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¡Despertad! 1973
g73 8/1 págs. 21-25

Crueldad religiosa marcó la guerra holandesa por la libertad

HOY día la Jerarquía Católica Romana en los Países Bajos parece estar en primer plano en la crítica de la política del papa Paulo. En particular la posición holandesa de oposición al celibato obligatorio para sacerdotes fue considerada como un “pecado imperdonable” por el Vaticano. Pero, ¿sabe usted que hace cuatrocientos años los holandeses también estaban en el primer plano en oponerse a la política del Vaticano?

Los holandeses tenían buena razón para esto, porque con relación a aquellos días un historiador declara: “En ninguna otra parte fue tan implacable la persecución de los herejes como en los Países Bajos.” Que esto no es exageración se puede ver por los comentarios de su principal perseguidor, Felipe II: “¿Por qué introducir la Inquisición Española? . . . la inquisición en los Países Bajos es mucho más despiadada que la de España.”

Fue principalmente esta inquisición la que provocó que la gente de los Países Bajos se sublevara y finalmente se deshiciera del yugo católico de España. Por ochenta años (con excepción de una tregua de 1609 a 1620) los holandeses lucharon, y en 1648 ganaron su libertad con la firma de los tratados de Münster y Westfalia. Con éstos, “España accedió a todo por lo que los holandeses habían peleado.” Incidentalmente, lo que entonces eran los Países Bajos incluye lo que hoy es Bélgica.

Historia temprana

La historia de Holanda se remonta a 58 a. de la E.C., cuando Julio César conquistó la zona de los Países Bajos. Unos pocos siglos más tarde, los misioneros de la cristiandad llegaron a esas tierras. La intolerancia religiosa fue introducida en el siglo octavo por Carlos Martel (“El Martillo”) y fue continuada por su nieto Carlomagno. Esos gobernantes de la cristiandad dieron a los paganos la elección de: ¡Ser bautizados o morir!

Unos cinco siglos más tarde, volvió a florecer la intolerancia religiosa en los Países Bajos, esta vez no en contra de los paganos, sino en contra de aquellos que hallaban que las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana diferían de las de la Biblia. Entre estas víctimas de la crueldad religiosa estuvieron los anabaptistas, los valdenses y los lolardos. De manera general, éstos predicaban “obediencia a Dios, confianza en la Biblia como guía para el vivir cristiano, y sencillez de adoración.”

Se puede obtener una idea de la naturaleza de sus sufrimientos de los registros históricos que relatan lo que generalmente le pasaba a una víctima valdense. Después que se había “probado” su culpabilidad por medio del hierro candente o el caldero, era desnudado y atado a un madero. Entonces era despellejado, es decir desollado vivo, desde el cuello hasta la cintura, y se soltaban enjambres de abejas para que se pegaran a su carne ensangrentada para torturarlo hasta que interviniera la muerte.

El gobierno de Carlos V

Con el tiempo los gobernantes franceses de la Casa de Borgoña se las arreglaron para reemplazar a los sucesores de Carlomagno en los Países Bajos. Por medio de uniones matrimoniales con estos nuevos gobernantes la Casa de Habsburgo ganó control de las diecisiete provincias que componían este territorio. Así fue que Carlos V, un nativo, a la edad de quince años llegó a ser el gobernante de los Países Bajos, y a los diecinueve, en 1519, también llegó a ser emperador del Santo Imperio Romano de las naciones germánicas.

El emperador Carlos no solo estaba intensamente interesado en hacer de las diecisiete provincias una unidad política, sino también en unirlas religiosamente. Se nos dice que “hablaba alemán, español, italiano, francés y flamenco . . . Podía ser majestuoso con los españoles, familiar con los flamencos, ingenioso con los italianos.” Debido a estas cualidades, fue admirado por algunos a pesar de sus graves crímenes en contra de Dios y el hombre.

Factores políticos habían hecho que Carlos firmara el tratado de Passau con los luteranos de Alemania, pero en los Países Bajos, como en España, él pensó que podía hacer lo que realmente quería, así es que promovió la Inquisición. En un edicto de 1521 para los holandeses, declaró: “Como tal parece que el anteriormente mencionado Martín [Lutero] no es un hombre, sino un diablo disfrazado de hombre, y vestido con un hábito de sacerdote, lo mejor para llevar a la raza humana al infierno y a la condenación, es patente que todos sus discípulos y conversos deben ser castigados con la muerte y la confiscación de todos sus bienes.”

Edictos posteriores fueron aumentando en severidad, alcanzando su nadir en el Edicto de 1550. Ahora estaban prohibidas todas las reuniones en los hogares para la adoración religiosa, toda lectura de la Biblia y toda discusión de asuntos religiosos controversiales.a Lo que es más, se decretó que todos los hombres hallados culpables y que se arrepentían serían decapitados, mientras que las mujeres arrepentidas serían enterradas vivas. Las que se negaran a retractarse serían quemados vivos. La única manera en que un ‘hereje’ podía escapar a la muerte era traicionando a otros.

Este Edicto de 1550 daba advertencia adicional de que los funcionarios que se atrevieran a mostrar indulgencia o clemencia serían privados de sus funciones y castigados. El edicto sería perpetuo, “publicado para siempre, una vez cada seis meses, en toda ciudad y villa de los Países Bajos.” Se estima que durante los cuarenta años de reinado de Carlos, de cincuenta a cien mil holandeses perecieron a manos de la Inquisición.

Felipe II sucede a Carlos

Debido a una salud muy mala Carlos V entregó su reino de los Países Bajos y ciertos otros de sus dominios a su hijo Felipe II, aunque entregó a su hermano Fernando su función de emperador del Santo Imperio Romano. Desde su lugar de retiro, en un monasterio, Carlos instó a su hijo Felipe a que “arrancara la raíz de la herejía con rigor y castigo severo.”

Sin embargo, Felipe no necesitaba tal incitación, porque lo que él más preciaba era su título de “Muy Católico Rey.” Perdió el afecto de sus súbditos holandeses por su intolerancia religiosa y también por solo poder hablar español, y por rodearse de españoles. Se casó con la católica María Tudor, reina de Inglaterra, mejor conocida como “María la Sanguinaria,” debido a su encarnizada matanza de protestantes durante su breve reinado. En 1556 Felipe revalidó el famoso Edicto de 1550, y con eso comenzó lo que ha sido llamado “el más largo, oscuro, sangriento e importante episodio en la historia de la reforma religiosa en Europa.”

Felipe nombró a inquisidores generales que enviaron una docena de funcionarios de la inquisición a través de los Países Bajos para buscar y ejecutar a los ‘herejes.’ El más famoso de éstos fue Peter Titelmann, un sádico que bromeaba mientras sus víctimas se retorcían en las llamas. Característico de la manera en que desempeñaba sus funciones fue la ocasión en que irrumpió en cierta casa donde halló a diez personas leyendo la Biblia y orando. Por estas ofensas de inmediato las hizo quemar en la hoguera. Se cuenta que Titelmann una vez se encontró con un oficial seglar que le preguntó cómo era que él no necesitaba una escolta militar protectora, y en cambio un funcionario seglar sí la necesitaba. Titelmann contestó: “Yo solo aprehendo a los inocentes y a los virtuosos, los cuales no ofrecen resistencia.” El oficial respondió: “Pero si usted arresta a toda la gente buena y yo a toda la mala, es difícil decir quién en el mundo escapará al castigo.”

El duque de Alba

Por más de diez años, durante los cuales volvió a España, Felipe II instó a las autoridades locales de los Países Bajos a apoyar su inquisición. Pero se estaban volviendo más y más renuentes a obedecer sus mandatos. En vista de que el número de ‘herejes’ continuaba aumentando, Felipe recurrió a medidas más drásticas. Envió al más hábil y experimentado general de toda Europa, el duque de Alba, para que exterminara esta herejía de una vez y para siempre. Esto fue en el año 1567.

El duque arribó a los Países Bajos con una fuerza de 24.000 personas y 6.000 caballos. Entre ellos se hallaban 10.000 de los mejores soldados de Europa, junto con 2.000 prostitutas. De inmediato estableció los “Tribunales de Disturbios,” que llegaron a ser conocidos por los holandeses como los “Tribunales de Sangre.” Se valió de la traición y el engaño para apresar a holandeses prominentes en su red, y la mera riqueza era suficiente para condenar a un hombre.

Al principio del gobierno del duque el Santo Oficio del papa llegó hasta condenar a muerte por herejes a los tres millones de holandeses, y diez días más tarde Felipe II confirmó el decreto. La New Catholic Encyclopedia declara: “El gobierno de seis años de Alba llegaría a ser un inolvidable gobierno de terror en el que el gobierno español intentó desarraigar por la fuerza el ahora firmemente atrincherado protestantismo de las provincias del norte. . . . Alba . . . cruelmente atacó, subyugó, y saqueó sin ninguna piedad [las ciudades de] Mons, Malinas, Zutfen, Naarden, y Haarlem.” Sin embargo estaba perdiendo, porque los firmes defensores holandeses le causaron grandes bajas a las fuerzas del duque. Así es que a su ejército de 30.000 hombres le costó siete meses de tiempo y 12.000 vidas el tomar la ciudad de Haarlem. Cansado de la guerra, el duque finalmente se escabulló del país para eludir a sus acreedores, al mismo tiempo alardeando de haber ejecutado a 18.600 herejes durante sus seis años. Esto es muy posible, porque en una ‘semana santa’ mató a 800 personas.

Guillermo “el Taciturno”

El hecho de que Felipe II y sus agentes, tales como el duque de Alba y sus sucesores (Don Juan de Austria y el duque de Parma), hayan fracasado en subyugar a los holandeses sin duda se debió en gran manera al papel que desempeñó Guillermo de Orange, “el Taciturno,” y sus hijos que le sucedieron. En su adolescencia Guillermo había sido el favorito del emperador Carlos V y con el tiempo llegó a ser estatúder o gobernador de tres de las provincias norteñas de los Países Bajos. Se ganó el título de “el Taciturno” por ocultar su consternación al oír la trama de Felipe II y el rey de Francia de extirpar el protestantismo por medio de la exterminación de todos los protestantes de sus reinos.

Aunque él mismo era un católico y no simpatizaba con la religión reformada, Guillermo vio que “sobre los Países Bajos se había resuelto una inquisición más cruel que la de España, pues bastaba que [uno] mirara de reojo a una imagen para que lo arrojaran a las llamas.” Él dijo que sintió “compasión por tantos hombres y mujeres virtuosos que así eran condenados a una muerte atroz,” y se propuso hacer todo lo que podía para salvarlos. Aunque Felipe II le había ordenado que exterminara a todas las sectas “condenadas por nuestra Santa Madre Iglesia,” él hizo exactamente lo opuesto, “pensando que era más necesario obedecer a Dios que al hombre.” Y así, en vez de convertirse en el instrumento principal de la Inquisición se convirtió en el pilar alrededor del cual se reunieron los holandeses. Se le llegó a conocer afectuosamente como “padre Guillermo.”

Como consecuencia de muchos años de crueldad religiosa, el 31 de agosto de 1568 Guillermo hizo una declaración formal de guerra en contra del duque de Alba e instó a sus conciudadanos a unirse y pelear por la libertad. Así comenzó la “Guerra holandesa de los ochenta años.” Aunque vez tras vez los holandeses fueron derrotados en tierra, no pocas veces fueron victoriosos en el mar, principalmente con la ayuda de bandas de marineros piratas conocidos como los “Pordioseros del Mar.” Con el tiempo Guillermo se convirtió al protestantismo y llegó a ser un “soldado de la Reforma.”b El enemigo, dándose cuenta de su importancia para la lucha holandesa por la libertad, fijó un enorme precio a su cabeza. Después de varios atentados, la bala de un asesino cercenó su vida en 1584 a la edad de cincuenta y un años. Pero sus hijos continuaron su lucha... primero Mauricio por casi cuarenta años, después Federico Enrique por unos veintidós años, quien a su vez fue seguido por su hijo Guillermo II, al principio de cuyo gobierno los holandeses finalmente obtuvieron las garantías de su libertad.

Durante estos ochenta años de guerra por la libertad, los holandeses repetidamente recibieron ayuda de Inglaterra así como de los franceses y alemanes.

Crueldad religiosa en ambos bandos

Durante esos ochenta años muchos de los holandeses, aunque peleaban por la libertad religiosa (así como política), para sí mismos, no estaban dispuestos a concedérsela a otros. Entre los más notorios estuvo Sonoy, un gobernador de una provincia norteña en 1575. Su tortura de algunos, cuyo único delito era el practicar la religión católica en secreto, era tan repugnante que uno se enferma de leer los detalles. Dice un historiador: “Sonoy, para su eterna vergüenza, estuvo dispuesto a probar que . . . los reformistas eran capaces de dar una lección en esta ciencia diabólica aun a los inquisidores.” Aunque los holandeses, en su gran mayoría repudiaban las crueldades de Sonoy (de hecho, Guillermo explícitamente advirtió a Sonoy en contra de perseguir a los católicos), en años posteriores los esfuerzos de hacerle rendir cuentas fracasaron debido al papel que él había desempeñado en la guerra por la libertad.

Mientras vivió, Guillermo de Orange fue un soporte principal de la tolerancia religiosa, y vez tras vez reprendió a los funcionarios por su intolerancia. Características eran sus instrucciones a los magistrados de Middleburg: “Les declaramos . . . que ustedes no tienen derecho de preocuparse con la conciencia de ningún hombre, con tal que no haga nada que ocasione daño privado o escándalo público. Nosotros por lo tanto les ordenamos expresamente que desistan de molestar a estos bautistas [anabaptistas], de poner estorbo a su artesanía y comercio cotidiano, mediante el cual ellos pueden ganar el sustento para sus esposas e hijos. . . . Por lo tanto, cuidado con desobedecer y de resistir esta ordenanza que nosotros ahora decretamos.”

Pero lo alejado que su propio pueblo estaba de tales principios humanitarios lo mostraron por el modo en que castigaron a Balthazar Gerard, quien logró asesinar a su querido “padre Guillermo.” La furia del pueblo no conoció límites. Se emplearon “torturas angustiosas.”

Unos pocos entre los holandeses hasta fueron aplastando imágenes, destruyendo cuadros ‘santos,’ librerías, altares en cientos de iglesias, monasterios y conventos. Pero hay que agregar que, por lo general, estos alborotadores no dañaron ni a monjas ni a sacerdotes, ni tampoco robaron riquezas.

Durante la última parte del gobierno del hijo de Guillermo, Mauricio, que superó a su padre en habilidad militar pero no en principios humanitarios, apareció una secta conocida como ‘Reconvenientes.’ Estos estaban a favor de doctrinas menos dogmáticas que las de los predominantes calvinistas, especialmente en cuanto a la predestinación y la salvación. Los miembros de la secta minoritaria fueron multados, encarcelados, proscritos y hasta atrozmente muertos.

Sí, ambos bandos emplearon espantosa crueldad religiosa en la guerra de ochenta años por la libertad holandesa. ¡Todo esto muestra sin la menor duda que ninguno de ellos pudo haber sido verdadero seguidor de Cristo! Toda esa crueldad religiosa está diametralmente opuesta a los principios enunciados por Cristo: “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos.” “Todos los que toman la espada, perecerán por la espada.” “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros. En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre ustedes mismos.”—Mat. 7:12; 26:52; Juan 13:34, 35.

¿Qué hay de la situación actual en los Países Bajos? Una vez más hay rebelión en contra del poder del Vaticano. Esta vez no está marcada por las violencias del pasado. No obstante, ¿cuántos de los que rechazan el poder papal están en realidad adoptando y poniendo en práctica en su vida las elevadas normas expuestas en la Palabra de Dios, la Biblia?

[Notas]

a El que este modo de pensar no es ajeno al mismo papado se desprende de una noticia del Times de Nueva York del 16 de mayo de 1972: “Los obispos italianos . . . enfatizaron que no era asunto de los legos el discutir la regla del celibato sacerdotal.”

b Uno de sus principales problemas consistía en el hecho de que solamente las siete provincias norteñas eran protestantes, mientras que las diez provincias del sur eran prácticamente católicas. En la actualidad estas últimas provincias componen a Bélgica.

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