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  • Mi generación... ¡singular y muy privilegiada!
    La Atalaya 1987 | 1 de agosto
    • Sin vacilación, contesto: “Haber visto cumplidas dentro de mi generación las profecías bíblicas que escribieron siglos atrás hombres inspirados y dedicados”.

      Por supuesto, los miembros de mi generación que no han estado en la organización teocrática han resultado ser exactamente como el Foto-Drama de la Creación de 1914 dijo que serían: locos por el dinero, locos por el placer y locos por la fama. Los que hemos estado en la organización del Señor hemos hecho todo esfuerzo por dirigir su atención al mensaje de la vida. Hemos empleado lemas, avisos de toda una página en publicaciones, la radio, automóviles con altavoz, fonógrafos portátiles, asambleas gigantescas, paradas de personas con rótulos informativos, y un ejército creciente de ministros que han predicado de casa en casa. Esta actividad ha servido para dividir a la gente en dos lados: el de los que se ponen de parte del Reino establecido de Dios y el de los que se oponen a él. ¡Esta fue la obra que Jesús predijo para mi generación! (Mateo 25:31-46.)

      Hasta que este “corazón cansado” mío deje de latir, continuará latiendo con aprecio por el privilegio que he tenido de pertenecer a una generación singular. Continuará latiendo excitadamente por el privilegio que tengo ahora de ver a millones de rostros sonrientes que seguirán sonriendo para siempre.

  • Un jovencito alaba a Jehová
    La Atalaya 1987 | 1 de agosto
    • Un jovencito alaba a Jehová

      CUANDO los jóvenes tienen el deseo intenso de servir a Jehová, encuentran muchas oportunidades para testificar. Esto se vio en la experiencia de un niño de cinco años en Kenia occidental. (Eclesiastés 12:1.)

      Su madre le preguntó: “¿Qué quieres ser cuando crezcas?”. Él había observado a un precursor especial que servía en la congregación, y respondió: “Quiero ser precursor especial como el hermano F———”. La madre contestó: “Pero eso es imposible; tú ni siquiera puedes ser precursor regular, porque no conduces un estudio bíblico”. El niño preguntó: “Entonces, ¿qué puedo hacer?”. Su madre le sugirió que tratara de estudiar su ejemplar de Mi libro de historias bíblicas con los niños que jugaban con él.

      El niñito de cinco años buscó su libro de Historias bíblicas y fue a visitar a sus amigos, y los invitó a estudiar la Biblia con él. ¿En qué resultó esto?

      Él formó un grupo de diez jovencitos para estudiar con ellos. Usaba bien las ilustraciones, hacía muchas preguntas para saber si estaban entendiendo, y al fin del estudio hacía preguntas de repaso. Si no recordaban, consideraba de nuevo con ellos la información. ¡La madre explicó que realmente era un gozo ver a todos aquellos niños sentados en el suelo, enfrente de su casa, estudiando! Allí estaba su hijito de cinco años haciendo preguntas, y entonces todas las manos se alzaban para contestar.

      Fue un regocijo también, tanto para la madre como para la congregación, cuando ocho de estos niños asistieron a las reuniones de la congregación. Los otros dos eran demasiado pequeños. Todo esto sucedió porque un niño de cinco años quiso alabar a Jehová y ayudar a otros.

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