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¡Despertad! 1979
g79 8/12 págs. 3-4

Lo que las guerras mundiales le hicieron a mi familia

Un joven estudiante relata algunas de las angustias y sufrimientos que sus parientes experimentaron.

COSAS extrañas suceden durante los conflictos internacionales, como lo demuestra la manera en que la primera y segunda guerras mundiales afectaron a mi familia. Permítame contarle primero acerca de mis bisabuelos Emil y Max.

Emil era mi bisabuelo materno. Era hijo de inmigrantes alemanes que vivían en un pueblecito del estado de Minnesota, en los Estados Unidos. Emil tenía unos 19 años de edad cuando lo reclutaron para la infantería durante la I Guerra Mundial y lo enviaron a Francia a pelear.

Mi otro bisabuelo materno se llamaba Max. Este vivía en la aldehuela de Einberg, en Alemania. Su esposa, María, había muerto poco tiempo antes de tuberculosis, y esto dejó a cuatro hijitos de diez, ocho, seis y cuatro años al cuidado de Max. A pesar de que no había una madre que atendiera a los niños, las autoridades reclutaron a Max y lo enviaron a pelear por Alemania en Francia... el mismo lugar donde mi otro bisabuelo, Emil, estaba peleando por los Estados Unidos.

Uno de los cuatro hijos de Max se llamaba Rudy, y éste es mi abuelo. Cuando Max se fue a pelear a Francia, Rudy y sus tres hermanos menores se quedaron viviendo prácticamente por su cuenta, aunque algunos vecinos se ocupaban de ellos de vez en cuando. Los niños pasaron mucha hambre debido a que su padre no estaba allí para comprarles alimento, y había gran escasez de comestibles por causa de la guerra. Así que aprendieron a robar alimentos para subsistir.

Mientras tanto, allá en Francia mis bisabuelos Max y Emil estaban peleando en las trincheras. Una de las armas que se usaban en aquel tiempo era la bomba de gas. Muchos de los hombres que se hallaban en la trinchera donde estaba Emil murieron cuando la trinchera fue bombardeada. Emil fue transportado a un hospital. Se recobró, pero durante el resto de su vida continuó sufriendo los efectos del gas y murió muy joven. Todavía nos preguntamos si alguna vez Emil y Max se vieron cara a cara en aquel campo de batalla. Ambos sobrevivieron aquella guerra que se suponía que pusiera fin a todas las guerras.

Más tarde apareció Hitler en Alemania. Para ese tiempo los cuatro hijos de Max habían crecido y estaban en edad de ser reclutados. Tres de ellos fueron reclutados para el ejército de Hitler. Pero el otro, mi abuelo Rudy, había emigrado hacia los Estados Unidos y había llegado a ser panadero. Se estableció en el mismo pueblecito de Minnesota de donde era Emil, y se casó con la hija de Emil, que es mi abuelita.

Más tiempos difíciles

No pasó mucho tiempo antes de que los Estados Unidos y Alemania se enfrentaran de nuevo en guerra. Ese fue un tiempo difícil para mis abuelos. ¡Cuánto esperaban y oraban que mi abuelo Rudy no fuera reclutado, para que no tuviera que ir a pelear contra sus propios hermanos que estaban al otro lado del mundo! Pero resultó que el gobierno no lo reclutó debido a que se le consideró necesario como panadero para suministrar alimento a la comunidad. Pero durante todo ese tiempo Rudy se preocupaba por sus hermanos que estaban en Alemania y se preguntaba si estarían vivos.

Cuando Estados Unidos entró en la guerra, el hermano de mi abuelita tenía 17 años de edad y estaba por graduarse de la escuela secundaria. Un día después de su graduación lo reclutaron para el ejército y lo enviaron a recibir entrenamiento militar. ¿Tendría también que ir a pelear con parientes de los cuales había oído, pero a quienes no había visto nunca?

Para entonces, ¿qué había sucedido con los hermanos de mi abuelo Rudy, que estaban en Alemania? Uno de ellos era prisionero de guerra en Rusia. Otro estaba en un campamento de prisioneros de guerra norteamericano en Francia. En cierto campamento a los prisioneros se les daba tan poco de comer que, un día, cuando un gato cruzó la cerca de alambre de púas, ¡mi tío abuelo le echó mano, lo mató, lo despellejó y se lo comió crudo! Hacia el fin de la guerra, el tercer hermano estaba siendo transportado en un tren militar. Fue el mismísimo día en que se declaró el armisticio. El tren fue bombardeado, y él murió.

Allá en la pequeña aldea de Einberg, donde los cuatro hermanos habían crecido, estaban sucediendo otras cosas serias. Mi bisabuelo Max, quien se había casado de nuevo años atrás, tuvo otros dos hijos. Alemania estaba perdiendo la guerra y las fuerzas de ocupación se encontraban por todas partes en las regiones rurales. Puesto que la mayoría de los padres se habían ido a pelear, en las casas no había nadie que protegiera a las familias.

Los soldados irrumpían en los hogares. Robaban, y a veces violaban a las mujeres. Si se avisaba a los habitantes de las aldeas que los soldados venían, los aldeanos sacaban de las casas a sus hijas y las escondían en los montones de heno que estaban en los campos, para que estuvieran a salvo.

La guerra terminó, pero los efectos de ella no terminaron cuando se firmó el tratado de paz. Los hermanos de mi abuelo, excepto el que murió en el tren, regresaron a su casa en Einberg, Alemania. La vida de ellos nunca ha sido la misma. Uno de ellos estuvo entrando y saliendo del hospital durante toda su vida y murió muy joven. El otro hermano, Bernhard, recientemente vino de Alemania para visitarnos en California. Su hijo ya ha recibido entrenamiento militar. Lo mismo ha sucedido en el caso de mis tíos que viven aquí en los Estados Unidos. ¿Tiene sentido todo esto? ¿Cuándo terminará?

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