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  • Cuando no haya más sufrimiento

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  • Cuando no haya más sufrimiento
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1997
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1997
w97 15/2 págs. 4-7

Cuando no haya más sufrimiento

EL SUFRIMIENTO no era parte del propósito original de Dios para la familia humana. No fue él quien lo creó ni tampoco lo desea. ‘Si eso es cierto —pudiera preguntar—, ¿cómo empezó el sufrimiento? ¿Y por qué ha permitido Dios que continúe hasta la actualidad?’ (Compárese con Santiago 1:13.)

La respuesta se encuentra en la crónica más antigua de la historia humana, la Biblia, más concretamente en el libro de Génesis. En él se cuenta cómo nuestros primeros padres, Adán y Eva, siguieron a Satanás el Diablo en su rebelión contra Dios. Su actuación hizo surgir unas cuestiones fundamentales que atentaban contra la mismísima base de la ley y el orden universales. Cuando reclamaron el derecho a decidir por sí mismos lo que era bueno y malo, desafiaron la soberanía de Dios. Cuestionaron su derecho a gobernar y a ser el único juez de ‘lo que es bueno y lo que es malo’. (Génesis 2:15-17; 3:1-5.)

¿Por qué no impuso su voluntad inmediatamente?

Alguien pudiera preguntar: ‘Entonces, ¿por qué no impuso Dios su voluntad inmediatamente?’. Para muchas personas, el asunto parece sencillo. ‘Dios tenía el poder. Debería haberlo usado para destruir a los rebeldes’, dicen. (Salmo 147:5.) Sin embargo, pregúntese: ‘¿Apruebo sin más que alguien con poder superior imponga su voluntad por la fuerza? ¿No me resulta instintivamente repugnante que un dictador emplee escuadrones de la muerte para deshacerse de sus enemigos?’. La mayoría de las personas razonables rechazan algo así.

‘Bueno —quizá diga usted—, pero si fuera Dios quien ejerciera ese poder, nadie cuestionaría su actuación.’ ¿Está usted seguro? ¿No es cierto que la gente sí se cuestiona el ejercicio que Dios hace de su poder? Algunas veces se cuestionan por qué no lo ha utilizado, como por ejemplo al permitir el mal. Y en otras por qué sí lo ha utilizado. El uso del poder divino para destruir a sus enemigos atribuló incluso al fiel Abrahán. Recuerde que cuando Dios decidió destruir Sodoma, Abrahán temía equivocadamente que algunas personas buenas murieran junto con las malas. Abrahán clamó: “¡Es inconcebible de ti el que vayas a obrar de esta manera para dar muerte al justo con el inicuo!”. (Génesis 18:25.) Hasta personas justas como Abrahán necesitan tener la seguridad de que no se abusará del poder absoluto.

Es evidente que Dios podía haber destruido instantáneamente a Adán, Eva y Satanás. Pero piense en cómo habría influido esta acción en los demás ángeles o en futuras creaciones que más adelante supieran de su actuación. ¿Pudiera haberles suscitado dudas persistentes sobre la rectitud del gobierno de Dios? ¿No hubiera expuesto a Dios a la acusación de que, en efecto, era una especie de déspota totalitario, como Nietzsche lo describió, un Dios que elimina sin ningún miramiento a los que se le oponen?

¿Por qué no obligar a la gente a que haga lo correcto?

‘¿No pudiera Dios obligar a la gente a hacer lo que es correcto?’, pudiera preguntar. Pues bien, analice también lo siguiente. A lo largo de la historia los gobiernos han procurado que la gente adopte su forma de pensar. Algunos gobiernos y mandatarios han probado diversas técnicas de control mental, tal vez por medio de fármacos o cirugía, privando a sus víctimas de la maravillosa dádiva del libre albedrío. ¿No tenemos en alta estima el hecho de ser entes morales libres, aun a riesgo de que se abuse de esta dádiva? ¿Toleraríamos que algún gobierno o dirigente político intentara privarnos de ella?

Entonces, ¿qué otra opción tenía Dios en vez del uso inmediato de poder para hacer cumplir la ley? Jehová Dios decidió que la mejor forma de combatir la rebelión sería conceder a los que rechazaron sus leyes un período de independencia temporal de su gobernación. De esta manera se otorgaría a la descendencia de Adán y Eva un tiempo limitado para gobernarse a sí misma sin estar sujeta a la ley de Dios. ¿Por qué lo hizo? Porque sabía que, con el tiempo, se probaría de forma irrefutable que su gobierno es siempre correcto y justo, incluso cuando utiliza su poder infinito para imponer su voluntad, y que cualquier rebelión en su contra termina, tarde o temprano, en calamidad. (Deuteronomio 32:4; Job 34:10-12; Jeremías 10:23.)

¿Y las víctimas inocentes?

‘Mientras eso sucede, ¿qué pasa con las víctimas inocentes?’, pudiera preguntar alguien. ‘¿Vale la pena su sufrimiento para aclarar cierto principio legal?’ Pues bien, Dios no ha permitido la existencia del mal solo para esclarecer cierto principio legal, sino todo lo contrario, para establecer de forma definitiva la verdad fundamental de su soberanía exclusiva y que la obediencia a sus leyes es vital para la paz y felicidad duraderas de todas sus creaciones.

Algo importantísimo que debemos recordar es que Dios sabe que él puede reparar por completo cualquier perjuicio ocasionado por este motivo al género humano. Sabe que a la larga, el dolor y sufrimiento temporales no habrán sido en vano. Piense en la madre que sujeta firmemente a su hijo pequeño mientras el médico le administra una dolorosa inyección para vacunarle contra alguna enfermedad que de otro modo mataría al infante. Ninguna madre desea que su hijo sufra. Ningún médico quiere martirizar a su paciente. En ese momento, el niño no se da cuenta de la razón por la que sufre, pero más adelante comprenderá por qué se permitió.

¿Es un verdadero consuelo para los que sufren?

Algunos pudieran pensar que saber estas cosas no consuela mucho a los que sufren. Hans Küng afirma que una argumentación racional de la existencia del sufrimiento no supone para el que sufre “una ayuda mayor que para el hambriento una conferencia sobre química alimentaria”. Y pregunta: “Toda la astucia de la razón, ¿[puede] consolar verdaderamente al hombre, medio sofocado por el peso del dolor?”. Toda “la astucia de la razón” de hombres que prescinden de la Palabra de Dios, la Biblia, no ha consolado a los que sufren. El razonamiento humano solo ha conseguido agravar el problema al sugerir que Dios quiso que el hombre sufriera y que la Tierra se creó para que fuera un valle de lágrimas o un campo de pruebas para los que, con el tiempo, obtendrían vida celestial. Eso no es otra cosa que una enorme blasfemia.

Sin embargo, la Biblia sí da verdadero consuelo. No se limita a ofrecer una explicación lógica sobre la existencia del sufrimiento, sino que además fomenta nuestra confianza en la promesa segura de Dios de que él reparará todo el daño ocasionado por haber permitido temporalmente el sufrimiento.

La “restauración de todas las cosas”

Muy pronto Dios restaurará todas las cosas como quiso que fueran antes de que sus primeras creaciones humanas se rebelaran. El tiempo que concedió al hombre para que se gobernara independientemente casi ha terminado. Vivimos en el tiempo en que Dios enviará a “Jesús, a quien el cielo, en verdad, tiene que retener dentro de sí hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo”. (Hechos 3:20, 21.)

¿Qué hará Jesucristo? Librará a la Tierra de todos los enemigos de Dios. (2 Tesalonicenses 1:6-10.) No lo hará en juicio sumario, como hacen los dictadores humanos. La enorme prueba de las consecuencias catastróficas del mal gobierno humano demostrará que Dios se halla plenamente justificado para utilizar en breve su poder infinito e imponer su voluntad. (Revelación 11:17, 18.) En un principio supondrá “tribulación” sin parangón en la historia terrestre, semejante al Diluvio del tiempo de Noé, pero a una escala mucho mayor. (Mateo 24:21, 29-31, 36-39.) Los que sobrevivan a esta “gran tribulación” experimentarán “tiempos de refrigerio” cuando vean el cumplimiento de todas las promesas que Dios hizo “por boca de sus santos profetas”. (Hechos 3:19; Revelación 7:14-17.) ¿Cuáles son las promesas de Dios?

Pues bien, los antiguos profetas de Dios dicen que el sufrimiento ocasionado por la guerra y el derramamiento de sangre terminará. Por ejemplo, Salmo 46:9 nos dice de Dios: “Hace cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra”. No habrá más víctimas inocentes ni se padecerá la tragedia de convertirse en refugiado, sufrir una violación o ser mutilado o asesinado en las guerras inhumanas. El profeta Isaías dice: “No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra”. (Isaías 2:4.)

Los profetas también auguran el fin del dolor provocado por el crimen y la injusticia. Proverbios 2:21, 22 promete que “los rectos son los que residirán en la tierra”, y que los causantes del dolor y el sufrimiento “serán arrancados de ella”. El hombre ya no ‘dominará al hombre para perjuicio suyo’. (Eclesiastés 8:9.) Todos los inicuos habrán sido destruidos para siempre. (Salmo 37:10, 38.) Todo el mundo podrá vivir en paz y seguridad, sin sufrimiento. (Miqueas 4:4.)

Por si fuera poco, los profetas también prometen que acabará el sufrimiento de las enfermedades físicas y emocionales. (Isaías 33:24.) Isaías promete que los ciegos, los sordos, los discapacitados y todos aquellos que estén afligidos por alguna enfermedad se recobrarán. (Isaías 35:5, 6.) Dios anulará incluso los efectos de la muerte. Jesús predijo que “todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán”. (Juan 5:28, 29.) El apóstol Juan oyó en su visión de “un nuevo cielo y una nueva tierra” que “Dios mismo [...] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:1-4.) Imagínese. No habrá más dolor ni lágrimas ni lamento ni muerte. Acabará el sufrimiento.

Se remediará cualquier tragedia ocurrida durante la permisión temporal del mal. Hasta los recuerdos del dolor y sufrimiento humanos —que Dios nunca se propuso— serán borrados por completo. “Las angustias anteriores realmente serán olvidadas, [...] las cosas anteriores no serán recordadas”. (Isaías 65:16, 17.) El propósito original de Dios de que una familia humana perfecta viviera en paz y felicidad en una Tierra paradisíaca se cumplirá por completo. (Isaías 45:18.) La confianza en su soberanía será absoluta. Qué privilegio supone vivir en el tiempo en que Dios acabará con el sufrimiento humano, un tiempo en el que demostrará que no es ningún ‘déspota, embustero, caprichoso ni verdugo’, como lo acusaba Nietzsche, sino que siempre es amoroso, sabio y justo en el ejercicio de su poder absoluto.

[Ilustración de la página 5]

ALGUNOS GOBERNANTES HAN PROBADO DIVERSAS TÉCNICAS DE CONTROL MENTAL, PRIVANDO A SUS VÍCTIMAS DEL LIBRE ALBEDRÍO

[Reconocimiento]

UPI/Bettmann

[Ilustración de la página 7]

Cuando ya no exista el sufrimiento todos disfrutaremos de la vida en plenitud

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