Otra razón para “acampar”
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en el Ecuador
EN MUCHOS países el auge en las ventas de equipos y vehículos para camping dan testimonio de la popularidad de “acampar.” Muchos habitantes de las ciudades han descubierto que un viaje de camping trae alivio temporario de las presiones del medio urbano y edifica el aprecio por las bellezas de la creación. Al mismo tiempo, la mayoría de las personas estarán de acuerdo en que ese esparcimiento por lo general renueva el aprecio por las comodidades del hogar. Por esta razón y otras, pocas personas han considerado el “acampar” como un modo de vivir permanente.
No obstante, sabemos de siete jóvenes que han estado “acampando” por más de un año en una región aislada de las montañas de los Andes aquí en el sur del Ecuador. Además, tienen planes para continuar así indefinidamente. Su presencia en esta zona raramente visitada por turistas ha llamado mucha atención. Despertó nuestra propia curiosidad y decidimos hacerles una visita.
Rayaba el alba cuando llegamos a su campamento, cerca del pueblo de Cariamanga. Al pie del elevado pico El Ahuaca, hallamos una casa automóvil y un coche de habitación remolcado, junto con un pequeño Land Rover y una moto. Todos están estacionados en un herboso prado cerca de un arroyo. Al elevarse el sol por encima de las montañas cubiertas de matorrales, su bienvenido calor templado hace desvanecer una persistente neblina. Notamos una agitación en el coche remolcado, seguida de un resonar ruidoso de utensilios en la cocina de la casa automóvil. Pronto nos llega el incitante aroma del desayuno, mezclado agradablemente con la fragancia del pasto aún húmedo y de los eucaliptos. Seguros de que los jóvenes ya están levantados y activos, nos acercamos y hacemos saber nuestra presencia.
Comienza un viaje insólito
Nos saludan Carlos y su esposa Cecilia, que nos presentan a Rigoberto y Santiago, compañeros ecuatorianos, y a Mark, Gerd y Kemp, de las islas Galápagos, Alemania y los Estados Unidos, respectivamente. Casi inmediatamente nos atrae el evidente espíritu de amistad que reina entre los miembros de este grupo internacional. También nos impresiona la manera práctica en que ponen su campamento en orden y se preparan para partir para las actividades del día. Al notar nuestro interés en su excursión planeada, nos invitan a acompañarlos. Aceptamos y pronto estamos en el asiento trasero del Land Rover. Disfrutamos de la oportunidad de relacionarnos con estos nuevos amigos y de observar con aprecio el cambiante panorama de montañas escarpadas mientras nos dirigimos a nuestro todavía desconocido destino.
No hemos viajado mucho cuando inesperadamente el yip se desvía hacia el lado del camino y se detiene. Carlos se apea y pregunta si nos gustaría acompañarlo. Con curiosidad aceptamos y lo seguimos mientras empieza a trepar el costado del cerro por una senda que apenas se puede ver desde el camino. Estamos acercándonos a una pequeña casa de granja hecha de adobes. El amo de casa hace callar a sus perros que ladran y nos saluda cortésmente con una mirada inquisitiva. Sus inteligentes ojos se encienden con interés cuando comprende el propósito de nuestra visita. Carlos ofrece estudiar la Biblia con él y su familia, libre de costo y en su propio hogar. Esto sorprende y agrada al granjero. Por primera vez en su vida tiene una Biblia en las manos, y considera nuestro ofrecimiento. Después de unas cuantas palabras más se conviene en que Carlos regrese dentro de unos días para el primer estudio bíblico. Nos despedimos y volvemos al yip que espera.
¿Por qué semejante viaje?
Al volver al yip comentamos que éste es seguramente uno de los más insólitos viajes de acampar que hemos hecho. Nuestros amigos se sonríen y concuerdan en que no muchas personas pensarían en usar coches de habitación remolcados y casas automóviles para este propósito. No habían venido aquí de vacaciones, sino para trabajar, para encontrar gente en vez de apartarse de ella. Así es que ésta es la manera en que pasan el tiempo todo el día, cada día.
Mark, que había estado conduciendo, explica más detalladamente: “Como testigos de Jehová, que vivimos aquí en el Ecuador, estamos interesados en llegar a gente de todas partes del país con el urgente mensaje de la Biblia, ‘las buenas nuevas del reino.’ Hasta hace solo un poco más de un año esta región del sur de la provincia de Loja, que abarca aproximadamente 311 kilómetros cuadrados, con más de cien mil habitantes, había sido un territorio aislado en cuanto a nuestras actividades de predicación. Habíamos oído que los Testigos del Perú estaban teniendo buen éxito al usar casas automóviles para predicar en zonas igualmente aisladas de su territorio montañoso, así es que decidimos que aquí también se podría usar equipo de esa clase.”
Continuó diciendo: “Nuestra meta no era principalmente lograr la distribución de literatura bíblica . . . sino, más bien, establecer estudios bíblicos de hogar que pudiéramos conducir con regularidad y, con el tiempo, organizar congregaciones . . . Es por eso que acampamos, de modo más o menos permanente, cerca de determinada población durante varios meses antes de mudarnos, y, usando ese campamento como base desde el cual viajar con regularidad a otras aldeas por toda la zona, conducimos estudios bíblicos con hasta cien personas durante las tres semanas que nos toma para completar nuestro circuito planeado. En las reuniones más grandes que se conducen en los pueblos ya están asistiendo, como promedio, alrededor de cincuenta personas.”
“¿Quién suministra el equipo, y cómo se hace frente a los gastos?” deseamos saber.
Se nos explica que la mayoría de los gastos fueron costeados por fondos que individuos particulares habían donado, incluso la adquisición inicial del coche de habitación remolcado y la casa automóvil, que fueron diseñados y construidos aquí en el Ecuador, teniendo presente este propósito singular. Cinco de los siete que componen el grupo viajero de predicadores de tiempo cabal están en la lista de “precursores especiales” en la oficina sucursal ecuatoriana de la Sociedad Watch Tower, y reciben una pequeña mesada para los gastos de sustento.
Viviendo sin comodidades... por una buena razón
Al pensar en el trabajo extra envuelto en cocinar y los quehaceres domésticos, nos preguntamos qué hará Cecilia. Ella nos asegura que cada uno tiene deberes asignados, incluso un día de cocina por semana, y agrega que nunca ha tenido que cargar con más que la parte que le corresponde del trabajo doméstico. Su marido señala que ella ha sido un incentivo para que muchas mujeres acepten estudios bíblicos y asistan a las reuniones.
Todos los del grupo han estado viviendo sin comodidades por una buena razón... para poder ayudar espiritualmente a otros. Para continuar en esta obra han tenido que aprender cosas. Por ejemplo, algunos miembros del grupo verdaderamente tuvieron que aprender a cocinar durante sus primeras semanas juntos, mientras el resto aguantaba de buen humor los resultados y ofrecía estímulo. Fue necesario adquirir otras habilidades. Gerd montó a caballo por primera vez en su vida. Otros aprendieron a conducir un auto o montar en motocicleta. Todos aprendieron mucho acerca de mecánica de automóviles.
Ya hemos notado que casi todos los caminos son angostos, sin pavimentar y que no siempre están en buenas condiciones. Se nos dice que Rigoberto, un mecánico experimentado, se mantiene constantemente ocupado reparando uno u otro de los autos... además de pasar más de 150 horas al mes en la obra de predicar el Reino.
A veces, las malas condiciones de los caminos han sido una fuente de verdadero peligro. Pues, una vez se volcó el yip en un trecho angosto e inclinado del camino, ¡y dejó a Rigoberto colgando de su cinturón de seguridad fuertemente ajustado! ¡Una roca grande que se introdujo por la abertura de la ventanilla sostuvo firme al auto y evitó que rodara sobre la orilla y cayera a un barranco más de cien metros abajo!
Sus esfuerzos son recompensados
Algunos individuos interesados en estudios bíblicos viven en zonas accesibles solo a pie o a caballo. Pero los esfuerzos por visitarlos pueden ser muy recompensadores.
Para llegar a un grupo de esas personas deseosas de estudiar hay que hacer un viaje por yip o motocicleta de tres horas, seguido de una caminata de dos a cinco horas, dependiendo de la condición del caminante y del sendero. Agréguele a todo eso el cruce de un río. Le pedimos a Mark que nos cuente acerca de uno de sus viajes para visitar a esta familia.
“Cuando comenzamos,” dijo él, “los caminos eran un desastre . . . Finalmente, el yip no pudo más, y lo estacionamos en una casa cercana y seguimos a pie. Caminamos unos cinco kilómetros hasta el río, hablando de la Biblia con quienquiera que encontráramos en el camino. Después de almorzar en un pequeño almacén al lado del río, lo vadeamos y comenzamos lo que pensábamos sería una caminata de cuatro horas para llegar a esta familia interesada. Comenzó a llover y todos nos calamos hasta los huesos. Además de esto, anocheció antes que llegáramos a nuestro destino. Estaba oscuro como boca de lobo. Si no hubiese sido por el Testigo nativo que nos estaba guiando, con seguridad nos hubiéramos perdido. No se podía ver la mano frente a la cara. . . .
“Cuando llegamos todos estaban acostados, pero nunca olvidaré la hospitalidad de esta familia humilde. La madre se levantó y nos preparó cena y nos invitaron a pasar la noche, aunque realmente apenas había sitio en esta casita. Dos de nosotros nos acostamos en el suelo y nos quedamos con la ropa mojada puesta, y yo encontré un lugar seco en el desván donde estaba almacenado el maíz. Pasamos el día siguiente estudiando la Biblia con esta familia deseosa de aprender, así como dando el testimonio en los hogares cercanos. Decidimos pasar la noche allí antes de emprender el viaje de regreso al día siguiente.”
Ese viaje de regreso tuvo sus problemas también. Pero valió la pena el esfuerzo porque los miembros de esta familia aislada apreciaban la verdad bíblica. Con el tiempo los visitaron dos monjas y dos catequistas que habían llegado allí para “enderezar” a esta familia “descarriada.” Mark relata lo que sucedió: “Un joven de la familia les mostró con la Biblia católica que el uso de imágenes era incorrecto. Entonces la monja dijo que la Iglesia ya no alentaba el uso de imágenes y que solo los católicos muy ignorantes las usaban. Al oír esto, protestó otra persona que estaba escuchando. Había estado acompañando a las dos monjas y justamente el día anterior había oído a esta monja decirle a otra familia que estaba perfectamente bien usar las imágenes. A esta persona le sorprendió y disgustó el que la monja presentara normas contradictorias. Las monjas se fueron enseguida y no hicieron más esfuerzos por ‘ayudar’ a esta familia que estaba ‘descarriándose del rebaño.’”
Los de esta familia aislada ahora dedican tiempo a predicar a sus vecinos acerca de lo que han aprendido. Recientemente, los tres que estaban estudiando asistieron a una asamblea grande de los testigos de Jehová en la ciudad de Cuenca donde se bautizaron en símbolo de su dedicación a Jehová Dios. Uno de ellos, Santiago, de diecisiete años de edad, es ahora parte de este grupo de testigos de Jehová viajantes.
Un sacerdote local recientemente reunió a 120 personas para oírlo “desenmascarar” a los Testigos. La familia aislada asistió y usó la Biblia católica para desenmascarar el error de usar imágenes religiosas. Cuando la discusión giró a títulos religiosos el sacerdote dijo que él no hacía objeción a que los Testigos lo llamaran “señor” en vez de “padre.” Al preguntársele si diría lo mismo a todos los presentes, el sacerdote se desconcertó y dijo que él en realidad había citado la reunión para advertir a la gente contra los evangelistas, no contra los testigos de Jehová. Esto provocó una conmoción, ya que muchos de sus seguidores le habían oído decir cosas malas contra nosotros. Después de esta reunión, varios vecinos de esta familia, anteriormente opuestos a los testigos de Jehová, empezaron a mostrar interés en la verdad de la Biblia. Un vecino había dicho que tomaría la Biblia de la familia, la cocinaría con maíz machacado y se la haría comer a los Testigos. Sin embargo, después de esta reunión que el sacerdote celebró en la comunidad, este hombre se disculpó y empezó a estudiar la Biblia.
A medida que continúa esta interesante visita con estos jóvenes cristianos, acompañamos a nuestros anfitriones en varias visitas de casa en casa. La mayoría de la gente que encontramos muestra viveza, son amigables, saben leer y escribir y están interesados en saber más acerca de la Biblia. Un señor mayor comentó que había esperado toda una vida para que viniera alguien y le ayudara a entender la Biblia. Sin que nos demos cuenta han pasado horas. Ya está muy entrada la tarde y es hora de regresar a la casa automóvil para cenar.
Termina nuestra intrigante visita
Mientras Kemp prepara competentemente la comida, alguien rasguea una guitarra en el fondo. Oímos como Santiago rescató una vez a Rigoberto y su equipaje de un río crecido cuando éste trató de cruzarlo sin ayuda y fue arrastrado hacia abajo por la rápida corriente. ¿Y qué hay de la vez que aconteció ese fuerte temblor de tierra? Uno de los Testigos decidió esperar en el yip mientras los otros dos se dirigían a una casa cercana. De repente, hubo violentos movimientos dentro del yip. El compañero que esperaba estaba tratando desesperadamente de salir del yip, mientras éste se sacudía violentamente de lado a lado. “¡Un terremoto!” pensó él. Cuando al fin salió del yip, allí estaba su “terremoto”... ¡un enorme cerdo rascándose el costado en el parachoques trasero del vehículo!
Después de nuestra comida, ayudamos a lavar los platos, y entonces de mala gana nos despedimos, y no sin algunas reflexiones sobre el pasado. El entusiasmo de nuestros nuevos amigos y su buena actitud en cuanto a soportar los inconvenientes, aun las penalidades, en el interés de su obra de predicar nos recuerda a los cristianos primitivos. Ellos también trabajaron con ahínco y evidentemente se interesaban en todo lo que contribuyera a la rápida diseminación de las buenas nuevas. Por eso se cuentan entre los primeros que usaron el códice, que rápidamente reemplazó a los voluminosos rollos como medio de trasmitir el mensaje escrito de las Escrituras. Y por eso vemos que el coche de habitación remolcado ha sido adaptado con mucho del mismo espíritu en nuestro tiempo para hacer frente a las necesidades de los predicadores de las buenas nuevas.