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¡Despertad! 1972
g72 8/5 págs. 6-9

Educación sexual escolar... ¿provechosa, o peligrosa?

EVIDENTEMENTE la mayoría de la gente de Dinamarca no está perturbada por la nueva ley de educación sexual obligatoria en su país. Parece que la mayoría la considera como ‘un paso en la dirección correcta,’ como algo que ayudará a los niños a alcanzar una vida bien equilibrada.

Por supuesto, nadie puede negar que los niños necesitan saber los hechos de la vida, cómo y por qué funcionan sus cuerpos como lo hacen y lo que es el proceso de la procreación. Además no se puede negar que es importante que los niños tengan una actitud sana hacia estas cosas, que no consideren el sexo como algo que de algún modo es ‘sucio’ en sí mismo.

Sin embargo, muchas personas ven peligros inherentes en la nueva ley de Dinamarca o en la tendencia que ésta representa. Se preocupan por el aumento en la autoridad concedida a los oficiales y maestros escolares y la correspondiente reducción de control paternal sobre los niños.

¿Guía o extravío?

Muchos prevén el mismo peligro que hace algunos años señaló el director escolar Aage Nørfelt, quien advirtió:

“El propósito de cualquier instrucción es . . . suministrar guía, pero si se pasan por alto puntos esenciales muy fácilmente puede llegar a ser lo contrario, extravío.”—Kristeligt Dagblad, 24 de agosto de 1966.

Los que instan a la educación sexual en las escuelas, dijo él, afirman que ‘los jóvenes van a tener relaciones sexuales de todos modos,’ por lo tanto lo importante es ‘ayudarlos a usar métodos anticonceptivos y evitar preñeces y abortos ilegales.’ Entonces arguyó:

“No obstante, en relación con esto dejamos de hacer lo más esencial: decir a estos niños grandes (porque eso es lo que son) que lo incorrecto es que tengan relaciones íntimas a esa edad.” La vida tiene “su ritmo natural que tiene que ser respetado. El niño debe ser niño, y el joven debe ser joven en esos períodos específicos.” De esta manera son preparados para una vida plenamente madura más tarde. Tal como los niñitos que tratan de imitar a las personas de mayor edad parecen tontos, y las personas de mayor edad que tratan de parecer juveniles se hacen ridículas, de la misma manera está en ‘contra de la naturaleza de las cosas el que jóvenes inmaduros traten de vivir como adultos maduros.’ Por lo tanto, la conclusión del director Nørfelt fue:

“El predicar que cuando uno es biológicamente maduro en lo sexual, tiene el derecho al coito, es falso. Eso es extravío, no guía.”

Esto no quiere decir que la nueva legislación pasa por alto totalmente los problemas envueltos. Más que simplemente dar a los niños información sexual, ciertamente se esfuerza por suministrar algunas pautas. Pero, ¿cuáles son éstas? ¿Qué fuerza tienen?

Como base para esa guía, el comité legislativo usó un tratado por el doctor de teología K. E. C. Løgstrup. Este tratado reconoce que “el tiempo de la juventud a menudo se caracteriza por inconstancia y veleidad.” A los jóvenes se les debe decir que, si carecen de la habilidad para establecer relaciones duraderas, no sirve sus mejores intereses el empezar una relación sexual. Que esas relaciones, en vez de resolver los problemas, “a menudo crean nuevos problemas.” Por lo tanto, cualquier estímulo a castidad y restricción o falta o es muy débil. A los jóvenes se les ha de advertir a ‘no arriesgarse’ para no acarrearse preñez, se les ha de aconsejar que tanto el varón como la hembra tienen la responsabilidad de usar provisiones adecuadas para el control de la natalidad, hasta se les ha de instruir en cuanto a cuándo se presentan las mejores circunstancias para tener relaciones sexuales. Junto con todo esto se les habla de la importancia de tener ‘comprensión’ y ‘consideración’ en estos asuntos. Pero en cuanto a alguna obligación moral para con Dios, el tratado del teólogo Løgstrup no dice nada. Lo que creen los padres de los jóvenes en cuanto a la conducta correcta aparentemente no se considera importante. En resumidas cuentas se deja que los jóvenes tomen sus propias decisiones en cuanto a lo que deberían o no deberían hacer.

¿Esperaría usted que los jóvenes que reciban esa clase de instrucción se abstengan de las relaciones sexuales o que participen en ellas?

¿Es compatible el que los legisladores duden de la habilidad de los padres para guiar sabiamente a sus hijos y al mismo tiempo atribuyen a los jóvenes sin experiencia e inmaduros la sabiduría necesaria para tomar decisiones sabias cuando se agita en ellos la pasión? La confianza que hoy muestran los defensores de la educación sexual en el juicio de los jóvenes es notable, y —en vista de los problemas que ya tienen los jóvenes por todo el mundo— es por lo menos igualmente ingenua.

¿Tendría sentido el explicarle a un muchacho las funciones mecánicas de un auto, mostrarle cómo manejarlo y luego enviarlo a las calles de una ciudad grande con la sencilla instrucción de que debe ser ‘considerado’ y usar de buen juicio... sin darle ningún conocimiento de, o sentido de responsabilidad para con, las leyes de tráfico? El tráfico urbano no es ni aproximadamente tan complejo como son las relaciones humanas ni está lleno de peligros como éstas pueden estar, particularmente en nuestros tiempos modernos. ¿Hemos de creer que Dios no nos ha dado reglas que seguir?

¿Invasión del Estado a los derechos de los padres?

¿Abre la nueva ley el camino para una invasión por parte del estado político a los derechos de los padres? El líder de distrito Oskar Hansen se ha quejado a la Comisión de Derechos Humanos de que sí lo hace. Llama la atención a la primera enmienda, artículo 2 de la Declaración de Derechos Humanos, que dice:

‘Al ejercer las funciones que el Estado asume en la educación y la instrucción, respetará el derecho de los padres para encargarse de que esa instrucción y educación se haga de acuerdo con su propia convicción religiosa y filosófica.’

Pero un clérigo danés, Søren Krarup, va más allá de esto. Declarando puntos de vista diferentes de muchos de los clérigos de Dinamarca, asemejó la nueva ley a ‘neonazismo.’ En el Kristeligt Dagblad del 4 de junio de 1971, advirtió: “Es un esfuerzo por robarle los hijos a los padres tal como lo hicieron los nazis.”

Pregunta cómo es posible que un gobierno pueda decirle a la gente que no puede manejar sus propios asuntos —cuando es la gente la que ha elegido al gobierno— su respuesta es:

“Se hace alegando un conocimiento experto que la gente común no tiene. La tendencia es obvia en la política. . . . Pero también está comenzando a penetrar en el campo educativo que abunda de ‘expertos’ omniscientes y todopoderosos sobre el bienestar y la felicidad de los niños.”

Esos ‘expertos,’ dice él, alegan conocer los pensamientos más íntimos de otras personas. “Y, lo que es más importante, alegan saber más que la misma gente.” Los asemeja al doctor que opina que no debe desperdiciar el tiempo discutiendo con los pacientes el tratamiento que favorece, puesto que “él sabe lo que mejor les conviene.”—Berlingske Tidende, 20 de junio de 1971.

Dónde realmente estriba el problema

¿Habrá de resolverse realmente en las escuelas el problema de las preñeces indeseables, de los abortos, de las ideas pervertidas acerca del sexo? En cuanto a eso, ¿qué éxito han tenido las escuelas en resolver otros problemas morales serios que envuelven a los jóvenes? ¿Han podido sus cursos sobre el civismo y la buena ciudadanía impedir o detener el aumento de la afición a las drogas, la delincuencia y la violencia entre los jóvenes? Por eso, ¿es la ausencia o grado limitado de la educación sexual en las escuelas la verdadera fuente del problema?

Allá en 1960, cuando el Consejo Nacional de la Mujer apeló al gobierno, dijo: “Tenemos la impresión de que demasiados jóvenes no obtienen en el hogar o en la escuela el apoyo que deberían obtener y por lo tanto salen al mundo sin preparación e ignorantes.”

No obstante, es obvio que el entrenamiento en el hogar precede al entrenamiento escolar en la vida del niño.

El ex-ministro de educación K. Helveg Petersen se concentra en la verdadera fuente del problema, diciendo: “La escuela jamás podrá llevar a cabo esta asignación de manera plenamente satisfactoria, porque ésta, ante todo, pertenece al hogar.”

Es allí mismo donde la Biblia también coloca la asignación. Cuando un padre israelita consideraba la ley mosaica con sus hijos, como había de hacerlo según Deuteronomio 6:6-9, éstos inevitablemente recibían mucha instrucción sexual, como cualquiera puede ver sencillamente al leer esa Ley en la Biblia. Los padres —no algún extraño— suministraban esa instrucción y contestaban las preguntas de sus hijos. Y cuando los hijos oían la lectura de la ley en público acerca de estos asuntos, los padres estaban presentes con ellos. (Deu. 31:10-13) Hoy los padres que prefieren dejar que las escuelas atiendan esta asignación no pueden esperar tener el apoyo bíblico. Hacen esto a gran riesgo.

Lo que pueden hacer los padres

Los padres tienen grandes ventajas sobre otros en el asunto de suministrar educación sexual a sus hijos. Conocen a sus hijos mejor que cualquier otra persona. Saben cuánto se han desarrollado física, mental y emocionalmente. Y, si son concienzudos, los padres naturalmente muestran consideración superior a sus hijos al dar ayuda individual de acuerdo con las necesidades y circunstancias de cada niño.

¿Qué pueden hacer los padres en las zonas en las cuales las autoridades compelen a los niños a recibir instrucción sexual en la escuela? Con regularidad le pueden preguntar al niño lo que se le está enseñando, así como averiguar lo que éste ha oído de parte de compañeros de juego y otros sobre este tema. Entonces, por medio de una discusión abierta y honrada, los padres le pueden suministrar al niño información adicional, saludable y útil. Pueden corregir y contrarrestar ideas incorrectas y fortalecer la determinación y el deseo del niño de seguir la norma bíblica, cristiana, de la conducta correcta, de esa manera buscando la bendición de Dios.

Por supuesto, en este asunto más vale prevenir que remediar. Los padres deben mantenerse alerta para no permitir que las escuelas les quiten la iniciativa en cuanto a la instrucción sexual. En Dinamarca, la opinión sobre la cual se basa la nueva ley dice que se les debe informar a los padres en cuanto a cómo se enseñará la educación sexual y a qué edad se introducirán los diferentes rasgos del tema. Si ciertas escuelas no llevan a cabo esto, los padres podrían entrevistar a los maestros para obtener esa información. Entonces pueden preparar a sus hijos de antemano para que los niños ya tengan el punto de vista bíblico saludable en su mente cuando las escuelas comiencen a considerar ciertos puntos. En países como Dinamarca los padres necesitan comenzar a hacer esto aun antes de que sus hijos entren al primer año.

Y, aunque los gobiernos impongan la educación sexual obligatoria, los padres todavía pueden hablar con las autoridades escolares y dar a conocer su preocupación en cuanto a las cuestiones morales que puedan surgir. Pueden expresar su desaprobación si los maestros estimulan la conducta sexual relajada. Algunos padres daneses han autorizado a sus hijos a solicitar permiso para salir del aula si la discusión sexual llega a ser depravada. Sin embargo, en vista de la curiosidad natural de los niños y de los jóvenes, quizás algunos padres opinen que esto es esperar mucho de sus hijos. En algunas partes del mundo, los padres que tienen los medios han preferido suministrar a sus hijos instrucción escolar particular, como por cursos de correspondencia u otros medios aprobados por la ley. Consideran cualquier gasto adicional envuelto como muy insignificante en comparación con el bienestar espiritual de sus hijos.

Obviamente, el poner en ejecución una nueva ley como la que se aprobó en Dinamarca trae consigo peligros implícitos. Pero el mayor peligro ya existía antes de que se aprobara la nueva ley: la indiferencia de tantos padres que aceptan la idea de que los ‘expertos’ saben más y que ellos mismos no tienen la habilidad para suministrar instrucción sexual adecuada y completa a sus hijos.

Basándose en su propia experiencia, el psicólogo de niños Svend Heinild expresa la convicción de que los problemas de los jóvenes no se deben tanto a una falta de información como a una clase de desnutrición espiritual y emocional. (Politiken, 16 de agosto de 1970) Los padres cristianos que genuinamente aman a su prole se encargarán de que esto jamás sea cierto de sus hijos. Conocen su responsabilidad y derecho dados por Dios de aconsejar e instruir a sus hijos en toda faceta de la vida. Están dispuestos a dar el tiempo, consideración y el esfuerzo que sean necesarios para proteger a sus hijos de las malas influencias morales.

[Ilustración de la página 8]

Los padres pueden preguntarle al niño qué se le está enseñando y, si es necesario, podrían entrevistar a los maestros

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