La estructura hipotética de la geología
LA CIENCIA de la geología ha contribuido al conocimiento del hombre en cuanto a su hogar, la Tierra. Por medio de la obra de geólogos hábiles se ha aprendido mucho acerca de la composición de nuestro planeta.
Sin embargo, los cristianos dedicados, que han sido convencidos por amplia evidencia de que la Santa Biblia verdaderamente es la Palabra de Dios, han notado las evidentes discrepancias que hay entre la geología y el relato de la creación que da Génesis. Han notado las aserciones hechas por geólogos en el sentido de que la vida orgánica ha existido aquí en la Tierra por centenares de millones de años. Hay una vasta diferencia, en realidad, entre estas alegaciones y la evidencia de las Santas Escrituras de que la vida ha existido aquí, no por centenares de millones sino, a lo más, por decenas de miles de años. (Gén. 1:20-28; 2:1-3; Heb. 4:1-11) ¿Qué hay, entonces, de estas alegaciones de la mayoría de los geólogos de nuestro día? ¿Ha sido refutado el relato de la creación que da Génesis? Veamos.
Los geólogos han clasificado las rocas que componen nuestro globo en tres categorías básicas: (1) ígneas; (2) sedimentarias y (3) metamórficas.
Las rocas ígneas se han solidificado de un estado derretido y forman el fundamento de la Tierra. Por lo tanto, se llaman “primarias.” El granito es un ejemplo de esta roca.
Las rocas sedimentarias son de origen más reciente y se han formado ya sea por la acumulación de fragmentos de rocas de mayor edad o por el desgaste de rocas de mayor edad debido a precipitación química. Se les encuentra descansando una sobre otra en capas, que se llaman estratos. Aunque los geólogos han descubierto grandes espesores de esos estratos, solo representan una capa somera sobre el fundamento ígneo y metamórfico de la corteza.
Las rocas metamórficas han pasado por un cambio desde las rocas ígneas o sedimentarias que eran antes, por la acción del calor, la presión y los fluidos. El mármol es un ejemplo de ese suceso, pues originalmente era piedra caliza.
La “columna geológica”
Las rocas sedimentarias, especialmente, están llenas de fósiles. Por eso, naturalmente surge la pregunta: ¿Cómo y cuándo llegaron allí todas estas rocas sedimentarias con su abundancia de fósiles?
En un esfuerzo por contestar esta pregunta los geólogos han creado una estructura hipotética que se conoce como la “columna geológica.” Este es un cuadro que se encuentra en libros de texto de geología. Divide la supuesta historia de la vida en la Tierra en cuatro eras principales: (1) precámbrica; (2) paleozoica (era de la vida antigua); (3) mesozoica (era de la vida media); (4) cenozoica (era de la vida reciente). Estas eras están subdivididas en doce períodos y finalmente en épocas. A este cuadro se le ha fijado una escala de tiempo que proporciona edades que abarcan hasta miles de millones de años.
¿Es verdad que si una persona excavara en la tierra encontraría los estratos de las rocas en ese orden? ¿Son confiables las edades que se asignan a las diferentes formas de vida?
Uniformismo, un fundamento
Al examinar más de cerca el asunto queda de manifiesto que la susodicha “columna geológica” se ha edificado sobre otras dos teorías como columnas basales... “el uniformismo” y la evolución orgánica.
¿Qué se da a entender por uniformismo? Este enseña básicamente que “el presente es la clave del pasado” o que los procesos geológicos siempre han sido uniformes. En consecuencia, al medir lo que sucede en los mares y en la tierra en la actualidad, los geólogos creen que pueden deducir lo que ha sucedido en el pasado.
Se sugirió esta teoría en el siglo dieciocho, pero no recibió aceptación general sino hasta la publicación de Principles of Geology (1830-1833) de sir Charles Lyell. Al explicar esta idea, Lyell presentó como precursor en su campo la opinión de que todas las rocas sedimentarias eran depositadas por procesos sumamente lentos, tales como que la lluvia se llevaba arena suelta por la falda de una montaña a un río; el río llevaba estos sedimentos al mar. Se nos dice que la cuenca del mar se llenaría y el agua sería empujada a lo que anteriormente era región terrestre. Entonces el proceso comienza de nuevo. Y así los continentes han oscilado de una situación a otra por un sinnúmero de eones de tiempo.
De esta manera el uniformismo pretende explicar los centenares de metros de roca sedimentaria que circundan la roca “primaria” de nuestra Tierra. Por supuesto, para tal proceso se requerirían miles de millones de años.
Envuelta la teoría de la evolución
Es interesante notar que poco después que Lyell publicó el libro supracitado, se publicó The Origin of Species de Carlos Darwin. Él se apoderó de aquella teoría recién nacida de geología como la respuesta que por mucho tiempo había buscado para explicar su idea de evolución orgánica por selección natural y supervivencia del más apto.
Lo que Darwin necesitaba era lo que ofrecía el uniformismo... tiempo ilimitado. Comentando sobre esto, Don L. Eicher, en su libro Geologic Time, declaró: “La extensa influencia de Lyell preparó el terreno para logros subsiguientes del siglo diecinueve, incluso los de Carlos Darwin, cuyas ideas sobre el desarrollo gradual de las cosas vivas no pudiera haber florecido sin el armazón intelectual de una vastedad de tiempo.”
Entonces los geólogos se acostumbraron a explicar sus descubrimientos en términos de evolución. Los estratos que contenían fósiles de organismos “sencillos” eran considerados más antiguos que los que tenían fósiles de organismos más complejos. En consecuencia, con el uniformismo y la evolución como las dos columnas sostenedoras principales, se construyó la “columna geológica.”
La verdad acerca de la “columna geológica”
Cuando están ante el cuadro, los estudiantes de geología quizás asuman que los estratos de rocas realmente se siguen, uno tras otro, en el orden exacto. Pero, ¿es así?
Note lo que dice acerca de esto el geólogo estadounidense T. C. Chamberlain: “No es posible pasar directamente hacia abajo a través de la entera sucesión de rocas en lechos. . . . La entera serie de estratos solo se compone juntando estos datos que se han recogido por todos los países; y aun cuando se hace esto, todavía no se puede hacer una serie absolutamente completa, o por lo menos no se ha hecho.”
Muestra además que no hay verdadero “registro de las rocas” en su orden supuesto el siguiente reconocimiento que se encuentra en la obra Introduction to Geology (1958; pág. 11) por H. E. Brown, V. E. Monnett y J. W. Stovall:
“Prescindiendo de su método de enfoque, el geólogo tiene que comprender los siguientes hechos. . . . No hay un solo lugar en la Tierra donde esté presente un registro de las rocas completo. Algunas zonas han sido sitios de acumulación de sedimento por millones de años, mientras que otras regiones han estado sujetas a la acción desgastadora de las agencias naturales por iguales períodos de tiempo. Para reconstruir la historia de la Tierra, hay que juntar pizcas esparcidas de información de millares de sitios de todo el mundo. A lo más los resultados solo serán un registro muy incompleto. Si la historia completa de la Tierra se compara a una enciclopedia de treinta tomos, entonces rara vez podemos esperar encontrar siquiera un tomo completo en determinada zona. A veces solo unos cuantos capítulos, quizás solo un párrafo o dos, será la contribución geológica total de una región; en realidad, a menudo quedamos limitados a estudiar pizcas esparcidas de información que casi alcanzan mejor comparación con unas cuantas palabras o letras.”
En otras palabras, la entera columna geológica, con sus eras, períodos y épocas altisonantes, solo es asunto de conjetura, una estructura hipotética. No hay un solo lugar en la Tierra donde exista tal serie de estratos de roca.
Recientemente el profesor de geología Richard M. Pearl comentó sobre este asunto como sigue en la página 14 del libro: 1001 Questions Answered About Earth Science (1969): “Obviamente, entonces, el registro geológico de cualquier zona está lejos de ser completo. Carlos Darwin percibió por primera vez este hecho en su libro clásico Del origen de las especies (1859), donde declaró que creía que hay más tiempo geológico representado por las interrupciones que por los estratos.”
Inversión de estratos
Pero eso no es todo. A menudo los geólogos han encontrado capas de rocas que descansan unas sobre otras en orden invertido; es decir, un estrato que tiene fósiles de organismos sencillos encima de uno que tiene fósiles de organismos más complejos.
Byron C. Nelson, en su libro The Deluge Story in Stone, hace referencia a una zona que compone parte de Montana, Alberta y Colombia Británica, plenamente 18.000 kilómetros cuadrados, donde yace roca precámbrica (que se dice que se formó hace más de mil millones de años) encima de estratos “cretáceos” (que se supone que tienen menos de doscientos cincuenta mil años).
¿Es el presente la clave del pasado?
Si examinamos una columna de la estructura hipotética de la geología, a saber, el uniformismo con su enseñanza de que “el presente es la clave del pasado,” notamos aquí, también, problemas serios.
Uno pudiera suponer que sería asunto sencillo medir la proporción anual de la formación de sedimento hoy y luego calcular cuánto tiempo se necesitaría para que se depositaran los diversos espesores de roca sedimentaria que se encuentran en la tierra. Pero este método presenta muchas dificultades.
Ilustran el problema unos comentarios que se encuentran en la página 111 del libro de texto corriente Principles of Geology, por Gilluly, Waters y Woodford. Allí los autores hacen referencia a un espesor de 150 metros de roca cretácea en la Cuenca de París y pasan a decir: “Los estratos de roca cretácea se componen de esqueletos de animales y plantas diminutos. Hoy día depósitos semejantes se acumulan a proporciones tan lentas que desafían la medida exacta... ciertamente no más de unos cuantos milímetros por siglo y probablemente mucho menos.”
Para complicar más las cosas, las velocidades de la sedimentación en diferentes lugares varían mucho, y pocas se han medido con exactitud. En cuanto a la idea de obtener un promedio anual, la misma publicación indica que “solo se puede conjeturar.”
Hay otro problema, también. La clase de sedimento que se deposita hoy es diferente de todo el sedimento que se encuentra en los estratos de las rocas. El famoso geólogo Archibald Geikie comentó sobre esto en su Textbook of Geology como sigue: “Sabemos cuáles son los rasgos distintivos principales de las acumulaciones que se forman ahora en las partes más profundas del fondo del océano. Hasta donde sabemos, no tienen analogía entre las formaciones de la corteza de la Tierra.”
¿Qué hay de las edades impresionantes que asignan los geólogos a su escala de tiempo basándose en la degeneración de los elementos radiactivos que se encuentran en ciertas rocas? A menudo los publicadores de esta revista han señalado que la determinación de las edades por los métodos de degeneración radiactiva está llena de incertidumbres. Henry Faul, en su libro Ages of Rocks, Planets, and Stars, se refiere de esta manera a una de las dificultades que hay en asignar edades a los estratos de las rocas: “Rocas que sean adecuadas para medir las edades y al mismo tiempo estén confiablemente correlacionadas con la secuencia estratigráfica son muy raras.”
Los geólogos ciertamente han resultado desastrosamente deficientes en sus medidas de tiempo basadas en el uniformismo y la evolución. Lejos de que los procesos geológicos de la actualidad sean la clave del pasado, “no tienen analogía” en las formaciones estratificadas de la tierra. De hecho, ni siquiera se pueden medir con exactitud. Además de eso, las capas de rocas frecuentemente se encuentran “invertidas” y “hay más tiempo geológico representado por las interrupciones que por los estratos.”
¿Cómo, entonces, se produjeron las enormes masas de rocas sedimentarias con sus innumerables fósiles?
Estratos depositados rápidamente
Al buscar la respuesta a esto es interesante notar que los estratos de las rocas literalmente abundan en fósiles que muestran evidencia clara de haber sido depositados rápidamente.
El geólogo escocés Hugh Miller efectuó investigaciones cuidadosas de una especie de roca que se llama la “vieja piedra arenisca roja” (parte del sistema “devoniano” de la columna geológica). Miller notó en particular la abundancia de peces fósiles que había en ésta y las posiciones peculiares en que se hallaban sepultados en la roca. ¿A qué conclusión llegó en cuanto a la manera en que llegaron allí?
En las páginas 221, 222 de The Old Red Sandstone el Sr. Miller contesta: “En este período de nuestra historia, alguna terrible catástrofe envolvió con destrucción súbita los peces de una zona de por lo menos ciento sesenta kilómetros de frontera a frontera. . . . Las innumerables existencias fueron aniquiladas simultáneamente.”
Geólogos competentes han llegado a conclusiones semejantes en cuanto a todas las rocas estratificadas. El geólogo británico sir Henry Howorth en The Glacial Nightmare and the Flood indicó que “la naturaleza a veces ha obrado con enorme energía y rapidez. . . . los estratos rocosos abundan en evidencia de violentas y repentinas dislocaciones en gran escala.”
Se ha notado evidencia de catástrofe no solo en las rocas estratificadas, sino también en los depósitos que están en la superficie de nuestro globo terráqueo. Vez tras vez los observadores han quedado impresionados al hallar enormes pedrejones descansando encima de la tierra lejos de su lugar de origen. Algunos de estos bloques, que se llaman “erráticos,” pesan millares de toneladas y evidentemente han viajado centenares de kilómetros de distancia hasta sus ubicaciones actuales.
Los geólogos modernos, procediendo según el principio uniformista, por lo general dicen que fueron llevados allí sobre enormes glaciales durante larguísimos períodos glaciales de la llamada época “pleistocena.” Alegan que cuando los glaciales se derritieron dejaron los pedrejones donde ahora los encontramos.
Pero hay muchos puntos que considerar que prueban que esta teoría es inaceptable. Un problema es que los glaciales solo se mueven por la fuerza de la gravedad y, por lo tanto, de elevaciones superiores hacia abajo. Sin embargo, los pedrejones “erráticos” se encuentran frecuentemente en niveles centenares de metros más altos que sus lugares de origen. Para citar un solo caso, encontramos en la cumbre del monte Washington pedrejones de gneis gris (una forma de roca metamórfica) que evidentemente fueron llevados allí desde una fuente “que está de novecientos a mil doscientos metros más abajo de su elevación presente.”
La armonía de Génesis y la geología
Pero los estudiantes de la Biblia a menudo han encontrado que las Santas Escrituras proporcionan soluciones satisfactorias a los problemas que las teorías científicas dejan sin resolver. En los capítulos seis a ocho de Génesis leemos acerca de un diluvio que arropó toda la Tierra y que puso fin a una era de iniquidad. Pero ¿podría un diluvio de esa clase desarraigar y transportar los inmensos pedrejones “erráticos” que encontramos esparcidos sobre las superficies de la Tierra? ¿Podría también explicar cómo han sido extensamente destruidos y súbitamente sepultados en matrices rocosas un sinnúmero de millares de organismos, grandes y pequeños, que han sido encontrados en las rocas que encierran fósiles?
El supracitado sir Henry Howorth hizo notar que por toda la longitud de Siberia alguna causa arrolló, simultáneamente, toda forma de vida terrestre. ¿Qué pudiera haber causado aquello, según él?
En busca de la respuesta escribió en The Mammoth and the Flood: “Queremos una causa que matara los animales y sin embargo no desmenuzara sus cuerpos, ni siquiera los mutilara, . . . que enterrara los cuerpos así como matara los animales, . . . que pudiera arrollar juntos a animales de diferentes tamaños y especies y combinarlos con árboles y otros despojos de la vegetación. ¿Qué causa competente para hacer eso conocemos, salvo el agua en torrentes en gran escala? . . . El agua . . . es la única causa que yo conozco que pueda efectuar la obra en una escala proporcionada a los efectos que vemos en Siberia.”
¡Qué bien concuerda esto con la Palabra inspirada de Jehová Dios! Realmente, ¡qué exacta es la Biblia cuando dice: “Y las aguas se hicieron abrumadoras y siguieron aumentando mucho sobre la tierra . . . Y tan abrumadoramente anegaron las aguas a la tierra que todas las altas montañas que estaban debajo de todos los cielos quedaron cubiertas”!—Gén. 7:18, 19.
La geología que se basa en realidades más bien que en conjetura apoya el registro bíblico. De ella vemos evidencia clara de que la tierra prediluviana que abundaba en vegetación exuberante y vida animal fue arrojada súbitamente en destrucción por agua.
Pero cuando los libros de texto geológicos nos ponen frente a un aparato de tiempo teórico que se basa en el uniformismo y la evolución queremos recordar que los hechos no apoyan esta conjetura. No, sino que hay enormes lagunas en el “registro de las rocas,” condiciones de “inversión” en los estratos, “evidencia de violentas y súbitas dislocaciones en gran escala” y distribución de enormes pedrejones “erráticos” lejos de su fuente nativa. La combinación de todas estas cosas revela que la “columna geológica” con su concomitante escala de tiempo solo es lo que es... una estructura hipotética que no representa la verdad.