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¡Despertad! 1970
g70 8/10 págs. 17-18

Enseñanzas en conflicto

LO COMÚN era que uno supiera lo que un clérigo enseñaría sencillamente al notar de qué religión era. Enseñaría las creencias de aquella religión. Pero ya no sucede así.

Hoy, dentro de todo sistema eclesiástico de la cristiandad, clérigos que tienen buena reputación en su religión están en desacuerdo. No solo están en desacuerdo con otros clérigos de su religión, sino que están en desacuerdo con las enseñanzas de su propia religión. Esto incluye creencias doctrinales fundamentales.

Diferencias doctrinales

Por ejemplo, la mayoría de los sistemas eclesiásticos oficialmente se adhieren a la doctrina de un infierno de fuego. Esta dice que los pecadores crasos serán atormentados con dolor físico por la eternidad. De hecho, durante el concilio ecuménico la Iglesia Católica reafirmó la realidad del infierno como un lugar de castigo eterno para los pecados.

Sin embargo, cada vez más sacerdotes y ministros de todas las religiones enseñan cosas diferentes acerca del infierno. Quizás digan que el infierno solo es una condición mental, o que simplemente es separación de Dios o que sencillamente es ‘infierno en la Tierra,’ contradiciendo así la creencia oficial de su propia religión. El pastor Kaj Jensen, de Dinamarca, dijo en su libro Where Do We Go?:

“El habla sobre perdición eterna es loca. No es cristianismo. Solo fue en tiempos pasados que hubo predicadores del infierno que desde el púlpito tronaban en cuanto al diablo y el fuego inextinguible. Pero ese tiempo ha pasado.”

¿Qué cree usted que piensa la gente que ha creído la enseñanza de un infierno de fuego de su iglesia toda su vida cuando oye esas declaraciones por sus clérigos ahora?

Tres clérigos presbiterianos de Australia declararon públicamente que no creen en la inmortalidad del alma humana, aunque su sistema eclesiástico la enseña. Uno de estos clérigos, Ian Steer, dijo: “El problema es que hasta cierto grado hay una norma doble. Esto no se circunscribe a la Iglesia Presbiteriana. A los ministros se les enseña una cosa y a veces enseñan otra.”

Desde la niñez, a los católicos se les enseñó obediencia total a la autoridad de la Iglesia Católica. Pero cuando a 37 sacerdotes, monjas y otros líderes católicos prominentes de Holanda se les preguntó qué pensaban acerca de esta obediencia a la autoridad de la Iglesia, muchos dijeron que ya no podían dar esa obediencia.

Tocante a la autoridad eclesiástica, el teólogo católico John L. Mackenzie, sacerdote jesuita que ha enseñado en la Universidad de Notre Dame, dijo francamente que la Iglesia era dirigida por “una Mafia eclesiástica.” El Daily Star de Toronto agregó: “Él [Mackenzie] va al grado de asemejar la iglesia institucional de hoy día a un hoyo de ratas. ‘Y a uno no le gusta oír que ha derramado su vida en un hoyo de ratas,’ dice él.”

Los clérigos más jóvenes son especialmente francos al contradecir las enseñanzas de su iglesia.

Moralidad sexual

La mayoría de las personas que van a las iglesias esperan que sus clérigos promuevan normas morales elevadas. Pero ahora los clérigos están muy divididos en cuanto al tema de la moralidad sexual. Un número cada vez mayor de ellos dicen que la fornicación, el adulterio y la homosexualidad no son incorrectos.

En Inglaterra, el ministro metodista Lord Soper dijo: “La idea de que las relaciones sexuales deben circunscribirse al matrimonio es ridícula.” El ministro episcopal F. C. Wood dijo a un cuerpo estudiantil compuesto totalmente de muchachas en Maryland: “No hay leyes conectadas con el sexo. Repito: absolutamente ninguna ley. . . . El coito premarital . . . puede ser muy hermoso.” Y el director del Centro Católico Romano Newman, de la Universidad estatal de Arizona, el sacerdote Thomas Walsh, dijo:

“No es gran cosa para una muchacha el decir que es virgen si nunca ha permitido que la toquen. Lo que logra [el permanecer virgen] lo logra siendo inhumana. Yo preferiría a una persona amorosa y expresiva para con otros, aunque no fuera virgen. . . . No es nuestro lugar el predicar moralidad.”

Pero si hombres que afirman ser ministros de Dios no predican moralidad, ¿quién debería hacerlo? Y, ¿cómo considera usted la decisión de noventa sacerdotes episcopales de Nueva York que concordaron en que la iglesia debe clasificar los actos homosexuales como “moralmente neutrales”?

Para determinar lo que usted realmente piensa en cuanto a esta nueva tendencia hacia la aprobación de la fornicación, el adulterio y la homosexualidad, pregúntese: ¿Aprobaría yo que mi hija cometiera fornicación? ¿Aprobaría yo que mi esposa tuviera coito con otro hombre, o que mi esposo se acostara con otra mujer? ¿Le diría yo a mi hijo que está bien que se haga homosexual?

Usted también debe considerar algo aun más importante: ¿Cómo considera Dios el asunto? De eso no puede haber duda. Él nos dice en su Palabra: “No se extravíen. Ni fornicadores, . . . ni adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres, . . . heredarán el reino de Dios.”—1 Cor. 6:9, 10.

El efecto

Toda esta confusión y división de las iglesias en cuanto a lo que deben enseñar está produciendo su efecto. Ahora muchas personas opinan de la misma manera que el autor británico Malcolm Muggeridge, que dijo:

“El cristianismo institucional, me parece a mí, ahora se encuentra en desorden total, y visiblemente descomponiéndose, al grado de que, salvo por un milagro, jamás podrá ser reunido de nuevo con alguna semejanza de orden o credibilidad.

“En su condición presente de descomposición, el cristianismo institucional es . . . simplemente un chiste.”

Muchos miembros de las iglesias están disgustados por las divisiones que existen dentro de las iglesias en cuanto a muchas enseñanzas y prácticas. Han perdido la confianza en sus clérigos. De modo que están abandonando las iglesias.

Pero es importante que usted sepa que las iglesias divididas de la cristiandad no representan al cristianismo. Su mismísima condición dividida prueba eso, pues la Biblia aconseja que los cristianos verdaderos “todos hablen de acuerdo, y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar. ¿Existe dividido el Cristo?”—1 Cor. 1:10, 13.

Los cristianos verdaderos no están divididos. Pero las iglesias sí lo están.

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