¿Qué es este espíritu de la Navidad?
¿QUÉ es lo que los hombres llaman “el hermoso espíritu de la Navidad”? ¿Será una tienda mixta atestada de gente y cargada de emoción, llena de excitación, repleta de artificios y luciendo inflados precios “rebajados”? ¿Será la conmoción electrizante de multitudes que undulan a través de las calles, el frenesí con que muchos suben a autobuses atestados, la prisa por apretujarse en atestados trenes subterráneos o los bocinazos de automóviles que se enredan en apiñaduras de tránsito que no terminan nunca? ¿Será mujeres de apariencia macilenta con los brazos llenos de paquetes de alegres envolturas? ¿O será el marido resignado que condesciende pero desearía que no fuese así?
¿Qué es este espíritu de la Navidad? ¿Será el carillón de San Pedro y San Pablo, llenando el gris aire matutino con los eternos campaneos de la tradición? ¿Será los conciertos corales y música de órgano? ¿O será el ruido de mil tocadiscos automáticos en lugares públicos resonando los sentimientos cínicos de canciones populares sobre Santa Claus?
¿Qué es este espíritu de la Navidad? ¿Será la marcha de los músicos del Ejército de Salvación de una esquina a otra haciendo recordar a los transeúntes que hay más bienaventuranza en dar? ¿Será un hombre sin piernas en la acera helada frente al Hotel Ritz vendiendo lápices y deseándoles una “feliz Navidad” a posibles clientes cuando bajan de sus limosinas largas y lustrosas? ¿Será la guirnalda que está en la entrada de una posada en un barrio bajo, con un letrero que dice: “No se robe ésta, por favor”?
¿Es esto el espíritu de la Navidad? ¿Una agotada ascensorista de la gran tienda de modas elegantes anhelando una generosa gratificación que ella nunca recibirá? ¿Un enorme anillo de brillantes o un collar de perlas que Isabel acaricia con fría codicia lujuriosa? ¿Una corbata chillona que papá nunca se pondrá?
¿Qué es este espíritu de la Navidad? ¿Será unas vacaciones de una semana, un respiro lejos del trabajo, una escapada de la escuela, un hálito de aire del campo, un momento con la familia, una palabra con amigos, un retiro a la soledad queda? ¿Será una mesa cubierta de dulces y nueces, pan de jengibre y pastel relleno de picadillo de carne, fruta y especias, un lechón asado o pollo frito? ¿Será un grupo reunido para beber cocteles con música estruendosa, el hacer una gran cantidad de rompopo para huéspedes no invitados, o el ponerse “bien borracho” o actuar con licencia o querrá decir ser “buena gente”?
¿Qué es este espíritu de la Navidad? ¿Será el niño que mantiene la vista clavada en un tren eléctrico que gira en círculos locos, o la hermanita que acaricia su muñequita que dice “mamá”? ¿Será la búsqueda afiebrada del regalo apropiado que no puede hallarse, el anhelo aumentante en los ojos de los de tierna edad que quieren juguetes pero que no pueden leer lo que dicen las etiquetas de precios? ¿Es la cadena infinita de tarjetas de la Navidad que revolotean a través del escritorio en camino al cesto para papeles y desechos? ¿Será el árbol de Navidad cubierto de nieve artificial y cargado de ampollas de colores que cuentan de dioses estelares paganos? ¿Será las velas que alejan a los espíritus malos, el muérdago que conmemora leyendas supersticiosas, o el nochebueno que repite una mentira pagana?
Exactamente, ¿qué es este espíritu de la Navidad? ¿Es el espíritu de Dios y de Cristo? ¿Es el espíritu que proclama “sobre la tierra paz; entre los hombres buena voluntad”? ¿Es el espíritu que magnifica al gran Dios del universo? ¿O calumnia y abomina este espíritu la adoración pura de Dios? “Amados,” dijo el apóstol Juan, “no crean toda expresión inspirada [“espíritu,” nota al pie de la página], sino prueben las expresiones [espíritus] inspiradas para ver si originan con Dios.” “Asegúrense de todas las cosas,” instó Pablo; “adhiéranse tenazmente a lo que es correcto. Manténganse libres de toda forma de iniquidad.” ¿Qué es este espíritu de la Navidad, su origen, y qué tiene que ver con Dios y Cristo? En el artículo que sigue deje que la historia y la Biblia nos den las respuestas.—1 Juan 4:1; 1 Tes. 5:21, 22, NM.