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  • ¿Por qué es el tema racial tan candente?

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  • ¿Por qué es el tema racial tan candente?
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¡Despertad! 1993
g93 22/8 págs. 5-8

¿Por qué es el tema racial tan candente?

DESDE los comienzos de la historia, la idea de “ellos” y “nosotros” ha dominado el pensamiento de la gente. Muchos se han convencido a sí mismos de que son las únicas personas normales que lo hacen todo bien. Esto es lo que los científicos denominan etnocentrismo, la mentalidad que considera a las personas y costumbres de nuestro propio pueblo como las únicas que cuentan.

Por ejemplo, los antiguos griegos tenían muy mala opinión de los “bárbaros”, término que aplicaban a todo aquel que no fuese griego. La palabra “bárbaro” se derivó de “bar-bar”, que indicaba lo ininteligibles que eran para los griegos las lenguas extranjeras. Ese mismo sentimiento de superioridad lo tuvieron los egipcios antes que los griegos, y los romanos, tiempo después.

Durante siglos, los chinos llamaron a su país Zhong Guo, o Reino Central, porque estaban convencidos de que China era el centro del mundo, si no del universo. Posteriormente, cuando llegaron a China los misioneros europeos —pelirrojos, de ojos verdes y tez rosada—, los chinos los llamaron “diablos extranjeros”. Del mismo modo, cuando empezaron a llegar orientales a Europa y América del Norte, sus ojos oblicuos y costumbres, consideradas extrañas, los convirtieron en blanco fácil de burlas y sospechas.

No obstante, hay un hecho significativo que merece consideración, como dice el libro The Kinds of Mankind: “Una cosa es creer en la propia superioridad [racial], y otra muy distinta, tratar de demostrarla utilizando los hallazgos de la ciencia”. Los esfuerzos por demostrar que una raza es superior a otra son relativamente nuevos. El antropólogo Ashley Montagu escribió que “el concepto de que hay razas naturales o biológicas que difieren unas de otras tanto mental como físicamente’ es una idea que no se formuló sino hasta finales del siglo XVIII”.

¿Por qué fue la superioridad racial un tema tan candente durante los siglos XVIII y XIX?

La trata de esclavos y la raza

La razón principal es que entonces se había alcanzado el cenit de la lucrativa trata de esclavos, y a centenares de miles de africanos se les estaba llevando por la fuerza a Europa y América para trabajar como esclavos. Las familias solían separarse, pues enviaban a diferentes partes del mundo a los hombres, las mujeres y los niños, y no volvían a verse jamás. ¿Cómo podían defender esos actos inhumanos los traficantes y los dueños de esclavos, la mayoría de los cuales decían ser cristianos?

Los defendían propagando la idea de que los negros africanos eran de naturaleza inferior. “Me inclino a sospechar que todos los negros, y en general todas las demás especies de hombres, son por naturaleza inferiores a los blancos”, escribió en el siglo XVIII el filósofo escocés David Hume. De hecho, afirmaba que no podían encontrarse “inventos ingeniosos entre [los negros], ni tampoco artes ni ciencias”.

Pero esas afirmaciones eran erróneas. The World Book Encyclopedia (1973) dice: “Hace siglos existieron en diversas partes de África reinos negros muy avanzados. [...] Entre los años 1200 y 1600, floreció en Tombouctou (en África occidental) una universidad negro-arábiga que alcanzó fama en España, el norte de África y Oriente Medio”. No obstante, los tratantes de esclavos enseguida aceptaban la opinión de los filósofos que, como Hume, decían que los negros eran una raza inferior a los blancos, que hasta eran seres infrahumanos.

Religión y raza

Los traficantes de esclavos recibieron bastante apoyo de los dirigentes religiosos para defender sus ideas racistas. Ya a mediados del siglo XV, los edictos de los papas católicos romanos sancionaron la subyugación y esclavitud de los “paganos” y los “infieles”, a fin de que sus “almas” pudieran ser salvadas para el “Reino de Dios”. Como habían recibido la bendición de la Iglesia, los antiguos traficantes de esclavos y los exploradores europeos no sentían remordimiento alguno por el trato brutal que daban a los nativos.

“Durante muchos decenios a partir de 1760, la esclavitud de los negros fue sancionada por clérigos y teólogos católicos, anglicanos, luteranos, presbiterianos y reformados —dice el libro Slavery and Human Progress (La esclavitud y el progreso humano)—. Ninguna iglesia ni secta moderna había procurado desanimar a sus fieles de poseer esclavos negros o siquiera de traficar con ellos.”

Aunque algunas de las iglesias hablaban de hermandad cristiana universal, también promovían enseñanzas que intensificaban la controversia racial. Por ejemplo, la Encyclopaedia Judaica dice que “los españoles reconocieron que las razas nativas que encontraron en América eran hombres dotados de alma solo después de prolongadas luchas y discusiones teológicas”.

Según ellos, con tal de que las “almas” de las personas de dichas razas nativas se “salvasen” mediante la conversión al cristianismo, no importaba el trato físico que recibieran. Y tocante a la situación de los negros, muchos guías religiosos razonaban que de todos modos habían sido maldecidos por Dios. Para probarlo se aplicaron mal algunos textos de la Biblia. Los clérigos Roberto Jamieson, A. R. Fausset y David Brown dicen en su comentario de la Biblia: “Maldito sea Canaán [Génesis 9:25]—Esta maldición se ha cumplido en la destrucción de los cananeos, la degradación de Egipto, y la esclavitud de los africanos, todos descendientes de Cam”. (Comentario exegético y explicativo de la Biblia. Tomo I: El Antiguo Testamento.)

En ningún lugar de la Biblia se enseña que Dios maldijese al antepasado de la raza negra. Lo cierto es que la raza negra descendió de Cus, no de Canaán. En el siglo XVIII, John Woolman sostuvo que utilizar esta maldición bíblica para justificar la esclavitud de los negros, privándoles de sus derechos naturales, “[era] una suposición demasiado exagerada como para que la [admitiera] cualquier persona que sinceramente [desease] regirse por principios sólidos”.

Pseudociencia y raza

La pseudociencia también apoyó con su voz la teoría de que los negros son una raza inferior. El libro Essai sur l’inégalité des races humaines (Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas), del escritor francés del siglo XIX Joseph de Gobineau, colocó el fundamento para muchas otras obras del mismo tipo. En su libro dividió a la especie humana en tres razas distintas en orden decreciente según su excelencia: blanca, amarilla y negra. Afirmó que las cualidades singulares de cada raza se llevaban en la sangre, por lo que cualquier mezcla de razas mediante matrimonios mixtos resultaría en el envilecimiento y la pérdida de las cualidades superiores.

Gobineau sostenía que en un tiempo existió una raza pura de hombres blancos, altos, rubios y de ojos azules, a los que llamó arios. Según él, fueron los arios los que introdujeron la civilización y la lengua sánscrita en la India, y también los que fundaron las antiguas civilizaciones de Grecia y Roma. Pero por causa de los matrimonios mixtos con las personas inferiores de la zona, estas civilizaciones, en un tiempo gloriosas, se perdieron, y con ellas el talento y las magníficas cualidades de la raza aria. Gobineau afirmaba que los pueblos más cercanos a los arios puros que aún quedaban se encontraban en el norte de Europa, es decir, entre los pueblos nórdicos y, por extensión, los germánicos.

Las ideas básicas de Gobineau —la división de la humanidad en tres razas, el linaje sanguíneo y la raza aria— no tenían absolutamente ningún fundamento científico, y no gozan de ningún crédito entre los científicos de la actualidad. Sin embargo, hubo quienes las hicieron suyas enseguida. Una de esas personas fue un inglés llamado Houston Stewart Chamberlain. Tanto le cautivaron las ideas de Gobineau, que fijó su residencia en Alemania y defendió que la única esperanza de conservar la pureza de la raza aria radicaba en los alemanes. Ni que decir tiene que los escritos de Chamberlain se leyeron en toda Alemania, pero las consecuencias fueron deplorables.

Las deplorables consecuencias del racismo

Adolf Hitler afirmó en su libro Mein Kampf (Mi lucha) que la raza alemana era la superraza aria que estaba destinada a gobernar el mundo. Hitler pensaba que los judíos —según él los responsables de sabotear la economía alemana— constituían un obstáculo para este glorioso destino. Por eso procuró exterminar tanto a los judíos como a otras minorías de Europa, lo que sin duda alguna ha constituido uno de los capítulos más sombríos de la historia humana. Esas fueron las desastrosas consecuencias de las ideas racistas, entre ellas las de Gobineau y Chamberlain.

No obstante, esta deplorable situación no se limitaba a Europa. Al otro lado del océano, en el llamado Nuevo Mundo, el mismo tipo de ideas sin fundamento produjeron indecible sufrimiento a generaciones enteras de personas inocentes. Aunque tras la guerra civil estadounidense los esclavos africanos finalmente obtuvieron la libertad, en muchos estados se aprobaron leyes que prohibían a los negros disfrutar de muchos de los privilegios otorgados a otros ciudadanos. ¿Por qué? Los ciudadanos blancos pensaban que la raza negra no tenía la capacidad intelectual necesaria para tomar parte en los deberes cívicos y de gobierno.

Un caso relacionado con una ley de antimestizaje ilustra lo profundamente arraigadas que estaban esas opiniones respecto a las razas. Dicha ley prohibía el matrimonio entre negros y blancos. Al condenar a una pareja que la quebrantó, un juez dijo: “El Dios Todopoderoso creó la raza blanca, la negra, la amarilla, la malaya y la roja, y las colocó en continentes separados, y si no se hubiese interferido en Sus disposiciones, no habría habido ninguna razón para tales matrimonios”.

El juez no pronunció esas palabras en el siglo XIX ni tampoco en una región remota y primitiva, las dijo en 1958 y a menos de 100 kilómetros del Capitolio de Washington (Estados Unidos). De hecho, hubo que esperar a 1967 para que el Tribunal Supremo de Estados Unidos invalidara todas las leyes contra los matrimonios entre personas de diferente raza.

Esas leyes discriminatorias, así como la segregación en las escuelas, las iglesias y otras instituciones públicas, y la discriminación en el empleo y la vivienda, han sido la causa del malestar civil, las manifestaciones de protesta y la violencia que se han convertido en realidades cotidianas tanto en Estados Unidos como en muchos otros lugares. Dejando aparte la pérdida de vidas y la destrucción de la propiedad, la angustia, el odio y los ultrajes y sufrimientos personales que han resultado del racismo son la vergüenza y la deshonra de una sociedad supuestamente civilizada.

En efecto, el racismo se ha convertido en una de las fuerzas más divisivas que aquejan a la sociedad humana. De ahí que todos debamos hacernos un autoexamen y preguntarnos: ¿Rechazo yo toda enseñanza que afirme que una raza es superior a otra? ¿He procurado librarme de cualquier posible vestigio de sentimientos de superioridad racial?

También es apropiado que nos planteemos las siguientes preguntas: ¿Qué esperanza hay de que los prejuicios y las tensiones raciales, tan comunes hoy día, sean erradicados algún día? ¿Es posible que personas de diferentes nacionalidades, idiomas y costumbres vivan juntas en paz?

[Fotografía en la página 8]

Los campos de exterminio nazis fueron una consecuencia funesta de las ideas racistas

[Reconocimiento]

Foto de U.S. National Archives

[Ilustración en la página 7]

Muchos blancos veían a los negros como seres infrahumanos

[Reconocimiento]

Reproducido de DESPOTISM—A Pictorial History of Tyranny

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