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¡Despertad! 1998
g98 8/6 págs. 13-15

La Metamorfosis: ¿engañan las apariencias?

De nuestro corresponsal en la República Centroafricana

EL HECHICERO estaba muerto. No obstante, gran parte de la muchedumbre reunida frente a su hogar pensaba que solo se había transformado, pues en el momento de su muerte, se vio a una enorme pitón salir deslizándose por la puerta de su casa. Aunque para algunos se trató de una simple coincidencia, para otros constituyó una prueba convincente de que el hechicero se había transformado en una pitón, es decir, había sufrido una metamorfosis.

La idea de que un ser humano pueda convertirse en un animal, por voluntad propia o a la fuerza, está muy arraigada en muchos lugares de África. Con frecuencia se atribuye a los hechiceros la facultad de asumir la forma de leopardos o serpientes pitón. Así mismo, el temor a que un brujo transforme a otras personas en animales está muy extendido. En África occidental se cree que las brujas pueden enviar los espíritus de seres humanos por medio de pájaros o de otros animales para hacer daño. En África central, muchas personas no matan elefantes ni serpientes por temor de que un pariente muerto se haya transformado en una de esas criaturas.

Aunque a algunos lectores les extrañen semejantes creencias, muchos africanos sostienen que las metamorfosis están constatadas por testigos oculares. Alegan que no pueden ser casualidades los numerosos relatos de personas sensatas.

Además, es un hecho que por todo el mundo se rastrean creencias similares. En Japón, por ejemplo, existe el convencimiento de que los seres humanos pueden ser poseídos por zorros, perros y tejones. De igual modo, en las tradiciones europeas hallamos relatos de personas que de noche se transforman en hombres lobos con instintos asesinos. En otras partes del planeta hay narraciones de tigres, cerdos, cocodrilos y hasta gatos que pueden adoptar forma humana o animal a voluntad.

¿Tiene el apoyo de las Escrituras?

Algunos incluso afirman que las Escrituras respaldan la creencia en la metamorfosis sobrenatural, y citan cuatro pasajes bíblicos como prueba. En el primero, unos demonios entraron en una piara de cerdos después de que Jesús los expulsó de dos hombres (Mateo 8:28-33). En el segundo, que se encuentra en Números 22:26-35, el asna de Balaam le habló a este. En el tercero, posiblemente el más conocido, una serpiente le habló a Eva en el jardín de Edén (Génesis 3:1-5).

No obstante, un examen minucioso de estos pasajes revela que no son, en modo alguno, ejemplos de metamorfosis. Veamos el episodio de los cerdos poseídos por demonios. Las Escrituras no dicen que fueran personas a las que se había transformado en animales. Por el contrario, el pasaje indica que antes de ser poseídos, la “piara de muchos cerdos [estaba] paciendo” (Mateo 8:30). Fueron demonios de Satanás, más bien que espíritus de seres humanos, quienes entraron en los cerdos.

¿Qué puede decirse del asna de Balaam y de la serpiente de Edén? En el primer caso, la Biblia dice específicamente que “Jehová abrió la boca al asna” para que pudiera hablar (Números 22:28). No era un ser humano que hubiese sufrido una metamorfosis. Y en cuanto a la serpiente de Edén, las Escrituras revelan que el malvado espíritu llamado Satanás el Diablo es “la serpiente original” (Revelación [Apocalipsis] 12:9). Fue Satanás el que habló por medio de la serpiente y “sedujo a Eva por su astucia” (2 Corintios 11:3). En efecto, tanto el asna de Balaam como la serpiente fueron animales: antes de hablar, mientras hablaron y después de hacerlo.

El cuarto episodio, al que se alude con frecuencia, tuvo que ver con Nabucodonosor, el altivo rey de Babilonia. La Biblia dice que Dios lo humilló. “Su corazón mismo fue hecho como el de una bestia, y con los asnos salvajes su morada fue. Vegetación le daban a comer tal como a toros, y con el rocío de los cielos su propio cuerpo llegó a ser mojado, hasta que supo que el Dios Altísimo es Gobernante en el reino de la humanidad.” (Daniel 5:21.) Nabucodonosor tuvo la apariencia y el comportamiento de una bestia durante los siete años que duró su locura. Según Daniel 4:33, “su cabello mismo le creció largo como plumas de águilas, y sus uñas como garras de pájaros”. Sin embargo, al rey nunca le salieron plumas ni garras en realidad. Siguió siendo un ser humano.

La noción de una metamorfosis sobrenatural es diametralmente opuesta a las enseñanzas de las Escrituras. De una parte, estas muestran que el hombre no tiene un alma separada que pueda morar en un animal. Más bien, el hombre mismo es un “alma viviente” (Génesis 2:7). Asimismo, la metamorfosis va en contra del orden natural que Jehová Dios estableció cuando hizo que los animales se reprodujeran “según su género” (Génesis 1:24, 25). Debido a los límites genéticos que Dios ha fijado, no es posible que animales de diferentes géneros ni de clasificaciones más amplias se emparejen y se reproduzcan. Existe un abismo aún mayor entre los animales y el hombre, quien fue creado ‘a la imagen de Dios’ (Génesis 1:26). De seguro, Dios no burlaría sus propias leyes otorgando a las personas la facultad de transformarse en animales irracionales.

Es verdad que en la naturaleza se observan metamorfosis. Las orugas se vuelven mariposas, y los renacuajos se convierten en ranas. Sin embargo, al observar con detenimiento estos ejemplos de metamorfosis, vemos que no conllevan un cambio de un “género” a otro, sino que simplemente son etapas de desarrollo dentro del mismo “género”. Una vez alcanzan el estado adulto, estos animales se reproducen “según su género”.

Las apariencias engañan

¿Cómo podemos, entonces, explicar que haya personas que afirmen haber sido testigos oculares de metamorfosis sobrenaturales? Está claro que solo se trata de otro ejemplo de “la operación de Satanás con toda obra poderosa y señales y portentos presagiosos mentirosos, y con todo engaño injusto para los que están pereciendo” (2 Tesalonicenses 2:9, 10).

Como todos los bravucones, los demonios desean que la gente les crea más poderosos de lo que en realidad son. Efectúan convincentes “señales”, que no son más que trucos de ladrones y estafadores.

Nos vienen a la memoria los tramposos jugadores de cartas que frecuentan muchos mercados africanos. Con todo descaro inducen a algunas amas de casa a perder en juegos de naipes amañados el dinero ganado con el sudor de su frente. Enseñan tres cartas —dos rojas y una negra— a una mujer, y le dicen que puede duplicar su dinero con solo escoger la carta negra. Ella vacila en jugar, hasta que ve a otra persona ganar en ese sencillo juego. Poco se imagina que el supuesto ganador forma parte de la farsa. La mujer hace su apuesta y sigue a la carta negra con la vista mientras los naipes se ponen boca abajo y se mezclan. Pero con vergüenza y espanto descubre que la carta que ha elegido es roja. Ha gastado el dinero de la comida de su familia, víctima de su propia avaricia y de la prestidigitación de un embaucador hábil. Ha aprendido demasiado tarde que las apariencias engañan.

De manera parecida, Satanás y sus demonios disfrutan de embaucar a la gente con la idea de que los seres humanos pueden convertirse en animales. Satanás es un maestro del embuste. Al fin y al cabo, él fue quien pronunció la primera mentira, cuando dijo a Eva: “Positivamente no morirán [...] y tendrán que ser como Dios” (Génesis 3:4, 5). Esta mentira ha generado diversas enseñanzas —como la inmortalidad del alma, el infierno de fuego y la metamorfosis— que mantienen atemorizadas a las personas, de modo que hay africanos que pagan precios exorbitantes por “vacunarse”, pensando que así se protegen de que alguien los convierta en un animal. En realidad, están esclavizados a las “enseñanzas de demonios” que les impiden hacer la voluntad de Dios (1 Timoteo 4:1; Santiago 4:7).

La auténtica transformación

Es posible que usted haya creído siempre en la metamorfosis, y que hasta la haya temido. Si así es, preste atención a las palabras de la Biblia que se hallan en Romanos 12:2. El texto original usa una forma de la palabra griega me·ta·mor·fó·o. Leemos: “Transfórmense [me·ta·mor·fóu·sthe] rehaciendo su mente”. La frase se refiere a una metamorfosis realizable, a un cambio completo de la personalidad.

Quienes desean agradar a Dios deben efectuar ese cambio, pues las Escrituras instan: “Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse de la nueva personalidad, que mediante conocimiento exacto va haciéndose nueva según la imagen de Aquel que la ha creado” (Colosenses 3:9, 10).

¿Cómo puede transformarse usted? Obteniendo conocimiento exacto de la Biblia. Tal conocimiento le conducirá a abandonar ideas y nociones arraigadas. Pero, como dijo Jesús, ‘conocerá la verdad, y la verdad lo libertará’ (Juan 8:32). Sí, usted puede liberarse de las falsedades y temores de la metamorfosis.

[Ilustración de la página 15]

A veces las apariencias engañan

[Reconocimiento de la página 13]

Chamán: cortesía de Africana Museum (Johannesburgo)

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