BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • g77 22/6 págs. 16-20
  • Cómo dieron con nuestras vitaminas

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Cómo dieron con nuestras vitaminas
  • ¡Despertad! 1977
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • El relato de la vitamina C
  • Esa compleja familia B
  • Vitamina K... el éxito instantáneo
  • ¿Habrá más?
  • Pescado como alimento
    ¡Despertad! 1973
  • Ayudas para enfrentarse a la contaminación del aire
    ¡Despertad! 1971
  • “¡Buena salud a ustedes!”
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1982
  • Proteja la salud de sus hijos
    ¡Despertad! 1981
Ver más
¡Despertad! 1977
g77 22/6 págs. 16-20

Cómo dieron con nuestras vitaminas

EL MARINERO tenía tan hinchadas las piernas que no podía andar. Su capitán, esperando evitar la propagación de la temida ‘infección de escorbuto,’ hizo que el hombre desembarcara en una isla desolada del Atlántico. El pobre desafortunado estaba destinado a morir, así pensaba el capitán, pero tal vez de este modo se podría salvar al resto de la tripulación.

El hombre abandonado masticó la hierba fresca que halló creciendo en manojos en un lugar y otro de la isla. ¡Qué sorpresa tuvo cuando en unos cuantos días descubrió que podía andar un poco! Pronto recobró sus fuerzas y con el tiempo consiguió que un barco que iba pasando lo llevara de regreso a su hogar en Londres. ¡Imagínese la sacudida de sus anteriores compañeros de abordo cuando lo vieron por primera vez... fue como si hubiese sido resucitado!

El relato del marinero que ‘comió hierba cual bestia y vivió’ interesó mucho a un cirujano escocés, el Dr. James Lind. Puesto que él había estado con la armada británica, él sabía que cada año miles de marinos morían de escorbuto. La pregunta que Lind hacía era: ¿Contenía la hierba algo que no estaba en la dieta normal del hombre? ¿Había alguna conexión entre el escorbuto y la dieta? Lind decidió experimentar, y así se hizo responsable de un capítulo importante en el relato de ‘cómo dieron con nuestras vitaminas.’

Esto no es decir que el Dr. Lind buscaba una vitamina. La palabra era desconocida antes de 1911. En realidad, el descubrimiento de casi todas las vitaminas fue accidental en el sentido de que los investigadores estaban atacando enfermedades específicas, no estaban estudiando alimentos ni nutrición.

Adicionalmente, este relato no tiene un solo héroe, sino que abarca los esfuerzos de hombres de muchos diferentes países. A menudo estos precursores no sacaron provecho mutuo de sus descubrimientos, puesto que no tenían las ventajas de las vías de comunicación modernas. Sin embargo, los esfuerzos de estos hombres, a veces a pesar del desdén de médicos y científicos contemporáneos, constituyen un relato de valor, perseverancia y finalmente éxito.

El relato de la vitamina C

“El 20 de mayo de 1747, tomé a doce pacientes que tenían escorbuto . . . Sus casos fueron los más parecidos posible,” empieza el informe del Dr. Lind. Las conclusiones a que llegó mostraron “que los buenos efectos más repentinos y visibles que se advirtieron resultaron del uso de naranjas y limones; los que los habían tomado estaban listos para trabajar al fin de seis días.”

¿Se regocijó el mundo médico de su día? No. Más bien, desdeñaron y rechazaron la idea de que la dieta causara el escorbuto. ¿No era cierto que las marinerías de algunos buques habían bebido jugo de limón y no obstante sufrieron de escorbuto? Desafortunadamente, sí era cierto, pero habían hervido el jugo de limón, destruyendo lo que ahora conocemos como vitamina C.

Finalmente, después de unos cuarenta y siete años, el ministerio de marina británico permitió que Lind volviera a hacer su experimento. Se abasteció una entera escuadra de buques con suficiente jugo de limón crudo para un viaje de veintitrés semanas. Los resultados fueron tan espectaculares que un año después, en 1795, el jugo de limón (más tarde reemplazado por jugo de lima) fue hecho parte de la dieta reglamentaria de los marineros británicos. ¡El escorbuto ya no era ‘amo de las olas,’ y aún hoy día los marineros británicos llevan el apodo “limeys”!

Sin embargo, fue muy lento el progreso en cuanto a aislar la razón por la cual los limones eran eficaces, así como también otras frutas y verduras. En 1905 cierto holandés, el profesor Pekelharing, escribió lo siguiente después de experimentar con ratones: “La leche contiene una sustancia desconocida cuya ingestión, aunque en cantidades extremadamente pequeñas, es de tremenda importancia para la nutrición.” Demostró que aun en medio de lo que parecía ser una abundancia de alimento (grasas, proteínas, hidratos de carbono), si esta “sustancia desconocida” faltaba, los ratones morían. Desgraciadamente, su informe solo se publicó en holandés y no recibió una amplia circulación.

A pesar de estos reveses, con el tiempo se publicó y se aceptó la idea de que existían ‘elementos misteriosos’ necesarios. Era posible comer grandes cantidades de ‘buenos alimentos’ y aun así no conseguir los ‘elementos necesarios.’ Estos no le servían de combustible al cuerpo, pero por algún motivo el cuerpo los necesitaba químicamente. ¿Sería posible aislar a uno de éstos?

Poco después de 1900 varios equipos de científicos estaban ‘sobre la pista’ de la misteriosa sustancia antiescorbuto. ¡En 1931, se hizo una sustancia concentrada de jugo de limón que era 20.000 veces más fuerte que el jugo original! Entonces siguió un esfuerzo intenso por discernir la naturaleza exacta de este compuesto vital. Una vez que se determinara su estructura o “cadena” molecular, se podría producir por síntesis en grande escala. Y así sucedió que para 1935 la vitamina C (también llamada correctamente ácido ascórbico) llegó a ser la primera vitamina “pura” hecha disponible al público por medio de su producción en grande escala.

Pero al buscar una cura para el escorbuto se descubrió más que una vitamina. El hombre se enteró de que la enfermedad no siempre se debe al ataque de alguna infección o bacteria. A veces la causa es una deficiencia en la dieta.

Esa compleja familia B

Los primeros indicios de la existencia de las vitaminas B se encontraron en la lucha contra la temible enfermedad beriberi, que ataca a los nervios y el corazón. El beriberi también afecta al sistema digestivo. De nuevo nuestro relato nos lleva al mar.

Poco después de 1880, en obediencia a las órdenes de un joven oficial médico del Japón, Kanehiro Takaki, dos buques partieron del Japón en viajes parecidos, pero con dietas diferentes. En el primer buque se sirvió el alimento usual de arroz, con algunas verduras y pescado. Sin embargo, en el segundo también se le sirvió a la tripulación trigo y leche, y también más carne de la que se sirvió en el primer buque. Los resultados fueron convincentes. El beriberi asoló al primer buque, causando veinticinco muertes. En el segundo buque, no ocurrió ni una sola muerte. Takaki pronto logró persuadir al ministerio de marina japonés a adoptar una nueva dieta para la entera armada.

Uno hubiese esperado que la publicación de estas noticias en Inglaterra hubiera despertado profundo interés, pero tal no fue el caso. Más bien, le tocó a un joven holandés, Cristián Eijkman, convencer al mundo occidental del valor de la nutrición en combatir el beriberi.

Trabajando en Java, donde el beriberi era aflicción general, Eijkman observó algo que cambió por completo su modo de abordar el problema. Algunas gallinas que se tenían para propósitos de experimento habían sido expuestas a lo que en aquel entonces se consideraba ser la “infección” del beriberi. No obstante, en vez de morir, con el tiempo, todas se recobraron. ¿Cómo era posible esto? se preguntó Eijkman. Investigó toda posible variedad y halló un solo indicio. Por un tiempo las gallinas habían estado comiendo arroz ‘blanco’ descascarillado, pero entonces las habían vuelto a su alimentación acostumbrada, el arroz nativo ‘moreno,’ o sea, el arroz con su cascarilla.

Haciendo pruebas sobre criaturas humanas, Eijkman pronto estableció el hecho de que los que comían el arroz que no había sido despojado de su cascarilla no contraían beriberi, mientras que los que comían el arroz descortezado, supuestamente mejor, sí lo contraían. Al principio esta explicación fue rechazada por parecer ‘demasiado sencilla para creerse,’ pero Eijkman sostuvo tenazmente sus declaraciones con cada vez más investigación.

Sin embargo, les tocó a otros vindicar cabalmente los primeros pasos de Eijkman. El químico polaco, Casimir Funk, fue el que finalmente aisló la “sustancia vital” en las cascarillas del arroz. Entonces, R. R. Williams, un químico norteamericano, pasó años determinando la estructura molecular y produciendo por síntesis la vitamina que llegó a llamarse tiamina.

Empero, al tiempo que se descubrió la tiamina, había mucho que no se comprendía acerca del tamaño y función de la compleja familia B. Pero la lucha contra la pelagra habría de abrir esa puerta.

En italiano “pellagra” quiere decir “piel áspera.” Pero mucho más acompaña esta enfermedad. Con el tiempo lleva a la demencia y muerte. Como a menudo es el caso en el relato de las vitaminas, muchos precursores individuales enlazaron la enfermedad con la nutrición. Sin embargo, aun a mediados del siglo pasado, puesto que la pelagra se hallaba principalmente entre la gente pobre de las secciones rurales que se alimentaban principalmente de maíz, las teorías populares atribuían la enfermedad al “veneno del maíz” y a la “infección.”

En 1915, en tan solo los Estados Unidos, más de 10.000 personas murieron de la pelagra. Debido a su rápida propagación, el Departamento de Salud Estadounidense envió al Dr. Joseph Goldberger a la región meridional, donde esta plaga había alcanzado proporciones epidémicas.

Lo que Goldberger halló fue espantoso... las víctimas estaban abatidas, decaídas, y cubiertas de manchas. Considerando las malas condiciones higiénicas en las que vivían muchos, con moscas por dondequiera, Goldberger fácilmente pudiera haberse equivocado en cuanto a la causa verdadera. Pero tenía la idea de que la causa se hallaría en la dieta defectuosa. Había notado que en los asilos estatales los pacientes contraían la pelagra pero el personal no. ¿Por qué? Los dos grupos tenían contacto frecuente el uno con el otro. Pero los miembros del personal tenían una dieta de leche, carne y huevos, mientras que los pacientes vivían principalmente de cereales.

Sin embargo, aun al tiempo que los periódicos imprimían los resultados de los estudios de este médico en cuanto a la falta que hacía la proteína, ¡una comisión publicó la opinión de que la pelagra era una enfermedad infecciosa causada por la picada de una mosca de establo! Goldberger quedó horrorizado. Estaba firmemente convencido de que a menos que se reconociera la nutrición como la causa, miles de personas seguirían muriendo. ¿Qué podría hacer para probar que la infección no era la causa?

Anunció que, bajo supervisión médica, él y otros quince voluntarios iban a “infectarse” por medio de tomar en su cuerpo la sustancia mucosa de víctimas de la pelagra. Grande fue la sorpresa de muchos cuando ningún voluntario contrajo la pelagra. Desde ese tiempo en adelante, se aceptó la conclusión de Goldberger de que una dieta que consiste principalmente en harina de maíz, arroz y grasa de cerdo resulta en pelagra.

Sin embargo, Goldberger nunca halló la sustancia exacta que impedía la enfermedad contra la cual combatió. Vez tras vez ésta se le escapó. Podemos reconocer las dificultades con las que se enfrentó cuando comprendemos que la vitamina B realmente es una familia de sustancias complejas, que no son fáciles de separar las unas de las otras. No fue sino hasta 1937 que otro investigador, el Dr. Conrad Elvehjem, al trabajar con sustancias concentradas de hígado, aisló el ácido nicotínico, que se conoce mejor por el nombre niacina.

Hoy día se considera la niacina como “esencial a la dieta.” Sin la niacina, otras vitaminas B no pueden funcionar correctamente en el cuerpo. Y el grupo o complejo de vitaminas B todavía está bajo intensa investigación, pues actualmente se reconocen quince miembros distintos del grupo. Por lo general, se conviene en el hecho de que, como en el caso de prevenir la pelagra, las vitaminas funcionan mejor como un “equipo.”

Vitamina K... el éxito instantáneo

Pero no todas las vitaminas se descubrieron como “curas” para plagas. En años recientes, la investigación de las vitaminas ha tomado un nuevo rumbo. Se ha proseguido con el estudio en términos de nutrición... la manera en que cualquier vitamina recién hallada pudiera ayudar en la lucha contra diversas enfermedades o peligros a la salud.

La vitamina K es un buen ejemplo de esto. Fue en 1929 que por primera vez se pensó en la posibilidad de su existencia, poco después fue “aislada” y se ha usado extensamente desde 1939. Eso solo tomó diez años. Al considerar la historia de las vitaminas, ¡pudiéramos llamar a la vitamina K un éxito instantáneo!

Se descubrió la vitamina K al experimentar con las gallinas. Se halló que al subsistir con ciertas dietas, su sangre perdía la habilidad de coagularse. Entonces se observó que la sangre de las gallinas se coagulaba más rápidamente cuando su dieta contenía sojas brotadas. Con el tiempo, se hizo claro el papel que desempeña la vitamina K como sustancia esencial para la coagulación normal. Esta vitamina tiene muchos usos. En el caso de muchos infantes recién nacidos, cuya sangre a menudo no puede coagularse debidamente, ha ayudado a darles un comienzo sano en la vida.

¿Habrá más?

Originalmente, cuando el químico Funk inventó la palabra “vitamina,” la basó en la idea de que la sustancia que había hallado era una amina (que contiene nitrógeno) y vita (necesario para la vida). Aunque no todas las vitaminas contienen nitrógeno, el tiempo ha probado que Funk tenía razón en cuanto al aspecto más importante. Aunque una vitamina típica, como la tiamina, solo forme la milésima parte del uno por ciento de una dieta adecuada, es vital.

Sin embargo, el mero hecho de que se reconoce esto no significa que toda la controversia sobre las vitaminas haya llegado a ser simple historia; el debate continúa. Hoy día las diferencias giran alrededor de las dosis recomendadas y la diversidad de aplicación. Por ejemplo, posiblemente usted haya leído en su periódico local informes contradictorios sobre los méritos de la terapia de megavitaminas (grandes cantidades de vitaminas para específicas condiciones de salud).

Pero, por lo general, se conviene en que los hombres que hallaron nuestras vitaminas hallaron a un “amigo.” Y los científicos se dan prisa en conceder que la lista de unas veinticinco vitaminas “reconocidas” probablemente crecerá. Pero, advierten ellos, no hay base para creer que las vitaminas son la panacea para todos nuestros problemas de salud. De hecho, las dosis excesivas de algunas vitaminas pueden ser dañosas.

De modo que nos hallamos en una situación muy parecida a la del marinero inglés que fue abandonado. No halló una ‘fuente de la juventud’ en su isla desolada. No obstante, ¡qué agradecido debe haberse sentido por la fuerza renovada que le suministró aquella hierba rica en vitaminas! Así mismo, nosotros también debemos sentirnos agradecidos por el conocimiento, aunque limitado, que tenemos de estos diminutos compuestos necesarios para la vida... nuestras vitaminas.

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir