estos fragmentos, reconocieron que venían de un antiguo rollo de piel de los Doce Profetas (Oseas hasta Malaquías inclusive). Era un texto griego de entre 50 a. de la E.C. y 50 E.C. Ahora se conocía la fuente del rollo, la Caverna de los Horrores en el desierto de Judea. Aunque al principio usted quizás no vea la importancia de esto, es una clave de gran importancia en cuanto a si el nombre divino debería aparecer en su Biblia.

      Para que esta clave tenga verdadero significado para usted, tenemos que considerar qué rollos les estaban disponibles a Jesús y sus apóstoles en el primer siglo E.C.

      LA PALABRA DE DIOS EN GRIEGO

      Los libros bíblicos desde Génesis hasta Malaquías inclusive se escribieron originalmente en hebreo, con porciones pequeñas en arameo. Sin embargo, cuando los judíos fueron dispersados por todo el mundo antiguo empezaron a usar el idioma internacional, el griego. Por eso, para aproximadamente 280 a. de la E.C., se empezó la traducción de las Escrituras Hebreas al griego, y se produjo lo que se conoce como la Versión de los Setenta (LXX) griega, también conocida como la Septuaginta.

      Cuando Jesús empezó su ministerio, los judíos de habla griega daban uso extenso a esta versión. De la fraseología de los escritos de los apóstoles podemos percibir que estaban familiarizados con la Versión de los Setenta, y de seguro Jesús también lo estaba.

      Pero ¿contenía aquella traducción griega el nombre de Dios? Los manuscritos más completos de la Versión de los Setenta que han sobrevivido, que son del siglo cuarto E.C., revelan una situación sorprendente. En cada caso en que la Biblia hebrea tenía el Tetragrámaton, la Versión de los Setenta griega puso las palabras “Dios” (Theos) y “Señor” (Kyrios). Por eso, el punto de vista del mundo de los doctos ha sido que Jesús y sus apóstoles no usaron el nombre personal de Dios. Se ha alegado que, cuando ellos leían o citaban de las Escrituras en hebreo, seguían la costumbre de pronunciar en vez del nombre de Dios las palabras para “Señor” o “Dios.” Y en cuanto al ejemplar de la Versión de los Setenta que usaron, ni siquiera contenía el Nombre.

      Muchos teólogos se han apegado con confianza a este punto de vista. Pero ¿qué hay de la clave que vino de la Caverna de los Horrores?

      LA CLAVE DE JUDEA

      Recuerde que la Caverna de los Horrores, en el desierto de Judea, había contenido algunos fragmentos en piel de la colección de los Doce Profetas de un rollo que había sido escrito para aproximadamente el tiempo del nacimiento de Jesús. Este rollo estaba en griego, en la forma de la Versión de los Setenta. Pero ¿qué hay del nombre de Dios? Note la reproducción que se muestra aquí.

      ¡Estos fragmentos provenientes del desierto de Judea contenían el nombre divino en un estilo antiguo de hebreo! Aunque el texto principal estaba en griego, se retuvo el nombre de Dios en letras hebreas. El título griego Kyrios no había sido puesto en el lugar del Tetragrámaton, como se hizo en manuscritos de la Versión de los Setenta en siglos posteriores.

      Entonces, más recientemente aún, otra clave importante ha recibido atención. Esta, también, tiene mucho que ver con el hecho de si el nombre de Dios debe estar en su Biblia o no, y, por eso, con el hecho de si usted debe estar usando ese nombre o no. Esta clave salió a la luz en el Cairo.

      LA CLAVE EGIPCIA

      La clave consiste en muchos fragmentos de un antiguo rollo de papiro de Deuteronomio, que está alistado para reconocimiento en museos como el Número 266 de los Papiros Fuad. Aunque estos fragmentos se habían encontrado en los años cuarenta de este siglo, no estaban accesibles a la comunidad de los doctos para estudio.

      En 1950 la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas publicó por primera vez, en su versión en inglés, fotografías de algunos de estos raros fragmentos. Todavía, durante los años cincuenta y sesenta la mayoría de los peritos no tuvieron acceso efectivo a los fragmentos, y ninguna otra publicación docta había reproducido fotografías o hecho un análisis de todos ellos. Finalmente, el volumen de 1971 de Études de Papyrologie hizo eso. Pero ¿qué había de extraordinario con relación a esos fragmentos? ¿Y qué tienen que ver con el uso del nombre de Dios?

      Los papiros Fuad 266 fueron preparados en el segundo o primer siglo a. de la E.C. No están en hebreo, sino en griego. Examine los escritos que hay en las muestras de Fuad 266 que se reproducen abajo. ¿Ve usted que, aunque el texto principal está en griego, se usa el Tetragrámaton en letras hebreas cuadradas? De modo que tampoco el copista de este rollo de papiro puso las palabras griegas para “Señor” (Kyrios) o “Dios” en el lugar donde iba el nombre. Más bien, ¡más de 30 veces puso —en medio de lo escrito en griego— el Tetragrámaton en letras hebreas!

      El Dr. Paul E. Kahle, de Oxford, explicó que estos fragmentos contienen “quizás el más perfecto texto de Deuteronomio según la Versión de los Setenta que nos ha llegado.” En Studia Patristica, añadió: “Tenemos aquí en un rollo de papiro un texto griego que representa el texto de la Versión de los Setenta en forma más confiable que el Códice del Vaticano, y uno que fue escrito más de 400 años antes.” Y el texto retenía el nombre personal de Dios, como lo retenían los fragmentos griegos de los Doce Profetas que se encontraron en el desierto de Judea. Unos fragmentos concuerdan con los otros.

      En el Journal of Biblical Literature (vol. 79, págs. 111-118), el Dr. Kahle examinó la evidencia que se acumula con referencia al uso del nombre divino entre los judíos y llegó a esta conclusión:

      “Todas las traducciones griegas de la Biblia hechas por judíos para judíos en los tiempos precristianos tienen que haber usado, como el nombre de Dios, el Tetragrámaton en caracteres hebreos y no [Kyrios], o abreviaturas de ello, como hallamos en las [copias] cristianas” de la Versión de los Setenta.

      Este singularizar del nombre divino para conservarlo cuidadosamente se manifestó hasta en textos en hebreo de alrededor del primer siglo. En algunos de los rollos hebreos de las cuevas cercanas al mar Muerto, el Tetragrámaton estaba escrito en tinta roja o en un tipo de hebreo más antiguo que se podía distinguir con facilidad. J. P. Siegel hace el siguiente comentario sobre esto:

      “Uno de los rasgos más sorprendentes que se notaron en los manuscritos de Qumrán al descubrírseles originalmente hace más de veinte años fue la ocurrencia, en un grupo limitado de textos, del Tetragrámaton escrito en caracteres paleohebreos. . . . Es casi un truismo el que esta práctica significa profunda reverencia al Nombre (o Nombres) Divino(s).”—Hebrew Union College Annual, 1971.

      Además, se ha informado que en la Jerusalén del primer siglo había un rollo hebreo de los cinco libros de Moisés con el Tetragrámaton en letras de oro.—Israel Exploration Journal, vol. 22, 1972, págs. 39-43.

      ¿No le indica vigorosamente esta nueva evidencia que Jesús tendría que haber estado muy familiarizado con el nombre divino y lo habría usado, fuera que leyera las Escrituras en griego o en hebreo?

      [Ilustración de la página 7]

      Fragmento del mar Muerto en griego, con el Tetragrámaton hebreo (Hab. 2:15-20; 3:9-14)

      [Ilustración de la página 8]

      El Tetragrámaton en fragmentos de la Septuaginta de Egipto (Papiros Fuad 266)

  • ¿Algo nuevo acerca del nombre de Dios?
    La Atalaya 1978 | 15 de septiembre
    • ¿Algo nuevo acerca del nombre de Dios?

      EN LAS últimas páginas hemos considerado alguna nueva evidencia de carácter sorprendente acerca del uso del nombre de Dios durante el tiempo en que Jesús y los apóstoles estuvieron en la Tierra.

      ¿Ve usted a qué conclusión señala esta evidencia? ¿Cómo se relaciona esto con lo que usted debe hallar en la Biblia, y cómo lo afecta, y cómo debe afectar la manera en que usted personalmente considera el nombre de Dios? Tome en consideración las conclusiones de una famosa autoridad que estudió la evidencia de los manuscritos:

      Hace poco más de un año, George Howard, profesor adjunto de religión en la Universidad de Georgia, E.U.A., consideró las cuestiones envueltas en esto en el Journal of Biblical Literature, una publicación sobre literatura bíblica. (Vol. 96, núm. 1, 1977, págs. 63-83) Su artículo comienza así:

      “Descubrimientos recientes en Egipto y el desierto de Judea nos permiten ver directamente el uso del nombre de Dios en tiempos precristianos.”

      Entonces consideró los textos griegos del período precristiano que se publicaron recientemente y que usted ha visto reproducido en las páginas anteriores. En cuanto al punto de vista que anteriormente se aceptaba en el sentido de que en la Versión de los Setenta el título griego Kyrios había reemplazado siempre al nombre de Dios, leemos:

      “De estos hallazgos podemos decir ahora con seguridad casi absoluta que el nombre divino, יהוה, no se vertía [Kyrios] en la Biblia griega precristiana, como con tanta frecuencia se ha creído.”

      ¿Qué hay acerca del conjunto general de los Rollos del Mar Muerto? El profesor Howard escribe:

      “Quizás la observación más significativa que podemos sacar de este patrón de uso variado del nombre divino es que el Tetragrámaton se consideraba muy sagrado. . . . El Tetragrámaton se protegía cuidadosamente cuando se copiaba el texto bíblico mismo. Esta protección del Tetragrámaton se extendió hasta a la traducción griega del texto bíblico.”

      PERO ¿QUÉ HAY DE JESÚS Y SUS DISCÍPULOS?

      Aunque todo lo anterior pueda ser de interés especial a los doctos y eruditos, ¿qué efecto tiene en su Biblia? ¿Qué punto de vista debe tener usted acerca del uso del nombre personal de Dios?

      El profesor Howard saca algunas conclusiones importantes. Primero, señala esto:

      “Es realidad conocida que los judíos de habla griega continuaron escribiendo יהוה en sus Escrituras en griego. Además, parece muy poco probable que los primeros cristianos de entre los judíos de habla griega, que serían conservadores, siguieran una práctica diferente. . . . Hubiera sido extremadamente raro el que ellos hubieran removido del texto bíblico mismo el Tetragrámaton.”

      ¿Qué hacían los escritores de las Escrituras Griegas Cristianas cuando citaban de los libros de la Biblia Hebrea, fuera que se tratara del hebreo original o de una traducción griega? ¿Usaban el Tetragrámaton cuando aparecía en la fuente de la cual citaban? Fundándose en la evidencia que ahora está disponible, el profesor Howard explica:

      “Puesto que el Tetragrámaton todavía se escribía en las copias de la Biblia Griega que componía las Escrituras de la iglesia primitiva, es razonable creer que los escritores del N[uevo] T[estamento], al citar de la Escritura, preservaron el Tetragrámaton en el texto bíblico. Fundándonos en la analogía de la práctica judía precristiana, podemos imaginarnos que el texto del NT incorporó el Tetragrámaton en sus citas del AT.”

      Entonces, ¿a qué se debe que en todas las copias que quedan del “Nuevo Testamento” falte el Tetragrámaton? ¿Pudiera ser que el nombre de Dios haya sido removido después de la muerte de los apóstoles? Eso es lo que la evidencia señala. El profesor Howard continúa:

      “Por supuesto, el Tetragrámaton en estas citas hubiera continuado mientras continuara usándosele en las copias cristianas de la LXX. Pero cuando fue removido del AT griego, fue removido también de las citas del AT en el NT.”

      “Así, pues, para algún tiempo al principio del siglo segundo el uso de reemplazos [sustitutos para el nombre de Dios] tiene que haber desplazado al Tetragrámaton en ambos Testamentos. No pasó mucho tiempo antes de que el nombre divino desapareciera por completo con relación a la iglesia gentil excepto al reflejarse en los reemplazos abreviados o por ser recordado a veces por eruditos.” (Cursivas añadidas)

      ¡ESTO ES NUEVO! ¿LO SERÁ?

      A muchos eruditos que hayan leído el Journal of Biblical Literature quizás les haya sorprendido la conclusión a la cual se llegó, a saber, que el nombre divino, Jehová (Ya[h]vé[h]) aparecía en el “Nuevo Testamento” en el tiempo de su escritura original. Esto puede haber parecido nuevo, porque es una vuelta completa con relación a lo que ha sido el punto de vista por mucho tiempo aceptado de que los escritores cristianos evitaron usar el nombre divino. Pero ¿es nuevo esto?

      Allá en 1796 Dominikus von Brentano usó el nombre divino en algunos lugares en su traducción alemana del “Nuevo Testamento.” Considere, por ejemplo, Marcos 12:29, que usted ve reproducido aquí. A Jesús le habían preguntado: “¿Cuál es el mandamiento principal?” La traducción de Brentano entonces presenta esta lectura: “El mandamiento principal, contestó Jesús, es éste: ¡Oye, Israel! Jehová, nuestro Dios, es el único Dios.”

      29. Das allervornehmste Gebot, antwortete Jesus, ist dieß: Höre Israel! Jehovah, unser Gott, ist der einige Gott⁠◊).

      ¿Tuvo buena razón Brentano para mostrar a Jesús pronunciando el nombre divino? Sí, pues Jesús estaba citando de Deuteronomio 6:4 que contiene el Tetragrámaton. Ciertamente Jesús no estaba atado por las tradiciones, como lo estaban la mayoría de los líderes religiosos judíos, pues Jesús ‘enseñaba como persona que tiene autoridad y no como los escribas.’ (Mat. 7:29) Cristo dijo públicamente que él deseaba glorificar el nombre de su Padre, tanto su nombre mismo como todos los propósitos y logros asociados con ese nombre. (Juan 12:28) Y hacia el fin de su vida terrestre dijo que había dado a conocer el nombre de su Padre. Por eso, el traductor Brentano tuvo una base lógica para presentar a Jesús usando el nombre de Dios al citar un texto que lo contenía.—Juan 17:6, 26.

      De manera similar, tan solo el relato del Evangelio de Mateo contiene más de 100 citas de las Escrituras Hebreas. En 1950 la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas, en su edición en inglés, dijo acerca de Mateo: “En los lugares en que en estas citas estaba el nombre divino, él se vería obligado a incluir fielmente el tetragrámaton.”

      Esta traducción de 1950 llegó a la misma conclusión fundamental que se dio más tarde en el Journal of Biblical Literature en 1977. En vista de la evidencia de que los escritores del “Nuevo Testamento” se encontraron con el Tetragrámaton, fuera que citaran los textos bíblicos del texto hebreo o de la Versión de los Setenta griega, el Prólogo de la Traducción del Nuevo Mundo en inglés declaró:

      “El traductor moderno está justificado al usar el nombre divino como equivalente para [las palabras griegas correspondientes a “Señor” y “Dios”] en lugares donde Mateo, etc., citan versículos, pasajes y expresiones de las Escrituras Hebreas o de la LXX en los cuales aparece el nombre divino.”

      Así, la posición que explicó el profesor Howard en 1977 no es enteramente nueva. Pero trae a luz excelente nueva evidencia que no estaba disponible cuando la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas usó “Jehová” 237 veces en el “Nuevo Testamento” en su edición en inglés de 1950.

      Entonces, ciertamente el nombre de Dios tiene un lugar en las traducciones de la Biblia. Le corresponde estar allí, para ser usado y apreciado por todos los adoradores verdaderos que desean hacer lo que Jesús hizo —glorificar el nombre de su Padre— y que oran: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.”—Mat. 6:9, Versión Valera.

      [Ilustración de la página 9]

      Nahal Hever, mirando hacia el este sobre el mar Muerto

  • ¡Criticaron demasiado pronto!
    La Atalaya 1978 | 15 de septiembre
    • ¡Criticaron demasiado pronto!

      EN 1950 la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas en inglés presentó evidencia en apoyo de su uso del nombre divino. No obstante, ciertos escritores religiosos criticaron el que esta traducción pusiera “Jehovah” (en español: “Jehová”) en el “Nuevo Testamento.” Así, demostraron públicamente que su pensamiento difería del modo de pensar de David, quien cantó: “Oh engrandezcan ustedes a Jehová conmigo, y juntos ensalcemos su nombre.”—Sal. 34:3; compare con Salmo 74:10, 18.

      Un folleto publicado por los Caballeros de Colón, católicos romanos, presentó esta acusación:

      “Los cristianos primitivos que escribieron el Nuevo Testamento ciertamente no usaron [Jehová], sino más bien la palabra ‘Señor,’ que también aplicaron a Cristo. Por eso, aquí tenemos un ejemplo patético de la seudoerudición tratando de defender lo indefendible.”

      El erudito presbiteriano Bruce M. Metzger también alegó que era “indefendible,” y añadió:

      “La introducción de la palabra ‘Jehová’ en el texto del Nuevo Testamento, . . . es una muestra clara de argumento tendencioso y parcial.”

      Acerca del uso de “Jehová,” Jack P. Lewis, profesor en un colegio universitario de la Iglesia de Cristo, escribió lo siguiente:

      “Aunque es lo suficientemente discutible en el Antiguo Testamento, no tiene justificación alguna en el Nuevo Testamento.”

      Y el ministro bautista Walter R. Martin lanza insinuaciones malévolas al hablar de...

      “la somera erudición de los testigos de Jehová, cuya pretensión arrogante de que tienen una base sólida para restaurar el nombre divino (Jehová) a las Escrituras, . . . queda revelada como un fraude escolástico hueco.”

      ¡Cuán atrevidas, dogmáticas e inmodestas fueron esas críticas! Sin embargo, como muestran los artículos que acompañan a éste, esas críticas eran completamente infundadas. Hasta la comunidad de los doctos y eruditos ahora admite que los apóstoles de Jesús usaron el nombre divino, y de hecho lo incluyeron en el “Nuevo Testamento.”

  • Teólogos tropiezan sobre el nombre de Dios
    La Atalaya 1978 | 15 de septiembre
    • Teólogos tropiezan sobre el nombre de Dios

      ¿CÓMO pudiera ser que clérigos y autoridades teológicas hayan tropezado con relación al nombre de Dios?

      Primero, parece que un error doctrinal de importancia ha sido el resultado de sacar de la Biblia el nombre de Dios. Como se señaló en el último artículo, evidentemente “en algún tiempo para el principio del siglo segundo” el nombre divino empezó a ser reemplazado en el “Nuevo Testamento” por los términos “Señor” o “Dios.” Esto causó un problema de identificación: ¿De qué Señor se hablaba?

      En las Escrituras Hebreas hay versículos acerca de Jehová que se citan en el “Nuevo Testamento” en un contexto en el cual se habla acerca del Hijo. (Isa. 40:3... Mat. 3:3... Juan 1:23; Joel 2:32... Rom. 10:13; Sal. 45:6, 7... Heb. 1:8, 9) Esto se comprende, porque Jesús era el representante principal del Padre. De hecho, de manera similar, hasta de un ángel se hablaba como si fuera Jehová, porque servía para Jehová en capacidad de representante. (Gén. 18:1-33) Sin embargo, ¿cuál puede haber sido el efecto de haber quitado de la Biblia el nombre de Dios?

      El Journal of Biblical Literature dice:

      “En muchos pasajes en los cuales las personas de Dios y Cristo se podían distinguir con claridad, la remoción del Tetragrámaton tiene que haber creado considerable ambigüedad. . . . Una vez que causó la confusión por medio de cambiar el nombre divino en las citas, la misma confusión se extendió a otras partes del NT en las cuales no había ninguna cita.”

      Aparentemente en una realización de que esto pudo haber contribuido al desarrollo de la doctrina de la Trinidad, el artículo pregunta:

      “¿Fue esta nueva estructura dada al texto razón para que surgieran las posteriores controversias cristológicas [acerca de la naturaleza de Cristo] dentro de la iglesia, y fueron los pasajes del NT que estuvieron envueltos en estas controversias idénticamente iguales a aquellos que en la era del NT aparentemente no crearon ningún problema? . . . ¿Se basan los estudios [cristológicos corrientes] en el texto alterado que representa un tiempo dentro de la historia eclesiástica en el cual la diferencia entre Dios y Cristo estaba confundida en el texto y borrosa en la mente de los eclesiásticos?

      Como se ve, el haber removido del “Nuevo Testamento” el nombre de Dios pudo haber contribuido a que más tarde se aceptara la doctrina de la Trinidad, que de ninguna manera se enseñaba en la Biblia original.

      Para los teólogos, una segunda piedra de tropiezo tiene que ver con la pronunciación del Nombre. En hebreo éste se escribe con cuatro consonantes, que por lo general se representan, en español, letra por letra, así: YHVH o JHVH (en inglés: YHWH o JHVH). En el Israel antiguo se podía aprender la pronunciación según había venido de tiempos anteriores. Pero parece que en algún momento después del año 70 E.C. se perdió la pronunciación exacta. Cuando copistas judíos posteriores pusieron marcas en representación de vocales al lado de las consonantes para ayudar al lector, usaron signos para Adonay (Señor) y Elohim (Dios), lo cual condujo a la forma “Jehová.”

      Muchos doctos y eruditos en el hebreo ahora favorecen, en cuanto al idioma español, la pronunciación “Ya[h]vé[h],” similar a la inglesa “Yahweh.” Sin embargo, nadie hoy puede realmente decir con toda seguridad cómo Moisés, por ejemplo, pronunciaba el nombre divino.

      En Vetus Testamentum (oct. de 1962), con referencia a la pronunciación inglesa “Yahweh,” el Dr. E. C. B. Maclaurin declaró: “Hay que repetir que no hay evidencia primitiva concluyente de que el nombre se pronunciara alguna vez Yahweh, pero hay una abundancia de evidencia de tiempos primitivos para Hū’, Yah, Yo-, Yau-, -yah y quizás -yo.” El Dr. M. Reisel, en The Mysterious Name of Y.H.W.H. (El misterioso nombre de Y.H.W.H.), dijo que la “vocalización del Tetragrámaton pudo haber sido originalmente YeHūàH o YaHūàH.” Aún así, el canónigo D. D. Williams, de Cambridge, sostuvo que la “evidencia indica, no, casi prueba, que Jahweh [similar al español Ya(h)vé(h)] no era la verdadera pronunciación del Tetragrámaton, . . . El Nombre mismo era probablemente JĀHÔH.”—Zeitschrift für die alttestamentliche Wissenschaft, vol. 54.

      La mayoría de los idiomas tienen una manera corriente o acostumbrada de escribir y pronunciar el nombre de Dios, y ésta varía de idioma en idioma. En italiano es Geova, en el lenguaje de Viti es Jiova, y en danés el nombre es Jehova. ¿Por qué tiene que insistir alguien en que todas las personas hoy deban esforzarse por imitar alguna pronunciación hebrea antigua con relación a la cual ni siquiera las autoridades pueden concordar? Como en un libro dijo el profesor Gustav Oehler, de Tübingen, después de haber considerado varias pronunciaciones:

      “Desde este punto en adelante uso la palabra Jehovah [Jehová], porque, en realidad, este nombre ahora ha llegado a estar más naturalizado en nuestro vocabulario, y no puede ser suplantado, tal como sería imposible que el término Jarden, que es más correcto, reemplazara a la forma usual Jordán.”

      Este es un punto de vista sensato, porque permite que las personas usen una pronunciación ampliamente conocida que todavía identifica claramente al Creador y Dios que nos insta a usar su nombre. (Isa. 42:8; Rom. 10:13) Pero en vez de eso, muchos teólogos han optado por sutilizar acerca de tecnicismos y han caído en la trampa de evitar el uso del nombre de Dios.

  • El nombre de Dios y el suyo
    La Atalaya 1978 | 15 de septiembre
    • El nombre de Dios y el suyo

      CORRECTAMENTE, su nombre le interesa a usted y le es importante. Cuando se menciona, usted presta atención. Pero, yendo más allá del nombre personal que se le ha dado —sea Otto, Nancy, Carlos u otro— su “nombre” también puede dar a entender su reputación. Desde este punto de vista su nombre lo envuelve a usted personalmente, y envuelve lo que usted ha llegado a ser.

      Probablemente los que están en estrecha relación con usted no le llamen por su apellido o nombre de su familia, sino por su nombre, el nombre que lo individualiza. Y usted se siente muy feliz cuando lo consideran como alguien que tiene un ‘buen nombre.’ (Pro. 22:1) Todos tenemos razón para interesarnos en lo que tenga que ver con nuestro nombre.

      Si esto es así entre los seres humanos, ciertamente es más cierto con relación al Creador del universo. A las criaturas humanas, él optó por revelarse como quien tiene un nombre personal, significativo, que le identifica como el Cumplidor de sus propósitos y promesas. Por lo tanto, Dios podía correctamente referirse a su nombre Jehová como el nombre “memorial” de él. (Éxo. 3:14, 15; Ose. 12:5; Sal. 135:13) Ese nombre está conectado con todo lo que él ha hecho y todavía se propone hacer.

      Por eso, ¿no deberíamos usar y apreciar el nombre de Dios? Además, ¿nos conoce Dios por nombre... tanto por nuestro nombre personal como por nuestra posición ante él como persona que tiene Su aprobación?

      La tendencia entre la mayoría de los líderes religiosos, y hasta en muchas traducciones de la Biblia, de pasar por alto o restar importancia al nombre distintivo de Jehová tiene el efecto de estorbar a las personas con relación a que tengan tal posición de persona aprobada ante él. Escribiendo acerca de la omisión del nombre divino en algunas Biblias, el Dr. Walter Lowrie escribió en la publicación anglicana Theological Review:

      “En las relaciones humanas es muy importante conocer el nombre propio, el nombre personal, de la persona a quien amamos, a quien estamos hablando, o hasta acerca de la cual hablamos. Es precisamente igual en el caso de la relación del hombre con Dios. El hombre que no conoce a Dios por nombre no lo conoce realmente como persona, no se ha familiarizado en el habla con él (que es lo que quiere decir la oración), y no puede amarlo, si lo conoce solo como una fuerza impersonal.”

      Ese escritor pensaba particularmente en el hecho de que en una versión bíblica reciente el nombre divino aparece solo cuatro veces. Sí, aunque muchos clérigos han enseñado a su rebaño a orar: “Santificado sea tu nombre,” no han llevado la delantera en usar ese nombre ni instar a que se ponga en las Biblias.—Luc. 11:2, Versión Valera.

      Considere, por ejemplo, la versión en inglés Common Bible (Biblia Común) (1973), aprobada para ser usada por protestantes y católicos romanos. Su prólogo dice claramente que no va a seguir el ejemplo de la American Standard Version (Versión Americana Normal) de 1901, que usó el nombre de Dios miles de veces. ¿Por qué abandonar ese nombre? Una razón que se ofreció fue la diferencia de puntos de vistas en cuanto a su pronunciación. La segunda fue: “El uso de cualquier nombre propio para el Dios único y singular, como si hubiera otros dioses de los cuales Él tuviera que ser distinguido, se descontinuó en el judaísmo antes de la era cristiana y es enteramente impropio para la fe universal de la Iglesia cristiana.”—Pág. vii.

      Pero, como hemos visto, cada vez se presenta más evidencia de que tanto los judíos de alrededor del tiempo de Cristo como los cristianos primitivos sí emplearon el nombre divino. Y si el mismo Dios del cielo dice que desea que se le conozca por su nombre “memorial,” ¿no deberíamos aceptar su decisión?

      EL NOMBRE DE ÉL... Y EL NUESTRO

      Sin embargo hay muchas cosas envueltas en el hecho de que conozcamos el nombre de Dios. No es simplemente un asunto de saber que el nombre personal del Creador es “Jehová”... o una variante de esa forma. Tenemos que conocer también a la Persona representada por el nombre... sus propósitos, actividades, cualidades y requisitos como se revelan en la Biblia. (Neh. 9:10; 1 Rey. 8:41-43) Así, cuando Jesús dijo: “Les he dado a conocer tu nombre,” quiso decir más que simplemente el hecho de que él usaba ese nombre. (Juan 17:26) Ciertamente Cristo hacía eso cuando leía en voz alta las Escrituras Hebreas que contenían el nombre de Dios. Pero, más que eso, Jesús dio publicidad a los propósitos con los cuales ese nombre está vinculado y se esforzó por dar adelanto a esos propósitos. Los que aprendieron de Jesús llegaron a comprender a Jehová mejor, adquirieron más seguridad de que el “propósito eterno” de Dios se cumplirá.—Juan 14:10; 6:38; Efe. 3:11.

      Si llegamos a conocer a Jehová en ese sentido, también llegaremos a ser conocidos por él. (Juan 17:3) Él nos reconocerá con aprobación; tendremos un buen nombre con él. (Ecl. 7:1) De modo que el que conozcamos a Dios y su nombre puede conducir a que él conozca nuestro nombre, que nos reconozca. Malaquías 3:16 ilustra esto:

      “En aquel tiempo los que estaban en temor de Jehová hablaron unos con otros, cada uno con su compañero, y Jehová siguió prestando atención y escuchando. Y un libro de recuerdo empezó a ser escrito delante de él para los que estaban en temor de Jehová y para los que pensaban en su nombre.”

      De seguro, entonces, el nombre de Dios y el suyo deben ser cosas a las cuales dar consideración. Tenemos que interesarnos en conocer, usar y honrar ese nombre. Esto exige de nosotros que vivamos de una manera que armonice con los propósitos a los cuales está adherido el nombre de Dios.

      Por ejemplo, Malaquías mencionó que ‘las personas que estaban en temor de Jehová’ hablaron unas con otras. Así, escogieron como individuos con los cuales asociarse con regularidad a personas que también estaban interesadas en glorificar el nombre de Dios. Podemos preguntarnos: ‘Al seleccionar a la gente con la cual me asocio, ¿considero si son individuos que conocen a Jehová y que están cooperando con su propósito? ¿Afecta mi deseo de conocer a Dios y de ser conocido por él hasta esos rasgos de mi vida diaria?’

      Y si en el curso regular de nuestra vida —en el empleo, en el vecindario, en la escuela— conocemos a personas que no están familiarizadas con Jehová, ¿estamos alerta para usar las ocasiones apropiadas que se nos presenten para hablar acerca de Él? Sobre todo, ¿somos diligentes en cuanto a ‘dar a conocer el nombre de Dios’ por medio de participar plenamente en la grandiosa obra que Jesús profetizó para nuestro tiempo cuando dijo: “Estas buenas nuevas del reino [de Dios] se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones”? (Juan 17:6, 26; Mat. 24:14) El hacer eso alegremente muestra que, para nosotros, el nombre Jehová no es simplemente un nombre de letras en un libro. Es parte de nuestra vida.

      Un artículo siguiente, “Santificado sea el nombre de Dios,” trata con otras excelentes

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