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  • Los echan de casa o se fugan
  • ¡Despertad! 1995
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¡Despertad! 1995
g95 8/2 págs. 8-9

Los echan de casa o se fugan

“ME CORTÉ el cabello, me vestí de hombre, me puse cadenas y candados alrededor del cuello, me atravesé la mejilla con un imperdible y así empecé a vivir al estilo punk.”—Tamara.

Si hubiera visto a Tamara en las calles, ¿se habría imaginado que se trataba de una adolescente solitaria y maltratada que pedía a gritos la atención y el afecto que no le había proporcionado su familia? ¿Habría pensado que era una rebelde que acabaría metiéndose en líos con la justicia y quizás se convertiría en una delincuente? Tamara revela a ¡Despertad! los espantosos sucesos que la condujeron a llevar desde los 14 años de edad una vida que nunca había deseado.

Los que son echados de casa

Tamara cuenta: “Me crié en un pueblo de montaña de Italia, en el seno de una familia que no conocía el cariño. Desgraciadamente, fui testigo de las acaloradas disputas entre mis padres, durante las cuales se intercambiaban insultos irrepetibles. Muchas veces terminaba envuelta en la pelea, y mi padre, un hombre muy cruel, me golpeaba sin piedad. Los verdugones me duraban semanas.

”Cuando tenía 14 años, mi padre me dio algo de dinero y un boleto de tren de ida hacia la ciudad más cercana, que estaba llena de peligros. Hice amistad con otros jóvenes que, como yo, no tenían a nadie que los quisiera. Muchos de nosotros nos convertimos en alcohólicos. Yo me volví arrogante, vulgar y agresiva. En muchas ocasiones no tenía nada que comer. Una tarde de invierno, mis amigos y yo quemamos los muebles para calentarnos. ¡Cuánto hubiera deseado tener una familia que se preocupara por mí, que se interesara en mis sentimientos, mis ansiedades y mis temores! Pero no tenía a nadie; me sentía terriblemente sola.”

En el mundo de hoy existen cientos de miles de “Tamaras”. En todos los continentes hay niños que han sido abandonados por padres irresponsables.

Los que se fugan

Otros jóvenes deciden irse de su casa porque “les aterra la idea de seguir viviendo allí; es muy doloroso y peligroso, así que se lanzan a la calle”. (New York State Journal of Medicine.)

Cuando Domingos tenía 9 años, su madre volvió a casarse y lo abandonó en un orfanato. Debido a las palizas que le propinaban los sacerdotes, Domingos planeó escaparse. Su madre volvió a llevarlo con ella a casa, donde su padrastro lo sometió a maltrato físico constante. La única manera de librarse de la crueldad del hogar era fugándose.

Lamentablemente, “millones de niños no pueden confiar en que los adultos de su propia casa les proporcionen un mínimo de cuidado y protección”, escribe Anuradha Vittachi en su libro Stolen Childhood—In Search of the Rights of the Child (Niños sin infancia. En busca de los derechos del menor). También escribe: “Se estima que en Estados Unidos mueren a diario tres niños por maltrato de sus padres”. En una gran cantidad de casos, un miembro de la familia abusa sexualmente de un niño en lugar de protegerlo.

Explotados y traumatizados

Domingos se vio obligado a vivir con niños de la calle que robaban y que consumían y vendían droga. La trágica realidad es que muchos de los que han huido de las malas condiciones de su casa son explotados por alcahuetes, pederastas y redes de pornografía. Hambrientos y solos, estos jóvenes aceptan la oferta de un techo bajo el cual vivir y las promesas de que un adulto “benévolo” cuidará de ellos, pero luego descubren que el precio es entregar sus cuerpos a la prostitución. Como no cuentan con experiencia laboral, muchos aprenden a subsistir en las calles de cualquier modo, ya sea seduciendo o siendo seducidos. Algunos no sobreviven. La droga, el alcohol, los asesinatos y los suicidios se cobran muchas vidas jóvenes.

Una adolescente que había sido prostituta declaró con referencia a la vida de los niños de la calle: “Se pasa mucho miedo en la calle. Lo que más me molesta es que mucha gente, al ver a los niños durmiendo en un tren o vagabundeando siempre por las calles, piensa que es porque quieren. Ahora que soy mayor, no lo veo así. Cada uno de esos niños está clamando por ayuda a su manera. Ellos no desean estar así, pero sus padres no los quieren”.

En busca de “libertad”

Otros cientos de miles de jóvenes que se fugan del hogar se han sentido atraídos a la calle por la libertad de que, según se figuran, van a disfrutar allí. Algunos buscan libertad de la pobreza; otros, de la autoridad paternal y de normas que les parecen demasiado estrictas.

Emma fue una joven que probó la supuesta libertad del control de los padres y de los principios de un hogar cristiano. Emma abandonó su casa para vivir con sus amigos y cayó presa de las drogas. Después de sufrir la violencia de las calles, expresó el deseo de regresar a su casa y dejar la droga. Pero, desgraciadamente, no cortó con las malas compañías, y una tarde de verano que estaba con sus amigos, todos ellos se inyectaron heroína. Para Emma, esta fue la última vez. Entró en coma y murió al día siguiente, sola y abandonada por sus “amigos”.

¿Mejorarán las perspectivas de los niños que sufren a manos de sus padres o de otras personas? ¿Habrá alguna vez un mundo en el que no se explote a los jóvenes? ¿Qué esperanzas hay de que la vida familiar mejore al grado que los jóvenes la aprecien y no quieran huir de casa? Encontrará las respuestas en el siguiente artículo.

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