Referencias para la Guía de actividades para la reunión Vida y Ministerio Cristianos
7-13 DE DICIEMBRE
TESOROS DE LA BIBLIA | LEVÍTICO 10, 11
“Debemos amar más a Jehová que a nuestra familia”
Ilegítimo
Fuego e incienso ilegítimos. En Levítico 10:1, la palabra hebrea zar (femenino, za·ráh; literalmente, ‘extraño’) se usa con respecto al “fuego ilegítimo, que [Dios] no les había prescrito”, pero que los hijos de Aarón, Nadab y Abihú, presentaron delante de Jehová, por lo que Jehová los ejecutó con fuego. (Le 10:2; Nú 3:4; 26:61.) Después, Jehová le dijo a Aarón: “No bebas vino ni licor embriagante, tú ni tus hijos contigo, cuando entren en la tienda de reunión, para que no mueran. Es estatuto hasta tiempo indefinido para sus generaciones, tanto para hacer distinción entre la cosa santa y la profana, y entre la cosa inmunda y la limpia, como para enseñar a los hijos de Israel todas las disposiciones reglamentarias que Jehová les ha hablado por medio de Moisés”. (Le 10:8-11.) Esto parece indicar que Nadab y Abihú se habían embriagado, y que esa condición los envalentonó para ofrecer fuego que no estaba prescrito. Tal fuego probablemente era ilegal debido al momento, lugar o manera de ofrecerlo, o podría haber sido incienso de diferente composición a la especificada en Éxodo 30:34, 35. Su estado ebrio no los excusó de su pecado.
¿Ha entrado usted en el descanso de Dios?
16 Aarón, el hermano de Moisés, se enfrentó a una situación parecida con dos de sus hijos, Nadab y Abihú. Jehová los castigó con la muerte por haber cometido la grave ofensa de ofrecerle incienso de forma impropia. ¡Qué doloroso debió de ser para su padre saber que nunca más volvería a verlos, hablarles ni estar con ellos! Pero eso no fue todo. Aarón y sus demás hijos recibieron la orden divina de evitar las muestras de duelo acostumbradas: “No vayan a dejar sus cabezas desaseadas, y no deben rasgar sus prendas de vestir, para que no mueran ustedes y para que no se indigne [Dios] contra toda la asamblea” (Lev. 10:1-6). De este episodio extraemos una clara lección: nuestro amor a Jehová siempre debe estar por encima de nuestro amor a un familiar, y más aún si no se arrepiente de sus pecados.
Busquemos perlas escondidas
Seamos santos en todo aspecto de la vida
18 Para ser santos a la vista de Jehová, debemos examinar las Escrituras con cuidado y hacer lo que él nos pide. Volvamos al ejemplo de Nadab y Abihú, a quienes Jehová ejecutó por ofrecer “fuego ilegítimo”, quizás mientras estaban bajo los efectos del alcohol (Lev. 10:1, 2). Fijémonos en lo que Dios le mandó a su padre, Aarón, justo después de aquel incidente (lea Levítico 10:8-11). ¿Quiere decir esto que no debemos consumir bebidas alcohólicas antes de las reuniones cristianas? Reflexionemos en los siguientes puntos. Nosotros ya no tenemos que obedecer la Ley (Rom. 10:4). En algunos países, los hermanos toman bebidas alcohólicas con moderación durante las comidas antes de ir a las reuniones. En la Pascua se compartían cuatro copas de vino. Cuando Jesús instituyó la Conmemoración, les pidió a los apóstoles que bebieran del vino que representaba su sangre (Mat. 26:27). La Biblia condena beber en exceso y emborracharse (1 Cor. 6:10; 1 Tim. 3:8). Y, movidos por su conciencia, muchos hermanos tal vez decidan abstenerse por completo de alcohol antes de participar en cualquier faceta del servicio sagrado. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que las circunstancias no son las mismas en todos los países, y que lo importante es que distingamos “entre la cosa santa y la profana” para asegurarnos de agradar a Dios y de ser santos en todo lo que hacemos.
Animales
Estas limitaciones alimentarias solo aplicaban a los que estaban bajo la ley mosaica, pues la declaración registrada en Levítico 11:8 dice: “Son inmundos para ustedes”, es decir, para los israelitas. Con la derogación de la Ley sobre la base de la muerte sacrificatoria de Cristo Jesús, se canceló la prohibición, y una vez más los humanos podían considerarse bajo la misma provisión amplia anunciada después del Diluvio. (Col 2:13-17; Gé 9:3, 4.)
14-20 DE DICIEMBRE
TESOROS DE LA BIBLIA | LEVÍTICO 12, 13
“¿Qué aprendemos en la Ley mosaica sobre la lepra?”
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¿Anticuada, o adelantada para su tiempo?
• Poner a los enfermos en cuarentena
La Ley mosaica estipulaba que los enfermos de lepra debían estar separados de las personas sanas. Esta medida, que aún sigue siendo útil, no se puso en práctica hasta que surgieron las epidemias de la Edad Media (capítulos 13 y 14 de Levítico).
¿Lo sabía?
Los judíos de la antigüedad sentían pavor por un tipo de lepra que era común en tiempos bíblicos. Esa espantosa enfermedad podía atacar las terminaciones nerviosas de la persona, produciéndole daños permanentes y desfigurándola. Como no se conocía ninguna cura, se ponía en cuarentena a los enfermos, quienes tenían la obligación de alertar a otros de su enfermedad (Levítico 13:45, 46).
Lepra
En las prendas de vestir y en las casas. La lepra también podía afectar las prendas de lana o lino, así como un artículo de cuero. La plaga podía desaparecer una vez lavado el artículo, después de lo cual se ponía en cuarentena. Pero cuando esta plaga de color verde amarillento o rojizo persistía, era lepra maligna y había que quemar el artículo. (Le 13:47-59.) Si aparecían manchas verde amarillentas o rojizas en el muro de una casa, el sacerdote decretaba una cuarentena. Tal vez fuese necesario arrancar las piedras afectadas, raspar el interior de la casa y deshacerse de las piedras y del mortero raspado en un lugar inmundo fuera de la ciudad. Si la plaga volvía, se declaraba inmunda la casa, se demolía y se tiraban los materiales en un lugar inmundo. Cuando se pronunciaba limpia una casa, debía purificarse según una disposición de la Ley. (Le 14:33-57.) Se ha dicho que la lepra que afectaba las prendas de vestir y las casas era un tipo de moho, pero no puede asegurarse.
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Puntos sobresalientes del libro de Levítico
12:2, 5. ¿Por qué se volvía “inmunda” la mujer como resultado del parto? Los órganos reproductivos fueron hechos para transmitir vida humana perfecta. No obstante, en vista de los efectos heredados del pecado, lo que se transmitió fue vida imperfecta y pecaminosa. Los períodos temporales de ‘inmundicia’ relacionados con el parto, así como la menstruación y las emisiones seminales, recordaban esta herencia pecaminosa (Levítico 15:16-24; Salmo 51:5; Romanos 5:12). Las disposiciones reglamentarias de purificación ayudaban a los israelitas a comprender la necesidad de un sacrificio redentor para cubrir el pecado de la humanidad y devolverle la perfección. Por eso, la Ley llegó a ser su “tutor que [los condujo] a Cristo” (Gálatas 3:24).
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¿Anticuada, o adelantada para su tiempo?
• El momento de la circuncisión
La Ley de Dios estipulaba que debía circuncidarse a los niños cuando tenían ocho días de vida (Levítico 12:3). La coagulación de la sangre en los recién nacidos alcanza niveles normales a partir de la primera semana. En tiempos bíblicos, mucho antes de contar con tratamientos médicos avanzados, era una buena medida de protección esperar más de una semana antes de circuncidar a un niño.
21-27 DE DICIEMBRE
TESOROS DE LA BIBLIA | LEVÍTICO 14, 15
“Seamos puros al adorar a Dios”
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Bañar, bañarse
Se requirió que los israelitas se sometieran a un baño ceremonial por varias razones. Se consideraba “inmundo” y debía bañarse cualquiera que se hubiera recobrado de la lepra, que tocara algo que había estado en contacto con alguien que tuviera “un flujo”, un hombre que tuviera una emisión de semen, una mujer después de la menstruación o de una hemorragia, o cualquiera que tuviera relaciones sexuales. (Le 14:8, 9; 15:4-27.) Cualquiera que estuviera en una tienda con un cadáver humano o lo tocara, sería “inmundo” y tendría que ser purificado con agua. Si alguien rehusaba cumplir este reglamento, ‘tenía que ser cortado de en medio de la congregación, porque era el santuario de Jehová lo que había contaminado’. (Nú 19:20.) Por lo tanto, el uso figurado de “lavar” está indicado cuando se hace referencia a una posición limpia ante Jehová. (Sl 26:6; 73:13; Isa 1:16; Eze 16:9.) Bañarse con la palabra de verdad de Jehová, simbolizada por el agua, tiene un efecto limpiador. (Ef 5:26.)
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Menstruación
Asimismo, se consideraba inmunda a la mujer durante un flujo irregular de sangre o un “flujo que durara más tiempo que su impureza menstrual”, y en ese tiempo convertía en inmundos los artículos sobre los que se acostaba o sentaba, así como a las personas que los tocaban. Tenía que contar siete días cuando cesaba el flujo normal y luego era limpia. Al octavo día la mujer debía llevar dos tórtolas o dos pichones al sacerdote, que hacía expiación por ella, y presentaba una de estas aves a Jehová como ofrenda por el pecado y la otra como holocausto. (Le 15:19-30; véase LIMPIO, LIMPIEZA.)
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Lugar santo
2. La tienda de reunión y, con el tiempo, el templo. Todas las instalaciones, incluidos el patio del tabernáculo y los patios del templo, eran un lugar santo. (Éx 38:24; 2Cr 29:5; Hch 21:28.) Los principales utensilios situados en el patio eran el altar de sacrificio y la palangana de cobre. Estos objetos eran santos. La entrada en el patio del tabernáculo se limitaba en todo momento a las personas que estuviesen limpias ceremonialmente; sucedía lo mismo en el caso del templo. Nadie podía entrar en sus patios en una condición de inmundicia. Por ejemplo, una mujer en condición inmunda no podía tocar ninguna cosa santa ni tampoco entrar en el lugar santo. (Le 12:2-4.) Incluso el que los israelitas se mantuvieran en una condición de inmundicia se consideraba una contaminación del tabernáculo. (Le 15:31.) Los que presentaban ofrendas por haberse limpiado de la lepra llevaban su sacrificio solo hasta la puerta del patio. (Le 14:11.) Ninguna persona inmunda podía participar de un sacrificio de comunión en el tabernáculo o el templo bajo pena de muerte. (Le 7:20, 21.)
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Oído
Cuando se instaló el sacerdocio en Israel, se le mandó a Moisés que tomara un poco de la sangre del carnero de la instalación y la pusiese sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón y de cada uno de sus hijos, así como sobre la mano derecha y el pie derecho, indicando que lo que oyesen, lo que hiciesen y el modo de comportarse, todo debería verse afectado directamente por lo que allí estaba sucediendo. (Le 8:22-24.) La Ley también decía que en el caso de un leproso que llegara a estar limpio de su mal, el sacerdote tenía que poner algo de la sangre del carnero ofrecido como ofrenda por la culpa y parte del aceite sobre el lóbulo de la oreja derecha del leproso. (Le 14:14, 17, 25, 28.) Se hacía algo similar cuando un hombre deseaba continuar en esclavitud a su amo hasta tiempo indefinido. En ese caso, se debía llevar al esclavo al poste de la puerta, donde su amo le agujereaba la oreja con un punzón. Esta marca visible en el órgano auditivo debía representar el deseo del esclavo de seguir prestando atención obediente a su amo. (Éx 21:5, 6.)
Por qué tenemos que ser santos
Cuando se instauró el sacerdocio de Israel, Moisés puso sangre de un carnero en la oreja derecha, en el dedo pulgar de la mano derecha y en el dedo gordo del pie derecho de Aarón, el sumo sacerdote, y de sus hijos (lea Levítico 8:22-24). Esta acción indicaba que los sacerdotes serían obedientes y se esforzarían al realizar sus labores. De igual modo, Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, les dejó un excelente ejemplo a los ungidos y las otras ovejas. Sus oídos estuvieron atentos a la guía de Jehová; sus manos estuvieron ocupadas en hacer la voluntad divina, y sus pies se mantuvieron en el camino correcto (Juan 4:31-34).
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El moho: amigo y enemigo
¿SERÍA MOHO?
La Biblia habla de “la plaga de lepra en una casa”, es decir, en el edificio en sí (Levítico 14:34-48). Hay quienes opinan que el fenómeno, también denominado “lepra maligna”, era una forma de mildiu o moho, pero no se tiene certeza al respecto. Como quiera que sea, la Ley divina ordenaba que el dueño retirara las piedras infectadas, raspara por completo el interior de la casa y se deshiciera de todo material sospechoso, arrojándolo “en un lugar inmundo” fuera de la ciudad. Si la plaga reaparecía, había que declarar inmunda la casa, demolerla y desechar los materiales. Las instrucciones detalladas de Jehová reflejaron el profundo amor que sentía por su pueblo, así como el interés por el bienestar físico de ellos.
28 DE DICIEMBRE A 3 DE ENERO
TESOROS DE LA BIBLIA | LEVÍTICO 16, 17
“¿Qué significa para nosotros el Día de Expiación?”
Lecciones del libro de Levítico
4 (Lea Levítico 16:12, 13). Imaginémonos la escena. El sumo sacerdote entra en el tabernáculo. En una mano lleva un recipiente con incienso perfumado y en la otra un braserillo de oro lleno de brasas. Se detiene delante de la cortina que oculta la entrada al Santísimo. Con sumo respeto, entra por primera vez ese día (lo hará dos veces más) y se para frente al Arca del Pacto. En sentido simbólico, está ante la mismísima presencia de Jehová. Entonces, echa el incienso sobre las brasas, y la sala se llena de un agradable aroma. Más tarde, volverá a entrar en el Santísimo con la sangre de las ofrendas por el pecado. Fijémonos en esto: quema el incienso antes de presentar la sangre de las ofrendas por el pecado.
Lecciones del libro de Levítico
5 ¿Qué aprendemos del uso del incienso el Día de Expiación? La Biblia compara a incienso las oraciones de los siervos fieles de Dios (Sal. 141:2; Apoc. 5:8). Recordemos que el sumo sacerdote llevaba el incienso ante la presencia de Jehová con muchísimo respeto. De modo similar, cuando nos dirigimos en oración a Dios, lo hacemos con un profundo respeto. Valoramos mucho que el Creador del universo nos permita acercarnos a él, como hace un hijo con su padre (Sant. 4:8). Nos acepta como sus amigos (Sal. 25:14). Este es un honor tan grande para nosotros que no queremos hacer nada que le desagrade.
Lecciones del libro de Levítico
6 Tengamos presente que el sumo sacerdote debía quemar el incienso antes de ofrecer los sacrificios. Así se aseguraba de que contaba con la aprobación de Jehová. ¿Qué aprendemos? Cuando Jesús estuvo en la Tierra, tuvo que hacer algo importante antes de poder ofrecer su vida en sacrificio, algo más importante que salvar a la humanidad. A fin de que Jehová aceptara su sacrificio, tuvo que obedecerle lealmente durante toda su vida. De ese modo, demostró que lo correcto es vivir como Jehová nos manda. Jesús probó que la soberanía de su Padre es recta y su manera de gobernar es justa.
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Azazel
Tal como explicó el apóstol Pablo, el que Jesús sacrificara su vida humana perfecta como expiación por los pecados de la humanidad logró infinitamente mucho más que lo que se había conseguido con “la sangre de toros y de machos cabríos”. (Heb 10:4, 11, 12.) Por lo tanto, sirvió de “víctima expiatoria”, ‘cargó con nuestras dolencias’ y “se le estuvo traspasando por nuestra transgresión”. (Isa 53:4, 5; Mt 8:17; 1Pe 2:24.) Él “cargó” con los pecados de todos los que ejercen fe en el valor de su sacrificio y así ha materializado la provisión de Dios para desterrar por completo el pecado. De estas diversas maneras, el macho cabrío “para Azazel” representó el sacrificio de Jesucristo.
Por qué tenemos que ser santos
10 (Lea Levítico 17:10.) Jehová les prohibió a los israelitas comer “cualquier clase de sangre”, y a los cristianos también se nos manda abstenernos de ella, ya sea humana o animal (Hech. 15:28, 29). Aun en situaciones en las que nuestra vida corra peligro, estamos resueltos a cumplir este mandato, sin importar cuánto nos presionen quienes no conocen a Jehová ni dan importancia a sus normas. A diferencia de ellos, nosotros amamos a Jehová y no queremos desobedecerle. Por nada del mundo quisiéramos que Jehová nos rechazara y nos sacara de su pueblo. Aunque sabemos que habrá quienes nos ridiculicen por no aceptar sangre, estamos decididos a obedecer (Jud. 17, 18). ¿Qué puede ayudarle a estar “firmemente resuelto” a no consumir sangre ni aceptar transfusiones? (Deut. 12:23.)