Dando el primer lugar en la vida a la Palabra de Dios
“¿CÓMO mantendrá el joven la limpieza de sus caminos? Guardando tus palabras. Me deleitaré en tus estatutos, no me olvidaré de tu palabra.” (Sal. 119:9, 16, NC) Para dar el primer lugar en la vida a la Palabra de Dios, tenemos que ponerla por encima de la palabra de toda otra persona, por encima de las filosofías humanas, tradiciones religiosas ideadas por los hombres y los mandamientos de hombres que son contrarios a la voluntad de Dios.a Sólo así podremos experimentar para nosotros mismos el propósito que Dios tuvo al darnos Su Palabra, el cual es que nos afecte poderosamente para el bien, que nos ayude a cumplir nuestros votos de dedicación.
Algunos lo hallan difícil determinar cuál es la voluntad de Dios para ellos en ciertos casos específicos. ¿Por qué? Porque la Palabra de Dios no fué escrita específicamente para cada persona individual. Por lo general la dificultad yace en el hecho de que aunque la Palabra de Dios indica claramente cuál manera de proceder es la mejor, la persona desea proceder de otra manera debido a alguna razón egoísta. De modo que busca alguna indicación sobrenatural, como si Dios le fuera a indicar directamente o por conducto de un ángel lo que él ha de hacer.
Es verdad que en tiempos pasados Dios dió indicaciones especiales a algunos de sus siervos para hacerlos conocer cuál era su voluntad en ciertos casos, pero no lo hizo por el bien de ese individuo sino por el bien de todo su pueblo en conjunto, y para adelantar la verdadera adoración en la tierra. En asuntos que eran estrictamente individuales o personales era preciso que ellos hicieran sus propias decisiones. Tampoco podemos esperar que otros asuman la responsabilidad y nos digan lo que debemos hacer, de modo que podamos culparlos si su consejo no da buenos resultados. No, la Palabra de Dios fija los principios y le toca a cada persona aplicarlos a sus propios asuntos, haciendo lo mejor que pueda y llevando su propia responsabilidad.—Gál. 6:5, NM.
Sin embargo, al acudir a la Palabra de Dios para enterarnos de su voluntad en los diferentes asuntos, no podemos esperar que si sólo hacemos un estudio particular podremos entender todo lo que ésta enseña. No importa cuánto estudiaron, los siervos de Dios no pudieron entender el sagrado secreto de la gloria celestial para los cristianos hasta que Dios lo reveló por conducto de su espíritu santo. Su espíritu arroja luz sobre su Palabra.—1 Cor. 2:7-14.
Si hemos de ser correctamente dirigidos por la Palabra de Dios también necesitamos la ayuda de su organización teocrática, porque fué principalmente por su bien que Dios nos dió su Palabra, y su espíritu santo no funciona independientemente de su organización, asimismo como no lo hizo en los días de Jesús y sus apóstoles. Si cada uno de nosotros determináramos individualmente lo que se había de enseñar y la manera y lugar de predicar, ¡qué confusión resultaría! Pero se nos dice: “Dios es Dios, no del desorden, sino de la paz.”—1 Cor. 14:33, 40, NM.
Y al planear nuestra manera de proceder individual en armonía con los principios fijados en la Palabra de Dios, y de acuerdo con Su espíritu y con las instrucciones de la organización teocrática, a todo tiempo confiaremos en que Dios nos bendecirá, apreciando que sólo “si Jehová quiere” podemos hacer esto o lo otro. Y, si tenemos éxito en nuestros esfuerzos, le daremos las gracias a Dios, apreciando que toda cosa buena proviene de él. ¿Y si nos encontramos con obstáculos? Entonces, aunque no dejaremos que éstos nos desanimen, estudiaremos el asunto para determinar hasta dónde Satanás es responsable y hasta qué grado la culpa es nuestra.—1 Tes. 2:17, 18; Sant. 1:17; 4:13-17, NM.
Al dar el primer lugar en la vida a la Palabra de Dios, mantendremos limpio nuestro camino y éste nos conducirá a la vida eterna en el nuevo mundo.
[Nota]
a Para una consideración más detallada de este tema, consulte La Atalaya del 1 de noviembre de 1951.