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  • g75 22/9 págs. 20-23
  • ‘¡Su hija es retardada mental!’

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  • ‘¡Su hija es retardada mental!’
  • ¡Despertad! 1975
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¡Despertad! 1975
g75 22/9 págs. 20-23

‘¡Su hija es retardada mental!’

“SU NIÑITA es mongólica. Es retardada mental y nunca será normal. Piense en términos de una institución para ella.”

Esas fueron las palabras escalofriantes del obstétrico que había ayudado al alumbramiento de nuestro bebé solo quince minutos antes.

Era alrededor de la medianoche y mi esposa estaba bajo la acción de los sedantes. Esa fue con toda seguridad la noche más larga y solitaria de mi vida. Cualquier esperanza de que el médico hubiera cometido un error quedó frustrada antes del alba cuando un pediatra confirmó el diagnóstico. Había que decírselo a mi esposa y tomar una decisión.

Para las 9 de la mañana le había comunicado la noticia a mi esposa. Para las 9:30 habíamos decidido piadosamente que prescindiendo de lo que el futuro nos deparara, el bebé disfrutaría del afectuoso ambiente de nuestro hogar.

Pero menos de una hora después el médico entró precipitadamente para avisarnos que el bebé estaba vomitando sangre, y tenía que ser transferido inmediatamente al hospital de niños local. Fue un viaje desesperado por la ciudad, y nuestra llegada nos llevó inmediatamente a una confrontación por negarnos, con base bíblica, como testigos de Jehová, a permitir una transfusión de sangre.

Hacia el anochecer me informaron que la hemorragia parecía haber cedido y que posiblemente solo había sido sangre tragada durante el parto. Sin embargo, el corazón había empezado a fallar. Evidentemente la criatura tenía serios defectos cardíacos congénitos, y me informaron que no era posible que durara toda la noche.

Para la mañana siguiente, sin embargo, ella había demostrado que los médicos estaban equivocados, como lo haría muchas veces en el futuro. La hemorragia había cesado. Su débil corazoncito todavía estaba bombeando. Durante los ocho días siguientes la contemplamos por las paredes de cristal de su incubadora mientras seguía su lucha por la vida. ¡Qué maravillosamente ha plantado el Creador en todo ser humano, aun en los muy jóvenes y débiles, una tenacidad irresistible para vivir! Aunque el cuerpo de médicos opinaba que ella solo iba a vivir un corto tiempo, dijeron que ya podíamos llevarla a casa.

Mientras estoy aquí sentado escribiendo, una deleitable y feliz niñita rubia, de diez años de edad, juega en el piso al lado mío. Acaba de marcar el disco del teléfono para una larga consulta con su abuela acerca de la salud de su muñeca favorita. Es difícil creer que ella es la misma criatura que vigilamos, noche tras noche, hace más de diez años, mientras su vida pendía de un hilo.

La crisis siguiente vino solo unos pocos días después que la llevamos del hospital a casa. Ansiosamente tomaba el biberón pero no podía retener nada. Los médicos pensaron que posiblemente tenía una obstrucción intestinal. Pero estaba tan débil que parecía imposible pensar en la cirugía.

De vuelta al hospital

Sin embargo, pocos días después, tuvimos que llevarla de vuelta al hospital, puesto que ya era seguro que tenía una obstrucción intestinal. Ciertamente moriría sin la operación. El pedíatra a cargo nos informó que el cirujano quería vernos en su consultorio.

Mi esposa y yo nos sentamos ante su escritorio, fortaleciéndonos para otra defensa sobre la transfusión de sangre. Pero estábamos equivocados. Su preocupación no tenía que ver con el permiso para usar sangre. “Su hija,” dijo él, “es retardada mental. Siempre será una carga para ustedes y para la comunidad. Si fuera mi hija, no se le haría la operación. Denme autorización para extraerle los tubos intravenosos y estará muerta en solo unas horas.

Aturdidos, nos dirigimos a casa, habiéndole prometido que le contestaríamos en el término de una hora.

Durante treinta minutos consideramos las recomendaciones del médico —seriamente, bíblicamente y con oración— pero realmente no había más que una sola decisión que podíamos tomar. Los dos teníamos gran respeto a la santidad de la vida. Aparte de los aspectos religiosos y morales del asunto, también estaba el simple hecho de que amábamos a la niñita. Retardada o normal, queríamos que gozara de la vida. ¿Quién podría saber realmente el grado de su retardo? Como prometimos, en el término de una hora el médico recibió las instrucciones, y en dos horas ella estaba en la mesa de operaciones.

Un cirujano sobresaliente, un hospital y personal excelentes, sin transfusiones de sangre, ¡y ella vivió! Pero rápidamente vino la siguiente crisis. Un frenético llamado del cirujano. Estaba tan deshidratada que las puntadas no aguantaban. Todo se había abierto. La operación tendría que hacerse completamente de nuevo. Esta vez había poca probabilidad de que pudiera sobrevivir. ¡Pero qué cambio en la actitud del médico! El poder de la niña para vivir había despertado su admiración. “Le doy un golpe médico duro, y ella sencillamente me lo devuelve,” confesó él. Ahora él estaba tan ansioso de mantenerla viva, a toda costa, que no ahorró ningún esfuerzo.

Volvió a vivir. Ocho semanas después —ocho semanas de incubadoras, batas blancas, mascarillas y cuidado intenso— y una vez más la llevamos a casa.

El gozo sobrepuja los problemas

Este fue el dramático comienzo de una pequeña vida que tanta felicidad le ha traído a nuestra familia, y ha resultado en muchas oportunidades para darles el testimonio a médicos, educadores y otras personas, y para honrar el nombre del Creador.

Durante los primeros años de su vida, nos preguntábamos si algún día aprendería a hablar. Nuestros recuerdos de esos momentos ahora producen sonrisas, ya que a veces nos preguntamos de qué manera conseguir que deje de hablar. Durante varios años pareció que no podría caminar, y ciertamente fue un día deleitable cuando entramos a la sala de juegos y la hallamos de pie —bamboleante y temblorosa sobre sus pies— pero de pie. Tanto de lo que es cosa común en los niños normales es un cúmulo de alegría cuando se trata con el retardado mental.

Hace tan solo unos días que, tomadas de la mano, ella y su madre trabajaron juntas en la distribución de tratados bíblicos de casa en casa. Hoy mismo vino brincando por la calzada desde el autobús escolar, riendo y ansiosa para mostrarme sus últimos logros en las tareas escolares. Muchas veces las personas que llaman por teléfono nos han cumplimentado por los buenos modales y clara articulación de la niñita que contestó el teléfono, y ya no necesitamos explicar que ella es retardada mental.

Los niños mongólicos tienen pocos anticuerpos en su organismo, y hasta un resfriado común es un asunto serio. El invierno para los mongólicos es una serie de infecciones del tórax, bronquitis y, en el caso de nuestra hija, hasta pulmonía. Estamos tan agradecidos de que hay médicos que toman un interés especial en niños de esta clase, y hay muchos que lo hacen. A la edad de cuatro años, realizó varios viajes para ver al Dr. Denton Cooley en el Centro Médico de Texas para reparaciones quirúrgicas a su frágil corazón. Todavía vive con una limitada expectativa de vida debido a defectos cardíacos que son irreparables. Durante varios años, ha realizado viajes regulares para ver al Dr. Henry Turkell, un médico de Detroit que se ha especializado en el tratamiento de niños mongólicos, tanto en América como en Europa.

Al escribir, también recuerdo la terrible noche en que, habiendo ella perdido la mitad de la sangre, un valiente piloto de Florida arriesgó los peligros de una niebla sobre el Atlántico para llevarla a toda carrera por ambulancia aérea en busca de asistencia médica cooperativa después que un médico y el hospital locales rehusaron siquiera mirarla a menos que primero diéramos autorización para administrarle una transfusión de sangre.

¿Qué sucedería si su hijo fuera retardado?

No estamos solos, naturalmente. Todos los años nacen cientos de miles de niños mentalmente defectuosos. El mongolismo es solo uno de los muchos tipos de retardo. Todos los padres implicados se enfrentan a los mismos problemas básicos.

“¿Por qué nos ha sucedido esto a nosotros? ¿Qué hemos de hacer? ¿Deberíamos quedarnos con la criatura, o buscar una institución? ¿Qué efecto tendrá esto en el resto de la familia? ¿Qué pensarán los amigos y los vecinos? ¿Qué fue lo que hicimos mal? ¿Deberíamos tener más hijos? ¿Cómo le hacemos frente a la situación?” Estas son solo unas pocas de las preguntas que tienen que contestar los padres que se enfrentan a este problema.

Ante todo nos gustaría ofrecerles una sencilla palabra de consejo: Tranquilícense. Llévense a la criatura a casa y dejen que el tiempo obre. Mi esposa y yo, nuestro otro hijo y una niñita gallarda de cabello largo y rubio estamos todos aquí para respaldar este consejo.

A menudo hemos recordado al médico que quería autorización para dejarla morir. Sin saberlo, nos hizo decidir si la queríamos o no, fuera normal o retardada. Desde ese momento, nunca hemos mirado hacia atrás con pena, ¡y qué bendición ha sido ella para nosotros!

¡Hay tantas recompensas para los padres de los retardados mentales! Estos niños retardados sienten amor y lo expresan con una falta total de inhibición. Es imposible medir lo provechoso que es esta influencia en cualquier hogar. Por ejemplo, si se muestra disgusto en mi cara, ¿cuánto tiempo puedo permanecer fastidiado cuando pequeños pasos me persiguen tenazmente por la casa y una vocesita pide saber por qué no sonrío? ¡Qué triviales se vuelven los problemas, los desacuerdos y hasta las dificultades económicas cuando uno experimenta el calor y el afecto expresados por una criatura retardada!

Para la mayoría de los padres, su introducción al tema del retardo es repentina, y la mayoría de ellos están mal informados. Obviamente es una experiencia que nadie planea tener. A continuación hay algunas medidas sencillas que se pueden tomar al principio.

Primero, averigüe qué medios están disponibles en su comunidad... escuela de párvulos, cuidado de niños en el hogar, médicos especialmente preparados, y así por el estilo. Por lo general hay dentistas, oculistas y otros profesionales que se han preparado especialmente para ayudar a los retardados. Y muchos servicios están disponibles sin costo.

Posteriormente, averigüe qué escuelas hay disponibles. La mayoría de las comunidades tienen medios educativos, y los niños, por lo general, son transportados en autobús.

No subestime la capacidad de su hijo para aprender. Nuestra jovencita quería aprender a atarse los zapatos. Francamente, yo no pensaba que ella era capaz de aprender, y no tomé el tiempo para enseñarle. Ella siguió observando. Cierto día, orgullosamente me empujó hacia una silla, y me quedé observándola mientras ató los cordones de sus zapatos con lazos bien arreglados. Simplemente se cansó de esperar que le ayudaran y aprendió a hacerlo ella sola.

Fue solo la semana pasada que nos conmovimos al observarla saltar felizmente, y dirigirse al extremo del trampolín y zambullirse de cabeza en el agua profunda, emerger y bracear fuertemente hacia el borde de la piscina para reclamar el primer premio en una competencia de zambullidas patrocinada para niños retardados.

Ella monta su propia bicicleta de dos ruedas, marca el disco del teléfono, escribe con regularidad el texto bíblico del día en la pizarra de la cocina, e insiste en saber acerca de todo el que viene a la casa, si éste está o no está “en la verdad,” es decir, si es un testigo de Jehová, andando según la verdad bíblica.

Lo más importante de todo... ¡el amor!

Si tuviera que enfatizar algún punto en particular en el tratamiento y ayuda para los niños retardados, me concentraría en la cosa más sencilla e importante de todas... amen al niño. El amor hará más que todo el entrenamiento especial, más que las escuelas, que los médicos, los psicólogos, los del auxilio social o las instituciones. Si ustedes aman al niño, el niño los amará a ustedes; no solo con el afecto normal que existe entre padres e hijos, sino con un amor tan intenso e irresistible que sencillamente desafía la capacidad de uno para producir adjetivos superlativos. Si bien está limitado en muchos sentidos, el niño retardado parece estar dotado de una sobreabundancia de amor.

Una de las mayores recompensas con nuestra propia hijita ocurrió recientemente mientras pasábamos varios días en en hotel de veraneo. Hacia el final de nuestra estada un médico, que había observado a nuestros dos hijos jugando todos los días junto a la piscina, pidió permiso para hacerme una pregunta personal. Podrán imaginarse mi sorpresa cuando me preguntó: “¿Es retardada su hijita?” Aun con su entrenamiento médico y varios días de observación, todavía no estaba completamente seguro.

Lamentablemente, quizás el mayor problema al que se enfrentan los padres de hijos retardados es la falta de entendimiento de parte de las personas no informadas, tanto adultos como niños. Cuánto quisiéramos que más personas, hasta las que están en nuestro propio círculo de asociación, se informaran ellas mismas y a sus hijos acerca de dar consideración a los de capacidad limitada. Cuando los padres no se molestan en explicar a sus propios hijos los problemas de los retardados, a menudo se presentan dificultades. Como la vez que otro niño acusó a gritos a nuestra rubiecita: “¡Eres retardada!” Sencillamente no hay respuesta cuando un niño mentalmente retardado trepa a sus rodillas y pregunta: “¿Qué quiere decir ser ‘retardado’?”

Si todos sus hijos son normales, esté agradecido. Pero si algún día usted oye las palabras: “Su hijo es retardado,” todavía hay tanto por lo cual sentirse feliz. Invierta una gran cantidad de amor y lo que reciba de vuelta será más de lo que usted y su familia puedan absorber.—Contribuido.

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