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¡Despertad! 2001
g01 8/10 pág. 31

El árbol madrugador

ENTRE finales de enero y principios de febrero, muchas de las laderas escalonadas de Israel viven una espectacular transformación. Los almendros florecen como si despertaran de su letargo invernal. Por lo general, el escenario entero es para ellos, pues son de los primeros árboles en echar flores. Estas, blancas y rosadas, adornan el frío paisaje y nos evocan las palabras de Eclesiastés 12:5, donde Salomón asemeja el pelo canoso de la vejez al ‘almendro que lleva flores’.

La Biblia utiliza varias veces este vocablo en sentido figurado de manera llamativa. Si tenemos en cuenta la precoz floración del almendro, el término hebreo para este árbol resulta muy adecuado, pues significa literalmente “el que despierta”. Por ejemplo, el profeta Jeremías contempló en una visión un retoño, o rama, de almendro. ¿Qué representaba? “Me mantengo despierto respecto a mi palabra para ponerla por obra”, le informó Jehová (Jeremías 1:11, 12). Huelga decir que Jehová jamás se cansa ni duerme, pero así puso de relieve que deseaba concluir su trabajo (Isaías 40:28).

Siglos antes, el florecimiento de una vara de almendro sirvió para identificar al sumo sacerdote que contaba con la designación divina. Se colocaron doce varas en la tienda de reunión ante Jehová, una por cada tribu de Israel. A la mañana siguiente, la vara de almendro de Aarón no solo había florecido milagrosamente, sino que también había producido almendras maduras. Esta se guardó en el arca del pacto durante un tiempo como advertencia a la nación para que no volviera a murmurar de los representantes nombrados de Jehová (Números 16:1-3, 10, 17:1-10; Hebreos 9:4).

Dios quiso que el candelabro de oro de siete brazos que iluminaba el Santísimo del tabernáculo estuviera decorado con representaciones de bellas flores de almendro. Según la descripción de Moisés, “tres copas en forma de flores de almendro estaban en uno de los juegos de brazos, con globos y flores en alternación; y tres copas en forma de flores de almendro estaban en el otro juego de brazos, con globos y flores en alternación. Así sucedía para los seis brazos que salían del candelabro. Y en el candelabro había cuatro copas en forma de flores de almendro, con sus globos y flores en alternación” (Éxodo 37:19, 20).

Aunque la Biblia menciona pocas veces el almendro, cuando lo hace, destaca de él sus bellas flores blancas y su temprano despertar. Este atractivo árbol nos recuerda especialmente que Jehová no descansará hasta que haya cumplido su propósito (Isaías 55:11).

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