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  • Las sustancias químicas, ¿amigas, o enemigas?
  • ¡Despertad! 1998
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g98 22/12 págs. 4-7

Las sustancias químicas, ¿amigas, o enemigas?

EN LA vida tomamos muchas decisiones sopesando las ventajas y las desventajas. Por ejemplo, hay quienes se compran un automóvil por la conveniencia de tenerlo. Pero también es prudente pensar en el costo de poseer un auto —seguro, matriculación, depreciación— y de mantenerlo en condiciones aptas para circular. Además, hay que tener en cuenta el peligro de resultar herido o hasta de perder la vida a causa de un accidente. Con las sustancias químicas sucede algo parecido: Hay que sopesar las ventajas y las desventajas. Pongamos por caso una sustancia química, denominada MTBE (metil-terbutileter), que se añade a la gasolina para mejorar su combustión y reducir las emisiones contaminantes de los vehículos.

Gracias, en parte, al MTBE, el aire de muchas ciudades estadounidenses está más limpio ahora de lo que ha estado en muchos años. Pero “ha habido que pagar un precio”, informa New Scientist. En decenas de miles de depósitos subterráneos de gasolina se han producido fugas de MTBE, cancerígeno potencial, y se han contaminado las aguas subterráneas. Debido a ello, hay una ciudad en particular que tiene que obtener el 82% de su agua fuera de la zona, lo que supone un costo anual de nada menos que 3,5 millones de dólares. La revista New Scientist dice que este desastre “podría ser durante muchos años una de las crisis más graves de contaminación de aguas subterráneas”.

Algunas sustancias químicas han tenido que ser prohibidas y eliminadas del mercado debido al daño que causan al medio ambiente y a la salud. “¿Cómo es posible? ¿Acaso no se somete toda nueva sustancia a meticulosos ensayos toxicológicos antes de ponerla en venta?”, tal vez se pregunte.

Problemas de los ensayos toxicológicos

A decir verdad, los ensayos toxicológicos de las sustancias químicas son una mezcla de ciencia y conjeturas. “Los asesores de riesgos no saben con certeza dónde trazar la línea entre exposiciones ‘inocuas’ y ‘peligrosas’ a una sustancia”, dice Joseph V. Rodricks en su libro Calculated Risks (Riesgos calculados). Y así es incluso en el caso de los medicamentos, muchos de los cuales son de origen químico. “Ni siquiera los ensayos más meticulosos —dice The World Book Encyclopedia— pueden determinar con precisión si algún fármaco tendrá o no un efecto perjudicial inesperado.”

Los laboratorios tienen ciertas limitaciones inherentes. Por ejemplo, no pueden simular completamente el comportamiento de cierta sustancia química en el variado y complejo mundo fuera del laboratorio, donde existen centenares, y hasta miles, de sustancias químicas sintéticas, muchas de las cuales pueden reaccionar entre sí y también con organismos vivos. Algunas de estas, por sí solas, son inocuas, pero combinadas con otras, fuera o dentro de nuestro organismo, pueden formar compuestos tóxicos. Ciertas sustancias químicas se vuelven tóxicas, hasta cancerígenas, únicamente cuando el metabolismo corporal las procesa.

En vista de todos estos problemas, ¿qué hacen los asesores de riesgos para determinar la inocuidad de una sustancia? El método habitual ha consistido en administrar a animales de laboratorio una dosis concreta de la sustancia química en cuestión, y luego tratar de aplicar los resultados al ser humano. ¿Es siempre confiable este método?

¿Son confiables las pruebas con animales?

Aparte de plantear cuestiones éticas sobre la crueldad para con los animales, la experimentación de sustancias tóxicas con animales plantea otras cuestiones. Por ejemplo, los distintos animales suelen reaccionar de maneras bastante diferentes. Una pequeña dosis de dioxina, sustancia sumamente tóxica, es capaz de matar a una hembra de cobaya, pero se necesitarían 5.000 de esas dosis para matar a un hámster. Incluso especies de la misma familia, como las ratas y los ratones, reaccionan de manera diferente a muchas sustancias químicas.

De modo que si la reacción de una especie animal no puede predecir con exactitud cómo reaccionará otra especie, ¿cuánta certeza pueden tener los investigadores de que cierta sustancia química en particular será tolerada sin peligro por el ser humano? Hay que reconocer que no pueden estar totalmente seguros.

Desde luego, los químicos no tienen una tarea fácil. Deben complacer a la gente que desea sus creaciones, apaciguar a quienes se preocupan por el bienestar de los animales y convencerse a sí mismos de que sus productos son inocuos. Por eso, algunos laboratorios ensayan las sustancias químicas con cultivos de células humanas. Pero, solo el tiempo indicará si con esto se puede garantizar por completo la inocuidad de una sustancia.

Cuando los ensayos de laboratorio fracasan

El pesticida DDT, del que todavía quedan muchos residuos en el medio ambiente, es un ejemplo de un producto que erróneamente fue declarado inocuo cuando se puso en venta por primera vez. Los científicos se dieron cuenta más tarde de que el DDT tiende a permanecer mucho tiempo en los organismos, como es el caso de otras sustancias potencialmente tóxicas. ¿Qué trágicas consecuencias ha habido? Pues bien, la cadena alimentaria —compuesta de millones de criaturas minúsculas, luego peces y finalmente aves, osos, nutrias y demás— se convierte en un embudo biológico que concentra las toxinas en los organismos de la cúspide de la cadena. En cierta zona, la población de colimbos (ave acuática) no pudo empollar ni una sola vez en más de diez años.

Estos embudos biológicos son tan eficientes que algunas sustancias químicas, aunque apenas detectables en el agua, se concentran en cantidades increíbles en la cúspide de la cadena alimentaria. Las belugas, o ballenas blancas, del río norteamericano San Lorenzo son buen ejemplo de ello. Tienen niveles tan elevados de sustancias tóxicas que, cuando mueren, sus cuerpos han de tratarse como desechos peligrosos.

Se ha descubierto que ciertas sustancias químicas presentes en muchos animales actúan como hormonas, y solo recientemente han empezado a ver los científicos el insidioso efecto tóxico que pueden tener.

Sustancias químicas que simulan hormonas

Las hormonas son unos importantes mensajeros químicos del organismo. Viajan por la corriente sanguínea a diversas partes del cuerpo, donde estimulan o reprimen cierta función, como el crecimiento corporal o los ciclos reproductivos. Cabe mencionar que, según un comunicado de prensa reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), “un conjunto creciente de pruebas científicas” indica que ciertas sustancias químicas sintéticas, cuando entran en el cuerpo, obstaculizan el funcionamiento de las hormonas, bien simulándolas —con efectos perjudiciales—, bien bloqueando su acción.

Entre estas sustancias están los PCB,a las dioxinas, los furanos y algunos pesticidas, incluidos los residuos de DDT. Como tienen el potencial de obstruir el funcionamiento normal del sistema endocrino —el que produce las hormonas— se las denomina obstructoras endocrinas.

Una de las hormonas que dichas sustancias simulan es la hormona sexual femenina llamada estrógeno. Un estudio publicado en la revista médica Pediatrics indica que la aumentada preponderancia de pubertad precoz entre muchas niñas podría vincularse a los productos para el pelo que contienen estrógeno, así como a las sustancias químicas del medio ambiente que simulan dicha hormona.

La exposición de un organismo de sexo masculino a ciertas sustancias químicas durante una época crítica de su desarrollo puede tener efectos adversos. “Los experimentos han demostrado —dice un informe de la revista Discover— que el contacto con PCB en un período específico del desarrollo de las tortugas y los caimanes, puede repercutir en que los machos se conviertan en hembras o en individuos ‘intersexuales’.”

Además, las sustancias químicas tóxicas debilitan el sistema inmunitario, con lo que el animal es más propenso a las infecciones virales. De hecho, este tipo de infecciones parece propagarse más lejos y más deprisa que nunca, especialmente entre los animales que ocupan los eslabones más altos de la cadena alimentaria, como los delfines y las aves marinas.

En el caso del ser humano, los niños son los más afectados por las sustancias químicas que simulan hormonas. Los hijos que les nacieron hace unos años a mujeres japonesas que consumieron aceite de arroz contaminado con PCB “padecieron retrasos en el desarrollo físico y mental, sufrieron problemas de comportamiento —como hipoactividad e hiperactividad—, tuvieron un pene anormalmente pequeño y cocientes intelectuales cinco puntos por debajo de la media”, informa la revista Discover. En los Países Bajos y en Norteamérica, las pruebas realizadas con niños expuestos a niveles elevados de PCB revelaron efectos adversos similares en su desarrollo físico y mental.

Según la OMS, estas sustancias también pueden estar relacionadas con el incremento de casos, en hombres y mujeres, de cánceres “sensibles a las hormonas”, como el de mama, el de testículos y el de próstata. Además, en varios países la disminución que por lo visto sigue produciéndose en la cuenta espermática media de los hombres, así como en la calidad del esperma, puede vincularse al uso incrementado de sustancias químicas. En algunos países la cuenta espermática media casi se ha reducido a la mitad en los últimos cincuenta años.

En el artículo anterior citamos las palabras de una doctora que decía que somos “una generación experimental”. Y parece que tiene razón. Hay que reconocer que muchos descubrimientos químicos nos han beneficiado bastante, pero otros no. Por eso es sensato no exponerse innecesariamente a aquellas sustancias químicas que pueden resultar dañinas. Por extraño que parezca, muchas de ellas las tenemos en nuestra propia casa. El siguiente artículo explicará lo que podemos hacer para protegernos de las sustancias potencialmente peligrosas.

[Nota]

a Los PCB (policlorobifenilos), de amplia utilización desde los años treinta, son una familia de más de doscientos compuestos oleaginosos utilizados en la fabricación de lubricantes, plásticos, aislantes eléctricos, pesticidas, líquidos lavavajillas y otros productos. Aunque hoy día la producción de PCB está prohibida en muchos países, se han fabricado entre un millón y dos millones de toneladas. Y los PCB desechados que han ido a parar al medio ambiente han provocado efectos tóxicos.

[Ilustración de la página 7]

Estas ballenas son tan tóxicas, que cuando mueren se las considera desechos peligrosos

[Reconocimiento]

©George Holton, The National Audubon Society Collection/PR

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