Una familia se muda al África Occidental tropical
MIENTRAS el avión se movía lentamente por la pista en el aeropuerto Gatwick de Londres, y progresivamente aceleraba, mi esposa y yo nos preguntábamos en qué clase de aventura estábamos embarcando. ¡Dejábamos atrás a nuestros amigos y parientes y volábamos hacia el África Occidental tropical!
¿Qué nos había hecho tomar la decisión de mudarnos al África, especialmente teniendo en cuenta que tenemos dos hijitos? Puesto que había tenido cinco años de experiencia como maestro, mi esposa y yo decidimos que podíamos usar esto para mayor provecho en otra parte del mundo, donde fuera mayor la necesidad de predicadores de las buenas nuevas del Reino. Ambos gozábamos de buena salud, con dos hijos robustos, y tenía un empleo de maestro esperándome en África, que nos brindaba alojamiento adecuado y la seguridad de un contrato.
Sabíamos que tendríamos que hacer muchos cambios en nuestra vida para enfrentarnos a la nueva situación, pero como el funcionario en Londres había dicho durante mi entrevista para este puesto, “se necesita un espíritu de misionero para aceptar un puesto de maestro en el África.” ¡Poco se imaginaba que ésta era la razón más importante que influyó en nosotros para tomar este paso! Nuestro deseo principal era de ayudar al pueblo africano a entender más acerca de Dios y de sus propósitos para la humanidad.
Llegamos a Freetown, la capital de Sierra Leona, a mediados de la estación lluviosa. No tardamos mucho en enterarnos que llueve más aquí en un solo día que en varias semanas en Inglaterra. Sin embargo, uno pronto se acostumbra a ello, ¡y aquí por lo menos es una lluvia templada! La lluvia parecía hacer que todo creciera con profusión, abundando palmeras, naranjos, plátanos y árboles paw-paw. Nos impresionó la cantidad de verdor, en todos sus distintos matices, un contraste tan agradable al borde del desierto del Sáhara sobre el cual habíamos volado anteriormente.
Había edificios modernos y elevados en Freetown, pero en nuestro viaje en un vehículo campero hacia el interior a nuestro nuevo hogar hallamos que casi todos los aldeanos vivían en casas con paredes de bajareque y techos de paja, algunas redondas, otras cuadradas. La mayoría eran viviendas limpias. El pueblo donde ahora vivimos y trabajamos está 178 kilómetros al nordeste de Freetown en una zona más despejada, y aquí se cultiva extensamente arroz como la parte principal de la dieta local.
Quizás la cosa más sorprendente que observamos fue la amigabilidad de la gente local de la tribu Temne. Notamos esto especialmente cuando dedicábamos tiempo ayudándoles a entender más acerca de la Palabra de Dios, la Biblia. Son muy alegres y amistosos a pesar de la vida rigurosa que llevan. Casi todos de modo hospitalario brindan una silla cuando les visitamos en sus hogares. Con frecuencia comparten con nosotros la fruta que tienen sin esperar recompensa alguna, aunque no tienen mucho en cuanto a riquezas de este mundo.
Hay mucha superstición y tradición entre la gente del África Occidental, como en efecto las hay en casi todos los otros países, solo que en distintas formas. De modo que, al visitar las aldeas locales en nuestra obra de predicación tratamos de señalar la manera en que Dios quiere que vivamos nuestra vida, tal como se manifiesta en Su Palabra. Al visitar constantemente a los que muestran interés en las promesas de Dios, tratamos de ayudarlos a adorarle abiertamente y con espíritu y con verdad.
Reflexionando en los pasados meses en el África Occidental tropical, apreciamos ahora que casi todas las dificultades desaparecen a medida que uno se acostumbra al nuevo modo de vivir. Ya no titubeamos en ir a hablar con los africanos en su ambiente natural, a medida que apreciamos cada vez más cuán anuentes son de ser serviciales, especialmente cuando uno apenas puede hablar unas cuantas palabras de su lengua nativa. Esto les hace sentir que otros se interesan en ellos.
Nuestro temor en cuanto a la salud y la seguridad ciertamente no es peor que lo que teníamos en Inglaterra. Con ser un poco más cuidadosos de la higiene personal, ¡vemos que tenemos menos enfermedades que antes de venir acá! Nuestros dos hijitos gozan de muy buena salud y parecen desarrollarse vigorosamente con el calor del sol, que durante casi todo el año se disfruta salvo durante lo peor de la temporada lluviosa. Hasta las temperaturas extremadamente cálidas son tolerables. De hecho, nos asombra cómo el cuerpo humano puede adaptarse tan bien y en tan breve tiempo.
Nuestros hijos tienen mucho lugar en donde corretear y tienen una diversidad mucho mayor de animales domésticos de lo que hubieran podido tener en Inglaterra. Desde el año pasado hemos tenido un cervatillo, tres monos, gallinas y patos, un perro, conejos, una cabra y hasta un animalito parecido a la iguana, ¡que afortunadamente nos abandonó antes de tener oportunidad de crecer demasiado grande!
Quizás una de las mayores dificultades del asunto de mudarse a un país lejano sea el dejar a viejos amigos y parientes. Hemos vencido esto hasta cierto grado valiéndonos de mensajes grabados en cintas magnetofónicas. Además, hemos aprendido a revelar y copiar nuestras propias películas, que nos ayudan a suministrar un relato visible del África y de la gente que vive en ella a nuestros amigos de Inglaterra.
Hay una minoría de gente blanca aquí, pero uno tiene que tener cuidado de no permitir que estas asociaciones le quiten el tiempo de que uno dispone para predicar la Palabra de Dios, asistir a las reuniones de congregación, conducir estudios bíblicos en los hogares y visitar de nuevo a la gente que muestra interés en el mensaje de la Biblia. Estamos en el África para ayudar a los sedientos de conocimiento, especialmente el conocimiento de Dios que se halla en Su Palabra, la Biblia. Y el trabajar con nuestros amorosos compañeros Testigos africanos, el concurrir a las mismas reuniones de congregación y asambleas bíblicas y el estudiar con ellos nos ayuda a vivir vidas muy activas y gozosas, venciendo cualquier nostalgia.
En conclusión, uno podría preguntar si hay algún consejo que pudiéramos darles a otros que piensan mudarse a otro país como lo hemos hecho nosotros. Una cosa vital para cualquiera con responsabilidades de familia sería el obtener empleo ante todo, preferiblemente uno protegido por un contrato formal. Uno debe gozar de buena salud y debe estar dispuesto a adaptarse para enfrentarse al desafío que un lugar como el África presenta a los que no fueron criados allí. Uno debe estar preparado para renunciar a algunos de los lujos de este mundo moderno. Pero al hacerlo obtendrá la satisfacción interior de hacer una obra que vale la pena, y junto con ello, también, se darán cuenta de que hay más felicidad en dar que la que hay en recibir. Esto ha sido el caso con nosotros en el África Occidental tropical.—Contribuido.