Los continentes debajo de sus pies... ¿están en movimiento?
AL MIRAR un mapa del océano Atlántico, ¿ha notado usted alguna vez que el litoral oriental de América del Sur parece hacer juego con el litoral occidental de África? Si uno acomoda la protuberancia del Brasil en el golfo de Guinea de África, el borde de playa desde Guyana a Argentina es asombrosamente igual al borde desde Ghana a El Cabo. Los dos continentes parecen ser trozos de un rompecabezas gigantesco que se unen para formar un cuadro completo.
Tal vez cuando usted notó lo referido, se le haya ocurrido que en un tiempo América del Sur y África realmente hayan estado unidas, y que de algún modo se dividieron y flotaron en direcciones opuestas. En tal caso, usted probablemente despidió la idea como ridícula, una casualidad.
Pero ¿sabe usted que en la actualidad la mayoría de los geólogos consideran esta idea seriamente? Una teoría que propone la idea de que los continentes realmente se mueven de acá a allá sobre el manto fluido dentro de la corteza de la Tierra ha tenido, desde 1960, aceptación general.
Teoría de movimiento continental
Originalmente la teoría no fue propuesta por un geólogo, sino por un meteorólogo en Alemania que se llamaba Alfredo Wegener. Él sugirió que no solo América del Sur y África habían estado unidas, sino que todos los continentes habían formado parte de una inmensa masa única. Llamó este antiguo continente hipotético Pangea (que quiere decir “toda tierra”). Descubrió que los continentes encajaban mejor cuando se usaban los contornos de las plataformas continentales en vez de los bordes de playa que existen actualmente.
Hoy día los geólogos utilizan computadores para mover y voltear los contornos continentales sobre un globo a fin de obtener el mejor encaje. En una reconstrucción típica del supuesto supercontinente de la antigüedad, la costa sudeste de América del Norte yace contra la costa noroeste de África. A Eurasia se le hizo girar alrededor de España de modo que la costa occidental de Europa se acomoda contra Terranova y Groenlandia. La Antártida yace contra el sudeste de África, con Australia adherida a su lado opuesto.
Inicialmente cuando Wegener propuso este concepto revolucionario en 1912, surgieron emociones de un género mixto entre los geólogos. Por lo general si una teoría contradice las nociones existentes de la ciencia, se recibe con cautela. La teoría del movimiento continental se recibió con aún más que la acostumbrada frialdad, tal vez por no ser su autor miembro de los círculos de los geólogos. Aunque había pedacitos de evidencia sólida para apoyar la teoría, “se probó” matemáticamente que la corteza de la Tierra es demasiado fuerte para permitir cualquier movimiento lateral de los continentes. Y se planteaba esta pregunta: ¿Dónde se originaría una fuerza para empujar los continentes en una dirección o la otra? Nadie podía sugerir una noción que permaneciera firme bajo análisis. Poco a poco los científicos estimables dejaron de considerar la idea.
Evidencia para la teoría: Conformidad
Entonces, ¿por qué han cambiado los geólogos su opinión acerca del movimiento continental? Ante todo, gradualmente se han acumulado varias clases de evidencia que se les hace difícil explicar de otra manera. Entre éstas está la semejanza de las formaciones geológicas y de los depósitos de fósiles en continentes actualmente muy separados, así como el aspecto errante de los polos magnéticos de la Tierra.
Como un ejemplo de la conformidad geológica, se nos dice acerca de una secuencia de depósitos sedimentarios que fueron colocados durante lo que se llama la era geológica paleozoica y que más tarde fueron expuestos cuando fueron elevados en cordilleras. Se hallan depósitos de piedra arenisca roja, esquisto gris y yacimientos de carbón en el sistema montañoso Apalaches en el este de América del Norte que se extienden hasta el este de Groenlandia. Estos depósitos también se hallan en las tierras altas de las Islas Británicas. Se hallan sedimentos parecidos en la cadena de montañas Kjölen de Escandinavia, y a lo largo de la cordillera Atlas en el noroeste de África. Se cree que en el teórico continente original de Pangea, todas estas formaciones de roca fueron parte de un continuo sistema montañoso cuyos restos actualmente están muy separados en tres continentes.
La semejanza de los fósiles que se hallan en estos estratos en ambos lados del Atlántico es otro punto que se usa para apoyar la teoría. Hay una abundancia de fósiles de peces, también de plantas terrestres y hasta de bosques de altos helechos arborescentes y árboles grandes. Otra cosa que a menudo se cita como ejemplo de la conformidad del registro de los fósiles es el Mesosaurus, un pequeño dinosaurio que vivió durante la llamada era paleozoica. Se han hallado los fósiles de esta criatura en el sudoeste de África y en el Brasil, pero no se han hallado en otras partes de la Tierra. Si América del Sur y África estaban unidas en aquella época, entonces el recorrido del Mesosaurus hubiese sido una zona continua.
Errantes polos magnéticos
El estudio del misterioso fenómeno de los polos errantes ha suministrado más prueba convincente. La creencia de que los polos magnéticos de la Tierra se han movido de un lugar a otro se basa en medidas que se han tomado de la magnetización de rocas ígneas. Cuando una roca caliente se enfría en un campo magnético, queda débilmente magnetizada, porque partículas de los minerales magnéticos en la roca se alinean en la dirección del campo magnético. Esto indica la dirección del campo magnético de la Tierra al tiempo que se formó la roca, como una “brújula congelada.”
Bueno, uno pudiera esperar que todas estas brújulas fósiles apuntaran hacia el norte, pero, sorprendentemente, las rocas de diferentes eras geológicas muestran magnetización en muchas diferentes direcciones. Es como si el polo magnético estuviera vagando extensamente y sin rumbo fijo por toda la Tierra... a lo cual se debe la expresión “polos errantes.”
Sin embargo, cuando se ponen las direcciones en orden de acuerdo con lo que parece ser las edades sucesivas de las rocas, se halla que el polo sí sigue una senda definitiva de época en época. Además, cuando se mide el magnetismo de las rocas en otros lugares del mismo continente, se halla que consistentemente trazan la misma senda.
Este descubrimiento dejó a los geofísicos en perplejidad. Aunque nadie sabe lo que causa el campo magnético de la Tierra, parece que de alguna manera tiene que estar relacionado con la rotación de la Tierra, y es difícil creer que el polo magnético puede vagar muy lejos del polo geográfico, ciertamente no hasta al otro lado del ecuador como indican las brújulas rocas. Bueno, naturalmente, se pudiera dar una explicación a la par con ésa respecto a las errantes sendas magnéticas si el polo permaneciera fijo mientras los continentes se deslizaran sobre el globo, pero eso parecía hasta más difícil de creer.
Lo que decidió el asunto entre dos explicaciones increíbles fue el descubrimiento de que las medidas magnéticas en diferentes continentes por lo general indican sendas enteramente diferentes para el polo. Esto no se podía explicar por medio de recurrir a los movimientos del polo porque la Tierra solo tiene un polo norte, y no puede ir en varias direcciones a la misma vez. Esto les pareció a los geólogos como una fuerte indicación de que los continentes realmente se habían movido independientemente unos de otros, sobre muchos miles de kilómetros.
Evidencia de los fondos oceánicos
Nueva evidencia proveniente del fondo del mar por fin convenció a los geólogos a creer en el movimiento continental. Realmente se puso en marcha la exploración de los fondos oceánicos en el Año Geofísico Internacional de 1957-1958. Los oceanógrafos usaron aparatos de sondeo complejos para hacer mapas de los fondos oceánicos. Por medio de medir el tiempo que los ecos necesitaban, no solo examinaron el suelo de sedimento en el fondo, sino también la profundidad del basamento de roca basáltica debajo. Llegaron a una conclusión asombrosa acerca de los fondos oceánicos: Concluyeron que éstos no están fijos, sino que parecen estar formándose continuamente en lindes definitivos y extendiéndose en una escala global.
Examinemos los descubrimientos que llevaron a esta asombrosa hipótesis. El primer indicio revelador fue una larga cordillera en medio del océano Atlántico. Comenzando allí, los geólogos han puesto en forma de mapa un sistema de cordilleras en medio del océano que literalmente circunda la Tierra. Una cordillera típica se eleva del fondo oceánico, a una profundidad de unos cinco kilómetros, a una cumbre aproximadamente tres kilómetros sobre el fondo. A cada lado tiene una faja de terreno montañoso centenares de kilómetros de ancho. Como rasgo descollante hay un valle que corre cual fractura directamente a lo largo de la cresta de la cordillera, dividiéndola así en un par de cordilleras paralelas.
Además de los sondeos acústicos realizados desde la superficie se han usado buques equipados para abarrenar agujeros en el fondo del mar. Así, de muchas partes del océano se han sacado cilindros de roca para inspección y análisis cuidadosa, algunos de una longitud de hasta 460 metros. Estas investigaciones revelan que las cordilleras mismas son roca ígnea pelada, y que hasta que se suba 97 kilómetros no hay sedimento o hay muy poco en un lado o el otro. A mayor distancia, se hallan capas de sedimento de cada vez mayor espesor, hasta un kilómetro y medio de espesor.
Las investigaciones magnéticas sobre los océanos en la vecindad de las cordilleras dieron por resultado otro asombroso descubrimiento. Hay fajas de roca que corren parejas con las cordilleras en las cuales el magnetismo está inverso. Es como si los polos norte y sur se hubieran invertido cuando las rocas se formaron. Ya se había notado esta magnetización en ciertas corrientes de lava volcánica, pero parece que cerca de las cordilleras oceánicas hay un registro continuo de polaridades magnéticas normales e inversas congeladas en el lecho oceánico. No hay explicación para este cambio misterioso; después de todo, nadie sabe por qué tiene un campo magnético la Tierra, mucho menos por qué se invierte. Simplemente es una realidad de la creación que se ha observado.
Extendiéndose el fondo marino
Los geólogos usan una sola hipótesis que llaman extensión del fondo marino para explicar estas tres observaciones. Suponen que la continua formación de la cordillera en medio del océano se debe al ascenso de magma procedente del manto plástico de la Tierra por una fractura en la corteza terrestre, y que el fondo oceánico se está alejando de ambos lados de la fractura a medida que ésta se forma. La roca recién formada es limpia, y el sedimento se acumula lentamente y se percibe solo después que la roca nueva haya estado expuesta por algún tiempo y se haya alejado de la cordillera. Las franjas paralelas de la polaridad magnética normal y de la inversa resultan cuando el magma se escurre y se solidifica por un tiempo mientras que los polos terrestres están normales, entonces por un tiempo mientras están inversos.
Las investigaciones indican que actualmente el fondo del océano Atlántico se está extendiendo poco más de 2,5 centímetros al año, y el océano Pacífico aproximadamente 15 centímetros al año. Pero si la Tierra está formando una corteza nueva en el fondo oceánico a semejante grado, tiene que estar deshaciéndose de la corteza vieja en algún otro lugar. Después de todo, la superficie total de la Tierra no está aumentando. Según la especulación de los geofísicos, esto está aconteciendo a lo largo de ciertos lindes donde una parte de la corteza se desliza por debajo de otra parte y desciende al interior caliente, donde se derrite y el manto fluido vuelve a incorporarla a su conjunto. Opinan que éste no es un proceso suave, sino que es acompañado de terremotos y erupciones volcánicas. Forma profundas fosas oceánicas y elevadas cordilleras montañosas a lo largo de los lindes donde ocurre la incorporación.
La teoría de las placas tectónicas
De un mapa mundial de las cordilleras en medio del océano y de los lindes de incorporación, los geólogos han dividido toda la superficie de la Tierra en seis grandes (y varias pequeñas) placas de roca rígida. Ellos afirman que estas placas se están formando en las cordilleras y que se mueven como una banda transportadora hacia lindes con otras placas, donde una de ellas es arrojada por debajo al manto y se disuelve. Estas placas llevan encima los continentes, a semejanza de un iglú sobre una masa de hielo flotante.
Llaman esto la teoría de la placa tectónica, de la palabra griega para “constructor.” Tanto el movimiento continental como la extensión del suelo marino están incluidos como partes de la teoría más amplia.
Examinemos unos cuantos ejemplos de cómo se usa esta teoría para explicar rasgos de la corteza terrestre que se han observado. En conformidad con esta teoría la placa Americana que lleva las Américas del Norte y del Sur, así como la mitad occidental del océano Atlántico, se está formando en la cordillera de medio Atlántico y está moviéndose al oeste. A lo largo de la costa occidental de América del Sur, una placa más pequeña que surge en el este del Pacífico choca con la placa Americana y se sambulle por debajo de ella. Esto supuestamente causa una fosa profunda en el océano a cierta distancia de la costa de América del Sur, y eleva las montañas Andes a los picos más elevados de las Américas. El plegamiento de la placa oceánica causa frecuentes terremotos por toda la costa Pacífica. Según la teoría, cuando la roca más liviana que fue llevada abajo al manto se derrite, asciende por las fracturas en la corteza continental arriba para formar los volcanes en la cordillera andina.
Un mapa detallado de la cordillera en medio del océano muestra que realmente no es continua, sino que la interrumpen varias fallas que forman ángulos rectos. A lo largo de estas fallas las dos placas teoréticas se deslizan horizontalmente. Los geólogos sugieren que el rozamiento que resulta de este movimiento es otra causa de los terremotos. Una de las fallas más largas de esta clase yace entre la placa Americana y la placa Pacífica a lo largo de la costa occidental de América del Norte. A lo largo de esta línea, que los californianos conocen bien por el nombre de la falla de San Andrés, la placa Pacífica está moviéndose hacia el noroeste contra la placa Americana a razón de 5 centímetros por año. Los esfuerzos resultantes causan frecuentes terremotos.
La ciudad de San Francisco yace a través de esta falla, y el litoral de California al sur yace al oeste de ella, en la placa Pacífica. Por eso se predice que si no se interrumpe el movimiento actual, en algún tiempo del lejano futuro el lugar donde está Los Ángeles yacerá cerca de donde San Francisco está hoy día.
Los geólogos también consideran como evidencia en apoyo de la teoría del movimiento continental el hecho de que algunos lugares antes tenían un clima muy diferente al que tienen actualmente. En la Pangea, que se da por cierta, los continentes de hoy día se hallaban mucho más al sur que en la actualidad, con la excepción de la Antártida. América del Norte y la península hispana estaban en el ecuador. América del Sur, África, India y Australia estaban agrupadas alrededor de la Antártida en las regiones del polo del sur.
¿Subsistirá la teoría?
Los científicos se sienten complacidos al hallar una teoría que manifiestamente reúne en un cuadro unificado muchas clases desemejantes de información. Eso es lo que creen que la teoría de las placas tectónicas ha hecho para la ciencia de la geología. ¿Pero quiere decir eso que ésa es la explicación final y correcta? No necesariamente.
A pesar del aparente éxito que la teoría ha tenido en una amplia extensión de terreno, todavía hay muchos pedacitos de información que no encajan en ella. Los geólogos disputan sobre la interpretación de detalles. Es posible que a medida que prosigan con la investigación, se contesten algunas de estas preguntas de una manera que armonice con la teoría. Por otra parte, puede que persistan hechos porfiados que no puedan reconciliarse con ella.
Se reconoce que tiene un defecto principal el estado actual de la teoría. No se han explicado las fuerzas que causan el ascenso del magma a lo largo de las cordilleras. Algunos geólogos han quedado satisfechos con la declaración general de que son responsables las corrientes de convección dentro del manto terrestre. Pero ¿qué produce la convección, y por qué cambia su patrón? Cuando se examina esta idea en detalle, se desbarata. Sea que se trate de una corriente de convección en el aire o en el agua asciende alrededor de un eje central, no en una hoja larga y delgada que formara una cordillera. Se hace aún más difícil imaginar cómo las corrientes de convección pudieran producir las dislocaciones a lo largo de fallas de la clase descrita.
Los profesores Flint y Skinner de la Universidad de Yale ofrecen estas palabras de advertencia en su libro Physical Geology:
“Puesto que la teoría de las placas tectónicas parece suministrar respuestas a tantas preguntas nos sentimos impulsados a creer que es la teoría unificadora buscada por largo tiempo que explica la litosfera [la parte exterior sólida de la Tierra, incluso la corteza]. Pero hay que tener cuidado. Otras teorías, también, han parecido abrumadoramente irresistibles en lo que prometían, no obstante a la larga han resultado incorrectas. La teoría de las placas tectónicas es todavía solo una teoría.”
Prescindiendo de que la teoría de las placas tectónicas sobreviva la prueba del tiempo y resulte correcta o no, tenemos una abundancia de evidencia acerca del gran poder y sabiduría del Creador de la Tierra. El salmista escribió acerca de él: “Hace mucho tú colocaste los fundamentos de la tierra misma, y los cielos son la obra de tus manos.” (Sal. 102:25) Los geólogos de hoy día todavía no pueden contestar las preguntas que Jehová le hizo a Job hace miles de años: “¿Dónde te hallabas tú cuando yo fundé la tierra? Infórmame, si de veras conoces el entendimiento. ¿Quién fijó sus medidas, si acaso lo sabes, o quién extendió sobre ella el cordel de medir? ¿En qué han sido hundidos sus pedestales con encajaduras, o quién colocó su piedra angular?”—Job 38:4-6.