La conciencia: ¿es una carga, o un haber?
“ME REMUERDE la conciencia.” A la mayoría de las personas les da punzadas la conciencia de vez en cuando. Pueden sentir desde una sencilla incomodidad hasta una intensa angustia. Una conciencia afligida incluso puede ocasionar depresión o una profunda sensación de fracaso.
Pues bien, vista desde esa perspectiva, ¿no es la conciencia una carga? Algunos quizás opinen así. Históricamente, muchas culturas han considerado que la conciencia es una facultad innata, connatural, una guía moral dada directamente por Dios mismo. Se la ha llamado “la presencia de Dios en el hombre”, “nuestra naturaleza original” y hasta “la voz de Dios”.
En los últimos años se ha generalizado el concepto de que la conciencia es mayormente una facultad adquirida, un fruto de la influencia de los padres y la sociedad. Por ejemplo, algunos psicólogos aseveran que el niño aprende a evitar la conducta indeseable principalmente por temor al castigo, pues creen que lo que llamamos conciencia es simplemente la asimilación de los valores y las creencias personales de los padres. Otros destacan el papel que desempeña la sociedad en general en la transmisión de sus valores y normas. Algunos consideran que el remordimiento de la conciencia es sencillamente el conflicto entre lo que quisiéramos hacer y lo que una sociedad opresiva exige que hagamos.
Pese a lo que digan las teorías, con frecuencia se han visto personas que, en virtud de los dictados de su conciencia, han permanecido firmes ante la presión de sus padres, sus familias o sociedades enteras. Algunas hasta han estado dispuestas a dar la vida por causa de la conciencia. Y a pesar de las marcadas diferencias entre las culturas del mundo, se condenan casi universalmente ciertas acciones, como el asesinato, el robo, el adulterio, la mentira y el incesto. ¿No indica este hecho que la conciencia es innata?
Qué enseña la Biblia acerca de la conciencia
La verdadera autoridad en la materia es Jehová Dios, ya que “es él quien nos ha hecho, y no nosotros mismos”. (Salmo 100:3.) Él conoce bien nuestra naturaleza. La Palabra de Dios, la Biblia, explica que Dios hizo al hombre a su “imagen”. (Génesis 1:26.) Lo creó con un sentido del bien y del mal; desde el principio, la conciencia formó parte de la naturaleza del hombre. (Compárese con Génesis 2:16, 17.)
El apóstol Pablo confirmó ese hecho en su carta a los Romanos, donde escribió: “Siempre que los de las naciones que no tienen [la] ley [de Dios] hacen por naturaleza las cosas de la ley, estos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismos. Son los mismísimos que demuestran que la sustancia de la ley está escrita en sus corazones, mientras su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados”. (Romanos 2:14, 15.) Note que aunque muchas personas no se habían criado bajo la Ley divina dada a los judíos, se guiaban por ciertos principios de la ley de Dios, no debido a la presión social, sino “por naturaleza”.
Así, lejos de ser una carga, la conciencia es un don divino, un haber. Es cierto que puede afligirnos, pero cuando le hacemos el debido caso, puede darnos un profundo sentido de satisfacción y tranquilidad de ánimo. Puede guiarnos, protegernos y motivarnos. The Interpreter’s Bible comenta: “Solo se puede conservar la salud mental y emocional si se procura cerrar la brecha entre lo que se hace y lo que se considera que se debe hacer”. ¿Cómo podemos cerrar esa brecha? ¿Es posible moldear y educar la conciencia? Dichas preguntas se analizarán en el siguiente artículo.