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  • ¡Despertad! 1975
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¡Despertad! 1975
g75 22/2 págs. 13-15

Vida en la ciudad... la armonía a un paso de la confusión

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Irlanda

LA GENTE que no está acostumbrada a la vida en la ciudad frecuentemente pone en duda el juicio de los que escogen vivir en las ciudades. Quedan sobrecogidos por estos colosales complejos de hormigón armado, acero y vidrio. No salen de su estupor ante la total confusión que reina en la actividad de las grandes multitudes aglomeradas en estas zonas.

¿Se ha detenido usted alguna vez a considerar cómo y por qué crecieron estas ciudades? Si uno se detiene en el centro de cualquier gran ciudad, especialmente en la hora de mayor tráfico, uno no puede menos que preguntarse cómo llegó a existir todo eso. Los fatigados peatones luchan contra los vehículos que derraman contaminación en las calles congestionadas de tráfico. El nivel del ruido casi llega a ser intolerable.

Además de preguntarse cómo llegaron a existir las ciudades, uno se pregunta: Precisamente, ¿cuán real es el peligro de que se pueda paralizar la vida en las ciudades? Con una cantidad tan colosal de personas viviendo y trabajando juntas en espacios tan congestionados, hay, sin lugar a duda, una necesidad tremenda de gran cooperación para mantener las cosas funcionando sin asperezas. Pero, ¿exactamente cuán corto es el paso de la cooperación a la confusión?

Para comenzar, echemos una breve mirada a algunos de los factores que han contribuido al desarrollo de las ciudades en diferentes ubicaciones. Una ojeada al pasado nos puede ayudar a apreciar cuán diferente es la vida en la actualidad.

¿A qué se deben las ciudades?

Algunas ciudades sencillamente han “crecido naturalmente” como resultado de factores geográficos y estratégicos. Otras han crecido “a la fuerza” para satisfacer los intereses industriales o políticos.

Por ejemplo, aquí en Irlanda, Dublín sencillamente creció. Su historia se remonta a las invasiones de los antiguos escandinavos y aun más atrás, mientras que Belfast es comparativamente una nueva ciudad.

El crecimiento de Dublín se debió a su posición estratégica junto al río Liffey. Los sucesivos conquistadores de Irlanda reconocieron las posibilidades de la ubicación y por consiguiente la ciudad se ensanchó bajo la influencia de los antiguos escandinavos, los normandos y los ingleses. Cada grupo dejó su marca en la ciudad.

En contraste, Belfast es en gran parte el resultado del desarrollo industrial del día actual. No fue sino hasta fines del siglo dieciocho que comenzó a crecer a su tamaño actual. Hasta ese tiempo todavía era, según un historiador, “un pueblo pequeño, sucio, atestado en la margen oeste del río Lagan.” Su crecimiento desde un pequeño grupo de viviendas hasta el densamente poblado centro industrial de la actualidad se debió casi totalmente al crecimiento de las industrias de lencería y arquitectura naval de esta zona.

Alrededor de estas industrias evolucionaron las casas comerciales, los imponentes hogares, los negocios y oficinas, y las viviendas para la vasta población de trabajadores que todo esto atraía, y todos los otros accesorios que se necesitan para formar una ciudad moderna.

Estas enormes concentraciones de edificios y gente que llamamos ciudades, a menudo se extendieron de un modo que produjo muchos matices de mugre en vez de los hermosos resultados que la obra de mano del Creador produjo en el resto del país. Su actual complejidad es algo que apabulla la imaginación.

Complejidad de las ciudades actuales

Considere lo que ha producido el desenvolvimiento de la historia. Capas sobre capas de actividades humanas relacionadas. Grandes redes de caminos conectan las diversas empresas. Multitudes de cañerías, cables, tuberías y conductos ocultos sirven para transportar la energía esencial para mantener todo funcionando y para llevarse la increíble cantidad de desperdicios que se producen.

Piense en todos estos diversos servicios que deben colaborar para mantener cierto grado de armonía en la vida de la ciudad... suministro de energía, de artículos de primera necesidad, servicios de transporte, servicios de comunicación, abastecimientos de agua, depuración de aguas de albañal, servicios sanitarios, vías, viviendas, etc.

Nos inclinamos a aceptar estas cosas como una cosa corriente, como si siempre hubieran existido. Pero no hace mucho que muchas de estas cosas no existían.

Ha requerido una inmensa cantidad de trabajo el producir las actuales ciudades, sin mencionar el proyectar y la preparación de innumerables diseñadores y autoridades con visión perspicaz. La misma naturaleza de estas ciudades las hace susceptibles al sabotaje y al desplome caótico.

Esto se demostró recientemente cuando ciertos sectores de la comunidad en Belfast se retiraron de su trabajo para hacer una protesta activa en contra de ciertos desenvolvimientos políticos. Una mirada a lo que sucedió ilustra con qué facilidad se puede paralizar una ciudad moderna.

Se paraliza la ciudad

El miércoles 15 de mayo vio el comienzo. Después de un largo período de intranquilidad general relacionada con los acontecimientos políticos, se declaró una huelga. Muy pronto la vida industrial cesó.

Una de las primeras acciones de los huelguistas fue una restricción en los suministros de la electricidad. Declararon que solo se generaría suficiente electricidad para suplir los servicios esenciales, como para los hospitales. Una ciudad sin suministro de energía es igual a un cuerpo sin vida. Muchas comodidades de la época moderna dependen completamente de esta fuente de energía. Ahora, en vez de la provisión regular de electricidad, los consumidores la obtenían tres o cuatro horas y entonces se cortaba por largos períodos, sin advertencia o aviso alguno.

Los que vivían en las recientemente desarrolladas viviendas ultramodernas a menudo se hallaban sin ningún medio de calefacción, alumbrado o instalaciones para cocinar. Las personas inválidas y enfermas corrían un grave riesgo, ¡sin mencionar los que tuvieron que subir escaleras que parecían no tener fin para llegar a sus hogares en los edificios de apartamientos de muchos pisos!

A medida que empeoraba la situación de la energía los hospitales se enfrentaron a circunstancias difíciles. Frecuentemente tuvieron que recurrir a generadores de emergencia. Esta no era la más fácil de las situaciones a la cual hacer frente en medio de una operación delicada y posiblemente salvavida. Hasta cosas como el mantener suficiente ropa de cama limpia puede presentar problemas muy reales cuando no trabajan las instalaciones de lavanderías.

El flujo del tráfico, siempre un dolor de cabeza para los que planean y administran una ciudad, llegó a ser caótico. Las luces de tráfico cesaban de funcionar esporádicamente en varias partes de la ciudad.

Se afectó gravemente la vida comercial de la ciudad. Los que viajaban todos los días para trabajar en el centro de la ciudad hallaron crecientemente difícil llegar a su trabajo. Los manifestantes bloqueaban los caminos, impidiendo así la libertad de movimiento por toda la ciudad. Se suspendieron los servicios de autobús de la ciudad después que algunos de los vehículos fueron secuestrados y usados para formar barricadas. Se detenía y registraba a los vehículos particulares, mientras que los manifestantes disuadían de ir a trabajar a cualquiera que hubiera deseado hacerlo.

Los que finalmente se las arreglaban para llegar a su trabajo hallaban que las condiciones eran casi imposibles. Las oficinas estaban sin energía para todos sus equipos. Las tiendas solo tenían alumbrado de emergencia a modo de velas o luces de gas envasado. Estas condiciones eran las delicias de los rateros de tiendas.

Por supuesto, los manifestantes consideraban “esenciales” a los suministros de alimento, pero éstos también fueron afectados a medida que se interrumpió la distribución debido a las condiciones caóticas en general. Por ejemplo, los suministros de leche por algún tiempo fueron irregulares después que varios vehículos de reparto fueron secuestrados y robados. Los suministros de muchos alimentos frescos estaban limitados mientras que las cargas se amontonaban en los muelles.

Los comerciantes al por menor que tenían unidades de refrigeración se hallaron en graves dificultades a medida que la provisión de energía se hacía cada vez más insegura. Los supermercados fueron obligados a vender muchas de sus mercaderías perecederas a mitad de precio. En algunas zonas los niños quedaron deleitados al hallar que las tiendas de caramelos locales estaban regalando helados que se derretían.

Por supuesto, sin energía para la refrigeradora de la casa, era imposible almacenar allí alimento, a menos que uno tuviera un refrigerador a gas, en tal caso uno podía habérselas con la situación por el momento. Esto condujo a hacer compras apresuradas de mercaderías envasadas que se conservan, lo cual aumentó la confusión.

Las provisiones de gas envasado pronto se terminaron cuando las amas de casa trataron de organizar algún medio de equipo de emergencia para cocinar y alumbrar. Las velas llegaron a ser tan escasas como la lluvia en un país azotado por la sequía.

Cuando, con el tiempo, también se cortaron los suministros de gas, aumentaron las dificultades. La disminución de la presión del gas a los hogares también produjo el peligro de la explosión debido a la posibilidad de que en las cañerías se mezclara el aire y el gas, produciendo una mezcla altamente explosiva.

Las gasolineras tuvieron que racionar los suministros y los conductores fueron obligados a hacer fila durante horas para llenar sus tanques. Con un efecto devastador los huelguistas clausuraron la mayor parte de las ventas de gasolina al por menor y comenzaron a emitir vales para la gasolina a los que ellos consideraban ser viajeros “esenciales.” Lenta pero seguramente, a medida que se consumían las provisiones existentes, virtualmente cesó todo el movimiento de tráfico en la ciudad.

Además de la siempre creciente amenaza a la salud causada por los desperdicios que quedaron sin recoger en miles de hogares, surgió otro peligro. Los trabajadores amenazaron con cesar las operaciones de bombeo en las instalaciones de depuración de aguas de albañal. Debido a que una gran parte de Belfast está construida en zonas bajas, esto presentaba la perspectiva de que las aguas de albañal sin purificar retrocedieran por las cañerías y las cloacas a las calles.

El efecto abarcador de esta huelga fue demasiado drástico para que las autoridades pudieran hacerle frente. Después de catorce días de caos creciente cedieron a las demandas de los manifestantes.

Belfast fue rescatada del mismo borde de un desastre absoluto. Un día era una ciudad bulliciosa, industriosa; y entonces dio ese corto paso y se convirtió en una ciudad agobiada, luchando por sobrevivir.

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