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¡Despertad! 1977
g77 22/8 págs. 24-26

Un día con las aves del lago Nakuru

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Kenia

“EL MAYOR espectáculo de aves en la Tierra.” “Un paraíso del ornitólogo.” ¿Cómo podía yo resistir la oportunidad de visitar una zona de tal descripción? El lugar es el lago Nakuru, que abarca unos 65 kilómetros cuadrados en el valle de la gran grieta del África Oriental. Este lago alcalino de poca profundidad se ha hecho internacionalmente famoso por sus flamencos, de los cuales a veces hay millones. ¡Eso sí que es un “espectáculo”!

Un amigo mío en Nairobi, la ciudad capital de Kenia, bondadosamente ofreció llevar a mi familia con él para pasar un día viendo las aves del lago Nakuru. Partimos a una hora temprana, y dentro de poco el paseo de unos 150 kilómetros nos trajo al lago. Ya había aves cerniéndose en las corrientes de aire caluroso que se elevaban de la tierra asoleada.

Nos dirigimos a un elevado punto ventajoso en la playa occidental del lago. Desde allí podíamos ver la entera extensión de agua. Parecía increíble que una cuenca de tan escasa profundidad como ésta de tres metros y medio pudiera sostener una colección tan grande de aves.

Además de los 1.125.000 flamencos que se han contado reunidos aquí en una sola ocasión (y cálculos de 2.000.000), hay centenares de otras especies de aves en Nakuru. Aunque hay una cadena de lagos de agua carbónica en el valle de la gran grieta, el lago Nakuru especialmente disfruta de las características químicas y físicas que son ideales para producir las algas verde azuladas de que se alimentan los flamencos y peces. Esto, junto con una combinación compleja de contenido salino y alcalino, nutrimentos suspensos, la entrada de agua dulce, exposición a la luz solar y evaporación, hacen que el lago Nakuru sea muy apropiado para sostener este “paraíso del ornitólogo.” Pudiera decirse también que el lago es esencial para la supervivencia de especies migratorias que vienen de lugares tan alejados como las playas del océano Ártico. Se sabe que algunos de estos viajeros mundiales pasan más tiempo cada año en este lago que en sus criaderos distantes.

Aunque no afirmamos ser ornitólogos, no se nos hizo difícil identificar a un águila coronada africana sentada en una estaca a corta distancia del lago. Vista a través de gemelos, parecía que el ave tenía unos 50 centímetros de largo de penacho a cola. Las aves de rapiña, como las águilas, tienen una atracción muy individual, ya sea debido a su apariencia excelente o su modo dramático de volar.

Apenas nos habíamos acomodado en el automóvil para seguir nuestro paseo a través del Parque Nacional del lago Nakuru cuando otra ave de la familia de las águilas se presentó a nuestra vista. Posada en el tronco de un árbol muerto estaba un águila pescadora. Su cabeza, pecho, lomo y cola blancos, su región inferior de color de castaño y sus alas negras le dieron una apariencia magnífica. El grito agudo de esta águila es uno de los sonidos característicos del lago Nakuru. Parece que la costumbre rara que tiene esta ave de echar su cabeza hacia atrás cuando grita aumenta el sonido salvaje de su alarido parecido al de gaviota. Se puede ver al águila pescadora lanzarse al agua desde una altura de unos 9 metros para conseguir una comida, o se le puede ver persiguiendo a otras aves comedoras de peces con la esperanza de compartir su presa. En cuanto a eso, es posible que en un lago alcalino como éste el águila pescadora haga de las aves acuáticas el principal alimento de su dieta, y los flamencos son fáciles de cazar. Pero el águila pescadora es esencialmente comedora de peces. Las garras de sus patas le permiten agarrar firmemente los peces resbaladizos en el agua.

Al contemplar el lago desde nuestro elevado punto ventajoso, nos deleitamos al ver una variedad tan grande de aves acuáticas a lo largo de la playa y vadeando en el agua. Por ejemplo, nos fue posible identificar a simple vista el “fúnebre” marabú parecido a cigüeña. Estaba de pie, cual empresario de pompas fúnebres, entre los flamencos enanos y grandes y también entre los pelícanos blancos.

Cuando miramos por los gemelos, pudimos ver a varias de las treinta y nueve especies de aves zancudas o vadeadoras que son comunes en este lago. Varían de la cigoñuela de patas largas y delgadas hasta los diminutos playeros de 13 centímetros de altura. El pequeño playero claro se cría en Escandinavia y Siberia. Escuchamos con placer mientras estos pequeñitos viajeros intercontinentales chirriaban y gorjeaban al tomar el sol.

Conté treinta aves en lo alto en una nube de pelícanos blancos que voloteaban alrededor. Entre ellos estaba un águila cafre, que se distinguía por la gracia de su vuelo y plumaje negro con manchas blancas en su rabadilla y alas. Un compañero observante de las aves indicó que esta magnífica ave limita sus intereses alimenticios principalmente a un animalito parecido al conejo de la orden de los hiracoideos, que algunas traducciones de la Biblia llaman damán y la Traducción del Nuevo Mundo tejón de las rocas. (Lev. 11:5) Este animal abunda en las escarpas del acantilado occidental que se eleva de la playa del lago. Poco después de ver este cazador al vuelo, notamos dos águilas atacando a un buitre que estaba en un árbol del acantilado, sin duda porque esta ave de rapiña estaba acercándose demasiado al nido de las águilas. Otro rasgo notable acerca de esta águila es que se ha sabido que anida en Kenia en altitudes de entre 3.350 a 4.110 metros.

Al avanzar la mañana, deseábamos ver desde más cerca las aves en las playas del lago. Por eso seguimos en el auto a lo largo de su playa occidental y fuimos recompensados al ver de cerca a cierta especie africana de la anhinga. Esta ave se distingue de los cormoranes por su cuello más largo que tiene una corvadura característica. De vez en cuando espátulas africanas se presentaron a nuestra vista.

Con el tiempo, llegamos al Rincón de los Pelícanos. ¡Este nombre es realmente apropiado! Aquí vimos a centenares de pelícanos blancos. Nos deleitó observarlos impelerse majestuosamente por todo el lago, generalmente en flotillas. Contamos doce en una formación. Parecía que en este “aeropuerto acuático” había despegues y aterrizajes incesantes.

El despegue del pelícano es asombrosamente eficaz, aunque no presente una vista del todo graciosa. Esta ave pesada se levanta del agua batiendo sus grandes alas, y sus patas palmeadas siguen chapoteando la superficie del agua tres, cuatro, cinco o seis veces antes que realmente sea llevada por el aire. Su apariencia al volar, con la cabeza sostenida muy atrás, forma un cuadro de gracia y grandeza. Cuando aterrizaban, estas aves nos recordaban los hidroplanos de años pasados.

Los pelícanos despliegan instintivas cualidades de pesca. A veces se reúnen en semicírculo para arrear un banco de peces a parajes vadosos.

En el Rincón de los Pelícanos también nos sentimos recompensados puesto que vimos a centenares de flamencos. Los flamencos enanos, con su plumaje rosado, dominaban la escena por ser tan numerosos. Los flamencos grandes tienen una altura de poco más de un metro. Principalmente, tienen plumaje más blanco, con negro y rojo brillante en las alas. Al volar, los flamencos estiran sus cuellos largos hacia adelante y sus patas zancudas hacia atrás. Se alimentan principalmente de algas. Sus picos tienen una red de cerdas finas y duras que cuela el agua que la lengua bombea y deja atrapadas las algas que entonces son tragadas.

El flamenco realmente es la gloria del lago Nakuru. Cuando se congregan las aves en una zona que mide unos centenares de metros de ancho y menos de un kilómetro de largo, les es imposible lograr un despegue individual, de modo que se precisa una maniobra en formación masiva para poder elevarse y hacer que el aire los lleve. Al atardecer, después de haberse alimentado todo el día, las aves emprenden el vuelo en conjunto y se dirigen a otra parte del lago o a otra extensión de agua cercana. Esta escena atrae a amadores de aves de todo el mundo.

Aunque no queríamos partir del Rincón de los Pelícanos, nos dimos cuenta de que solo habíamos viajado la mitad de la distancia alrededor del lago Nakuru. A lo largo de la playa meridional, nos esperaba otro deleite. Allí, en la rama superior de un árbol, estaba posada sublimemente un águila de la estepa. Al contemplarla por el telescopio, notamos el pico purpúreo azulado del ave y cómo contrastaba con las marcas de amarillo brillante a sus dos lados que delineaban una curva en la parte inferior de los ojos. Aparte de esto, el color del ave era pardo oscuro. Como implica el nombre, el águila de la estepa anida en las estepas de Asia.

Perseguí un ave secretario o serpentario, pero como yo no era capaz de competir con el paso de sus patas largas a través del prado, levanté mi cámara para fotografiar a otra que estaba posada en un árbol. Justamente entonces, dos cigüeñas de pico amarillo pasaron volando e instantáneamente cambié de intento y fotografié a éstas.

Proseguimos a lo largo del lado oriental del lago y, apartándonos de la orilla del agua, atravesamos un bosque y terreno cubierto de maleza. Nos detuvimos una vez para dejar que cuatro francolines de Jackson cruzaran el camino. En una cañada cerca de la colina de León, observamos una familia de tres cálaos terrestres. La distribución de piel roja en su cara y garganta les daba la apariencia de pavos domésticos. De vez en cuando veíamos la atractiva abubilla y recordamos que la ley mosaica la designaba como ave inmunda.—Lev. 11:13, 19; Deu. 14:11, 12, 18.

Ningún refugio para las aves es completo sin un escondite donde el observador puede ocultarse. En el lago Nakuru esto también se provee para los visitantes. ¡Qué gozo fue ver al encantador pescador martín de varios colores posado a unos cuantos metros de nosotros! Se cierne sobre las aguas antes de dejarse caer cual piedra para cazar un pez. Allí, también, vimos al ibis “sagrado” y la oca del Nilo. Parecía que contemplábamos un cuadro enmarcado en el cobertizo del escondite, y la presencia de una pequeña manada de kobos, grandes antílopes africanos de color gris, herbajando cerca del agua, realzó la hermosura de la escena.

Con esto terminó nuestro día entre las aves del lago Nakuru. Habíamos identificado a unas treinta diferentes especies. Pero, los ornitólogos consideran que en esta zona sería razonable divisar unas 120 especies de aves en un día.

Aunque fue breve nuestra excursión dedicada a observar las aves, hizo más brillante la esperanza que tenemos de un tiempo, ya cercano, en que toda la Tierra será un paraíso restaurado. Entonces estos deleitables ejemplos de la obra de nuestro Creador decorarán la Tierra en gran profusión y volarán por cielos limpios, despejados y tranquilos.

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