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¡Despertad! 1991
g91 8/4 pág. 31

Un contraste irónico

SE CALCULA que durante la década de los noventa la explosión demográfica en el mundo añadirá a nuestro planeta casi el equivalente de otra China. Esta difícil situación afecta sobre todo a las ciudades. De hecho, se calcula que en los próximos quince años, la cantidad de personas que residen en las ciudades de este planeta sobrepasará por primera vez la de sus congéneres de zonas rurales. La revista International Wildlife indica que a medida que las ciudades del mundo aumentan de tamaño hasta convertirse en megalópolis atestadas de gente, “ensucian el aire y el agua, devoran la tierra de cultivo circundante, agotan las reservas forestales para conseguir combustible y madera y generan delincuencia, enfermedades y desesperación”.

Mientras tanto, cada vez se abandonan más zonas rurales. Por ejemplo, en Estados Unidos centenares de poblaciones rurales agonizan por falta de gente. En la enorme región de las Grandes Llanuras, en la parte occidental de Estados Unidos, algunos condados tienen ahora más ciudades fantasma que ciudades habitadas. Diez condados de Dakota del Norte solo tienen 1,5 personas, o menos, por kilómetro cuadrado y 18 condados han perdido por lo menos el 50% de su población desde 1930. Según el periódico The Wall Street Journal, hay quienes han llegado a pensar que toda la región de las Grandes Llanuras está “convirtiéndose inexorablemente en las praderas de las que surgió”. ¿Por qué? Los expertos culpan a la mala administración de las tierras, al abuso del limitado suministro de agua, a la sequía y a una economía deprimida.

Por un lado, ciudades rebosantes de gente y por otro, extensas praderas salpicadas de pueblos abandonados. En ese contraste irónico radica otra prueba terrible de que el hombre no gobierna el campo mejor que la ciudad, ni a este planeta mejor que a su gente. La Biblia lo expresó de una forma muy adecuada: “No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”. (Jeremías 10:23.) Sin embargo, un gobierno competente y justo no está fuera del alcance del Creador del hombre. Él ha prometido que pronto toda la Tierra será productiva y que habitantes pacíficos la cultivarán en lugar de ser destruida por ocupantes que no saben dominar la situación. (Salmo 67:6; 72:16; Isaías 65:21-23.)

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