Entra un barco
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Alemania
LA ENTRADA de un barco, implica más que lo que solamente salta a la vista. Lo sé, pues recientemente tuve la oportunidad de hacer un viaje desde Hamburgo muy al interior hasta la ciudad de Brema, a unos 64 kilómetros del mar del Norte. El buque de carga en que fui huésped era el Wiessenburg, el cual había venido de Colombia, América del Sur, a Hamburgo, Alemania. Zarpamos de Hamburgo aproximadamente a las 7 de la mañana, deslizándonos por el río Elba hacia el mar del Norte.
Después de un breve viaje por el mar del Norte, se acercó a nosotros la lancha del práctico, y un piloto experimentado en navegar las aguas cercanas a Bremerhaven abordó nuestra nave. Pero, ¿cómo supo la lancha del práctico que nuestro buque de carga venía y el tiempo exacto de nuestra entrada? El capitán de puerto se lo había informado al capitán de la lancha del práctico.
A medida que nos acercábamos a Bremerhaven, el puerto externo de Brema, el operador de radio notificó al médico de Cuarentena en la costa: “No hay epidemias o enfermedades contagiosas a bordo.” El operador me mostró una declaración de salud del barco, que sería necesaria entregar al funcionario de sanidad del puerto de Brema.
¿Cuántos más querrán información? Bueno, la policía del puerto está interesada en los nombres de los pasajeros y la tripulación. Tan pronto como amarramos en Brema, inmediatamente compararán estas listas con las listas de personas buscadas por la policía.
Pero lo que estaba ocurriendo arriba sobre el puente de mando, era lo que más me interesaba. Tres personas estaban observando la trayectoria del barco: el capitán, el piloto que había abordado el barco y el timonel. ¿Quién tiene la responsabilidad del puente de mando? Aun con el piloto a bordo, el capitán es el responsable por su barco. El piloto solo es un asesor del capitán.
“¿Se le obliga a recibir un piloto a bordo?” le pregunté al capitán.
“No,” me contestó, “pero es un riesgo muy grande el entrar sin un piloto, porque en solo unas horas las circunstancias de la profundidad y la corriente pueden cambiar muchísimo. Nadie conoce mejor estos peligros que el piloto. Él navega por estas aguas diariamente. Yo solamente navego en ellas una vez cada tres o cuatro meses.”
En el ínterin, comenzó a oscurecer. A medida que nos acercábamos a Bremerhaven podíamos ver a babor la gran luz del faro. El barco redujo la velocidad y pasamos deslizándonos por el festivamente iluminado Columbus Kai (muelle de Colón).
Un piloto del río Weser relevó ahora al primer piloto que nos había ayudado a llegar a Bremerhaven. Él había traído consigo la carta del exacto lugar de nuestro anclaje en el puerto de Brema, uno de los más grandes puertos de Alemania.
Zarpamos con la marea, remontando el Weser a unos catorce nudos. (Un nudo es una unidad de velocidad de una milla marina internacional o 1.853,24 metros por hora.) Para los hombres en el puente de mando, éste ciertamente no es un “viaje de placer,” como lo indican las miradas muy fatigadas. Uno de los tripulantes afirma que el viaje río arriba es más extenuador que el viaje de dieciocho días por el océano desde Cartagena, Colombia. El río está lleno de curvas y recodos. En una de estas curvas encontramos a un barco que navegaba corriente abajo y después a tres más, uno detrás del otro. Nos escurrimos apenas a diez metros de ellos. Parece muy sencillo, pero en realidad es más peligroso que conducir un auto.
Continuamos nuestro viaje en la oscuridad como si fuera por un camino que atraviesa el campo. En más o menos una hora deberíamos estar atracando al cobertizo del Muelle Núm. 13 del Puerto de Ultramar de Brema. Desde Bremerhaven hasta Brema hay aproximadamente sesenta y cinco kilómetros.
A unos diez kilómetros del puerto de entrada, el operador de radio a bordo transmite el informe final de llegada. Moviéndose lentamente, nuestro barco de carga se acerca al muelle del puerto. Más adelante, a unos doscientos metros, comienzan a moverse cuatro pequeños remolcadores de fornido aspecto. La radio comunicación había informado al capitán de cuándo llegaría el barco. Apagamos nuestros motores. Nos deslizamos calladamente.
En tierra ya se habían completado los preparativos para nuestra llegada. Todo está dispuesto: remolcador, estibador, operador de la grúa, los tarjadores, el cambista, funcionarios de la capitanía del puerto, del departamento de sanidad, de aduana y de la policía portuaria.
Los potentes pequeños remolcadores ya se han arrimado. Se arrojan por sobre la borda las sogas de remolcar. Echo una mirada a mi reloj. En exactamente cuatro minutos los cuatro remolcadores están remolcando a nuestro barco. En la dársena de viraje, delante del Puerto de Ultramar, los poderosos remolcadores tiran y empujan a nuestro gigante en un ángulo de 180 grados hasta que la popa está señalando en dirección de la entrada al puerto. ¿Sabe usted por qué se remuelca hacia atrás el barco para anclarlo? ¡Es una medida de seguridad tomada por los funcionarios del puerto! En caso de una emergencia —digamos el estallido de un gran incendio— cada barco de carga podría abandonar el puerto por sus propios medios.
El puerto de Brema tiene fama de ser un “puerto rápido.” Aquí no se pierde ningún tiempo; cada barco es atendido tan rápidamente como es posible. Desde el puente puedo ver una gran actividad desplegándose abajo en la proa. El segundo oficial, quien por lo general es el responsable por la carga, permite que el pescante de carga de a bordo gire a un lado para que la grúa del puerto tenga suficiente espacio. Se hacen los preparativos para abrir las escotillas.
¿Cuánto le cuesta a un barco el estar en el muelle durante todo un día? Para un barco de carga con un tonelaje registrado entre 9.000 y 11.000 toneladas netas, con todo incluido, cuesta entre 8.000 y 15.000 DM (unos 2.400 a 4.600 dólares aproximadamente). En otras palabras, ¡tanto como el precio de dos o tres Volkswagens! Cuanto menos tiempo pasa el barco en el puerto, más dinero ahorra.
Desde el puente parece que ya hemos atracado, pero en realidad todavía estamos a dos metros del muelle. Se nos maniobra al lugar exacto de nuestro anclaje. Viejos neumáticos de auto impiden que se dañen los lados contra el muelle. Se dan órdenes a los estibadores. Se baja la pasarela. El piloto nos dice adiós y baja a tierra.
¡Cómo han volado estas tres horas desde que el piloto abordó nuestro barco en Bremerhaven! Para él esto fue solamente una pequeña sección de un círculo. Todos los honorarios de los pilotos se depositan en el fondo común de la hermandad de los pilotos, y más tarde se dividen equitativamente entre ellos.
Desde los pilotos hasta los estibadores, desde el operador de radio hasta el capitán, todos desempeñan un papel importante en hacer entrar un barco. Me sentí muy feliz de haber conocido a algunos de ellos en este memorable día de noviembre. Todo parece ser muy sencillo, pero ahora aprecio mejor el gran trabajo y los preparativos necesarios para la entrada de un barco.
[Mapa de la página 18]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Mar del Norte
Bahía de Jade
Río Elba
Hamburgo
Bremerhaven
Río Weser
Brema