Los accidentes... “¿por qué a mí?”
EL MUNDO parece ser un lugar muy peligroso. En una espantosa fracción de segundo, a casi cualquier persona le puede ocurrir un accidente. Los accidentes en el hogar, en la carretera, en salas de reunión y en el empleo se han convertido en una plaga del siglo XX. Sin embargo, de cada diez accidentes, nueve podrían prevenirse o evitarse. ¿Cómo? Si estamos más conscientes de la seguridad. Recuerde, los accidentes no simplemente ocurren. Por lo general los causan personas.
Los accidentes son sucesos imprevistos que ocasionan daño. La gente los causa por medio de una acción peligrosa o una práctica insegura, o un peligro que no se haya percibido puede ocasionar daño. Para prevenir o evitar accidentes, hace falta buen juicio.
¿Cómo se puede adquirir buen juicio? En primer lugar, tenga una actitud apropiada que esté libre de cólera y de trastorno emocional. ¿Le ha causado alguien o algo una molestia durante las últimas horas más o menos? Entonces, ¡cuídese... puede que usted esté propenso a sufrir un accidente! Varias investigaciones sicológicas muestran que las situaciones agitadas pueden causar tensión nerviosa, la cual provoca comportamiento arriesgado ese mismo día o incluso el día siguiente. Una segunda manera de adquirir juicio sano es conociendo mejor sus limitaciones, así como las de su “mundo” (hogar, lugar de empleo, máquinas, y así por el estilo).
Demasiado a menudo uno minimiza un contratiempo al meramente decir: “¡Fue solo un accidente!”. Pero los accidentes pueden tullir o matar. Un automóvil que alguien conduzca de modo temerario mata tal como lo haría la bala procedente de un revólver humeante. El veneno que alguien haya bebido por equivocación es exactamente tan mortífero como el veneno que otra persona haya bebido deliberadamente. El incendio provocado por un cigarrillo que alguien haya tirado irreflexivamente arde con la misma intensidad que el incendio ocasionado por un incendiario. ‘Simplemente no pensé’, es una excusa vacía que no ofrece consuelo alguno a quien ha perdido a un ser amado en un accidente.
En muchos países, un accidente mortal que cause alguien que pasa por alto leyes de seguridad puede resultar en acusaciones de homicidio criminal sin premeditación. Cuando los israelitas de la antigüedad estaban bajo la Ley de Jehová Dios, la seguridad llegó a ser parte de su vida cotidiana. Las casas con techos planos tenían que tener pretiles, o muretes, para que nadie cayera y se hiciera daño (Deuteronomio 22:8). El dueño de un toro tenía que tomar medidas de seguridad para que su animal no acorneara a alguien (Éxodo 21:29). Y parece que había que mantener en buenas condiciones y libre de obstáculos el sistema de caminos de Israel. (Isaías 62:10.)
Por consiguiente, la seguridad implica la prevención de accidentes. La seguridad consiste en obedecer todas las reglas de seguridad. La seguridad es un asunto personal.