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¡Despertad! 1990
g90 8/11 págs. 13-15

La visita del papa a México. ¿Ayudará a la Iglesia?

Por el corresponsal de ¡Despertad! en México

“ATERRIZA en México el ‘Peregrino de la evangelización’”, rezaba un titular del semanario inglés del Vaticano L’Osservatore Romano con fecha del 7 de mayo de 1990. Fue la segunda visita del papa Juan Pablo II a México en once años. ¿Qué mensaje portaba? ¿Cuáles eran las expectativas del pueblo y la Iglesia católica en México? ¿Qué beneficios aportaría al pueblo su visita?

Según algunos reportajes publicados en la prensa, millones de pobres y oprimidos esperaban que el Papa moviera la conciencia de la clase dirigente y mejorara la situación de la clase obrera. En el diario mexicano El Universal apareció un artículo titulado: “El cristianismo y los pobres de México” en el que se hacía referencia a una carta abierta que un grupo grande y variado de católicos mexicanos dirigía a Juan Pablo II. La carta decía en parte: “Este pueblo, golpeado y en proceso de organización y participación, espera una palabra de aliento”. Además, suplicaba: “Te pedimos que nuevamente seas ‘voz de los sin voz’. [...] Proclama el mensaje de vida y esperanza y exige la justicia, especialmente hacia los desposeídos y oprimidos”.

¿Cómo respondió el Papa? En una reunión multitudinaria celebrada en el municipio de Chalco, en las afueras de Ciudad de México, donde acudieron a escucharle más de dos millones de personas, en su mayoría muy pobres, Juan Pablo II hizo el siguiente llamamiento: “Invito pues a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad de México a despertar la conciencia social solidaria: no podemos vivir y dormir tranquilos mientras miles de hermanos nuestros, muy cerca de nosotros, carecen de lo más indispensable para llevar una vida humana digna”.

Sin embargo, estas palabras no impresionaron a todos los medios informativos católicos. Por ejemplo, en el periódico estadounidense National Catholic Reporter aparecía el siguiente titular: “El Papa pasó por delante de los mexicanos pobres a 50 kilómetros por hora”. Afirmaba que “muchos [...] aguantaron horas de lluvia tan solo para ver de forma muy breve el papamóvil, que pasó por delante a 50 kilómetros por hora”. Por otra parte, el diario mexicano La Jornada explicaba: “Dentro de la basílica se veían trajes y vestidos lujosos. Fuera, millares de pobres estaban arrodillados bajo la lluvia”. Otros se quejaron de que, aunque habló con políticos y hombres de negocios, no dialogó de forma directa con los obreros y los campesinos.

La cuestión más importante: la recuperación del poder de la Iglesia

No obstante, la principal preocupación de la Iglesia católica en México es la recuperación de parte del poder y el prestigio que perdió hace casi ciento cincuenta años cuando Benito Juárez, un instruido indio zapoteca que se convirtió en presidente de México, encabezó un movimiento reformista liberal. Además, la Iglesia también está molesta por las “Leyes de la Reforma”, promulgadas en ese período y consolidadas en la Constitución de 1917, porque las considera restrictivas para las operaciones de la Iglesia católica.

Al clero no le agradan varios artículos de la Constitución. Por ejemplo, el artículo 3, que mantiene a todas las religiones, incluyendo el catolicismo, fuera del sistema escolar del Estado. El artículo 5 prohíbe el establecimiento de órdenes monásticas. El artículo 27 impide a cualquier religión tener propiedades o bienes raíces, por lo que todos los templos son propiedad del Estado. El artículo 130 declara que la ley no reconoce a ningún grupo religioso, y que los ministros religiosos no disfrutan de posición especial ante la ley. Asimismo, no se les permite criticar ni en público ni en privado las leyes fundamentales de la nación.

En vista de estas restricciones, la Iglesia católica desea que se modifique la Constitución para que la Iglesia reciba más atribuciones y amplíe su esfera de acción, por lo que la visita del Papa fue un medio para intentarlo. Otras religiones observan con recelo y sin intervenir el flirteo de la Iglesia católica con el gobierno, mientras se preguntan si una mayor libertad para la Iglesia católica redundará en mayores prerrogativas para las demás confesiones. Sin embargo, en marzo de 1990, el representante del gobierno Fernando Gutiérrez Barrios puntualizó con claridad que continuaría la separación entre Iglesia y Estado, así como el respeto a todos los credos y formas de pensar.

No obstante, muchos católicos han considerado buena señal el que Carlos Salinas de Gortari, presidente de México, fuera a recibir al Papa al aeropuerto y lo invitara a su palacio. Piensan que la sola presencia del Papa así como las multitudinarias reuniones religiosas que se permitieron parecían indicar que las autoridades reconocían la necesidad de un cambio. El periódico vaticano L’Osservatore Romano comentó que la presencia del presidente de México en el aeropuerto expresó “de modo elocuente la mejora en las relaciones Iglesia-Estado en México”.

Tanto el clero como los propagandistas católicos tratan de sacar provecho de este apoyo público a la visita del Papa. El señor Alamilla Arteaga, presidente de la Comisión Episcopal para las Comunicaciones Sociales, afirmó: “Este hecho, de la visita papal, es un plebiscito nacional. Y, plebiscito nacional quiere decir una movilización espontánea masiva, multitudinaria, para apoyar un anhelo [...], anhelo de todo un pueblo, de todo un pueblo, porque ya sabemos que la comunidad católica es el grupo humano mayoritario del país”.

Evangelización y temor a las sectas

Durante su estancia en México, el Papa enfatizó el tema de la evangelización. De hecho, uno de los propósitos de su visita fue el de dar un ímpetu renovado a la Iglesia mexicana, “una sacudida en plan espiritual”, como lo expresó el delegado apostólico Girolamo Prigione. El 6 de mayo, día de su llegada, Juan Pablo II dijo en un discurso: “El Señor [...] ha querido que mi pontificado sea el de un Papa peregrino de evangelización, para recorrer los caminos del mundo llevando a todas partes el mensaje de la salvación. [...] He dirigido a todas las Iglesias que están en este ‘continente de la esperanza’ un llamado a emprender una Nueva Evangelización”.

También advirtió a sus obispos: “Tampoco tenéis que prestar menos atención al problema de los ‘nuevos grupos religiosos’, que están sembrando confusión entre los fieles [...]. Sus métodos, recursos económicos y la insistencia de su proselitismo ejercen gran atracción sobre todo en los que emigran del campo a la ciudad. Sin embargo, no podemos olvidar que muchas veces su éxito se debe a la tibieza e indiferencia de los hijos de la Iglesia que no están a la altura de la misión evangelizadora, con el débil testimonio que aportan a un vivir cristiano consecuente”.

¿Cómo trató el Papa de hacer volver a los que han abandonado la Iglesia? ¿Animándoles a estudiar la Biblia? En el discurso que pronunció en Villahermosa exhortó: “¡Volved al seno de la Iglesia, vuestra Madre! La Virgen de Guadalupe, con su ‘mirada compasiva’, ha anhelado presentaros a su Hijo”. Así que, en lugar de utilizar la atracción de la Palabra de Dios, recurrió al sentimentalismo religioso en un vano intento de recuperar a los católicos perdidos.

Como en casi todos sus viajes por el mundo, Juan Pablo II repitió su obsesión basada en la Trinidad: la veneración a María, la “Madre de Dios”. En su primer discurso dijo: “El Papa viene a postrarse ante la prodigiosa imagen de la Virgen de Guadalupe para invocar su ayuda maternal y su protección sobre el propio ministerio pontificio [...], para poner en sus manos el futuro de la evangelización en América Latina”.

Pero hay quienes se han preguntado si los mensajes del Papa tenían realmente la intención de centrarse en la evangelización. Es cierto que algunas personas se entusiasmaron con la presencia y palabras del Papa, pero otros opinaron que el cabeza de la Iglesia habló más de economía, política y derechos humanos que de la Palabra de Dios. Quizás es por esta razón que el diario El Universal del 8 de mayo de 1990 afirmaba: “Lo que personas entendidas cuestionan es si el catolicismo mexicano sacará de la segunda visita del Papa el riquísimo provecho que de ella puede prometerse” o si, como sucedió con la primera, no cambiará de manera notable el curso de la vida católica.

¿Se satisfarán las necesidades espirituales de las personas? Centenares de miles de mexicanos sinceros ya encuentran satisfacción espiritual a través de la obra evangelizadora de los testigos de Jehová. Para emplear las palabras del Papa, la gente tiene “sed de Dios” y la sacia mediante el conocimiento exacto del Dios verdadero Jehová y de su Hijo Cristo Jesús que extrae de la Biblia. Al asociarse con las más de ocho mil congregaciones de los testigos de Jehová en México, cifran su confianza, no en las falsas promesas del hombre, sino en la promesa de Dios de que la humanidad vivirá en una Tierra paradisiaca bajo la gobernación de Su Reino. (Mateo 6:9, 10; Juan 17:3; Revelación 21:1-4.)

[Fotografías en la página 15]

El presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, recibe al papa Juan Pablo II

Venta de recuerdos con el lema “Papa Juan Pablo II”

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