Identificando a Aquel que lo hizo todo
¡QUÉ maravillosas son las leyes que gobiernan los movimientos dentro del menudo átomo, así como la rotación de las estrellas y sus planetas! ¡Qué sabiduría se manifiesta en la creación de los animales, aves, plantas, y el sinnúmero de otras maravillas en la Tierra! ¡Qué maravillosamente están diseñadas para su morada las criaturas del mar! ¿No es natural el que una persona quiera familiarizarse con Aquel que fue responsable de todas estas maravillas de la creación?
Sin embargo, por más extraño que parezca, muchas personas no creen que alguien fue responsable. Creen que la vida brotó espontáneamente de la nada y que continúa sin ninguna dirección inteligente. Pero ciertamente la ciencia, que es “el conocimiento que tiene que ver con el mundo físico y sus fenómenos,” no indica esta conclusión. Al contrario, como dijo en una ocasión el difunto general de brigada David Sarnoff, que fue presidente de la directiva de la Corporación de la Radio de los Estados Unidos:
“La ciencia engendra la humildad. Cada descubrimiento que hace revela más claramente el Diseño Divino en la naturaleza, la notable armonía en todas las cosas, desde lo infinitesimal hasta lo infinito, que va más allá de lo que mortales pueden comprender. Los procesos y leyes físicos del universo son lógicos, omnímodos y enteramente confiables. Denotan un Arquitecto Supremo, y la belleza y simetría de Su mano de obra inspiran reverencia.”
Los hombres más famosos de la ciencia concuerdan con esta declaración. El Dr. Alberto Einstein dijo que le bastaba “tratar humildemente de comprender siquiera una parte infinitesimal de la inteligencia manifiesta en la naturaleza.” El famoso inventor Tomás Edison dijo en cierta ocasión: “Después de años de observar los procesos de la naturaleza, no puedo dudar de la existencia de una Inteligencia Suprema. La existencia de tal Dios, a mi ver, casi puede demostrarse con la química.” Y el famoso físico inglés, lord Kelvin, convino al decir: “Si uno piensa con bastante fuerza, se verá obligado por la ciencia a creer en Dios.”
Hay plan, diseño y orden en todo lugar adonde uno mire en el universo, y “es incontrovertible que donde hay un plan hay inteligencia,” declaró Arthur H. Compton, físico ganador del premio Nobel. “¡Un universo ordenado, que se desenvuelve,” dijo él, “da testimonio a la verdad de la declaración más majestuosa jamás expresada.—‘En el principio Dios’!”
Hace diecinueve siglos un perspicaz estudiante del mundo físico y sus fenómenos escribió de manera semejante: “Porque sus cualidades invisibles se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por medio de las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que son inexcusables.”—Rom. 1:20.
Indiscutiblemente una fuerza ciega irrazonable no es responsable de las maravillas de la creación, sino, más bien, lo es un Dios inteligente, todopoderoso. El conocimiento aumentado del mundo físico graba este hecho en uno. Pero, ¿quién es este Artífice Magistral? ¿Cómo se llama? ¿Qué espera de nosotros en cuanto a alabanza y adoración?
Sin importar cuánto conocimiento del mundo físico y sus fenómenos obtengan los científicos, jamás podrán conseguir de esta fuente las respuestas a preguntas como éstas. Pero, el caso es que hay muchas personas que no quieren saber las respuestas. ¿Por qué no? Porque si conocieran acerca de los propósitos de Dios y lo que él requiere del hombre, se sentirían obligadas a servirle y a vivir en conformidad con Sus principios justos. Por eso, para evitar cualesquier restricciones, muchos rehúsan examinar la revelación inspirada del Creador acerca de sí mismo en su Palabra, la Biblia. Alegan que la Biblia simplemente es la obra de hombres, y que está sujeta a errores como cualquier otro libro.
La Biblia identifica a Aquel que lo hizo
Pero si uno despide los prejuicios y examina la Biblia con una mente imparcial, hallará que hay mucha evidencia que da testimonio de que tiene un Autor Divino así como hay evidencia que muestra que los cielos y la Tierra fueron diseñados por una Inteligencia Suprema. Ambos se originan de la misma Fuente. Como dijo el famoso científico y descubridor de la ley de gravedad, sir Isaac Newton: “No hay ciencia mejor confirmada que la religión de la Biblia.”
Un lector cuidadoso de este libro infalible del Arquitecto Supremo hallará que no atribuye las maravillas de la creación a una “Madre Naturaleza” sin nombre, impersonal, sino que dice: “Hizo Jehová Dios tierra y cielo.” (Gén. 2:4) Abra su Biblia en el Salmo 83:18 y lea usted mismo el nombre de él: “Que la gente sepa que tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra.”
Es cierto que un estudio de este mundo físico y sus fenómenos revela que una Inteligencia Superior hizo todas estas maravillas, pero solo la Biblia nos dice que el nombre de Este es Jehová. Este Nombre Divino eclipsa a cualquier otro nombre en la Biblia; aparece un total de 7.199 veces. En oración a Jehová, Jesús mostró la importancia de ese nombre, diciendo: “He puesto tu nombre de manifiesto.” Sí, Jesús hizo saber a la gente que el nombre del gran Creador es Jehová.—Juan 17:6.
¿No debería ser nuestro deseo el mismo de Jesús y el salmista, el de ‘hacer que la gente sepa que aquel cuyo nombre es Jehová es el Dios Altísimo’? ¡Ciertamente que sí! Sin embargo, algunos traductores modernos de la Biblia no incluyen el nombre de Dios en sus traducciones y lo sustituyen con los títulos “Señor” y “Dios.” Al explicar esta omisión, la Revised Standard Version dice en su prefacio: “Es casi indudable, si no completamente indudable, que el Nombre originalmente se pronunciaba ‘Yahweh’ [en hebreo].” Y puesto que, según estos traductores, “la palabra ‘Jehová’ no representa exactamente ninguna forma del Nombre usado en hebreo,” no incluyen de ninguna manera el nombre de Dios en su traducción de la Biblia.
Pero, ¿qué hay de otros nombres propios como Josafat, Joram, o aun Jesús? ¿Por qué se retienen éstos, puesto que estos nombres tampoco representan exactamente la forma usada originalmente en el hebreo? El nombre “Jesús,” por ejemplo, se basa en el equivalente griego del hebreo “Jehoshuah.” La razón es sencilla; se retienen estos nombres para identificar a la persona de quien se habla, aunque la forma usada en varios idiomas no representa exactamente la forma usada en hebreo. Entonces, ¿por qué no, sobre la misma base, retener el nombre de Dios para identificar a Aquel que fue responsable de todas las maravillosas obras de la creación?
Se debe a los esfuerzos del hombre para ocultar la identidad del Creador de este maravilloso universo. Pero felizmente, todos esos esfuerzos fallarán, y cuando Dios tome medidas para destruir a los que no lo honran, todos los que vivan sabrán que “Jehová es en verdad Dios.”—Jer. 10:10.