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¡Despertad! 1974
g74 22/9 págs. 6-8

El mundo trata de controlar su población

DESDE hace mucho hombres y organizaciones bien intencionados han estado empeñados en programas para aliviar los problemas que se atribuyen al crecimiento demográfico. Se han puesto a prueba muchas “soluciones”... algunas agrícolas, algunas económicas y algunas políticas.

Sin embargo, como con la mayoría de los “remedios” que atacan los síntomas más bien que la causa de la enfermedad, los resultados han sido desilusionadores. La mayoría de los programas o han tenido poco éxito, o han fracasado de inmediato o hasta agravado aún más la situación. El considerar algunas de estas “soluciones” mostrará la razón.

Alimento gratuito

Una población en aumento puede sobrevivir sin muchas cosas, pero no sin alimento. Por años las productivas grandes llanuras de la América del Norte han sido un “granero de último recurso” para las naciones hambrientas. Cuando a las poblaciones que apenas viven a niveles de subsistencia les fracasaba la cosecha local, siempre podían contar con que los países ricos en cereales les enviaran millones de toneladas de excedentes para ayudarles a superar la dificultad.

Ahora los excedentes casi se han terminado. Se informa que las reservas mundiales de alimento están en su nivel más bajo en muchos años. El que haya o no haya suficiente alimento para comer durante el año venidero depende del clima durante la actual época del cultivo. “El mundo se ha hecho peligrosamente dependiente de la producción actual y por lo tanto de las condiciones de tiempo,” dice A. H. Boerma, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.

Si el mal tiempo azotara, ¿cree verdaderamente el lector que la gente echaría mano a sus propios abastecimientos de alimentos reducidos para ayudar a la gente hambrienta? O, debido a que la producción moderna de alimentos depende de la energía, ¿sacrificarán sus abastecimientos de energía para ayudar a estas personas? Según lo mencionó recientemente el Times de Nueva York en un artículo de fondo: “Los estadounidenses se podrían enfrentar pronto a la elección de consumir energía en las carreteras y en las habitaciones con aire acondicionado, o permitir que la producción de alimentos alimente a poblaciones enteras en África y Asia.”—25 de marzo de 1974.

Autosuficiencia agrícola

Con grandes alardes se han puesto en marcha programas para ayudar a las naciones más pobres a alimentarse por sí mismas. La declaración formal de los logros del Dr. Norman Borlaug, recibidor del Premio Nobel de la Paz para 1970, le acreditó con “el sensacional avance técnico que hace posible la abolición del hambre en los países en desarrollo en el curso de unos pocos años.” Sin embargo, aun así, el Dr. Borlaug dijo que su Revolución Verde “no era la solución.” Solo podría postergar la crisis de alimentos mientras las naciones continuaban trabajando en el control demográfico. “Si la población del mundo continúa creciendo a la misma proporción, destruiremos la especie,” dijo él.

Ahora se están comenzando a ver los resultados. Entre otras cosas, esta técnica requiere grandes cantidades de energía que cada vez se hace más costosa, abonos e insecticidas. Como resultado, los granjeros ricos se benefician mucho más que los pobres, los cuales a menudo no pueden costearla en absoluto. Las familias ricas entonces compran la tierra de los granjeros más pobres, lo cual solo empeora los problemas de desempleo.

Por estas mismísimas razones, un informe de los esfuerzos intensos de una nación para usar la técnica de la Revolución Verde dice: “Están fracasando. Sus planes y programas optimistas solo han aumentado el sufrimiento humano y prometen aumentarlo aún más.”—Natural History, enero de 1974.

Desarrollo económico

Otros esfuerzos tratan de aminorar la proporción del crecimiento demográfico, en vez de tratar de alimentar cualquier cantidad que nazca. Por lo general las ricas naciones industriales tienen bajas proporciones de aumento, algunas hasta se acercan a la ampliamente aclamada meta de “cero crecimiento demográfico.” Sus pueblos parecen tener motivo natural para tener menos hijos que puedan cuidar mejor. Por otra parte, en los países menos desarrollados con poblaciones mayormente rurales, los hijos se consideran como una forma de riqueza. Los padres los desean para ayudar con las tareas de la granja y como un “seguro social” con el fin de que cuiden de ellos en la vejez.

Como resultado, las familias en estos países tienen en promedio casi el doble de hijos que las familias en las naciones industriales. Además, “la gente tiene seis hijos o más porque saben que dos o tres morirán,” dice un funcionario de Bangladesh. Y las investigaciones muestran que las familias que pierden hijos frecuentemente compensan con creces, produciendo más hijos vivos que las familias en las que todos los hijos sobreviven.

Es por eso que muchas personas han concluido que la solución al exceso de población estriba en el desarrollo económico y en la industrialización, junto con medidas adecuadas para mantener vivos a los hijos para que los padres no compensen esto con creces. No obstante, declara The Encyclopædia Britannica, “el crecimiento demasiado rápido de la población trae aunado una excesiva necesidad de inversiones [económicas] . . . tan solo para mantenerse a la par con las bocas adicionales que hay que alimentar y los cuerpos que hay que vestir y albergar.” Por lo tanto, queda poco o nada para mejorar el nivel de vida.—Tomo 14, pág. 823.

Reconociendo esto, la mayor parte de los expertos ahora concuerdan en que sencillamente no hay suficiente tiempo, energía y otros recursos para desarrollar a las naciones pobres hasta el grado en que la natalidad comience a disminuir naturalmente. Aun si se les pudiera desarrollar, por lo menos pasa una generación antes que se comiencen a sentir los resultados. Así es que los expertos dicen que es necesario reducir primero el crecimiento demográfico, antes que el desarrollo económico pueda tener buen éxito. Esto trae a colación...

El control de la natalidad

Algunos creen que para tener buen éxito un programa demográfico tiene que contar con alguna forma de control de la natalidad. En armonía con esto, algunas naciones invierten fondos en programas de planificación familiar y reducen la ayuda en otros campos. ¿Cuáles son las perspectivas de esta “solución”? Desilusión.

Las medidas “radicales” del control de la natalidad, como el aborto y la esterilización tienen efectos secundarios que son moralmente destructivos. El Japón legalizó el aborto en 1948. El profesor T. S. Ueno de la Universidad de Nihon de Tokio dice: “Ahora podemos decir que la ley es mala.” Las relaciones sexuales libres y la falta de respeto por la vida de los no nacidos están entre los problemas morales que él mencionó. “El aborto se ha convertido en un sustituto de los anticoncepcionales,” como lo muestran los 1,5 millones de abortos realizados en 1972. Él cree que donde se tiene tan poco respeto por la vida, el próximo paso podría ser la eutanasia, ¡dando muerte a los que pasan de cierta edad!

¡Recientemente la India, quizás con el más antiguo programa de planificación familiar, rebajó considerablemente la cantidad meta para reducir la natalidad en un 40 por ciento para 1980! Muchos del pueblo y hasta sus líderes se resisten a los programas gubernamentales e internacionales.

Los intereses egoístas impiden que muchos cooperen con la planificación familiar. Quizás quieran mantener numéricamente superior su raza, religión o grupo lingüístico a fin de ganar o mantener el poder político, aunque estarían contentos de ver reducciones en las poblaciones de otros. Un país importante de la América Latina recientemente restringió el control de la natalidad, esperando poder duplicar su población dentro de este siglo. Se citaron como razones el deseo de incrementar el poder nacional y el temor de vecinos excesivamente poblados.

La Iglesia Católica desde hace mucho ha usado el dogma religioso para bloquear cualquier método “artificial” del control de la natalidad, dejando así que sus masas empobrecidas sigan aumentando. The Encyclopædia Britannica reseña la perspectiva total:

“Sería fútil negar que el control artificial de la población está inhibido por poderosas restricciones morales y tabúes. . . . aun el programa del control demográfico más optimista solo puede esperar lograr una leve reducción en la proporción de aumento para fines del siglo veinte.”—Tomo 18, pág. 54.

¿Le parece a usted que una “leve reducción” en veinticinco años es una “solución”?

¿Acción “unida”?

El fracaso de todas las “soluciones” antedichas está convenciendo a los líderes mundiales de que el crecimiento de la población es un problema mundial. La civilización ha llegado a ser firmemente interdependiente, y las naciones ya no pueden seguir actuando sin considerar las repercusiones internacionales. Cada vez más líderes instan a un abordamiento cooperativo mundial para resolver los problemas asociados con la población. En consecuencia, las Naciones Unidas han designado a 1974 el “Año de la Población Mundial” y esperaban celebrar una conferencia en agosto acerca del control demográfico.

Se espera que de esta reunión surja un “plan de acción para la población mundial.” ¿Será obligatorio? Un observador señala que al plan “más apropiadamente se le podría llamar una sugerencia,” que bosquejará los pasos que los países “quizás deseen” dar en sus propias circunstancias. “Todo esto parece un remedio muy débil,” señala este escritor, en vista de la situación que se agrava rápidamente.—Science, 1 de marzo de 1974, pág. 833.

Muchos ven la alternativa de tomar una acción vigorosa por todo el mundo como una serie de penalidades sacudidoras que pueden preparar el camino para el control dictatorial de la población y los recursos, así como para la pérdida de las libertades humanas. Preveen abortos y esterilización obligatorios, y hasta cosas tales como el manejo de la genética y la eliminación del débil. ¿Querría usted que le impusieran tal “solución”? ¿Hay alguna mejor?

[Ilustración de la página 8]

Los esfuerzos para resolver los problemas de la población mundial terminan en fracaso cuando los “remedios” atacan los síntomas en vez de la causa

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