Los siervos de Dios son diferentes
NO ES secreto. Desde el principio de la historia del hombre, desde el tiempo de Abel, hijo de Adán, a través de los siglos, los que han adorado y servido a jehová Dios han sido un pueblo separado, extraordinario y característico, diferente de todos los demás pueblos sobre la faz de la tierra. La historia registrada lo demuestra. Hechos modernos bien conocidos lo certifican. Las personas informadas lo admiten. El hombre Abel se halla a la cabeza de la larga lista de los fieles siervos de Dios. “Por fe Abel ofreció a Dios un sacrificio de mayor valor que Caín, por cual fe se le dió testimonio de que era justo.” (Heb. 11:4, NM) Debido a que fué justo y puro en su adoración Abel fué martirizado. Mártir significa “testigo,” por lo tanto Abel fué el primer testigo de Jehová. Enoc, el padre de Matusalén, fué diferente a los demás de su generación y no tuvo miedo de hablar claro y dar testimonio concerniente a los juicios de Jehová en contra de los pecadores impíos de quienes se componía la muchedumbre popular de su día.—Gén. 5:22-24; Heb. 11:5, 6; Judas 14, 15.
Noé fué otra persona de ese mundo antediluviano quien fué diferente a los demás porque “andaba con Dios.” Él no sólo tuvo fe, sino que apoyó su fe con obras. Obedientemente trabajó e hizo lo que a los mofadores de su día pareció ser una empresa fantástica y extravagante llevada a cabo por un loco. Allí estuvo, en terreno elevado, a millas del mar, construyendo un barco colosal en el cual iba a refugiarse de algo que nadie había visto hasta entonces—¡lluvia! A medida que Noé construía también predicaba arrepentimiento, urgiendo a sus prójimos a buscar el favor de Dios mientras todavía había oportunidad. Cosa extraña, ¡sólo otros siete de toda aquella multitud le creyeron! Pero toda la risa y escarnio y sin duda persecución violenta de los tiranos y matasietes (Nefilim u hombres poderosos, Gén. 6:4) fracasaron en desviar a Noé de la obra asignada divinamente. Nosotros estamos muy agradecidos, también, de que Noé fuera diferente a los insensatos, simples e ignorantes de su tiempo, porque si él hubiera sido semejante a ellos no estaríamos aquí hoy.—Gén. 6:5-22; Mat. 24:37-39; Heb. 11:7; 2 Ped. 2:5.
Igual que el Abel de la antigüedad, los modernos testigos de Jehová, poseyendo fe análoga, ofrecen a Dios un sacrificio aceptable, ‘el fruto de los labios,’ aunque son martirizados por los que pretenden ser sus hermanos. (Heb. 13:15) Igual que Enoc, estos testigos modernos impávidamente amonestan a esta generación impúdica acerca de la ira furiosa de Jehová contra ella. Jesús dijo que las condiciones hoy serían exactamente como las que existieron en el tiempo de Noé, y que antes del fin consumado de este presente mundo malo se proclamaría un mensaje semejante de amonestación en toda la tierra habitada como testimonio. Por lo tanto no sorprende saber que los testigos de Jehová, igual que Noé, estén trabajando vigorosamente en predicar y construir, aunque se ríen de ellos y los ridiculizan y persiguen los encumbrados y poderosos gobernantes matasietes de la tierra.—Mat. 24:3, 4, 14, 37-39; 2 Ped. 3:3-13.
DIFERENTES TAMBIÉN DEL MUNDO PRESENTE
Igual que los siervos del Altísimo Dios que vivieron antes del Diluvio fueron los de después del Diluvio-hombres y mujeres enteramente diferentes a los otros en fe e integridad y devoción a la justicia. Tiene que haberles parecido extraño a los caldeos edificadores de comunidades el que hombres como Abrahán y Lot abandonaran la seguridad y prosperidad proporcionada por su ciudad de Ur, y salieran a una tierra desierta y desconocida en obediencia al mandato de Dios. (Gén. 12:1-5) Pero ellos estaban ‘esperando la ciudad [el gobierno teocrático] que tiene fundamentos verdaderos y cuyo edificador y creador es Dios.’ Ellos vieron estas preciosas promesas “desde lejos y las saludaron y declararon públicamente que eran extranjeros y residentes temporarios en la tierra.” (Heb. 11:8-14, NM) ¡Cuán diferente fué Lot a los sodomitas enloquecidos por el sexo y locos de placer!—2 Ped. 2:6-8, NM.
En paralelo, los siervos de Jehová hoy siempre se esfuerzan por ser gente limpia, recta y decente. En vez de acompañar ellos a este viejo mundo interesado en el sexo y enloquecido de placer, apoyando sus planes e ideas, y trabajando y edificando su torre de Babel, la estructura confusa de las Naciones Unidas, estas personas de Dios se mantienen separadas del mundo corno “extranjeros y transeúntes,” viviendo en una base temporaria como los recabitas. Jonadab fué uno de ellos. (Heb. 11:13; Jer. 35:5-19) Por lo tanto no dan apoyo a la política, comercio y religión organizada de este mundo.—Isa. 52:11; 2 Cor. 6:14-18; Sant. 4:4; Apo. 18:2-5.
SIERVOS OPUESTOS POR ESTADO
Jeremías fué ordenado como profeta de Jehová y fué enviado a entregar un mensaje impopular a un pueblo rebelde. ¿Qué iba a hacer? ¿Rehusar hablar porque algunos se ofendían? ¿Aflojar, contemporizar, o cesar y unirse a los demás como un “buen tipo”? El hacerlo así hubiera significado su propia destrucción junto con todos los demás. Jeremías fué siervo fiel de Dios. Tenía un mensaje vital de amonestación que recibió de Dios y cualquiera que lo escuchara escaparía de la destrucción. Era para el propio bien de la gente, y tenía que declararse aunque reyes, príncipes, sacerdotes y la gente se opusieran, así que Jeremías lo declaró.—Jer. 1:4-19.
Como consecuencia, Jeremías se topó con la peor clase de intolerancia y fanatismo y persecución religiosos. El clero y los políticos fueron aguijoneados por las ardientes denunciaciones de Dios y por eso excitaron al populacho a formar chusmas que trataron de matar al profeta de Dios. Fué arrestado y arrastrado al tribunal, acusado falsamente de ser un debilitador de la moral, de estar contra el esfuerzo bélico, de ser sedicioso, y por lo tanto fué considerado digno de muerte. Sin embargo, este profeta del Señor no era sedicioso o anarquista, y por eso aunque lo arrojaron a la cárcel y al fango en una cisterna, continuó dando la amonestación. (Jer. 23:1-40; 25:34-36; 26:1-24; 32:2-6, 26-44; 38:1-6) Vez tras vez, al leer este relato, uno se impresiona fuertemente por la gran semejanza que hay entre la obra hecha por Jeremías y el trato que han recibido y la obra que han llevado a cabo los testigos de Jehová hoy bajo condiciones semejantes.
Otras razones por las que los testigos de Jehová siguen amonestando a la cristiandad, aunque ella rehusa prestar atención, se encuentran en los mandamientos del Señor a Ezequiel, contemporáneo de Jeremías, quien dió testimonio a los cautivos en Babilonia. Ezequiel se enfrentó a muchísimos rebeldes tercos, testarudos e insensibles, pero el Señor le dijo que si no continuaba amonestándolos la sangre de ellos recaería sobre él. Ezequiel obedeció. Igualmente hacen los testigos de Jehová.—Eze. 2:3-7; 3:4-11, 16-21; 33:1-20.
Luego tenemos el caso de Daniel. Debido a que fué honrado y leal a su puesto de confianza como primer ministro del vasto imperio medopersa, los enemigos de Daniel trataron de deshacerse de él por medio de agravio en forma de ley. Cuando Daniel continuó adorando a Jehová en violación de la ley inicua, fué arrestado y acusado falsamente de sedición, y fué arrojado en un foso como alimento para los leones. Cosa feliz fué para él, sin embargo, que adoraba al único Dios vivo y verdadero, porque sólo Él puede librar a Sus siervos de un foso de leones. (Dan. 6:1-28) En otra ocasión, cuando los fieles siervos de Jehová, Sadrac, Mesac y Abednego, rehusaron inclinarse en saludo a la imagen dorada de Nabucodonosor en violación a la ley suprema de Jehová, fueron arrojados en un horno rugiente, sólo para ser librados vivos y sanos y salvos por el ángel del Señor. Pero los mismos que los arrojaron en el fuego fueron consumidos. (Dan. 3:1-30) ¡Que los superpatriotas modernos quienes tratan de obligar a los fieles siervos de Jehová Dios a participar en su idolatría flameadora de banderas tomen advertencia de esto!
Este mismo punto en cuestión surgió durante el reinado de Asuero cuando un hombre inicuo de nombre Hamán trató de destruir a todos los que servían y adoraban a Jehová. Sin embargo, Dios cambió los papeles y el cuerpo sin vida de Hamán colgó de la horca de 75 pies de altura que él había construído para el siervo de Dios, Mardoqueo.—Vea Ester.
EL EJEMPLO MÁS NOBLE
Cristo Jesús, el más grande Maestro y Predicador que jamás anduvo en esta tierra, echó a un lado los métodos ortodoxos de los escribas y fariseos y anduvo de casa en casa, de aldea en aldea, repetidamente sobre el mismo territorio, proclamando que el reino de Jehová es la única esperanza del mundo. Él no hizo caso de líneas convencionales ni de las costumbres, prácticas, teorías y tabús tradicionales de aquellos tiempos. “Jamás ha hablado otro hombre como éste.” (Juan 7:46, NM) Una plaza de mercado abierta, la falda de una montaña o una playa eran tan adecuados para él como el templo, con tal que hubiera gente que escuchara. A veces dió instrucción de las Escrituras a la hora de comer en hogares particulares.
El decir la verdad fué el negocio de Jesús aunque ésta ponía al descubierto las mentiras de la tradición. Él no participó en la política, porque su reino no es de este mundo, no obstante pagó sus impuestos e instó a otros a que igualmente devolvieran a César lo que pertenecía al estado, no olvidando, por supuesto, dar a Jehová Dios lo que legítimamente se le debe a Él. Debido a que siguió este proceder justo Jesús fué perseguido y finalmente muerto en un madero de tormento para satisfacción de las pasiones desordenadas de los clérigos a quienes él denunció como una cuadrilla de hipócritas.—Juan 18:37; Mat. 17:24-27; 22:15-21; 15:1-9; 23:1-39; Juan 19:6, 15.
En todo esto Cristo dejó un ejemplo brillante para que lo siguieran los testigos cristianos de Jehová desde entonces, y ¡alabanza sea dada a Dios que ellos lo han hecho así! Y aunque son perseguidos por causa de la justicia ellos aguantan todo por amor a Dios y al prójimo.