Por qué saltan los frijoles saltarines de México
SON fascinantes de observar. Cuando se ponen sobre una superficie plana, los frijoles ruedan de lado a lado, dan vuelta longitudinalmente, o verdaderamente saltan como si estuvieran vivos. El espectáculo es tan increíble que algunas personas han pensado que quizás hay algo de magia o espiritismo en ello. ¿Es cierto eso? ¿Qué hace saltar a los frijoles?
Solo hay una clase de frijoles que saltan. Estos frijoles son la semilla de un arbusto mexicano de la familia de las euforbiáceas. Los arbustos crecen de tres a seis metros de alto, y hay tres semillas en una vaina, cada una de menos de ocho milímetros de largo. Tienen dos lados planos y el tercero es convexo, lo cual les da la apariencia de tener tres puntas.
Los arbustos que producen estas semillas crecen silvestres en las colinas y montañas cerca del pequeño pueblo de Álamos, al sur del estado mexicano de Sonora. Los residentes hace mucho que sabían acerca de las semillas y de su extraña habilidad para saltar. Hace algunos años los jóvenes las vendían a los pocos visitantes de la zona.
“Un norteamericano descubrió a Álamos en 1921,” explica Joaquín Hernández, quien en ese tiempo solo era un jovencito. “Él quedó fascinado con los frijoles saltarines. Dijo que compraría todos los frijoles que yo le pudiera proveer a fin de poderlos vender a otros norteamericanos. Reuní a todos los chicos del pueblo para que me ayudaran.”
Ese fue el comienzo de la industria de los frijoles saltarines que ahora prospera en la zona. “Todos en Álamos cosechan los frijoles,” dice Hernández. “Si una persona tiene suerte gana como 200 pesos (16 dólares) en un día de cosecha.” Traen los frijoles a la hacienda de Hernández, donde unas sesenta muchachas están empleadas para prepararlos para el embarque. En un buen año se cosechan más de 30 millones de frijoles saltarines.
“Solo unos pocos de los frijoles permanecen en México,” explica Hernández. “La mayoría de los mexicanos nunca han oído de los frijoles saltarines. Solo los conocen la gente de nuestros alrededores, y la gente de los pueblos fronterizos que los ven vender.” Esto se debe a que la mayoría de los frijoles son para exportar.
“La mitad de los frijoles saltarines se despachan por tren para los Estados Unidos,” señala Hernández quien tiene el monopolio de la industria. “Alrededor del 40 por ciento se envía por avión a Europa, casi el 10 por ciento al Japón y varios miles a los pueblos fronterizos mexicanos.”
Un sencillo examen revela el secreto de las fascinantes piruetas, vueltas y saltos de los frijoles. Dentro de cada frijol hay una minúscula oruga amarilla, la larva de una pequeña polilla. ¿Cómo llega ahí? La polilla pone un huevo en la flor del arbusto euforbiáceo. Con el tiempo los huevos empollan y se dice que las larvas se abren paso hacia lo más profundo de la flor, donde con el tiempo quedan encerradas en las semillas.
La oruga devora gran parte del interior de la semilla, así es que ocupa alrededor de una quinta parte del interior de su pequeño hogar. Para mover el frijol, la oruga se prende a la sedosa pared del frijol con sus patas y vigorosamente hace restallar su cuerpo, golpeando su cabeza contra el otro extremo del frijol, impulsándolo en cualquier dirección. El frijol quizás se mueva varios centímetros a la vez, o dé un salto en el aire. Algunas personas los llaman frijoles salvajes debido a la manera en que saltan.
“No sabemos por qué es tan inquieto el gusano adentro, pero nos alegramos de que lo sea,” dice Hernández. “No está tratando de salir. Eso lo sabemos con seguridad. Si se resquebraja la cáscara, el gusano adentro inmediatamente se pone a trabajar para repararlo con una secreción de seda. Una vez que remienda su casa, comienza a saltar otra vez con tanto vigor como antes.”
Un frijol saltarín puede continuar sus travesuras hasta por seis meses. Entonces la oruga finalmente emerge de su casa y se convierte en polilla.
Es en junio y julio que se realiza la cosecha de los frijoles en los alrededores de Álamos. Después que se recogen los frijoles, las muchachas los cuentan y sacuden individualmente a cada frijol. Si uno hace un sonido seco, eso significa que la oruga adentro está muerta, y se tira el frijol. Los frijoles deben respirar para sobrevivir, así es que para embarcarlos se les pone en latas especiales perforadas con agujeros.
De modo que es obvio que no hay magia o espiritismo conectados con las travesuras de estos frijoles saltarines. Son solo un sencillo rasgo de la maravillosa creación de Jehová Dios que fascina al hombre.