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¡Despertad! 1974
g74 8/5 págs. 24-26

Kisangani vuelve a la vida

KISANGANI es nuestro hogar. Es una ciudad que está experimentando un renacimiento. Anteriormente conocida como Stanleyville, en honor del famoso explorador, la ciudad está situada a uno y otro lado del ancho río Zaire, estando la sección más grande del lado norte. Yace a menos de 80 kilómetros del ecuador, rodeada por la vasta selva tropical del África central, tiene una abundancia de sol y de lluvia.

La gran ciudad que creció aquí se convirtió en un paraíso para el hombre blanco... solo los blancos vivían en el centro de la ciudad, y a los africanos no se les permitía dentro del centro de la ciudad después de oscurecer sin un “vale” especial. Había espaciosos bulevares con modernos negocios y oficinas, coronados con apartamentos de lujo, además de zonas residenciales alineadas con graciosas palmeras que prestaban su sombra a hermosas residencias o espaciosas casas de un solo piso. La electricidad era suministrada por la propia central hidroeléctrica de la ciudad. Con un buen puerto fluvial y un moderno aeropuerto, la ciudad era próspera.

Sin embargo, durante la década pasada Stanleyville vio llegar el desastre. Hubo rebelión y levantamiento en tres diferentes ocasiones en solo cuatro años. La que en un tiempo había sido una hermosa ciudad quedó en ruinas, muchos de sus hombres fueron asesinados y la mayor parte de la población blanca huyó para salvar la vida. Casi todos los negocios quedaron en ruinas. Pero desde la última dificultad en 1967, ha ocurrido un renacimiento.

Renombrada Kisangani por orden del presidente de la República (este es el nombre original del lugar en swahili), la ciudad comenzó lentamente a sobreponerse de su duelo. En 1969 los europeos que huyeron comenzaron a infiltrarse de regreso para ver qué podían rescatar de sus hogares y negocios. Aquí y allá las casas comenzaron a ser reparadas. Para fines de aquel mismo año algunos amigos nuestros, testigos de Jehová, llegaron, y unos meses más tarde nos unimos a ellos.

Casi todos los días veíamos rostros nuevos en la ciudad y observábamos otro edificio en uso otra vez u otro negocio abrir sus puertas a los clientes. Al principio uno podía cruzar las calles sin mirar primero en ambas direcciones, pero pronto esto ya no fue posible, a medida que el número de los vehículos aumentaba muy rápidamente. En la actualidad las amplias calles bullen con vida... el tráfico es muy denso y de movimiento rápido. Hay modernos autobuses de ciudad (llamados “mamuts”), que son suplementados por vehículos comerciales más pequeños conocidos como “taxibuses.” Los negocios están bien abastecidos. Hay buenos hoteles y restaurantes. Se está construyendo una fábrica textil, así como un nuevo aeropuerto internacional. Ha iniciado su trabajo una fábrica de ensamble de camiones. Un aserradero moderno exporta madera que se corta de la vasta selva tropical. ¡Si uno no notara de vez en cuando perforaciones de balas en la vidriera de un negocio o en el parabrisas de un automóvil viejo, nunca imaginaría que esta bulliciosa metrópoli de un cuarto de millón de habitantes hubiera sido la escena de tanta destrucción hace solo un corto tiempo!

¿Quiénes son responsables por este asombroso renacimiento de la ciudad? Los africanos, los hombres de Zaire. ¿Qué clase de gente son? En su mayoría, son plácidos, amigables y amantes de los placeres.

En primer término de la lista, social y económicamente, está el comerciante y/o el político, así como ciertos encumbrados administradores gubernamentales. Vive en una hermosa casa grande, en los suburbios de la ciudad... por lo general una que anteriormente estaba reservada para la gente blanca en los días antes de la independencia. Habla bien el francés y siempre usa un “abascos,” el atuendo nacional para los hombres. Trabaja en una oficina con aire acondicionado, y tiene su propio automóvil o viaja a todas partes en taxi (60 centavos de dólar para cruzar la ciudad en una dirección). Por lo general considera al hombre blanco como su igual, no como un enemigo. Tiene a uno o más de sus compañeros africanos trabajando en su hogar como sirvientes, a los cuales se conoce como “muchachos.” Su esposa o “amiga” se viste lujosamente, y a veces con un peinado exótico o una peluca. Un problema es que frecuentemente tiene esposas (dos o tres, todas legales) y “amigas.” Como ejemplo, uno tiene tres esposas y veintidós hijos y aun “sale” por las noches en su Mercedes.

A continuación en la escala social y económica vienen los trabajadores gubernamentales, los empleados y los oficinistas. Algunas veces viven en casas que en un tiempo fueron hermosas que han sido abandonadas y que ahora están en ruinas, pero, por la mayor parte, viven en habitaciones pequeñas en las comunidades africanas. Frecuentemente sus habitaciones no están bien cuidadas. Con la tendencia africana a las familias grandes, necesita todo su dinero solo para mantenerse vivo. Un electricista capacitado (que ha abierto una farmacia para tratar de suplementar sus ingresos) tiene veintisiete hijos por medio de sus tres esposas “legales.”

Para ayudar a alimentar las bocas hambrientas, las esposas frecuentemente se ocupan de algún negocito. Compran artículos al por mayor y los venden al por menor, o cultivan frutas en sus jardines para vender en el mercado o de casa en casa. Estas son las verdaderas trabajadoras duras, las mujeres del mercado. Se excitan mucho cuando regatean con uno por la venta de sus mercancías y aparentan estar muy ofendidas cuando uno les ofrece muy poco. En realidad por lo general son afables, y su amistosa rivalidad frecuentemente es una fuente de diversión para los observadores. Estas son madres que trabajan, y por lo general el hijo más joven va a todas partes con la madre, en su espalda, mientras que el hijo que le sigue hace pinitos agarrado de su mano. El amamantar se hace en cualquier lugar, a cualquier hora.

Teniendo que ocuparse de estos pequeños, ¿cómo lleva mamá las cosas que quiere vender, de ida y vuelta al mercado? Sobre la cabeza. Las mujeres son muy hábiles y airosas a pesar de las cargas que llevan. Una lleva una gran fuente llena de ananás; otra, un canasto con pescados. Estas mujeres tienen tal sentido del equilibrio que pueden llevar cualquier cosa de este modo... ¡desde una máquina de coser hasta una cama! En el hogar tienen que hacer todos los quehaceres, sin embargo aún así tienen tiempo para arar y plantar... o se quedan en casa y hacen buñuelos o bizcochos para vender frente a su puerta.

Además están los hombres —por lo general los más jóvenes— que no tienen trabajos regulares. Muchos de ellos, sin embargo, despliegan buena iniciativa. Los que tienen un poco de capital establecen pequeños negocios. A los africanos les encanta que les saquen fotos, así es que en Kisangani hay por lo menos cinco estudios fotográficos. Algunos consiguen una vieja máquina de coser a pedal y se hacen sastres. Es muy sencillo comprar una caja de bebidas gaseosas y una barra de hielo y vender bebidas frías en la esquina de la calle, logrando una rápida ganancia de dos centavos en cada botella de Coca-Cola... este es un país sediento, donde la temperatura por las tardes frecuentemente sobrepasa los 35 grados centígrados.

Si tiene mercaderías para transportar económicamente y no hay gran apuro, uno puede alquilar un “empuja-empuja,” el cual es un pequeño carro que un hombre tiene que “empujar-empujar.” Los hombres que empujan o tiran de estos carros verdaderamente trabajan duro. Pueden llevar una carga de 136 kilos a través de la ciudad por un dólar o menos, y no siempre por terreno llano. Los carros varían en su construcción, pero la mayoría están hechos de metal, soldados juntos de chatarra, con una sola rueda a cada lado... ¡con frecuencia no exactamente del mismo tamaño!

Del otro lado del río está el ferrocarril, el cual por medio de varias conexiones lleva las mercaderías al este de Zaire. ¿Cómo cruza uno el río? Tome una piragua. Puede resultar toda una aventura.

Una piragua es una canoa excavada, que se hace de un solo tronco de árbol. Varían de tamaño desde pequeñas hasta enormes... la mayor con capacidad para llevar hasta cincuenta personas, aunque desde que hubo un par de accidentes fatales la ley ha limitado el número a treinta. Cada piragua provee trabajo para dos hombres... uno para conducir y otro para cobrar los pasajes. ¿Conducir? Sí. ¡Están equipadas con motores fuera de borda, los cuales impulsan estas naves de forma de lanza a través de los casi 800 metros de agua en unos cinco minutos! Además de gente, va de todo —bicicletas, gallinas, yuca, plátanos— cualquier cosa que uno lleve consigo. El viaje de ida cuesta cuatro centavos.

Uno puede, por supuesto, tomar el transbordador de autos, impulsado por dos motores diesel marinos, pero no es tan divertido, aunque es gratis. También puede arriesgar su vida y alquilar una piragua sin motor, y dejar que los pescadores luchen contra la fuerte corriente.

Aquí, pues, hay una vibrante comunidad de personas valientes que están transformando una ruina en lo que, según declaraciones del presidente Mobutu Sese Seko, es ahora la tercera ciudad de Zaire.

Despertamiento espiritual

A pesar de la prosperidad material y de las comodidades modernas, la mayoría de las personas todavía son supersticiosas. Las costumbres ancestrales todavía son obedecidas servilmente, aun por los que están en el grupo que recibe los ingresos más elevados. Aun en la zona residencial de la ciudad, si alguien muere, celebran un “velorio,” con lamentos ceremoniales, bailando y bebiendo hasta las primeras horas del día. Cuando alguien tiene un bebé, se “protege” al niño de los espíritus malos por medio de atarle a las muñecas, tobillos y cintura cuerdas negras de las cuales cuelgan huesos pequeños, trozos de bambú o piedras. Si alguien se enferma, se hacen esfuerzos para averiguar el “espíritu” de quién está atacando a éste, y se hace una consulta con el médico fetiche local, quien frecuentemente prescribe que se use una pequeña bolsita cerca de la piel, colgada del cuello del paciente por un cordón negro. La adoración de los antepasados, el temor a los muertos, la magia negra para causar la muerte, los encantamientos para conseguir amigos o amantes... todas estas cosas abundan en la moderna Kisangani. La mayoría dice que son católicos, pero muchos, especialmente las mujeres, no saben leer ni escribir, y por lo tanto nunca han podido estudiar la Palabra de Dios la Biblia por sí mismos. Es verdad, los protestantes han hecho un buen trabajo distribuyendo la Biblia y aun en la traducción de la Biblia al swahili y lingala... pero no han reforzado su obra con un estudio de la Biblia sistemático y regular.

Pero aquí en Kisangani dos testigos de Jehová africanos comenzaron a visitar a la gente en 1965, ofreciéndoles ayuda personal en el estudio de la Biblia, y Jehová bendijo sus esfuerzos. Ahora hay cuatro congregaciones del pueblo de Jehová que predican activamente las buenas nuevas del reino de Dios. La concurrencia a la Cena del Señor el año pasado fue de casi 500 personas. En esta ciudad hay personas felices, amadoras de la Biblia. Han puesto a un lado sus esposas secundarias, han abandonado la prostitución y han afrontado la furia de familiares y amistades cuando rehusaron continuar sus prácticas paganas. Valerosamente han adoptado una posición no política a favor de la adoración verdadera. Tienen una gran variedad de antecedentes: médico auxiliar, estudiante universitario, jefe de cocina, administrador de la oficina de correos y otros, pero todos tienen una cosa en común... su devoción al Dios verdadero, Jehová. Nos sentimos muy felices de vivir entre ellos en Kisangani, este fascinante lugar que está experimentando un renacimiento.—Contribuido.

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