30 LA VIUDA DE SAREPTA
Fue valiente en medio de la desesperación
“¿HAY alguien que se interese por mí? ¿Nadie se da cuenta de mi situación?”. Quizá eso es lo que se preguntaba la protagonista de esta historia: una viuda que tenía un hijo jovencito. En Israel daban cierta protección a las viudas y los huérfanos de padre, y así se les mostraba consideración. Pero ella no era israelita. Vivía en Sarepta, una ciudad de Sidón. Parece que el rey de Sidón, Etbaal, había sido sacerdote de la diosa Astoret. Y la adoración a esta diosa promovía prácticas muy malas. Así que, en una tierra llena de violencia, donde la gente luchaba por sobrevivir a causa del hambre y la sequía, ¿cómo podía esperar una pobre viuda que alguien le mostrara compasión?
Esta mujer hacía todo lo posible por conseguir algo de comida para que ella y su hijo pudieran vivir un poco más. Pero la situación se fue poniendo cada vez peor y parecía que se acercaban a su fin.
Ahora bien, para Jehová, ella era especial y muy valiosa. Unos mil años después, Jesús dio a entender que Jehová vio algo diferente en esta mujer. Y es que ella no era como los israelitas infieles. Parece que de alguna manera había escuchado acerca de Jehová, el Dios de Israel. Quizá le gustó la manera en que él trataba a su pueblo. Ella creía en él. ¿Pero cómo la ayudaría Jehová si vivía en un lugar pagano? Pues él le envió un regalo especial.
Jehová le pidió a su profeta Elías que viajara al norte para encontrar a esta viuda y le dijo que se quedara allí durante la sequía. Cuando el profeta llegó a Sarepta, vio a una mujer que estaba recogiendo leña para hacer un fuego. Entonces le pidió amablemente algo muy sencillito. Le dijo: “Por favor, tráeme un vasito de agua para beber”. ¿Y qué hizo ella? El relato dice que “fue a buscárselo”, ¡y eso que nunca antes había visto a Elías! Quizás se dio cuenta de que él era un siervo de Dios por su tono de voz, por su amabilidad o por su ropa, que lo distinguía como profeta. Al mismo tiempo, Elías quizás se preguntó si esta era la viuda que Jehová le había dicho que visitara. Así que le pidió otro favor: que le diera un poco de pan.
Entonces la viuda le explicó claramente su situación. Para empezar, usó la expresión “tan cierto como que vive Jehová tu Dios”, y así demostró que confiaba en el Dios verdadero, “el Dios vivo” (Jer. 10:10). Luego le dijo que no tenía pan; solo tenía un puñado de harina en un jarro grande y un poquito de aceite en un jarro pequeño. Y ahora estaba a punto de encender un fuego para preparar algo de comer para ella y su hijo. Al final, le dijo a Elías abiertamente: “Será nuestra última comida y después nos moriremos”.
Aunque la viuda y su hijo se estaban muriendo de hambre, ella le dio al profeta de Jehová lo único que tenían para comer
A continuación, Elías le dijo algo que quizás ella no se esperaba: “No tengas miedo”. ¿Pero cómo no iba a tener miedo? ¡Estaba a punto de ver a su hijo morirse de hambre! Aun así, ella siguió escuchando a Elías, y el profeta entonces le comunicó lo que Jehová haría por ella. Si esta mujer le preparaba primero un pan pequeño, Jehová la recompensaría. Dios se encargaría de que la harina y el aceite de los jarros no se acabaran hasta el final de la sequía.
Esta era una auténtica prueba de fe para la viuda. ¿Renunciaría a lo último que le quedaba de comer para dárselo al profeta de Jehová? Seguramente sabía que Jehová había hecho cosas mucho más impresionantes por su pueblo que alimentar a una simple viuda y a su hijo. Pero ¿tendría el valor necesario para obedecer? El relato explica que “hizo lo que Elías le dijo”.
Jehová recompensó generosamente a esta mujer. De forma milagrosa, él hizo que hubiera suficiente harina y aceite en los jarros para alimentar a Elías y a la familia de ella hasta que acabó la sequía. Pero Jehová hizo algo todavía más sorprendente por ella. Resulta que de repente su hijo se enfermó y, desgraciadamente, perdió la vida. Entonces Jehová se valió de Elías para resucitarlo. Esta es la primera resurrección que menciona la Biblia. De seguro este milagro le ayudó a la viuda a ser aún más valiente. Y desde entonces millones de personas han cobrado valor gracias a este milagro y al ejemplo de esta mujer.
Lea el relato bíblico
¿Qué diría?
¿De qué maneras demostró valor la viuda de Sarepta?
Investigue un poco más
1. ¿Cómo era la religión de Sidón —la ciudad principal de Fenicia—, y cómo influyó en los israelitas? (it “Sidón, sidonios” párr. 6). A
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Imagen A: Figura de Astoret, que data de alrededor del año 1500 a. e. c.
2. ¿Qué parentesco había entre Etbaal y el rey Acab de Israel? (it “Etbaal”).
3. Los fenicios adoraban a la diosa Astoret (Astarté). ¿Qué costumbres relacionadas con la religión de ellos existen todavía? (g93 22/11 12, 13).
4. Cuando el hijo de la viuda murió, ella le preguntó a Elías: “¿Has venido para recordarme mi culpa y para matar a mi hijo?”. ¿Por qué pudo haberle dicho eso? (1 Rey. 17:18; w14 15/2 15 párrs. 4, 5). B
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Piense en las lecciones
Jehová se fijó en la viuda aunque vivía en una ciudad donde se adoraba a Baal. ¿Qué nos enseña esto sobre Jehová y sobre cómo debemos ver a las personas del territorio? (Hech. 10:35).
¿Qué pueden aprender de la fe y el valor que demostró la viuda de Sarepta los cristianos que tienen problemas económicos? C
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¿De qué otras maneras puede usted copiar el ejemplo de valor de la viuda de Sarepta?
Vea el cuadro completo
¿Qué me enseña este relato sobre Jehová?
¿Cómo se relaciona este relato con el propósito de Jehová y el tema principal de la Biblia?
¿Qué me gustaría preguntarle a la viuda de Sarepta cuando resucite?
Para saber más
Para la viuda de Sarepta fue más importante la aprobación de Jehová que las cosas materiales. ¿Cómo podemos imitarla?
“La aprobación de Dios nos conduce a la vida eterna” (w11 15/2 13-17)
¿Cómo sabemos que Jehová se fija hasta en las cosas más pequeñas que demuestran nuestra fe?