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Ana... una mujer que halló consuelo en la oraciónLa Atalaya 1979 | 15 de septiembre
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nada, porque es de la abundancia de mi preocupación y mi vejación que he hablado hasta ahora.”—1 Sam. 1:15, 16.
Elí, reconociendo su error, le deseó la bendición de Jehová y le dijo: “Ve en paz, y que el Dios de Israel te conceda tu petición que le has pedido.”—1 Sam. 1:17.
¿Qué efecto tuvieron en Ana su oración y las palabras de Elí? Le comunicaron verdadero consuelo. Ana volvió a comer y “su rostro no volvió a mostrar preocupación por su propia situación.” (1 Sam. 1:18) Puesto que había encomendado el asunto a Dios, se sintió libre de la angustia que sentía en lo recóndito de su ser. Ana comprendía que el Altísimo se interesaba en ella como persona, y con confianza buscó la ayuda de él. Aunque no sabía en qué pararía la situación en que se hallaba, Ana disfrutaba de cierta paz interior. Debe haber reconocido, o que su período de esterilidad terminaría, o que de alguna manera Jehová Dios llenaría el vacío que en su vida producía su esterilidad.
La confianza de Ana en el Dios Todopoderoso ciertamente no resultó mal fundada. Ella dio a luz un bebé y lo llamó Samuel. Después de destetarlo, Ana entregó a Samuel al santuario, para que rindiera servicio allí. (1 Sam. 1:19-28) Puesto que para los levitas la Biblia menciona un registro genealógico “de tres años de edad para arriba,” bien puede ser que en aquel tiempo el muchacho tuviera por lo menos tres años de edad.—2 Cró. 31:16.
Llena de agradecimiento por la bondad de Jehová con ella, Ana hizo una oración de agradecimiento. Esta oración glorifico a Jehová como el Inigualable. Ana dijo: “No hay nadie santo como Jehová, porque no hay nadie fuera de ti; y no hay roca como nuestro Dios.” (1 Sam. 2:2) En su propio caso Ana había experimentado que el Altísimo es como una roca firme, es decir, confiable y estable. Uno ciertamente puede depender de él.
Había bendiciones adicionales para Ana. Llegó la ocasión en que vino con su esposo a Silo, y Elí los bendijo a ambos y dijo: “Que Jehová te asigne prole de esta esposa en lugar de la cosa prestada [Samuel], que se le prestó a Jehová.” (1 Sam. 2:20) Ana tuvo el gozo de ver el cumplimiento de aquella bendición. Con el tiempo llegó a ser madre de tres muchachos más, y de dos muchachas.—1 Sam. 2:21.
Tal como Ana encontró consuelo en la oración, nosotros también podemos recibir estímulo al encomendar nuestras preocupaciones a Jehová Dios. Él contestará todas las peticiones que estén en armonía con su propósito. Por lo tanto, cuando, al igual que Ana, abramos nuestro corazón a nuestro Padre celestial, ‘no volvamos a mostrar preocupación por nuestra propia situación,’ sino confiemos en que él removerá nuestra carga, si esto es su voluntad, o hará posible que la podamos soportar.
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Un proverbio sabioLa Atalaya 1979 | 15 de septiembre
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Un proverbio sabio
“Para un tonto la sabiduría verdadera es demasiado alta; en la puerta él no abre su boca,” dice Salomón en Proverbios 24:7.
¡Cuánta perspicacia encierra la instrucción de este breve proverbio! Para el tonto, la sabiduría verdadera es demasiado alta, como si estuviera más allá de su alcance. Él no está dispuesto a hacer el esfuerzo que se necesita para obtenerla. Otra posible versión del hebreo original es que “la sabiduría es como corales.” Entre los antiguos el coral atractivo, ornamental, era costoso. Se pudiera decir que para el tonto la sabiduría verdadera es demasiado cara. No está dispuesto a pagar el precio del esfuerzo necesario ni hacer los sacrificios que se necesitan para adquirirla.
En el Israel antiguo los ancianos sabios se reunían en la puerta de la ciudad para dar fallos con relación a las disputas y para ofrecer consejo. Aquel no era sitio en el cual hubiera de hablar el tonto. Ni siquiera se le hallaría allí buscando consejo sabio. En vez de estar abriendo la boca en la puerta, estaría en otro lugar expresándose en charla tonta.
Al declarar gráficamente los hechos acerca del “tonto,” Salomón nos ayuda a comprender el verdadero valor de la sabiduría.
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