Salvándose con dificultad
UNOS cuantos años antes de que el emperador Nerón lanzara su campaña de persecución ardiente en contra de los cristianos a través de su vasto imperio, una década antes que los ejércitos romanos avanzaran contra Jerusalén y efectuaran su destrucción y la matanza de la población sin fe, el apóstol Pedro dió la siguiente amonestación urgente y muy apropiada: “El fin cabal de todas las cosas se ha acercado” fué su anuncio solemne. (1 Ped.4:7) La ansiosa preocupación por la salvación de los que junto con él publicaban el mensaje del Reino llenaba sus palabras de urgente significado. Esos cristianos del primer siglo habían aceptado a Cristo Jesús como la ofrenda propiciatoria provista divinamente para los pecados de la humanidad, y adoraban confiadamente a Jehová Dios por medio de él. No obstante, en exhortación el apóstol advierte a los que están en el camino de la salvación que se preparen para hacer frente a la prueba más crítica de su integridad y así ganar la salvación.
¿Qué salvación tenía presente Pedro? Obviamente, la idea de “una vez salvo, siempre salvo” no ocupó ningún lugar entre los hermanos de ese día. Todas las cosas que antes habían parecido ser vitalmente importantes e indispensables a esos conversos de la judería y paganía estaban por desmoronarse y desaparecer en el crisol del odio mundial. La oportunidad de predicar estaba casi terminada, y aún no estaban salvos. Los apóstoles y discípulos habían de ser esparcidos y perseguidos cual animales, y algunos de ellos muertos a tortura. La mano de Jehová que refrenaba no seguiría impidiendo por mucho más tiempo el feroz ataque de los enemigos que estaban llenos de odio contra Jerusalén, su templo y su adoración. Jesús había anunciado la ruina de la ciudad y de todo lo que ella representaba e instó a los que le oían a estar listos para huir al instante que se diera la advertencia final. Ese sería un tiempo de juicio escudriñador para el alma, cuando la calcinante llama de la tribulación pondría a prueba la obra de todo hombre y se vería si era de tal calidad que perduraría. ¡Seguramente un tiempo en que los siervos de Dios deberían estar bien despiertos y pensando con toda seriedad acerca de cómo sobrevivir al terrible fin de ese sistema de cosas y ser libertados para otros privilegios felices de servicio teocrático!—Mat. 23:37, 38; 24:15-21; 1 Cor. 3:13-15.
Ahora en estos últimos días, especialmente desde 1918 d. de J.C., un tiempo de juicio culminante ha comenzado. Este le ha sobrevenido a todo el que dice estar en relación de pacto para con Dios y que realmente sostiene que Jehová es su Dios y que Cristo Jesús es su Señor. Dos guerras mundiales con su violencia global han pasado sobre los verdaderos siervos de Dios cual olas de un mar tempestuoso. Condiciones de posguerra y operaciones de guerra fría siguen hostigando e impidiendo su adoración, pero todavía continúa el juicio. La nube negra y amenazadora de las hordas demoníacas de Gog ya obscurece el horizonte y advierte de drásticos atentados del enemigo contra la sociedad del nuevo mundo. Muchas cosas que los ministros de Dios del día moderno han considerado vitales y necesarias bien pueden estar a punto de irse con este viejo sistema egoísta a su destrucción en el Armagedón. “El fin cabal de todas las cosas se ha acercado” es una amonestación que ahora llega a nosotros con fuerza grandemente aumentada.—Mal. 3:1-3; Eze. 38:1-9, Mod; Luc. 21:25, 26.
LAZOS DEL MATERIALISMO
Sabiendo que un mundo entero de iniquidad pronto desaparecerá en un fin miserable, “¿qué clase de personas [debemos] ser?” es la pregunta muy directa del apóstol. Ciertamente no aficionados del materialismo, amadores de lujos. ¿Hay peligro de eso?, puede que pregunte alguien. Sólo considere los hechos. El pueblo de Jehová y su obra han sido bendecidos con gran prosperidad en este tiempo del fin. Multitudes de personas de entre todas las naciones y tierras se unen a ellos en su adoración. Nuevas oficinas principales de sucursal se están estableciendo en muchos países. Una enorme imprenta de trece pisos ha sido erigida en Brooklyn, Nueva York, para satisfacer el tremendo aumento en la demanda de las publicaciones que contienen el mensaje del Reino. Las congregaciones están multiplicándose rápidamente en todas partes del mundo. En centenares de lugares hay en uso o en vías de construcción Salones del Reino, lugares de reunión atractivos y prácticos. Todo esto predice una obra poderosa que todavía ha de efectuarse en todas las naciones. Pero frente a estos hechos algunos están concluyendo precipitadamente que todavía queda un período que continuamente se alarga de paz comparativa para este viejo mundo. Tal vez se estén dejando arrullar en un sentimiento falso de seguridad, olvidándose de que este “tiempo del fin” constituye también los “tiempos críticos y difíciles de manejar” acerca de los cuales amonestó Pablo.—2 Ped. 3:11; 2 Tim. 3:l.
Hay indicios de que algunos han concluído que todavía tienen tiempo para dejarse arrastrar otra vez a la órbita del viejo mundo y a sus sendas y una vez más unirse a la búsqueda de ganancias materiales, comodidades y más lujos. Algunos jóvenes que se asocian con la sociedad del nuevo mundo están mirando con ojos llenos de anhelo los premios que les brindan las carreras de este mundo. En algunos casos parece haber colusión entre padres e hijos, puesto que aquéllos hasta alientan a sus jóvenes a encumbrarse en este mundo y lograr algún grado de importancia. Después de todo, esperan ellos acariciando la idea, todavía queda bastante tiempo en lo futuro. Pero ¿queda? No si aceptarnos con plena confianza la Palabra de Dios y sus muchas amonestaciones, tales como la que Jesús expresó en Mateo 24:17-20.
Nunca se olvide de que algunos siervos profesos de Dios ya han pagado con la vida por aflojar su vigilancia y volver al viejo modo de vivir. Ellos dijeron: “Mi amo se está demorando.” No se demoró, sino que llegó y comenzó su juicio u obra de ajustar cuentas precisamente a tiempo. El que se recostaran y tomaran las cosas con calma no recibió excusa ni justificación. Los desprevenidos y desapercibidos lo perdieron todo.—Mat. 24:48-51; 25:1-13.
CIÑA LA MENTE
¿Qué, pues, deberíamos hacer en este tiempo de peligros escondidos? “Sean de mente sana, por lo tanto, y sean vigilantes en cuanto a oraciones.” La mente espiritualmente sana no sufrirá un desplome ni se rendirá en la hora de peligro extremo o de tentación. Rehusará prestar oídos al argumento plausible de aquellos que no ven ningún fin temprano para la cristiandad y este mundo entero. De modo que sin falta mantengamos nuestra mente sana por medio del estudio regular de la Palabra de Dios privadamente y con la congregación. La oración, también, es vital. Por medio de ella damos evidencia de la verdadera humildad, dependencia del Soberano Supremo, confianza en su poder omnipotente para lograr todos sus grandes propósitos. Las personas que son verdaderamente humildes no tomarán por sentada su seguridad en este penoso día de juicio. Los orgullosos lo harán, y al hacerlo se dejarán totalmente expuestos al ataque y a la derrota segura.—1 Ped. 4:7; Pro. 16:18.
¡Cuán importante es, entonces, en este “tiempo del fin” tener la actitud mental correcta! Y esto no sólo por un período limitado. Más bien, tenemos que nutrir y protegerla continuamente hasta que haya pasado el Armagedón. No puede haber licenciamiento alguno en esta guerra espiritual. No nos conviene quitarnos la armadura que Dios ha provisto, porque si lo hacemos el enemigo nos tomará por sorpresa. Por eso Pedro amonestó: “No estén perplejos debido al ardor de fuego entre ustedes, lo cual les está sucediendo como una prueba, como si algo extraño les estuviera aconteciendo.” No hay nada extraño en ello. Este mundo es todavía una empresa que funciona. Es todavía un odiador de todo lo piadoso y cristiano. Está comprometido, bajo la guía directa de su gobernante, Gog, a hacer la tarea de saquear y destruir al pueblo que lleva el nombre de Jehová. Cuanto más nos acerquemos al “fin cabal de todas las cosas,” tanto mayores y más concentrados serán los esfuerzos del enemigo por destruir a los alabadores de Jehová Dios. No busque favor alguno de este viejo sistema. No se engañe. Este mundo amará solamente a los suyos.—Efe. 6:10-20; 1 Ped. 4:12; Mat. 5:11; Juan 15:19; Ezequiel 38, Mod.
Al contrario, la clase del “hombre justo” de Dios se destaca hoy como el blanco principal de asalto de las fuerzas enemigas. Los de dicha clase están en una posición peligrosa. Sólo el proceder de perfecta integridad a Jehová puede traerles la salvación. ¡Nada de tomar las cosas de manera fácil, casual, para ellos! No, sino un reconocimiento de lo urgente de estos tiempos, una vigilancia en cuanto a oración, una ansiedad por ganar la aprobación final de Dios es lo que los sostendrá y los librará. Prestan atención al consejo de Pablo de prepararse y armarse para el tiempo más crítico de todos, y luego mantenerse firmes en esa condición de estar preparados, nunca permitiendo ni por un momento que sus sentidos espirituales se emboten. La asociación continua con nuestros hermanos en la fe, tanto en estudio como en el ministerio, es indispensable si hemos de estar siempre de guardia, ser certeros en discernir los peligros que acosan en nuestro camino.—Sal. 112:1; Pro. 27:17; 1 Ped. 4:18; Fili. 2:12; Efe. 6:13.
La fuerza unificadora que enlaza firmemente a todos los miembros de la sociedad del nuevo mundo es amor intenso de unos para otros. Por medio de éste una “multitud de pecados” e imperfecciones heredados del padre Adán se cubren y se olvidan. Diferencias y contiendas personales se arreglan y se despiden de la mente. Toda acción y actitud dañina se proscribe. Se toma nota de cualquiera que trate de volver a introducir actitudes y prácticas del viejo mundo, se le investiga y se le trata de tal modo que la organización pueda permanecer pura e inmaculada para el servicio sagrado de Dios. Cerrada, de veras, está ella a los malhechores y hombres impíos. Pero a las personas sinceras y honradas que se acercan, las puertas de esta organización que es como ciudad están abiertas de par en par en hospitalidad genuina. Adentro continuamente comparten los unos con los otros las cosas buenas con que Jehová bendice a su pueblo, y esto lo hacen por medio de hablarse a menudo unos a otros en las reuniones de congregación y en otras partes, edificándose unos a otros en la fe.—1 Ped. 4:8, 9; Mal. 3:16; Isa. 65:25, Mod.
¡MIRE AL PORVENIR!
La vigilancia espiritual, la devoción, el intenso amor mutuo, y la hospitalidad genuina se combinan para formar una organización singular de siervos. Sin embargo, este ‘‘hombre justo” ahora y en adelante hasta el fin de la prueba de la integridad en el Armagedón está “salvándose con dificultad.” Las Escrituras lo describen proféticamente como “un tizón arrebatado de en medio del fuego” que apenas se escapa de ser reducido a cenizas. ¿No fué ése el caso con el “justo Lot”? El registro nos cuenta que los mensajeros angelicales “agarraron su mano . . . y procedieron a sacarlo y a estacionarlo fuera de la ciudad” y luego le instaron a huir por su vida. Él y sus hijas, que lo acompañaban, verdaderamente fueron salvados con dificultad de aquella ciudad sentenciada a la destrucción. Ahora la moderna Sodoma y Gomorra arrostra su fin merecido. Hasta el mismísimo último minuto hay gran peligro de que nuestro corazón sea atraído e inducido por algunas cosas dejadas atrás, premios mundanos de ningún valor genuino, un puesto encumbrado, mejor sueldo, más placeres, más reposo, en una palabra, materialismo. ¡“Recuerden la esposa de Lot”! ¡No “vuelva a las cosas atrás”! ¡Siga apresurándose, siempre en la misma dirección, más y más lejos de este viejo mundo!—Zac. 3:2, Mod; 2 Ped. 2:7; Gén. 19:15-17; Luc. 17:31, 32.
No abrigue ningún deseo por el modo de vivir de este mundo, porque eso en efecto será tratar livianamente la bondad inmerecida de Jehová y no actuar en armonía con el propósito de ésta. Clasifica a uno con los pecadores, y “si el hombre justo está salvándose con dificultad, ¿dónde aparecerán el hombre impío y el pecador?” No aparecerán. Desaparecerán en el estado de lo olvidado en la culminación del juicio en el Armagedón. Mientras Jehová hace que a su gente de buena voluntad se le tome de la mano Y se le saque apresuradamente de la escena de este viejo mundo, que está próximo a experimentar el más drástico de todos sus cambios, ¿qué hará usted? Siga mirando en una sola dirección, la dirección de la seguridad. Sea como Pablo al concentrarse en este proceder único. Deje atrás todo lo de este viejo mundo, y muéstrese enérgico en cuanto a los intereses del Nuevo Mundo y totalmente absorto en ellos.—2 Cor. 6:1; 1 Ped. 4:18; Fili. 3:13.
Como soldados cristianos en la causa más grande por la cual se ha luchado se nos llama a tomar nuestra parte en sufrir el mal y sobrellevar las dificultades de la lucha que continúa hasta el mismísimo fin. Entonces, y sólo entonces, viene nuestra salvación. Esto es lo que quiere decir el estar “salvándose con dificultad.” ¡Cuán vital, entonces, el identificarnos como estando continua y estrechamente de parte del “hombre justo” de Jehová y de la sociedad del nuevo mundo! No abandone el reunirse con éstos para que haya incitación mutua al amor, amor intenso, y a obras rectas. No vaya a pensar que puede disminuir su paso o aflojar la mano, ni siquiera temporalmente. Guarde bien el precioso puesto de servicio con que usted ya ha sido honrado por el Rey del Nuevo Mundo. Mantenga puesta la armadura procedente de Dios y siga manejando la espada del espíritu con vigor. De ese modo podemos salvarnos a través del “fin cabal de todas las cosas” con dificultad, pero estar felizmente salvos, y nuestra salvación magnificará el poder y nombre de Jehová, nuestro Dios.—2 Tim. 2:3; Mat. 24:13; Heb. 10:24, 25.