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  • ¡Despertad! 1977
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¡Despertad! 1977
g77 8/11 págs. 3-5

La negligencia puede matarlo

¿CUÁNTAS personas del mundo mueren cada año debido a accidentes? Es imposible decir cuántas, pero es una cantidad enorme. Un informe de una asociación de abogados señaló que en veinticinco años, tan solo en los Estados Unidos, las muertes en las carreteras habían ascendido a más de 1.500.000, mientras que en todas las guerras desde la Revolución Americana hasta Vietnam solo 605.000 estadounidenses habían muerto en batalla. Es aún más alarmante el hecho de que el hogar es la escena de la mayor cantidad de accidentes... casi la mitad de todos los accidentes en que se sufren lesiones ocurren en el hogar.

La revista The International Operating Engineer dice: “Se considera que los accidentes son el curso natural de las cosas . . . Vivimos la vida experimentalmente, sí, descuidada y accidentalmente. Sin embargo, . . . un accidente es un error. Un accidente es el resultado de un movimiento incorrecto, de una decisión incorrecta o un pensamiento incorrecto y no hubiera tenido que suceder si se hubiese empleado sentido común, previsión y hasta cierto grado se hubiesen hecho planes correctos.”

Si fuera posible eliminar la negligencia y el descuido, habría pocos accidentes perjudicantes. Imagínese un mundo en el cual realmente se controlara la calidad de todo lo fabricado. Serían pocos los materiales que se malograran. Si los constructores y fabricantes ejercieran cuidado al erigir edificios y fabricar máquinas, automóviles y aparatos, habría pocas fallas mecánicas. Entonces si los individuos que usan estas cosas respetaran el posible peligro de los automóviles y máquinas, electricidad, fuego, altas velocidades, etcétera, y usaran las herramientas y otros artículos para lo que fueron hechos, y no operaran maquinaria cuando estuvieran bajo la influencia de alcohol o drogas, los accidentes serían reducidos drásticamente. Si todos verificaran las etiquetas de las botellas en su armario botiquín, eso eliminaría casi por completo el envenenamiento accidental.

Por supuesto, nadie es perfecto, por eso, aunque se hiciera lo susodicho, habría errores, descuidos y momentos de distracción, orgullo y falta de dominio de uno mismo que causarían accidentes. Esa es una razón por la cual se hacen leyes y reglas. Si se obedecieran las leyes, especialmente las leyes de tráfico y seguridad, se pudieran evitar muchos de estos percances.

Sin embargo, no es bueno disculparnos basados en el hecho de que somos imperfectos, pues el descuido es una forma de pereza o surge del orgullo y falta de respeto a la ley y a nuestro semejante, y estas cosas no son deseables. En los tribunales, se le puede juzgar a una persona culpable de negligencia grave, pero en lo que se refiere a las leyes naturales uno puede sufrir la pena inmediatamente por aun una negligencia menor. El descuido al descender un tramo de escalera, o el posarse sobre un cajón para alcanzar un anaquel más alto, les ha acarreado muerte a muchas personas. Un escritor dice: “Casi todas [las lesiones que ocurren en el hogar] son el resultado de negligencia de la cual se puede culpar a la víctima.”

En la ley que se le dio en la antigüedad a la nación hebrea, se grabó en la mente de la gente la mortífera gravedad de la negligencia. Si un hombre matara a otro por accidente —por ejemplo, si el hierro de su hacha se desprendiera y le diera a un hombre que estuviera trabajando con él— el que causó el accidente tenía que huir inmediatamente a una de las seis ciudades apartadas en la tierra, que se llamaban “ciudades de refugio.” Allí estaría en un santuario provisional. Entonces se celebraba un juicio, y si el tribunal descubría que el incidente realmente fue accidental, se exigía que el hombre que mató a otro sin intención viviera dentro de los límites de la ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote de la nación, lo cual pudiera ser muchos años.—Núm. 35:11-13, 22-25.

Ciertamente el individuo que tuviera esa experiencia, así como los que lo conocieran, se sentirían impulsados a siempre ejercer cuidado extraordinario después de eso.

Cómo combatir la negligencia

¿Hay alguna manera que pudiera llamarse “la mejor” para combatir nuestros rasgos imperfectos de descuido o negligencia? Sí, la hay. Simplemente hay que tenerle respeto a la vida y al prójimo. Si amamos la vida queremos hacer que nuestra vida sea la más larga y feliz posible. Nos encargaremos de que todo equipo que usemos esté en buenas condiciones. Nos daremos cuenta de que cuando estamos haciendo un trabajo o conduciendo un automóvil, donde hay más peligro de un accidente, no lo haremos en una condición soñolienta, ni después de tomar bebidas alcohólicas. Tendremos presente la importancia de mantenernos alerta.

Además, debemos darnos cuenta de que nuestra negligencia puede afectar a nuestro semejante. Movidos por amor al prójimo, haremos nuestro trabajo concienzudamente. Por ejemplo, si uno es mecánico o reparador de automóviles, no usará a sabiendas una parte defectuosa ni dejará alguna parte del automóvil sin lubricarla o sin que funcione correctamente. No hará caso omiso de una condición que pudiera resultar peligrosa. Si nota que algo está mal que no se le instruyó corregir, entonces, en el interés de prevenir accidentes, por lo menos avisará al dueño o conductor del automóvil que esa parte necesita atención.

Si uno tiene presente el bienestar de su semejante, no hará cosas que perjudiquen la vida de su semejante. La Biblia dice que realmente le debemos amor a nuestro prójimo, porque “el amor no obra mal al prójimo; por lo tanto el amor es el cumplimiento de la ley.” (Rom. 13:10) No importa lo que uno esté haciendo, debe considerar seriamente si está haciendo algo que pudiera resultar en daño a otros.

Además, el individuo descuidado puede hacerse culpable de derramamiento homicida de sangre, lo mismo que el homicida en el Israel de la antigüedad que causaba una muerte por accidente. Aunque no era asesino, sí era culpable de derramamiento homicida de sangre. La vida era sagrada, y él tenía que permanecer en la ciudad de refugio. El abandonarla manifestaría lo poco que le importaba la vida y la ley de Dios en cuanto a la santidad de la vida. Mostraría que no le pesaba la muerte que había causado, y él mismo merecería la muerte.

La Biblia enfatiza la importancia de ser cuidadosos y de amar al prójimo, y considera a la persona que causa una muerte, aunque sea accidental, culpable de derramamiento homicida de sangre. Esto indica que si el pecado, con su consecuente imperfección, no hubiese entrado en el mundo, como lo hizo por medio del primer hombre Adán, no hubiera habido orgullo, ni pereza, ni falta de cuidado o vigilancia como causas de accidentes. Adicionalmente, habiendo amor a Dios y a su bondadosa provisión de vida, junto con amor al prójimo, hubiera existido un mundo libre de accidentes graves. Esto fue el propósito original de Dios. Y él dice que va a “reunir todas las cosas de nuevo” bajo su gobernación y traer de nuevo la perfección a la Tierra. (Efe. 1:10) Eliminará la muerte.—1 Cor. 15:26; Rev. 21:3, 4.

En cuanto a Dios no hace nada con descuido ni sin reflexión, porque ‘su actividad [u, obra] es perfecta.’ (Deu. 32:4) Cuando se haga su voluntad ‘en la tierra como se hace en el cielo,’ los hombres y mujeres tendrán pleno dominio de todas sus facultades, y la manera en que las usen en la perfección del amor hará de la negligencia y accidentes una cosa del pasado.—Mat. 6:10.

Una negligencia de forma gravísima

Puesto que la Biblia habla de un tiempo en que la voluntad de Dios se hará en la Tierra como se hace en el cielo, es obvio que lo deseable sería vivir en ese tiempo. Por eso, el ser negligente en cuanto a una oportunidad de vivir en ese tiempo sería negligencia de una clase muy grave. En su famoso Sermón del Monte, Jesús dijo: “Felices son los que están conscientes de su necesidad espiritual.” (Mat. 5:3) Para conseguir la vida es esencial que uno se dirija a la Biblia para saber lo que Dios dice. Así, uno puede cuidarse de hacer cosas que sean contrarias a las leyes físicas y morales que gobiernan al universo. La naturaleza del hombre exige que él adquiera conocimiento de Dios constantemente. Es literalmente cierto que, “no solo de pan vive el hombre, sino que de toda expresión de la boca de Jehová vive el hombre.”—Deu. 8:3.

Se ve pues que nadie puede descuidar el lado espiritual de su vida con impunidad. Vemos lo que le ha resultado a la gente del mundo en general por haberse descuidado en eso, a medida que se ocupan en actividades materiales más bien que espirituales. Pero es aún más grave que se descuiden en esto los que afirman ser cristianos. El apóstol Pablo les escribió a cristianos que vivían en su día y les advirtió que dieran la atención más estrecha a las cosas que habían oído. Hizo notar que, bajo la Ley, en el antiguo Israel, todo acto desobediente recibía retribución en armonía con la justicia. Luego preguntó: “¿Cómo escaparemos nosotros si hemos descuidado una salvación de tal grandeza?” refiriéndose a la salvación que Jesucristo sacó a la luz.—Heb. 2:3.

El ser cuidadosos ahora respecto a aprender los propósitos de Dios que él manifiesta en su Palabra, la Biblia, nos ayudará a tener una vida más feliz ahora, y nos llevará a la vida eterna en un mundo libre de negligencia y accidentes.

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