¿De qué fuente reciben la educación sexual?
¡QUÉ alegría se siente cuando nace un niño! Los padres se alegran de tenerlo, juegan con él y cuentan a sus amistades casi todo lo que hace. No obstante, pronto empiezan a darse cuenta de que el nacimiento de un hijo también supone asumir obligaciones nuevas e importantes. Una de las principales es la necesidad de enseñarle a protegerse en un mundo cada vez más inmoral.
¿Cómo pueden los padres ayudar a su amado hijo a convertirse en un adulto maduro que con el tiempo goce de una vida de familia entrañable y feliz y quizás hasta tenga sus propios hijos, a los que críe en un ambiente de respeto a Dios? Puede que algunos padres piensen que esta es una tarea sumamente difícil, de modo que seguramente serán bien recibidas algunas sugerencias.
Es probable que ustedes enseñen a sus hijos de una forma muy parecida a como sus padres los enseñaron a ustedes. No obstante, muchos padres recibieron poca instrucción, si acaso alguna, sobre cuestiones sexuales. Y aunque ustedes recibiesen una buena formación en el campo sexual, tanto el mundo como las necesidades de los hijos han cambiado. Además, muchos lectores de esta revista han adoptado normas morales más elevadas y encauzan su vida de mejor manera. Por consiguiente, los padres deberían preguntarse: “¿He ajustado a mis opiniones actuales y a las crecientes necesidades de mis hijos mi forma de enseñarles?”.
Algunos padres dejan que los jóvenes obtengan tal información por su cuenta, pero en ese caso surgen una serie de preguntas preocupantes: ¿Qué información recibirán? ¿Cuándo? ¿De qué fuente? Y, ¿en qué circunstancias?
Lo que se enseña en las escuelas
Muchos padres dicen: “Bueno, ya lo aprenderán en la escuela”. Es cierto que muchas escuelas imparten educación sexual, pero pocas enseñan moralidad. William J. Bennett, anterior secretario de Educación de Estados Unidos, dijo en 1987 que las escuelas “evitan deliberadamente hacer apreciaciones morales”.
Tom, padre de dos niñas encantadoras, preguntó a la representante de la escuela a la que ellas asisten: “¿Por qué no dicen que las relaciones sexuales fuera del matrimonio no están bien?”. Ella respondió que le gustaría decirlo, pero que la escuela no puede ofender a las madres solteras de los niños ni a los hombres con quienes ellas conviven. De modo que las escuelas dirán a los estudiantes que existen distintas opciones sexuales, pero raras veces les dirán cuál es la correcta.
“Compraré un libro”
Puede que otros padres digan: “Les compraré un libro”. Es posible que un buen libro ayude, pero los padres deben asegurarse bien de que concuerdan con lo que el libro dice. Pocos manuales de educación sexual introducen el concepto de moralidad o siquiera dicen que algo está bien o mal. Algunos hasta recomiendan prácticas inmorales. Y, desde luego, es raro el libro que diga que las relaciones sexuales deben limitarse al vínculo matrimonial.
De modo que la responsabilidad de enseñar moralidad a los hijos recae en aquellos sobre quienes Dios la colocó en un principio: los padres que los trajeron al mundo y que tanto los quieren. En la Biblia se registra el siguiente consejo para los padres: “Tienes que [inculcar las leyes de Dios] en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes”. (Deuteronomio 6:7.)
En efecto, los padres pueden ser los mejores maestros de sus hijos. No hay libro o escuela que pueda reemplazar la influencia que ejerce en un niño la convicción de sus padres o el ejemplo de una buena familia. William Bennett expresó este punto con estas palabras: “Los estudios indican que hay menos probabilidades de que los niños participen en conducta sexual cuando los padres constituyen la principal fuente de educación sobre el sexo. [...] Los padres, más que ninguna otra persona, desempeñan el papel principal”.
No obstante, algunos padres temen que el conocimiento induzca a sus hijos a probar el sexo. Es obvio que el que eso ocurra dependerá mucho de qué se enseña y cómo se enseña. Lo cierto es que los jóvenes van a recibir información sobre cuestiones sexuales. ¿No sería mucho mejor para ellos recibir dicha información de una manera correcta y decorosa por boca de unos padres morales y cariñosos, en lugar de recibirla de algún niño de la calle o de la escuela o de algún adulto inmoral?
De todas formas, persisten una serie de preguntas: ¿Cómo puede usted enseñar el punto de vista de Dios sobre estos temas y hacerlo de una manera respetuosa? Cuando los jóvenes oyen que “todo el mundo lo hace”, ¿cómo convencerles de que las mejores personas, y también las más felices, no lo hacen? ¿Cómo ayudarles a darse cuenta de que vivir según la norma bíblica de ‘abstenerse de la fornicación’ no solo contribuye a una vida mejor y más feliz, sino que también es la única manera de agradar a Dios? En los siguientes artículos se darán respuestas valiosas a estas importantes preguntas. (1 Tesalonicenses 4:3.)
[Comentario en la página 3]
“Los valores que los padres inculcan en sus hijos todavía parecen ser los que mayor peso tienen.” (U.S.News & World Report)