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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1954
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1954
w54 15/2 págs. 124-126

Comunistas convierten a clérigos católicos

HOY hay una guerra declarada entre la religión y la irreligión, entre los que profesan creer en la existencia de Dios y los que la niegan. Los últimos están representados principalmente por los comunistas, mientras que entre los que más se oyen denunciando al marxismo materialista de los comunistas está la Jerarquía católica romana. En países en que decididamente hay minorías católicas y donde no hay amenaza comunista, tal como en los Estados Unidos, la Jerarquía se representa a sí misma corno un baluarte contra el comunismo. Con orgullo ella señala a las actividades de sus hijos, legos y clericales, tales corno MacCarthy y Sheen, en oposición al comunismo. Pero, ¿cuán triunfante es la Jerarquía en países que tienen una mayoría católica y donde verdaderamente existe una amenaza? Veamos.

En Italia, más de 99 por ciento católica, los partidos de los izquierdistas extremos y comunistas obtuvieron el 35.5 por ciento de la votación en las últimas elecciones nacionales, lo cual representó un aumento. Y en Francia, que, de acuerdo con el Catholic Almanac, es 85 por ciento católica (otros dan la cifra tan alta como 97.5 por ciento), los comunistas en las últimas elecciones generales obtuvieron cinco millones de votos, o 26.5 por ciento de la votación, más que cualquier otro partido por sí mismo.

Y no sólo está el comunismo haciendo tales avances entre la población católica de esos países, sino que hasta está afectando al clero, especialmente en Francia. Allí, de acuerdo con el Dr. W. O. Lewis, secretario asociado de la Alianza mundial bautista, unos 2,000 sacerdotes han dejado la iglesia desde 1945. El The Christian Century del 20 de septiembre de 1953 contaba de un sacerdote católico y monje dominico, Mauricio Montuclard, quien por órdenes de la Jerarquía fué desterrado por haber publicado en 1952 un libro que expresaba opiniones marxistas y por dirigir el movimiento de “La Juventud de la Iglesia,” el cual mostró simpa tía pronunciada hacia el partido comunista en Francia. El pidió dejar su status como clérigo y volver al de un lego y se le dió permiso para ello. Prefería la actividad política marxista a la actividad religiosa católica.

El que ése no fué un caso aislado se ve de la prohibición temporaria que el papa hizo de “sacerdotes obreros.” Por algunos años, parece que desde allá en 1944, algunos sacerdotes católicos, con el permiso de sus superiores, han estado tratando de atraerse a católicos franceses del comunismo mediante el poner a un lado sus ropas de sacerdotes, ponerse calzones de obrero, y codearse con trabajadores católicos en fábricas, muelles y fincas. Algunos se identificaron como sacerdotes, otros no. El movimiento creció de 7 a unos 100 para 1953.

Estos sacerdotes no sólo se unieron a la Confederación General de Trabajadores de Francia, dirigida por los comunistas, sino que también llevaron la delantera como oficiales en sindicatos locales y llegaron a estar activos en movimientos de paz comunistas. Un sacerdote trabajador fué muerto en una línea de piquetes en Burdeos. El 28 de mayo de 1952 dos sacerdotes fueron arrestados y golpeados por la policía con los garrotes que la policía había quitado a los manifestantes, por haber tomado parte en una muy violenta manifestación inspirada por los comunistas contra la presencia en Francia del general Ridgway de los Estados Unidos, la cual manifestación se hizo en violación de la ley.

“PRODUJO RESULTADOS NEGATIVOS”

Los sacerdotes obreros, según el Times de Nueva York del 12 de marzo de 1953, no esperaban ver resultados concretos por varias generaciones, y ciertamente no durante la vida de los sacerdotes mismos. Pero hubo resultados, de una clase que no se esperaba ni se había previsto. Un despacho de la Prensa Asociada que informa del asunto dice que “muchos franceses de influencia—políticos y clérigos—quedaron asombrados durante la gran ola de huelgas que hubo a través de la nación el mes pasado al encontrar a algunos de los sacerdotes obreros entre los más ardorosos huelguistas.” Y la revista Time del 23 de julio de 1952 informó que “a veces, dicen críticos . . . , son los sacerdotes, no sus compañeros de trabajo, los que son convertidos.”

Notando este aspecto del asunto, el editor religioso del Mirror de Los Ángeles declaró el 19 de septiembre de 1953 que el movimiento de los sacerdotes obreros no sólo no cumplió su meta de tratar de “frustrar la propaganda roja acerca de la iglesia y traer renovada fuerza de fe a los fieles que están vacilando al borde del marxismo,” “sino que en realidad produjo resultados negativos,” y que la “Santa Sede no se sentía feliz al observar los resultados que estaba dando el movimiento de sacerdotes obreros.”

Una indicación de la infelicidad de la “Santa Sede” fué la advertencia del papa a los sacerdotes de que no consideraran las teorías comunistas como por sí solas “válidas o como si suplieran una más fructífera contribución doctrinal o mayor vigor de acción.” (Times de Nueva York, 13 de septiembre de 1953) Cuatro días más tarde el Vaticano ordenó que todos los seminarios católicos romanos de Francia prohibieran a sus estudiantes el hacer trabajo alguno en fábricas como un medio de acercarse más a la clase obrera de Francia. Algunos sacerdotes “han llegado a estar muy cerca de apoyar la línea del partido comunista.” ¡Qué admisión de derrota!

El Times de Nueva York del 3 de octubre de 1953 dijo que “franceses se oponen a prohibición de sacerdotes obreros. Círculos católicos defienden la idea de misiones industriales criticada por el Vaticano.” La prohibición del Vaticano se estaba encontrando con fuerte resistencia, la más notable objeción habiendo sido expresada por nada menos que el cardenal y arzobispo de París. El nuncio papal había comunicado el deseo del Vaticano de que todos los sacerdotes obreros, para este tiempo unos cien en número, fueran llamados de nuevo a sus respectivas diócesis y a sus sotanas. No obstante, la decisión final estaba siendo retardada debido a fuerte oposición de parte de ciertos miembros importantes de la Jerarquía francesa que se preocupaban del efecto que esto podría tener en los obreros católicos. Sin embargo, el cardenal al mismo tiempo dió fuerte advertencia a los sacerdotes de los peligros de ser envueltos en el comunismo y de que “cierto espíritu de independencia” empezaba a manifestarse entre algunos sacerdotes obreros para detrimento del espíritu de obediencia a la iglesia.

El 14 de noviembre tres cardenales franceses anunciaron que habían vencido las objeciones del Vaticano a la misión de los sacerdotes obreros. Pero no podía existir en su forma presente. Sólo sacerdotes especialmente escogidos podían servir, y por un tiempo limitado, y debían evitar responsabilidades en sindicatos y vivir con una comunidad de sacerdotes. De cierto no el mismo arreglo.

POR QUÉ NO ES BALUARTE CONTRA EL COMUNISMO

¿Exactamente cuánto de baluarte contra el comunismo es la Iglesia católica romana cuando no puede dejar a sus propios sacerdotes expuestos a la propaganda roja, sacerdotes que son empapados de dogma católico romano desde la más temprana edad? ¿Por qué muestran estos sacerdotes más interés en reforma social, política y económica marxista que en predicar su religión? ¿Será que algo está mal en su dieta espiritual?

Sí, hay una debilidad inherente en la manera católica romana de hacerle frente al problema comunista. No aprecian que el cristianismo verdadero no tiene nada en común con este viejo mundo sino que tiene que mantenerse separado de él. Por ventaja egoísta la Jerarquía traba amistad con César, haciendo concordatos con Hitler, Mussolini y otros y expresa estar presta a negociar con la Rusia comunista si por ello puede obtener ventajas para sí; sí, hasta con el Diablo mismo, según el papa Pío XI.—Eagle de Brooklyn, 21 de febrero de 1943.

Pero Cristo Jesús no trabajó con César ni con el Diablo. El no entró en componendas provechosas con Herodes Antipas ni con Pilato, sino que llanamente dijo: “Mi reino no es parte de este mundo.” (Juan 18:36, NM) Y sus seguidores inmediatos actuaron igualmente, no tuvieron nada que ver con el mundo. Ellos se mantuvieron separados de él y advirtieron que el que los cristianos fueran amigos del mundo era llegar a ser enemigos de Dios: “Adúlteras, ¿no saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios?” (Sant. 4:4, NM) Ellos cifraron su esperanza y confianza, no en los arreglos y esfuerzos de hombres, sino en el reino de Dios.—Mat. 6:9, 10; 1 Cor. 15:25-28; 2 Ped. 3:13; Apo. 21:1-4.

Lo mismo es cierto hoy día. Los cristianos dedicados no pueden tener y no tendrán nada que ver con el comunismo, ni con las otras ideologías del mundo, si a eso se va. No serán engañados con los halagos del comunismo, porque ellos claramente ven que lo que el comunismo en realidad hace es ofrecer prosperidad material al costo de la integridad y la lealtad de uno a Dios, la misma tentación que el Diablo le presentó a Cristo Jesús en el desierto: ‘Todos los reinos de este mundo y su gloria si tú cooperas conmigo.’—Mat. 4:8-10, NM.

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