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  • La emoción de montarlas
  • Orígenes y popularidad temprana
  • Renacimiento moderno
  • Factores de la actual popularidad
  • Aprendiendo a montar las olas
  • Necesidad de precaución
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¡Despertad! 1973
g73 8/11 págs. 16-19

Montar las olas... ¿por qué tan popular?

POR EL CORRESPONSAL DE “¡DESPERTAD!” EN HAWAI

LAS poderosas olas deslizándose ondulantemente y rompiéndose a lo largo de la costa desde hace mucho han fascinado al hombre. En años recientes el montar el lado rompiente de esas olas, sobre una tabla para deslizarse ha llegado a ser un emocionante deporte internacional. Centenares de miles de deslizadores en tabla colman las playas de todo el mundo. Los fabricantes de las tablas para deslizarse obtienen millones de dólares de sus ventas anuales.

Refleja la floreciente popularidad del montar las olas la creación de máquinas hacedoras de olas para el placer de los deslizadores en tabla que viven lejos de las playas. En el Surf-A-Torim, en el mayor astrodomo del mundo cerca de Tokio, Japón, olas de 90 centímetros, hechas a máquina transportan a los deslizadores en tabla desde un extremo de una piscina de 60 metros de largo hasta una playa simulada en el otro extremo. En el desierto de Arizona en los Estados Unidos se halla una aún más grande. Produce olas de 189.000 litros de agua que surcan las aguas a 16 kilómetros por hora, llevando a los deslizadores en tabla hacia la arenosa playa en el otro extremo del “océano” de 90 por 120 metros.

La emoción de montarlas

Es difícil describir la excitación que sienten los deslizadores en tabla cuando ‘el oleaje está alto.’ Al impulsarse hasta donde comienzan a romperse las olas, el deslizador, arrodillado o yaciendo boca abajo sobre su tabla, espera por la ola que quiere. Cuando ésta empieza a levantarse, él comienza a impulsarse vigorosamente junto con ella, y si sincroniza su velocidad con la cresta de la ola, su tabla es atrapada y él “despega,” siendo transportado rápidamente hacia delante. Inmediatamente se levanta y maniobra su tabla con el peso de su cuerpo y el juego de los pies.

El deslizador experimentado inclina su tabla hacia la derecha o izquierda después del “despegue,” apartándose de las rompientes aguas blancas y a través del lado verde, aún sin romperse, de la ola. Delante de él está la larga e impetuosa cuesta de la ola, y detrás de él está el estruendo de las aguas que se desploman a medida que se rompe la ola. Un deslizador experto recorre cuesta arriba y cuesta abajo el lado sin romperse de una gran ola, alcanzando velocidades de más de 48 kilómetros por hora, y viajando cientos de metros montado sobre algunas olas.

Puede que al deslizarse velozmente a lo largo de la base de la ola, la cima de ésta comience a romperse o enroscarse sobre el deslizador. Sin embargo, agachándose puede mantener su equilibrio y viajar a través del “túnel” o el “tubo” de la ola, y con el tiempo salir disparado de su extremo, todavía montando la ola. Dijo un deslizador: “Uno queda tan profundamente encerrado en el tubo que desde la playa nadie lo puede ver . . . Uno está tan adentro de la ola que ésta se rompe sobre la cabeza y alrededor del cuerpo de uno. Y cuando uno al final sale, bueno, ni siquiera está mojado.”

La emoción y la alegría de montar una ola es indudablemente la principal razón de la floreciente popularidad de este deporte. Pero esa popularidad no es nueva.

Orígenes y popularidad temprana

Algunas personas creen que el montar las olas se originó en las islas del Pacífico del sur cerca de Tahití. Más tarde, emigrantes de esa zona se establecieron en las islas hawaianas, donde el montar las olas se convirtió en un arte muy desarrollado y respetado. Los miembros de la realeza hawaiana especialmente llegaron a ser expertos en el deporte; de hecho, el entrenamiento en el arte de montar las olas era parte de la educación del joven jefe.

En 1778, cuando el barco británico bajo el mando del capitán James Cook descubrió por primera vez estas islas, se vio a los nativos montar enormes olas sobre tablas para deslizarse. Su maniobrabilidad asombró a los recién llegados. Un testigo ocular dijo: “El arrojo y la destreza con los que los vi realizar maniobras difíciles y peligrosas fue completamente asombroso y difícil de creer.”

Los primeros hawaianos usaban pequeñas tablas livianas que fácilmente podían dirigirse y montarse en cierto ángulo a través de la ola, muy parecido a como lo hacen los deslizadores en tabla de la actualidad. Pero, también usaban tablas más grandes y menos maniobrables, particularmente los miembros de la realeza hawaiana. En el Museo Bishop en Honolulú se exhibe la tabla usada en los años 1830 por el jefe hawaiano Paki. Tiene casi cinco metros de largo y pesa unos 72 kilos.

El montar las olas fue parte de la antigua vida hawaiana. Los observadores lo llamaron “el pasatiempo nacional” y “el entretenimiento favorito.” Sin embargo, todo esto pronto cambió después de la llegada de los misioneros calvinistas en la primera parte del siglo diecinueve. Los misioneros desanimaron las costumbres y hábitos tradicionales de los nativos, incluso el montar las olas. Este prácticamente llegó a ser un arte olvidado.

Renacimiento moderno

Duke Kahanamoku, el ganador olímpico de 1912 de natación en los 100 metros estilo libre, tuvo mucho que ver con el renacimiento del montar las olas. Demostró la versatilidad de la tabla para deslizarse efectuando un dramático rescate marino de ocho personas en 1925 cuando un fuerte oleaje volcó un yate fuera de la playa Newport, California. Hizo tres viajes desde la playa sobre su tabla para deslizarse a través del embravecido mar hasta los sobrevivientes que apenas se las arreglaban para flotar en el agua. Su tabla para deslizarse de cinco metros está guardada en exhibición en el Museo Hawaiano de Cera en Honolulú.

Duke Kahanamoku visitó Australia en 1915 y en la playa Freshwater, Sydney, presentó una dramática exhibición de montar las olas sobre una tabla, lo cual inició ese deporte allí. Unos pocos años antes de eso, antes de la I Guerra Mundial, el montar las olas fue llevado a las costas de California. El ferrocarril Pacific Electric, en un esfuerzo por aumentar la venta de pasajes, contrató a George Freeth, un irlandés-hawaiano, para demostrar el montar las olas en la playa Redondo. Esto atrajo a miles de espectadores a las playas de California, lo cual contribuyó a aumentar la venta de pasajes y al mismo tiempo originó el montar las olas en esa parte del mundo.

Por mucho tiempo el montar las olas se concentró alrededor de las playas de Hawai, California y Australia, pero recientemente se ha esparcido por todo el mundo, prácticamente a cualquier lugar donde hay playas con olas que se pueden montar. Sin embargo, Hawai sigue siendo la meca de los deslizadores en tabla.

Factores de la actual popularidad

No fue sino hasta después de la II Guerra Mundial, y particularmente durante más o menos los últimos quince años, que el montar las olas ganó verdadera popularidad. Una razón principal para esto es el mejoramiento en el diseño de las tablas para deslizarse.

Hasta los años 1950 las tablas para deslizarse eran grandes y pesadas, pesando más de 45 kilos. Además de requerir a una persona físicamente fuerte para llevarlas, muy poca maniobrabilidad era posible en el agua. De hecho, todo el propósito del montar las olas era pararse sobre la tabla y viajar con la ola hasta la misma playa y la arena. No fue sino hasta el desarrollo de tablas más livianas en los años 1950 que se imitaron las difíciles y asombrosas hazañas efectuadas por los primeros hawaianos. Desde entonces las tablas para deslizarse se hicieron progresivamente más livianas; en la actualidad las de tela de vidrio solo pesan de cuatro a siete kilos.

Otro factor que indudablemente ha contribuido a la popularidad del montar las olas es la prosperidad actual y la mayor cantidad de tiempo libre que tienen muchas personas. Esto, aunado a la publicidad que la televisión y el cine le ha dado a los torneos del montar las olas, ha influido a miles a adoptar este deporte.

Aprendiendo a montar las olas

Al observarlo desde la playa puede que el que no conoce el deporte crea que es fácil y que no requiere mucho esfuerzo. Pero esto es engañoso. El montar las olas no solo requiere poder muscular, sino también la habilidad para escoger el mejor momento, equilibrio y ritmo. Los expertos pasan muchas horas practicando para adquirir su asombrosa destreza.

Pero no todos deberían tratar de aprender a montar las olas. Este deporte solo es para personas que sean excelentes nadadores y que estén en buena condición física. Se recomienda a los padres que exijan que sus hijos naden doscientos setenta metros sin parar antes de concederles permiso para usar una tabla para deslizarse. Además, es aconsejable que una persona aprenda primero a montar las olas con su cuerpo, para que sepa cómo cuidarse en las olas.

Una persona que monta las olas con su cuerpo no utiliza ninguna ayuda artificial excepto quizás aletas para los pies que le permiten conseguir mayor velocidad para alcanzar una ola rompiente. La habilidad para escoger el mejor momento es la esencia de este deporte. La clave está en empezar a nadar exactamente antes que llegue la ola para que, a medida que ésta alcance al nadador ambos vayan aproximadamente a la misma velocidad. La ola entonces lo transportará hasta la orilla.

Además de aprender a montar las olas con el cuerpo, otra buena manera de acostumbrarse a las olas es montarlas en una estera para flotar sobre las olas —un cuadrado o rectángulo de goma inflado de noventa centímetros a un metro veinte de largo— o sobre una tabla pequeña. Esto es una buena preparación para tratar de montar una tabla para deslizarse de tamaño normal.

El primer paso para aprender a montar una tabla para deslizarse es practicar acostado sobre ella impulsándose con las manos. Por lo general el hacer esto manteniendo el equilibrio no es cosa fácil. Un aprendiz debe contar con que se va a caer varias veces. Es bueno practicar el impulsarse con las manos en aguas calmas, lejos de toda ola, hasta que aprenda bien.

A continuación trate de impulsarse en el oleaje. Deje que la ola se rompa para que el agua blanca alcance la tabla y lo transporte hasta la orilla. No trate de pararse hasta que se acostumbre a montar acostado. ¡Entonces trate de pararse! Muchas veces se caerá de la tabla. Pero con mucha práctica aprenderá a mantener el equilibrio.

Ahora quizás esté listo para impulsarse a través del impetuoso oleaje a un punto más allá de las rompientes. El impulsarse hacia afuera puede ser muy difícil. Equilibre su cuerpo de tal manera que la punta de la tabla quede levemente por arriba de la superficie del agua. Una vez que esté más allá de las rompientes, está listo para elegir una ola y tratar de montarla.

Necesidad de precaución

Como con casi todos los deportes, hay peligros implicados. El mayor proviene de la tabla, por lo general la de otro deslizador. Una tabla llevada por las olas puede infligir lesiones graves, hasta fatales. Así es que nunca trate de agarrar una tabla suelta que viene en su dirección. Sumérjase y recóbrela más tarde.

También recuerde: Nunca monte las olas estando solo, puede que en alguna ocasión necesite la ayuda de alguien. Sea cortés. No se interponga en el camino de otros deslizadores. Conozca sus limitaciones y habilidades físicas; no trate de montar olas tan grandes que pongan en peligro su vida. Además familiarícese con los riesgos de la zona en que se encuentra.

Por ejemplo, en algunos lugares hay corrientes de agua revuelta ocasionadas por grandes cantidades de agua que se mueven hacia zonas de poca profundidad. Evítelas por medio de observar antes de entrar al agua dónde se encuentran. Son reconocibles por un triángulo de agua de color más claro o de espuma con la punta hacia el mar. Si se ve atrapado, nunca luche en contra de ella, sino trate de cruzarla a través de su borde, dejándose llevar por ella hasta que la corriente pierda su fuerza. Sobre todo, no se asuste; si usted es un buen nadador, no lo llevará tan lejos como para que no pueda volver nadando.

Otra precaución: Tenga un punto de vista equilibrado del montar las olas. Puede ser un pasatiempo verdaderamente gozoso, pero el ir tras él excluyendo toda otra cosa puede deformar la mente. Muchos deslizadores en tabla han llegado a ser buscadores de placeres que han recurrido a cosas como las drogas, como dice Surfer Magazine de noviembre de 1969:

“La desafortunada verdad es que las drogas, comenzando con esa inocente chupada de un cigarrillo de marihuana, han cobrado su espantoso precio en muchos que en un tiempo fueron grandes nombres del montar las olas.

“Un finalista del famoso torneo Duke de hace dos años no pudo competir este año. Ni siquiera podía comunicarse inteligentemente porque las drogas le habían ‘volado la mente.’ . . . Un fantástico deslizador en tabla que hace algunos años se hizo famoso de la noche a la mañana, vivió parte del invierno pasado como un animal en un árbol de la Costa Norte. La mente del que otrora fue un gran montador de olas grandes está como una ciruela seca debido a las drogas. Ahora vive una existencia improductiva en las laderas de Haleakala. . . .

“. . . las drogas parecen estar en boga entre muchos de los deslizadores famosos de la actualidad.”

No hay duda de que el montar las olas puede ser un deporte agradable que brinda verdadero placer. Pero se requiere precaución. Muchos deslizadores en tabla han arruinado su vida o han muerto por no haber ejercido buen juicio. No permita que esto le suceda a usted o a sus familiares queridos.

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