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  • Fui cautiva del baile oriental
  • ¡Despertad! 1972
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¡Despertad! 1972
g72 8/3 págs. 16-17

Fui cautiva del baile oriental

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Ceilán

LA MÚSICA oriental tiene mucho que decir. Pero el baile o la danza dice mucho que la música de por sí no puede decir. Expresa gloria a los dioses y hombres a quienes se honra; habla de la fuerza, belleza y flexibilidad del cuerpo humano, sí, de los mismísimos anhelos del corazón. Estas son algunas de las razones por las que el baile oriental captó mi atención.

Todo comenzó cuando, a una edad muy temprana, comencé a asistir a las clases de ballet occidental. Esto era cautivador. Casi todo mi tiempo lo empleaba en cultivar el arte de la danza.

Aprendiendo y ejecutando danzas orientales

Un día había un recital de una danza de estilo oriental. Debido a su fascinante lenguaje de ademanes y porte, la danza oriental captó todo mi interés. Aunque mi padre había sido convertido por algunos misioneros metodistas y mi madre era anglicana, yo todavía era cingalesa, muchacha oriental. ¿Y no tiene el Oriente una cultura y herencia mucho más antiguas que el Occidente?

De modo que, al terminar mi educación seglar y no sin vencer mucha oposición de mi familia, emprendí la tarea de especializarme en las varias formas de danza de Ceilán y la India. A una edad temprana obtuve un diploma por el baile de Kandy en Ceilán. El baile de Kandy es un baile por el cual se conoce mejor a Ceilán. Kandy es una hermosa ciudad anidada en las colinas de Ceilán. Fue la última capital de los reyes cingaleses. Estos reyes se casaban con princesas de la India meridional. De modo que tuvieron mucho que ver con la introducción de estos bailes, junto con su influencia religiosa hindú, a Ceilán.

Entonces continué mis estudios en la India, donde recibí un diploma por Bharata Natya, siendo la primera cingalesa y la primera “cristiana” en obtenerlo. Se dice que la Bharata (que significa “India”) Natya (“danza”) Sasthra (“ciencia” o “tratado de la danza teatral”) es el principio de todas las formas de danza de Oriente. Se conoce como la esencial culminante de los Cuatro Vedas, los escritos sagrados hindúes. Esta posee una técnica sumamente desarrollada y difícil, pues sintetiza todos los aspectos del arte de la danza. Es rica en expresiones faciales, ademanes con las manos y los brazos y movimiento rítmico. Se utiliza en unión con muchos himnos de alabanza a los dioses hindúes.

Quedé realmente impresionada por el grado extenso al cual las religiones de Oriente habían incorporado el baile en sus ceremonias. ¿Por qué no podemos hacer esto también nosotros los cristianos? me preguntaba. ¿Por qué no mezclar las cosas de nuestra propia raza, herencia y cultura cingalesas con el cristianismo? El Concilio Cristiano Nacional de Ceilán aceptó mis esfuerzos en esta dirección, y mis vínculos estrechos con la YMCA fueron muy útiles. Con la ayuda y el patrocinio de éstos, fui a otros países, pronunciando conferencias y ofreciendo recitales.

En 1957 me invitaron a participar en los programas del Día de la Cultura de la Universidad Cristiana Unida de Tokio. Visité muchos lugares en el Japón. Por medio de un amigo de mi padre fui invitada al Departamento de Música de la Casa Imperial, donde conocí a la princesa Chikibu y la princesa Mikasa, las cuales quedaron fascinadas por el repertorio de danzas que ejecuté en la televisión.

El bailar, con toda la prominencia y la fama que me estaba produciendo, llegó a significar todo para mí en la vida. Vivía para la danza oriental. Hasta junio de 1961 la vida para mí era un grandioso canto melodioso. No tenía una sola inquietud en el mundo, pues estaba completamente absorta en mi baile, escuela de danza y dramas religiosos. Debido al aspecto religioso, pensaba entonces que estaba dando no solo mi arte sino más de mi vida al servicio de Dios.

Aprendiendo algo más importante que el baile

Entonces de súbito, llegué a ser víctima de una tragedia. Esto me dejó a la deriva en las sombrías nubes del desconsuelo, abrumada por la desilusión. Estaba convencida de que Dios vivía, pero, ¿dónde podría encontrarlo? ¿A quién podía dirigirme por ayuda?

Había una amiga de mucha confianza que conocía desde mi juventud. ¡Qué útiles fueron su modo de pensar honrado y comprensión benévola! Acudí a ella por ayuda y consejo prácticos pero no por fuerza y guía espirituales. ¿Por qué? Porque ella recientemente había dejado la iglesia. De modo que preferí buscar esa ayuda de los muchos ministros eclesiásticos que yo conocía. Pero esto fue en vano. Sin embargo todavía le prestaba poca atención a los versículos de la Biblia que mi amiga me leía con tanta persistencia.

Un día mi amiga me explicó que los testigos cristianos de Jehová estaban celebrando una asamblea, y me invitó a asistir. Concordé, pero estaba demasiado predispuesta para aprender mucho de la asamblea. Poco después mi madre se enfermó gravemente. Mientras estaba en casa atendiéndola, dos muchachos visitaron la casa, ofreciéndome una revista La Atalaya que tenía un artículo intitulado “La cristiandad le ha fallado a Dios.” Esto me abrió el apetito, y con la ayuda amorosa de mi amiga me puse a aprender lo que realmente enseña la Biblia. Cada punto nuevo lo mencionaba a los ministros, pues estaba segura de que apreciarían las verdades bíblicas que yo estaba aprendiendo. Pero no sucedió así. En cambio emitían horrendas advertencias, como, “No tenga nada que ver con ellos.”

Al aumentar mi conocimiento, se me abrieron los ojos para ver que eran estos acusadores, y no los Testigos, los que no eran cristianos verdaderos. Pronto me libré de la religión falsa. Pero, ¿qué hay de mi danza? Bueno, ahora había algo mucho más importante en la vida... predicar las buenas nuevas del reino de Dios como la única esperanza del hombre. Descubrí que la Biblia no condena la danza, pero que las muchas cosas copiadas de las religiones y las danzas babilónicas que alaban a otros dioses y hombres no son adecuadas para los cristianos verdaderos.

Aunque ya no soy cautiva del baile oriental, enseño un poco de danza como medio de obtener ingresos para mi sostenimiento mientras participo en el ministerio cristiano. El enseñarle a la gente la verdad de la Palabra de Dios puede llevar a vida eterna en el nuevo orden de Dios. El aprender la danza oriental jamás puede lograr esto. Las personas a quienes he ayudado a aprender la verdad de Dios han llegado a ser compañeros mucho más allegados y verdaderos que aquellas a quienes enseñé a bailar. Verdaderamente disfruto de una satisfacción y libertad que desconocía antes.

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