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¿Te haces tú disponible?La Atalaya 1970 | 1 de julio
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LOS DISPUESTOS SON BENDECIDOS
Obtendrás muchos gozos y satisfacciones al hacerte disponible para toda buena obra relacionada con el Señor. Cuando tu mente y tus manos están ocupadas en los servicios que promueven los intereses del reino de Dios, no están disponibles para actividades tontas o hasta malas. Todo lo que haces a favor de la asociación de tus hermanos y hermanas espirituales es una demostración del amor genuino que Jesús declaró que sería la marca sobresaliente de sus discípulos. (Juan 13:35) Sentirás la felicidad superior que proviene de ver a otros en torno tuyo felices y contentamente ocupados en el servicio de Jehová debido a tu cooperación diligente. (Hech. 20:35) Sentirás gran gozo, también, al ver que aquellos a quienes has ayudado a hacerse fuertes en la fe ahora pueden extender su ayuda a otros jóvenes de la congregación.
Además, tienes la alegría de comprender que tu disposición para el servicio sigue el modelo de aquel ejemplo perfecto, Cristo Jesús mismo. ¿No se hizo él disponible para el servicio de su Padre celestial, negándose comodidades y, a veces, hasta descanso para efectuarlo? (Juan 4:5-34; Mar. 6:31-34) Le bastaba saber que estaba haciendo la voluntad del Padre. Tú también puedes tener esa satisfacción.
¡Qué maravilloso, también, sentir ese compañerismo más estrecho con los apóstoles de Cristo Jesús: Pedro, Pablo y otros, todos los cuales dejaron las ambiciones e intereses de este viejo sistema de cosas, llegando a ser su gozo el identificarse con el Hijo de Dios! ¡Cuán celosamente trabajaron en toda clase de circunstancias penosas, haciéndose disponibles como apoyos para los débiles y como consoladores para los atribulados! Te hallarás en estrecha unidad con ellos al hacerte disponible en la congregación de Dios.
Y el más grandioso galardón de todos... “Dios no es injusto para olvidar la obra de ustedes y el amor que mostraron para con su nombre, en que han servido a los santos y continúan sirviendo.”—Heb. 6:10.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1970 | 1 de julio
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Preguntas de los lectores
● ¿Pueden asistir los cristianos dedicados a funerales eclesiásticos de otras organizaciones religiosas?—C. S., EE. UU.
Quizás algunos cristianos se sientan obligados a asistir a un servicio funeral eclesiástico debido a una deuda de gratitud, debido a que hay un pariente allegado envuelto en la situación o por presiones de parte de un cónyuge incrédulo. Pero antes de hacerlo cada uno debe considerar los diversos factores envueltos en el caso y las alternativas posibles. Aunque la congregación cristiana no prohíbe el hacerlo, ciertamente tal proceder está lleno de peligros y problemas.
Ante todo, es bueno recordar que un funeral eclesiástico no se celebra principalmente para suministrar a los amigos la oportunidad de consolar a la familia congojada. Por lo general eso se hace previamente en la funeraria o visitando a la familia en su casa. El funeral eclesiástico realmente es un servicio religioso. Por lo tanto es probable que haya un sermón en el que se abogue por ideas antibíblicas como la de la inmortalidad del alma y la de que todas las personas buenas van al cielo. Quizás también envuelva prácticas antibíblicas como el persignarse o muy probablemente el participar en oración unida con un sacerdote o ministro de otra religión. Por supuesto, el cristiano no podría participar en eso, tomando en cuenta el mandato de Revelación 18:4.
Tocante a esto, los funerales japoneses representan una verdadera prueba para las esposas cristianas dedicadas que tienen esposos incrédulos. Si asisten al funeral, se les llama por nombre y se espera que se presenten y ofrezcan incienso y una oración a los muertos. Por eso, muchas de las cristianas japonesas han decidido que es mejor no asistir a estos funerales.
Algunos cristianos dedicados han asistido a funerales eclesiásticos porque querían estar cerca de la familia inmediata y apoyarla. De modo que han ido a la funeraria, al funeral eclesiástico y luego hasta el sepulcro. Quizás hayan podido hacer todo eso sin personalmente cometer ningún acto de religión falsa. Por supuesto, hay peligros espirituales al ir a cualquier lugar de adoración falsa.
Es verdad que la esposa cristiana cuyo esposo es incrédulo y que quiere que ella asista a un funeral eclesiástico pudiera considerar el ejemplo de Naamán. Él fue el general sirio que fue curado de lepra al bañarse siete veces en el río Jordán por mandato del profeta Eliseo. Debido a esta curación milagrosa Naamán resolvió jamás adorar a ningún otro dios que no fuera Jehová. Pero le sería difícil hacer eso porque todavía estaba al servicio de su rey. Ayudaba al rey acompañándolo por todas partes, de modo que tendría que entrar con él en la casa del dios pagano Rimón. Quizás hasta tendría que ayudar al rey a inclinarse. De modo que pidió que Jehová Dios lo perdonara y no tomara esto en cuenta contra él. Naamán, que se había hecho adorador verdadero de Jehová, no estaba adorando él mismo a este dios falso; solo estaba allí bajo órdenes.—2 Rey. 5:1-19.
Y así sucede con la esposa cristiana que tiene un esposo incrédulo. Si su esposo insistiera en que en cierta ocasión ella lo acompañara a un funeral eclesiástico de un pariente o de un amigo de la familia es posible que a ella le pareciera que podría actuar de una manera semejante a la de Naamán... estar presente en aquella ocasión pero no participar en ningún acto de religión falsa. Pero quedaría con ella decidir ir o no. Tendría que resolver el conflicto entre el respetar los deseos de su esposo y el obedecer a Jehová, y seguir los dictados de la conciencia de ella, entrenada por la Palabra de Dios.—1 Ped. 3:16.
Sí, su conciencia estaría envuelta en el asunto. ¿Por qué? Porque otros podrían verla, a una testigo de Jehová, entrar en la iglesia, y eso podría hacerlos tropezar. Por lo tanto ella tendría que considerar esa posibilidad. Como escribió el apóstol Pablo: “Que se aseguren de las cosas más importantes, para que estén exentos de defectos y no estén haciendo tropezar a otros hasta el día de Cristo.”—Fili. 1:10.
Sería mejor el que una esposa en ese caso tratara de explicar su posición a su esposo. Ella haría bien en escoger una ocasión en la cual él estuviera descansado y en buen estado de ánimo, aprovechando la lección de la reina Ester, y luego prudentemente tratar de explicar por qué a ella le parece que no podría asistir a un funeral eclesiástico como el que se va a celebrar. Entre otras cosas, ella podría indicar que si asistiera y no participara en las ceremonias podría hacer muy incómodos a otros, y especialmente a su esposo. Así, es posible que el esposo incrédulo concuerde con ella, por amor a su esposa, por respeto a los escrúpulos religiosos de ella y por un deseo de evitar una situación incómoda.—Est. 5:1-8.
Pero, ¿ofendería uno a la familia acongojada por no asistir? Solo la ofendería si uno pasara por alto la muerte enteramente. No habría necesidad de que uno hiciera eso. Uno podría hacer cosas para mostrar su pésame y que está interesado en ayudar. Podría ir a la funeraria de antemano, expresar sus condolencias a la familia y ofrecer ayuda práctica. Podría llevar alimento a la casa si hubiera necesidad de ello, o preparar una comida allí para la familia o cuidar a los niños, librando a los adultos temporalmente de esa responsabilidad. Entonces la familia no consideraría desamorosa a la persona simplemente porque no asistió al funeral eclesiástico.
Así, pues no es necesario que un cristiano se sienta obligado a ir a un funeral eclesiástico de otra organización religiosa, donde puede haber la tentación de ceder a la presión y hacer lo mismo que otros, cuando todos lleven a cabo algún acto de religión falsa. Así también se puede evitar el peligro de ejecutar un acto de apostasía y de ese modo desagradar a Jehová Dios. Pero cada uno tiene que decidir por sí mismo sobre la base de las circunstancias y de su propia conciencia.
● ¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo que “no es admisible que un profeta sea destruido fuera de Jerusalén”?—J. B., EE. UU.
Algún tiempo después de la Pascua de 32 E.C. “Jesucristo comenzó a mostrar a sus discípulos que él tenía que ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los hombres de mayor edad y de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto.” (Mat. 16:21) Él sabía de antemano que iba a ser condenado a muerte y muerto en Jerusalén y sus alrededores, no en Corinto, Roma, Samaria o alguna otra ciudad. Había sido enviado a la casa de Israel, y moriría en la ciudad capital de los judíos.—Mat. 15:24.
Más tarde en aquel mismo año lunar judío
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