Yo fui adivina
AL SENTARSE la joven en el cojín que le ofrecí, discerní que no era una coreana común. Estaba bien vestida y tenía el porte de una persona de la nobleza. Escuché mientras me decía que había oído hablar de mí desde muy lejos. Dijo que había venido a mí porque realmente necesitaba saber algo.
La animé a ponerse cómoda, pero se quedó sentada rígida, en profunda expectación. “¿Cómo se llama?” empecé. “Oh,” dijo ella, “esto es de más importancia que algo acerca de mí. He venido para enterarme de la suerte de mi hermano mayor.” “¿Cómo se llama él?” pregunté. Cuando me lo dijo, yo también me puse más seria. Era uno de los políticos ascendentes más disputados de Corea. Cada día su nombre estaba en las noticias.
Abrí mis libros de filosofía oriental a materia que trataba de nombres como el de su hermano y, después de considerarla, hice mis preguntas acostumbradas: “¿En qué año nació?” Luego, “¿En qué mes, qué día?” Y por fin, “¿Precisamente a qué hora nació?” Entonces empecé mi investigación. Por medio de comparar mis libros de filosofía oriental respecto a lo que les sucede a personas con ese nombre y confrontar esto con las tablas de números con significado oculto para el día en que él nació, determiné qué fechas y años serían propicios para él y cuáles serían malos. Le dije a la joven lo que había hallado. El año próximo, 1974, sería un año muy bueno y un tiempo de triunfo para este hombre. Debería seguir adelante positivamente en sus esfuerzos. La joven pagó lo estipulado y se fue muy feliz.
¿Qué sucedió al fin? Su hermano tuvo buen éxito y, en 1974, llegó a ser presidente de su partido político, tal como yo había predicho.
Cómo me inicié
Se despertó mi interés en adivinar cuando, como una joven de veintiséis años, conocí a una mujer que era adivina. Empleando una antigua ciencia oculta basada en números, ella calculaba matemáticamente qué días serían propicios y cuáles serían malos. Le pedí un libro que tratara de los números y lo oculto. Pero ella trató de desanimarme, diciendo que era muy difícil aprenderlo. No obstante, conseguí el libro y me puse a estudiarlo. Había sido muy buena estudiante en la escuela, de modo que me parecía que podría aprender bien esta ciencia oculta.
Entonces, en 1966, cuando tenía treinta y un años de edad me casé, pero seguí estudiando y aprendiendo acerca de los números. A medida que progresaba, empecé a adivinar en pequeña escala. Con el tiempo llegué a ser bien conocida.
Un cambio
Yo despreciaba a los llamados cristianos y opinaba que el dios que adoraban era muy débil. ¿Por qué? Porque, a pesar de asistir a la iglesia, recurrían a mí para que les dijera la buenaventura. Les preguntaba por qué venían a mí cuando adoraban al Creador Todopoderoso. Me respondían que la Biblia no dice nada acerca de negocios personales ni lo que les va a pasar a individuos en ciertas situaciones. Decían que recurrían a mí para saber lo que iba a ser su suerte personal. Además, algunas de estas personas me decían que venían para averiguar su futuro eruditamente y no querían contacto con los demonios. A algunas de ellas les preguntaba si pensaban que yo, la adivina, era más poderosa que su dios en el cielo. Nunca me dieron una respuesta satisfactoria. Al principio casi todos los que venían a mí eran católicos, pero andando el tiempo individuos de otras iglesias vinieron calladamente para que les dijera la buenaventura. Mi experiencia con todos estos miembros de iglesias me llevó a una sola conclusión: No hay absolutamente ninguna verdad ni valor en las iglesias.
Hasta ese tiempo no conocía a los testigos de Jehová. Pero, entonces, se mudó una Testigo a la casa directamente enfrente de la mía. El esposo de esta mujer estaba muy opuesto y la perseguía. La golpeaba, le cerraba la puerta de modo que no podía entrar y le causaba tales problemas que toda la vecindad sabía que sufría persecución a causa de su fe. Me compadecí de ella de modo que fui a visitarla y traté de animarla a dejar de asociarse con los testigos de Jehová y así evitar las dificultades con su esposo. Le subrayé el hecho de que, si su Dios realmente tuviera poder, ya le hubiera ayudado.
Pero yo fui la que recibió la sorpresa. La Testigo realmente tenía una respuesta. Me explicó acerca del propósito de Dios para la Tierra, acerca de los “últimos días,” y por qué se persigue a los creyentes verdaderos. Dijo que no abandonaría su fe ante la muerte misma. ¡Cuánto me asombré! Me dijo cuánto amaba a Jehová Dios, la verdad de la Biblia y a los testigos de Jehová, sus hermanos y hermanas espirituales. La profundidad de su fe me dejó atónita.
Por supuesto, en esa ocasión no pude entender cabalmente todo eso. Pero me impresionó muchísimo, y sí aprendí una cosa importante: los testigos de Jehová son diferentes de toda otra religión. Además, entre las muchas personas que habían venido a mí para que les sirviera de adivina, no se contaba ni siquiera un testigo de Jehová. Esto me hizo pensar. ¿Por qué no estaban preocupados acerca del porvenir los testigos de Jehová? ¿Sabían algo que yo no sabía?
Fue inmediatamente después de esto que llegué a conocer a los Testigos en circunstancias diferentes. Mi hermana mayor fue a la casa de una amiga y la halló estudiando con los Testigos. Percibió cuánto su amiga estaba aprendiendo de la Biblia al estudiar con los Testigos y también le impresionó mucho la conducta de ellos. Tomó la ayuda para el estudio de la Biblia La verdad que lleva a vida eterna y trajo el libro a casa para dármelo a mí. Describió algunas de las cosas interesantes que había aprendido en casa de su amiga y alabó tanto a los Testigos que yo, también, quería saber más. Especialmente quería saber por qué los testigos de Jehová nunca venían a mí para que les dijera la buenaventura. Empecé a leer el libro La verdad y tuve un sobresalto al aprender que el capítulo 18 de Deuteronomio declara que toda adivinación está asociada con los demonios y es mala. Esto me enfureció y odié esa publicación. Quería descartarla. Quería quemarla. Pero por algún motivo no podía resolverme a hacerlo. Seguí pensando en la esperanza que el libro presentaba y no podía dejar de leerlo. Mientras más leía, más me conmovía la lógica y buen contenido del libro.
Entonces la Testigo que estaba estudiando la Biblia con la amiga de mi hermana mayor vino a visitar a mi hermana, que había aceptado el libro La verdad. Mi hermana le dijo que actualmente yo tenía el libro y que estaba más interesada que ella. Así es que la Testigo vino a visitarme a mí. Esto me dio la primera verdadera oportunidad de hacer la pregunta que era tan importante para mí: “¿Por qué no vienen a mí los testigos de Jehová para que les diga la buenaventura? ¿No se preocupan por el porvenir?” Usando la Biblia, la Testigo me explicó bondadosamente las razones. Al oír su explicación y recordando partecitas de lo que había aprendido al leer el libro La verdad, quedé satisfecha. Tenía la base para un entendimiento sencillo de la Biblia y ahora estaba preparada para estudiarla en serio. Eso fue en julio de 1974.
En mi segundo estudio bíblico con los testigos de Jehová sentí la necesidad de asistir a sus reuniones en el Salón del Reino aquí en la ciudad de Masan. Tres semanas después de haber comenzado a estudiar se celebró una asamblea de distrito de los testigos de Jehová en la ciudad de Taegu, a una distancia de tres horas por tren. En la asamblea vi muchas cosas que me hicieron abrir los ojos. Miles de Testigos concurrieron, pero a pesar de ser tantos hubo buen orden. Nadie se inquietaba pensando que alguien hurtara algo de otro. Hasta los misioneros de los Estados Unidos hacían fila bajo el caliente sol para obtener su comida y luego comían fideos y arroz con los demás de nosotros. Parecía que todos eran miembros de una familia grande. Todo esto me conmovió profundamente y me pareció que, por primera vez, estaba viendo practicar la fe verdadera.
Tan pronto como regresé de la asamblea de distrito, quemé todos mis libros sobre las ciencias ocultas y todo artículo relacionado con ellas, cerré mi puerta como adivina y rehusé aceptar más clientes. Oré a Jehová pidiendo que me ayudara, y prometí dedicarme a su obra. Seguí estudiando y, entonces, después de vencer muchos obstáculos, me bauticé como testigo de Jehová.
Un obstáculo fue el hecho de que muchos clientes siguieron viniendo a mí para que les dijera la buenaventura. De todo modo posible trataban de conseguir que les adivinara su futuro. Me decían que estaba loca y trataban de menospreciarme. Pero me valía de estas oportunidades para predicarles. Venían para que les adivinara, y partían con más conocimiento acerca de Dios y sus propósitos. El predicarles también era provechoso de otra manera. Se quedaban más tiempo y manifestaban interés en la Biblia, o si no, se airaban y se iban. Entre los que mostraron interés quince empezaron a estudiar la Biblia, y varios de éstos siguen progresando.
Hay muchas cosas que sirvieron para despertarme de modo que reconociera la verdad de la Palabra de Dios y me asociara con su pueblo. Una de ellas fue la muerte de la primera dama de Corea, la esposa del presidente. Fue asesinada. Si la adivinación ha de beneficiar a las criaturas humanas, ¿por qué no le ayudaron los adivinos con conocimiento sobrehumano? Este caso, y muchos otros, me mostraron que el adivinar no es una fuerza para el bien ni para la paz. Aunque en algunos casos parezca acertado, el adivinar es, al fin de cuentas, un medio empleado por los demonios para engañar a las criaturas humanas. No puede resolver los problemas de la humanidad; tampoco puede resolver los problemas personales. Por eso, nunca volveré a confiar en la adivinación y animaré a otras personas a evitarla también. Confío y seguiré confiando en Jehová Dios que conoce todas las cosas y que puede resolver todos los problemas para el bien eterno de la familia humana.
Muchas personas solían depender de mi habilidad para predecir el futuro para saber cómo dirigir sus negocios y su vida personal. Pero ahora vienen a mí con una pregunta diferente: “¿Por qué trabaja usted más ahora como testigo de Jehová sin recibir dinero que lo que trabajaba previamente como adivina por mucho dinero?” Algunos hasta preguntan: “¿Qué propósito tiene?” Y otros: “¿Qué es mejor que el dinero?” Les contesto de la Biblia. Les digo que he hallado algo de valor duradero... conocimiento acerca de Dios y sus propósitos. Espero con confianza y gran anhelo las bendiciones que Jehová ha preparado para el disfrute de la humanidad en el futuro cercano, el futuro seguro.—Contribuido.