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  • ¿Qué le hacen a su alimento?
  • ¡Despertad! 1970
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¡Despertad! 1970
g70 8/11 págs. 3-5

¿Qué le hacen a su alimento?

¿CUÁNTO veneno quiere usted comer? Sin duda una sugerencia como ésa le repugna. Usted probablemente opina que no quiere comer ningún veneno en absoluto.

No obstante, sea que se dé cuenta de ello o no, en muchos países, especialmente en los Estados Unidos y otros países occidentales, mucho del alimento contiene ahora cantidades pequeñas de sustancias químicas que, de comerse en cantidades grandes, podrían matar a uno. Especialmente desde la II Guerra Mundial ha aumentado el uso de estas sustancias.

Posiblemente usted opine que, aunque esas sustancias químicas se añadan a los alimentos envasados, por lo menos cuando usted compra frutas, legumbres o carne frescas puede evitarlas. Pero casi todos estos productos han sido expuestos a sustancias químicas también.

Las sustancias químicas que se añaden a los alimentos se llaman “aditivos.” Hoy se usan literalmente centenares de ellos. Muchos de estos aditivos son sintéticos... sustancias químicas de hechura humana.

¿Hasta qué grado se usan estos aditivos hoy día? William Longgood, en su libro The Poisons in Your Food, comenta: “Virtualmente toda pizca de alimento que uno come ha sido tratada con alguna sustancia química en alguna ocasión: tintes, blanqueadores, sustancias emulsivas, antioxidantes, sustancias conservativas, sabores, realzadores del sabor, topes, aerosoles nocivos, acidificantes, alcalizantes, deodorantes, humectantes, agentes secadores, gases, dilatadores, espesadores, desinfectantes, defoliadores, fungicidas, neutralizantes, endulzadores artificiales, agentes anticoglutinantes y antiespumantes, acondicionadores, saladores, hidrolizantes, hidrogenantes, madurantes, fortificantes y muchos otros.”

Los aditivos aparecieron en las noticias recientemente debido a la publicidad que se dio a los ciclamatos. Los ciclamatos estaban entre los más de 600 aditivos de los alimentos que eran “Generalmente Reconocidos como Aditivos Seguros” (llamados la lista GRAS) por la Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos.

Los ciclamatos son endulzadores químicos hechos por el hombre que reemplazaban el azúcar por razones de dieta o salud. Se usaban en gaseosas, helado, aderezos de ensaladas, budines, gelatinas, mermeladas y jaleas, hasta en pepinillos. Se introdujeron en casi todo alimento dietético y también se usaron en las vitaminas preparadas con sabor para los niños.

Sin embargo, unos experimentos demostraron que los ciclamatos causaban cáncer en los ratones y en las ratas, y hacían que nacieran pollitos deformes. Esto estaba en pugna con la ley estadounidense que declara que ningún aditivo de los alimentos “se considerará seguro si se descubre que induce cáncer al ser ingerido por el hombre o los animales.”—La Enmienda Delaney al Acta de Alimentos, Drogas y Cosméticos de 1958.

En consecuencia, las bebidas dietéticas que contenían ciclamatos fueron proscritas, aunque los alimentos y medicinas dietéticos que los contenían, de indicarse esto apropiadamente en la etiqueta, podrían venderse sin receta. Varios otros países proscribieron el uso de los ciclamatos.

Esta publicidad que se debió a los endulzadores artificiales hizo que muchos pusieran en tela de juicio lo prudente de usar otros aditivos. ¿Había riesgo en cargar tanto del abastecimiento alimenticio con sustancias químicas hechas por el hombre? Algunas autoridades se sintieron intranquilas por el hecho de que a muchísimos aditivos realmente no se les había probado lo suficientemente como para determinar que eran seguros, aunque ya estaban en la lista GRAS.

Hay quienes dicen que estas sustancias químicas son seguras en las cantidades utilizadas, aunque admiten que en dosis mucho más grandes pueden ser perjudiciales, hasta pueden matar. Por otra parte, hay quienes afirman que si una sustancia química es veneno en cantidades grandes, todavía es veneno en cantidades pequeñas... el arsénico es arsénico, dicen ellos, prescindiendo de lo mucho que estire uno lo que tenga de él. También alegan que puesto que pocos de estos aditivos, si acaso algunos, son de algún valor nutritivo, ¿por qué arriesgarse a usarlos?

¿Por qué debería haber alguna duda en cuanto a si son seguras o no las sustancias que se añaden a los alimentos? Porque aunque algunas de estas sustancias químicas en cantidades grandes han producido cáncer y otros efectos malos en animales usados para experimentos tales como los ratones y las ratas, no hay seguridad de que esto sea lo que sucede en los humanos que están expuestos a una cantidad mucho menor en su dieta. Y estos aditivos no han estado en uso en base tan extensa por tiempo suficiente para averiguar quién tiene razón.

¿Por qué se usan los aditivos?

Si como se reconoce muchos aditivos químicos no tienen ningún valor alimenticio, especialmente los que el hombre hace, y quizás hasta sean peligrosos a la larga, ¿por qué se usan?

Con el surgimiento de las ciudades grandes se hizo cada vez más necesario no solo enviar productos alimenticios por largas distancias, sino también almacenarlos en depósitos y en estantes por largos períodos de tiempo. Algo se tenía que hacer para impedir que estos alimentos se echaran a perder. Por consiguiente, se añadieron sustancias químicas para detener la multiplicación de los organismos que normalmente echan a perder el alimento.

Entonces vino la demanda de alimentos dietéticos, especialmente alimentos y bebidas que no engordaran. Esto quiso decir, por ejemplo, que en las gaseosas no se deseaba utilizar azúcar como endulzador, puesto que añadía calorías. De modo que se sustituyó el azúcar con sustancias químicas que tenían sabor dulce.

Otra razón por la cual se usaron aditivos fue el hecho de que se hicieran populares los alimentos pre-cocidos, como las “cenas de TV.” El ama de casa simplemente las calentaba y las servía. Sin embargo, a estas comidas se les añadían sustancias químicas para conservarlas y realzar su sabor y apariencia.

El consumidor también tiene la culpa. Son demasiadas las personas que quieren cosas que se vean bien, que parezcan buenas al tacto y tengan buen sabor prescindiendo del valor alimenticio. De modo que los fabricantes ponen en los alimentos sustancias químicas que produzcan estos efectos. Por ejemplo, quizás un pedazo de pan blanco se vea bien, sea blando al tacto y hasta tenga buen sabor. Pero por lo general está hecho de harina emblanquecida, que ha perdido la mayor parte de lo nutritivo en la elaboración. Se le añaden sustancias químicas para hacer que se vea bien, sea blando al tacto, tenga buen sabor y se conserve. A menudo se le añaden unas cuantas vitaminas sintéticas y se vende como pan “enriquecido.” Al consumidor le agrada comprar ese producto.

En relación con el pan, el Sr. Longgood comenta: “El destino que le viene a un inocente grano de trigo pertenece más apropiadamente en los anales del crimen que en un tratado sobre alimentos.” Dice: “La hogaza de término medio de pan blanco comercial que se vende hoy es principalmente el producto de ingeniosidad química, tecnología mecánica diestra y estratagema de publicidad. Se le somete a un bombardeo de sustancias químicas, se le despoja de casi todo alimento nutritivo, recibe unas cuantas vitaminas sintéticas, se le inyecta sustancia emulsiva para mantenerla blanda y . . . se vende al público crédulo como un producto enriquecido. El pan y la mayor parte de los otros artículos horneados comerciales tienen relación más estrecha con la probeta que con la naturaleza.”

Si usted vive en el mundo occidental, hasta la carne que compra probablemente ha sido tratada químicamente. A muchos animales se les administran injertos de hormonas sexuales cuando son muy jóvenes y luego se les alimenta con hormonas sintéticas, antibióticos y otras sustancias químicas para obtener el peso máximo e impedir algunas enfermedades. También, el cuerpo de ellos contiene insecticidas que los animales han recibido del forraje, que ha sido rociado con sustancias químicas además de haber sido abonado con sustancias químicas. Muchos productos de carne, especialmente las carnes frías, son tratados además con sustancias químicas.

¿Cuánto de estas sustancias químicas come la persona de término medio? Se calcula que come aproximadamente 1,4 kilogramos al año. Pero, ¿qué efecto tienen estos aditivos químicos?

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