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¡Despertad! 1973
g73 22/4 págs. 7-9

Un sorprendente cambio completo

LAS proposiciones que los EE. UU. hicieron a Peking y a Moscú fueron notables de por sí. Pero un cambio aún más asombroso las había precedido. ¿Qué?

Tan solo piense en una década o dos en el pasado. ¿Recuerda usted cómo, por todo el mundo occidental, el comunismo era sistemática y violentamente condenado con regularidad como “el impío, bolchevismo ateo”?

¿Quiénes eran las principales fuentes de estas denunciaciones? Eran las iglesias de la cristiandad, en particular las del Occidente. Sin embargo un sorprendente cambio completo ha tenido lugar. Para apreciar lo grande que ha sido el cambio, considere lo siguiente:

“Guerra fría” religiosa en contra del comunismo

En 1937, el papa Pío XI publicó la encíclica (Divini Redemptoris) en la que dijo: “Puesto que el comunismo es intrínsecamente inicuo cualquiera que quiera salvar al cristianismo y a la civilización de la destrucción debe refrenarse de ayudarlo en la prosecución de proyecto alguno.”—New Catholic Encyclopedia (1967), Tomo IV, pág. 924.

Esto fue, de hecho, una declaración de guerra oficial de parte del Vaticano en contra del comunismo. ¿Qué siguió?

Durante la segunda guerra mundial, la Alemania nazi repentinamente rompió su pacto con Rusia y, el 22 de junio de 1941, atacó a la Unión Soviética. El obispo católico romano de Eichstätt, Alemania, hizo circular una carta pastoral que llamaba a la invasión alemana “una cruzada, una guerra santa . . . por la fe y la iglesia.”—The Catholic Church and Nazi Germany (1964), por Guenter Lewy, págs. 230, 231.

De manera similar, en Italia, el arzobispo Constantini se refirió a la “Rusia bolchevique” como esa “vasta tierra donde parece que Satanás ha hallado sus instrumentos y sus mejores colaboradores,” y oró por la bendición de Dios sobre los soldados italianos y alemanes quienes, “en esta hora decisiva, están defendiendo el ideal de nuestra libertad en contra del barbarismo rojo.”—Pius XII and the Third Reich (1966), Saul Friedländer, pág. 79.

Por supuesto, la invasión alemana fracasó y la guerra terminó con Rusia entre las victoriosas potencias aliadas.

Pero, si es que hubo algún cambio, ahora la oposición de la Iglesia Católica se hizo más dura. Cuando después de la guerra Italia llegó a tener el mayor partido comunista fuera de la Unión Soviética, el Vaticano publicó un nuevo anuncio oficial. En 1949 decretó que, no solo los alistados en el partido comunista, sino que cualquiera ‘que mostrara favor al partido comunista’ debería ser excomulgado.

Aunque este decreto nunca fue definidamente puesto en vigor, una continua andanada de denuncias siguió fluyendo de las autoridades religiosas durante la década de 1950. En 1955 Richard Nixon, entonces vicepresidente de los Estados Unidos, alabó a la Iglesia Católica como “uno de los principales baluartes en contra del comunismo.” Aunque no tan prominentemente, las organizaciones protestantes proclamaron una animosidad similar hacia el mundo comunista.

Un viraje religioso

Entonces, de repente, comenzando en 1963 se inició el “deshielo.” Ese año las heladas relaciones entre el Vaticano y el comunismo comenzaron a entibiarse.

Una importante señal del “deshielo” vino con la encíclica del papa Juan XXIII (Pacem in Terris) (Paz en la Tierra). En ésta él dijo, de hecho, que la paz mundial no podía esperar hasta el resolvimiento de las rivalidades ideológicas, luchas por el poder político, ni aun por el triunfo de la religión sobre el ateísmo.

Entonces, ante la consternación de los elementos conservadores el papa reforzó esto recibiendo en una audiencia privada a la hija y al yerno del entonces comunista principal, Kruschef.

Al año siguiente, el 15 de septiembre de 1964, el Vaticano firmó un importante acuerdo con el régimen comunista de Hungría... solo quince años después que el Vaticano decretó la excomunión en contra de cualquiera que ‘mostrara favor al comunismo.’ Roma ahora permitió a los sacerdotes católicos de Hungría hacer un juramento de lealtad al gobierno comunista de Hungría.

Continuaron los ‘sondeos de paz.’ Por ejemplo, en la primavera de 1966 el papa Paulo VI llevó más adelante el “deshielo” concediendo una audiencia papal al Ministro de Relaciones Exteriores soviético Andrei Gromyko. En su informe de la audiencia, la revista Newsweek relata que el papa, “sonriendo ampliamente, recibió a Gromyko en la puerta de la biblioteca y extendió ambas manos en un saludo.” Los años que siguieron vieron continuas negociaciones del Vaticano con los países comunistas.

Así, ahora en 1972 cuando se llevaron a cabo las conferencias cumbre de Peking y Moscú no hubo siquiera un murmullo de desaprobación de parte de los dirigentes eclesiásticos. Por lo tanto había ocurrido una asombrosa transformación. Los “bárbaros rojos” del comunismo repentinamente habían llegado a ser socialmente aceptables, respetables. La ideología “impía” del comunismo, la cual sostiene que la religión es el “opio de la gente,” ya no era vista como un obstáculo serio para las relaciones cordiales.

La actitud cambiada de los guías religiosos ha sido igualada por las potencias políticas de Occidente. Por ejemplo, desde Moscú en su alocución por televisión al pueblo ruso, el presidente Nixon enfatizó que la Unión Soviética y los Estados Unidos ya no debían verse como ‘enemigos hostiles’ sino como ‘competidores pacíficos.’

En su “Declaración de Principios” ambos países acordaron que las “diferencias en ideología y en los sistemas sociales [entre los cuales están los sistemas religiosos y las actitudes] . . . no son obstáculos para el desarrollo bilateral de relaciones normales.”

Las que lucían como gigantescas barreras al parecer han sido salvadas. La atención ahora se enfoca en una “Conferencia de Seguridad Europea,” acordada por las potencias mundiales para 1973. Y el diario francés Le Monde (junio 25 al 26 de 1972) citó las siguientes palabras del monseñor Casaroli, jefe de la diplomacia del Vaticano: “El Vaticano se propone participar” y ya está recomendando lo que la agenda debería abarcar, incluso una reducción equilibrada de las fuerzas armadas de la NATO y del Pacto de Varsovia.

¿Qué traerán los meses venideros? ¿Son lo que hemos estado viendo tan solo maniobras políticas ‘de rutina,’ un ‘falseamiento de los hechos,’ o se está preparando algo grande? Hay razón para creer que se trata de esto último.

[Ilustraciones de la página 8]

El papa Juan XXIII firma la encíclica “Pacem in Terris,” el 11 de abril de 1963, lo cual inició el “deshielo” en la actitud del Vaticano hacia el comunismo mundial

El papa Paulo VI continuó el “deshielo” concediendo una audiencia papal al Ministro de Relaciones Exteriores Soviético Andrei Gromyko

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