ACAZ
(“Él [es decir, Jehová] Ha Asido”).
Hijo del rey Jotán de Judá. Comenzó a reinar a la edad de veinte años y su gobernación duró dieciséis años, hasta 745 a. E.C. (2 Rey. 16:2; 2 Cró. 28:1.) Puesto que Ezequías, el hijo de Acaz, tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, Acaz debió engendrarlo con menos de doce años. No obstante, en 2 Crónicas 28:1, tanto un manuscrito hebreo como la Versión de los Setenta y la Versión Siríaca Peshitta dicen que la edad de Acaz cuando comenzó a reinar era de “veinticinco años” y no veinte. Cualquiera que haya sido su edad exacta, Acaz murió relativamente joven, dejando un registro de constante delincuencia.
A pesar de que Isaías, Oseas y Miqueas profetizaron activamente durante el tiempo de Acaz, su reinado estuvo marcado por la idolatría crasa. No solamente permitió que existiera entre sus súbditos sino que él personalmente y de manera regular participó en hacer sacrificios paganos, hasta el punto de ofrecer a su(s) propio(s) hijo(s) quemándolo(s) en el valle de Hinón. (2 Rey. 16:3, 4; 2 Cró. 28:3, 4.) Debido a esta entrega a la adoración falsa, el gobierno de Acaz estuvo plagado de muchísimas dificultades. Siria y el reino septentrional de Israel se unieron para atacar a Judá desde el norte, los edomitas aprovecharon la oportunidad para atacar desde el SE. y los filisteos invadieron desde el oeste. El valioso puerto de Elat, en el golfo de Aqaba, se perdió. Zicrí, poderoso efraimita, mató a un hijo del rey y a dos de los hombres principales de Acaz en una incursión del reino septentrional que resultó en la matanza de 120.000 hombres de Judá y en que alrededor de 200.000 judaítas fueran llevados cautivos. Fue solo gracias a la intervención del profeta Oded, con el apoyo de algunos hombres principales de Efraín, que fue posible que estos cautivos fueran liberados y regresaran a Judá. (2 Cró. 28:5-15, 17-19; 2 Rey. 16:5, 6; Isa. 7:1.)
El ‘corazón tembloroso’ de Acaz debió haberse fortalecido ante el mensaje que el profeta Isaías recibió de Dios en el que se le aseguraba que Jehová no permitiría que las fuerzas siroisraelitas destruyeran Judá y pusieran sobre el trono a un hombre que no fuera de la línea davídica. Aunque se le invitó a solicitar una señal de Dios, el idólatra Acaz replicó: “No pediré, ni someteré a Jehová a prueba”. (Isa. 7:2-12.) De todos modos se predijo que, como señal, una doncella daría a luz un hijo al que se le llamaría Emmanuel (“Con Nosotros Está Dios”) y que, antes de que el niño creciera, el rey de Asiria eliminaría la amenaza de Judá. (Isa. 7:13-17; 8:5-8.)
Con relación a los “sesenta y cinco años” de Isaías 7:8, cuando según este profeta Efraín sería “hecho añicos”, el Comentario exegético y explicativo de la Biblia, de Jamieson, Fausset y Brown, dice (pág. 560): “Unos dos años después de esta fecha tuvo lugar una deportación de israelitas bajo Tiglat-pileser (2 Reyes 15:29). Unos veinte años más tarde, se efectuó otra por Salmanasar (2 Reyes 17:1-6), cuando reinaba Oseas. Pero la última, que ‘cortó’ enteramente a Israel, al punto de ‘no ser ya pueblo’, y que seguida de la colonización de Samaria por extranjeros, tuvo lugar bajo Esar-hadón, quien se llevó también a Manasés, rey de Judá, el año vigésimo segundo de su reinado, sesenta y cinco años después de haberse proferido esta profecía (Cf. Esdras 4:2, 3, 10, con 2 Reyes 17:24; 2 Crónicas 33:11)”.
SU VASALLAJE A ASIRIA Y SU MUERTE
No obstante, en lugar de cifrar su fe en Jehová y temiendo la conspiración, Acaz, con falta de perspicacia, sobornó a Tiglat-piléser III de Asiria para que acudiera en su ayuda. El alivio temporal que pudo suponer para Acaz la ayuda del ambicioso rey de Asiria al aplastar a Siria e Israel finalmente “le causó angustia, y no lo fortaleció” (2 Cró. 28:20), pues Acaz ahora había traído sobre Judá el pesado yugo asirio. Como rey vasallo, al parecer Acaz fue llamado a Damasco para rendir homenaje a Tiglat-piléser, y mientras estuvo allí, debió impresionarle el altar pagano de la ciudad, pues copió su diseño e hizo que el sacerdote Uriya construyera uno igual para colocarlo delante del templo de Jerusalén. Entonces Acaz se tomó la libertad de ofrecer sacrificios sobre este “gran altar”. El altar original de cobre fue retirado hasta que el rey decidiera el uso que debería dársele. (2 Rey. 16:10-16.) Mientras tanto quitó gran parte de los utensilios de cobre del templo y cambió otras cosas del recinto del templo, todo “por causa del rey de Asiria”, quizá para pagar el pesado tributo impuesto sobre Judá o posiblemente para esconder parte de la riqueza del templo de los ambiciosos ojos asirios. Las puertas del templo se cerraron y Acaz “hizo altares para sí en todo rincón de Jerusalén”. (2 Rey. 16:17, 18; 2 Cró. 28:23-25.)
Después de dieciséis años de mala gobernación y de crasa apostasía, Acaz murió y, a pesar de haber sido enterrado como sus antepasados “en la Ciudad de David” (2 Rey. 16:20), su cuerpo no fue colocado en las sepulturas de los reyes. (2 Cró. 28:27.) De todos modos, su nombre se incluye en las genealogías reales. (1 Cró. 3:13; Mat. 1:9.)
El nombre de Acaz aparece en una inscripción de Tiglat-piléser III como ia-ú-ha-zi, grafía que corresponde a la forma completa del nombre hebreo Jehoacaz (“Jah Ha Asido”).
[Ilustración de la página 30]
Sello con la inscripción: “Perteneciente a Ushna, siervo de Acaz”